—Diga, sargento LaJoie. —Miles levantó las cejas.
—Los cetagandanos han anunciado su retirada de Marilac. Han dicho que… ¿cómo era?… «debido a grandes progresos en la alianza cultural, estamos devolviendo la política local a manos locales…».
Miles apretó los puños, lleno de alegría.
—En otras palabras, abandonan a su gobierno títere. ¡Ja! —Saltó en un solo pie y golpeó a Quinn en la espalda—. ¿Has oído, Elli? Hemos ganado. Quiero decir, que los maricalanos han ganado… —
El sacrificio ha dado sus frutos
…
Consiguió controlarse para no deshacerse en lágrimas.
—Hágame un favor, LaJoie, pase la información a la Flota. Dígales que yo he comentado que los muchachos hicieron un buen trabajo.
—Sí, señor. Será un placer. —El piloto saludó con alegría y salió trotando por el corredor.
La sonrisa iluminaba la cara de Miles.
—¿Ves, Elli? Lo que acaba de comprar Simon Illyan es mil veces más barato que la alternativa. ¡Acaba de fracasar una invasión planetaria cetagandana completa… primero impedida, después anulada…! —En un susurro feroz —: ¡Y
yo
lo hice!
Quinn también sonreía pero la curva perfecta de su ceja expresaba una aguda ironía.
—Hermoso, pero si yo estuviera leyendo entre líneas correctamente, pensaría que lo que realmente quería Seguridad Imperial de Barrayar era que los militares cetagandanos se enredaran en una guerra de guerrillas en Marilac. Indefinidamente. Quería evitar que la atención de los cetagandanos se fijara en las fronteras de Barrayar, en sus puntos de salto.
—No lo pusieron por escrito. —Hizo una sonrisa lobuna—. Lo único que dijo Simon fue: «Ayuda a los marilacanos cuando se dé la oportunidad.» Ésa fue la orden, palabra más, palabra menos.
—Pero tú sabías perfectamente bien lo que realmente quería.
—Cuatro años sangrientos me parecen suficientes. No traicioné a Barrayar. Nadie lo hizo.
—¿Ah, sí? Y si Simon Illyan es mucho más maquiavélico que tú, ¿cómo es que prevaleció su versión? Algún día, Miles, en lugar de salvarte por un pelo, te vas a quedar calvo con esa gente. ¿Qué vas a hacer entonces?
Él sonrió, meneó la cabeza y evadió una respuesta.
Su alegría por la noticia de Marilac le hizo sentir que caminaba en media gravedad. Seguía así cuando llegó a su camarote a bordo del
Triumph
. Después de una mirada cuidadosa para asegurarse de que no había nadie en el pasillo, abrazó y besó a Quinn, un beso profundo que iba a tener que durarles mucho tiempo, y ella se fue a su propio camarote. Él se deslizó adentro, y su suspiro fue un eco del de la puerta al cerrarse. Por fin en casa otra vez.
Era su hogar, sí, por lo menos para la mitad de su psiquis, reflexionó, mientras arrojaba la bolsa de vuelo en la cama y se dirigía a la ducha. Hacía diez años, lord Miles Vorkosigan había inventado la identidad del almirante Naismith en un momento desesperado y había falseado las cosas en un frenesí por conseguir el control provisional de los Mercenarios Dendarii, como se habían llamado desde entonces. Seguridad Imperial de Barrayar había descubierto que esa identidad le era útil… no, había que reconocerle los méritos a quien correspondía. Él había persuadido, engañado, demostrado y obligado a SegImp a encontrarle un uso a esa identidad.
Ten cuidado con aquello que finges ser. Tal vez un día te encuentres convertido exactamente en eso
.
¿Cuándo había dejado de ser un disfraz el almirante Naismith? Gradualmente, sin duda, pero sobre todo desde el retiro de su mentor mercenario, el comodoro Tung. O tal vez el astuto Tung había reconocido, antes que Miles, que sus servicios al llevar a Miles a un rango prematuramente alto ya no eran necesarios. Matrices coloreadas de vídeo de la organización de la Flota Mercenaria de los Dendarii Libres pasaron por la mente de Miles mientras se duchaba. Personal, equipo, administración, logística; conocía cada una de las naves, cada uno de los hombres y mujeres, cada transbordador y pieza de artillería. Sabía cómo encajaban unos con otros, lo que había que hacer en primer o segundo lugar, y también lo que estaba en el número veinte de la lista; sabía lo que había que hacer para colocar una fuerza determinada en un punto dado del tejido táctico. Y eso era ser un experto, esa capacidad para mirar a una nave como el
Triumph
y ver con los ojos a través de las paredes cada uno de los detalles de ingeniería, cada punto fuerte o vulnerable; mirar un escuadrón comando o una mesa de informes rodeada de capitanes y saber lo que haría y diría cada uno antes de que ellos mismos lo supieran.
Estoy arriba. Por fin estoy en la cima. Con esta palanca puedo mover mundos
. Cambió la ducha a «secado», y el agua se convirtió en aire caliente. Dejó el baño, riendo entre dientes.
Amo todo esto
.
Su expresión sonriente dio paso a otra de asombro cuando abrió el cajón de su uniforme y lo encontró vacío. ¿Se los habría llevado el ordenanza para lavarlos o arreglarlos? Su asombro fue aún mayor cuando buscó en otras partes del armario y encontró simplemente unos restos de las muchas ropas civiles que usaba cuando estiraba la cadena de su identidad en eslabón más y hacía de espía para los Dendarii. Y algo de ropa interior. ¿Qué era eso? ¿Alguna broma de mal gusto? En todo caso, a él no le hacía la más mínima gracia. Desnudo e irritado, abrió con rabia el compartimento donde guardaba la armadura. Vacío. Eso ya era sorprendente.
Alguien se la llevaría a Ingeniería para calibrarla o agregarle programas de táctica o algo por el estilo
. Pero su ordenanza debería haberla devuelto a su lugar. ¿Y si la necesitaba urgentemente?
Tiempo. Su gente tenía que estar reuniéndose. Quinn le había dicho que él podía seguir adelante incluso desnudo y hacer que los demás a su alrededor sintieran que se había puesto demasiada ropa. Se sintió tentado a hacer una prueba para ver si era cierto, pero pronto superó esa visión mordaz y se puso los pantalones, la camisa y las sandalias que había usado antes de la ducha. No necesitaba un uniforme para dominar una sala de reunión informativa, ya no.
En el camino a la reunión, se cruzó con Sandy Hereld en el corredor. Ella dejaba la guardia y él la saludó con la cabeza. Ella giró en redondo y caminó hacia atrás, sorprendida.
—¡Ya ha vuelto, señor! ¡Eso sí que ha sido rápido!
Él no hubiera descrito su viaje de varias semanas a Cuarteles Generales Imperiales en Barrayar como rápido. Tal vez ella hablaba del viaje a Escobar.
—Me llevó dos horas.
—¿Qué? —Arrugó la nariz. Todavía caminaba hacia atrás cuando él llegó al final del corredor.
Había una habitación llena de oficiales de graduación superior esperándolo. Hizo un gesto con la mano y bajó por el tubo elevador.
La habitación de informes era reconfortantemente familiar, desde el conjunto de caras que lo miraban a la mesa negra, brillante. El capitán Auson del
Triumph
. Elena Bothari-Jesek, promocionada hacía poco a capitana del
Peregrine
. Su esposo, el comodoro Baz Jesek, ingeniero de la Flota y, en ausencia de Miles, a cargo de todas las actividades de reparación y reequipamiento de la Flota de los Dendarii en órbita de Escobar. La pareja, los dos de Barrayar, estaba entre los pocos Dendarii que conocían la doble identidad de Miles. El capitán Truzillo del Guerrero de la Libertad y una docena más, todos experimentados y leales. Su gente.
Bel Thorne, del
Ariel
, llegaba tarde. Eso era extraño. Una de las características esenciales de Thorne era una curiosidad insaciable: el informe previo a una nueva misión era un regalo de Feria de Invierno para el hermafrodita de Colonia Beta. Miles se volvió hacia Elena Bothari-Jesek para charlar un poco mientras esperaban.
—¿Visitaste a tu madre en Escobar?
—Sí, gracias. —Ella sonrió—. Fue… bonito, tener algo de tiempo libre. Pudimos hablar de cosas que no habíamos podido comentar la primera vez.
Había sido bueno para las dos, consideró Miles. Algo de la tensión permanente parecía haber desaparecido de los ojos oscuros de Elena. Cada vez mejor, sí, poco a poco.
—Me alegro.
Levantó la vista cuando oyó el ruido de las puertas al abrirse, pero era sólo Quinn, que entraba con paso seguro y los archivos bajo el brazo. Se había puesto de nuevo el equipo de descanso de un oficial y parecía muy cómoda y eficiente. Le dio el archivo a Miles y él lo cargó en la comuconsola y esperó un minuto más. Nada de Bel Thorne todavía.
La charla murió. Sus oficiales lo estaban mirando con los ojos llenos de sigamos-adelante. No tenía sentido quedarse sin hacer nada. Antes de encender la consola, preguntó:
—¿Hay alguna razón por la que el capitán Thorne no esté aquí?
Todos lo miraron, y luego se miraron entre sí.
No puede haberle pasado nada a Bel. Me lo habrían informado en cuanto bajé del transporte
. Pero se le había formado ya un nudo de plomo en la boca del estómago.
—¿Dónde está Bel Thorne?
Con los ojos, eligieron a Elena Bothari-Jesek como portavoz. Ésa era una pésima señal.
—Miles —preguntó ella—, ¿Bel tenía que volver antes que tú?
—¿Volver? ¿Adónde fue Bel?
Ella lo miraba como si estuviera completamente loco.
—Bel se fue contigo, en el
Ariel
, hace tres días.
Quinn hizo un movimiento brusco con la cabeza.
—Eso es imposible.
—Hace tres días estábamos camino de Escobar —declaró Miles. El nudo de plomo se estaba convirtiendo en materia estelar de neutrones. Ya no estaba dominando la habitación. En realidad le parecía que la habitación se estaba inclinando.
—Te llevaste al Escuadrón Verde contigo. Bel dijo que era el nuevo contrato —agregó Elena.
—
Éste
es el nuevo contrato. —Miles golpeó la comuconsola.
Una terrible explicación estaba empezando a aparecer en su mente, ascendiendo lentamente desde el agujero negro de su estómago. Las miradas de la mesa también estaban empezando a dividirse en dos campos desiguales, comprensión y miedo de la minoría que había estado en el desastre de la Tierra hacía dos años —ah, sí, ese grupo estaba con él—, y la confusión total en la mayoría, que no había estado directamente involucrada…
—¿Adónde dije que iba? —preguntó Miles. Su tono era amable, o eso creyó, pero algunos se asustaron.
—A Jackson's Whole. —Elena lo miraba directamente a los ojos con la mirada de un zoólogo listo para hacer una disección con un espécimen. Una súbita falta de confianza…
A Jackson's Whole. Eso es
.
—¿Bel Thorne? ¿El
Ariel
? ¿Taura? ¿A diez saltos de Jackson's Whole? —Miles se ahogaba—. Dios mío.
—Pero si tú eres tú —dijo Truzillo—, ¿quién era el de hace tres días?
—Si tú eres tú —dijo Elena con voz amenazadora. Los iniciados tenían todos la misma mirada especial.
—Bueno —explicó Miles con una voz vacía a la parte de la habitación con miradas de
¿Qué diablos está pasando aquí?
—, hay quienes tienen un gemelo malvado. Yo no tengo tanta suerte. Lo que yo tengo es un gemelo
idiota
.
—Tu clon —dijo Elena Bothari-Jesek.
—Mi hermano —corrigió él automáticamente.
—El pequeño Mark Pierre —dijo Quinn—. Mierda.
Se le revolvió el estómago, el camarote tembló y una sombra le empañó la visión. Las sensaciones extrañas del salto de agujero de gusano desaparecieron casi inmediatamente pero dejaron una reverberación somática desagradable, como el sonido de un gong en el aire. Respiró profundamente para calmarse. Era el cuarto salto del viaje. Cinco saltos más, en el tortuoso zigzag a través del nexo desde Escobar a Jackson's Whole. Hacía tres días que el
Ariel
estaba en camino, y habían recorrido casi la mitad de la distancia.
Él miró a su alrededor, en el camarote de Naismith. No podía seguir escondiéndose allí mucho más tiempo con la excusa de la enfermedad, de un mal humor estilo Naismith o de algo por el estilo. Thorne necesitaba todos los datos que él pudiera proporcionarle para planear el ataque Dendarii al criadero de clones. Había usado bien su hibernación, revisando la bitácora del
Ariel
hasta el primer encuentro que habían tenido los Dendarii con él hacía ya dos años. Ahora sabía mucho más sobre los mercenarios y la idea de una conversación casual con la tripulación le parecía mucho menos aterradora.
Desgraciadamente había muy poco en la bitácora que pudiera ayudarlo a reconstruir su primer encuentro con Naismith en la Tierra desde el punto de vista de los Dendarii. El cuaderno de bitácora se concentraba en informes de rehabilitación, reparación y reequipamiento, papeleo variado de ingenieros y especialistas de la nave. Había encontrado un sola orden con respecto a sus aventuras, advirtiendo a todos los jefes de nave que el clon del almirante Naismith había sido visto en la Tierra, que podía hacerse pasar por el almirante, dando la información (incorrecta) de que las piernas del clon aparecerían como huesos normales en una inspección médica y no como repuestos plásticos, y ordenando el uso de «bloqueadores solamente» para aprehender al impostor. Ninguna explicación, nada de revisiones, de puestas al día ni de cambios de orden. Las órdenes de mayor nivel que daba Naismith/Vorkosigan tendían a ser verbales y no documentadas por razones de seguridad —en contra de los Dendarii no para ellos—, costumbre que a él le había servido mucho.
Se reclinó de nuevo en su silla y miró con furia la comuconsola. Los datos de los Dendarii le daban el nombre de
Mark. Otra cosa que no puedes elegir
. Miles Naismith había hablado.
Mark Pierre. Tú eres Mark Pierre Vorkosigan por derecho propio, en Barrayar
.
Pero él no estaba en Barrayar y nunca iría allí si podía evitarlo.
Tú no eres mi hermano y el Carnicero de Komarr nunca fue un padre para mí
, discutía su pensamiento por milésima vez en otra conversación con su progenitor ausente.
Mi madre fue un replicador uterino
.
Pero el poder de la sugerencia se había quedado con él, mordiendo su satisfacción con los seudónimos que había intentado aunque había mirado listas de nombres hasta que le dolían los ojos. Nombres dramáticos, nombres comunes, nombres exóticos, extraños, tontos, ridículos… Jan Vandermark era el alias que había usado más tiempo, su pobre acercamiento a una identidad.