Dame la mano (66 page)

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Authors: Charlotte Link

Tags: #Intriga, Relato

BOOK: Dame la mano
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—Bueno, ahora la cuestión es ¿qué hago contigo? —reflexionó Gwen en voz alta—. Has sido muy tonta viniendo hasta aquí, Leslie. Por cierto, eso aún no me ha quedado claro: has venido por Dave, ¿no es así?

—Sí, pero no por lo que tú sospechas. Pensaba que había sido Dave. Que Dave había matado a mi abuela. Y temía por la vida de Chad. Creía que el motivo del crimen podría haber sido lo de Brian Somerville. Y lo de Semira Newton. Y eso habría supuesto un peligro para Chad.

Leslie se fijó en el efecto que tenía sobre Gwen la mención de esos dos nombres, pero aquella sonrisa congelada no cambió en absoluto.

—Conmovedor —dijo Gwen—. ¡Cuánto te preocupas por el bueno de Chad! ¿Fue él quien te dio los mensajes de Fiona a Chad? ¿O fue Jennifer?

—Fue Colin. Fue él quien me los dio.

—Me las ingenié para extender bien la historia —dijo Gwen con vanidad—. Ya me imaginaba que si se lo contaba a Jennifer acabaría enterándose todo su entorno. Hasta la policía se enterará. Y entonces quedará claro quién mató a Fiona.

—¿Te refieres a Semira Newton? —preguntó Leslie—. Ni siquiera puede moverse sin la ayuda de un andador. ¿O te refieres a Brian Somerville, que según he oído vive en una residencia y tiene la mentalidad de un preescolar a pesar de que debe de haber cumplido ya ochenta años? ¿De verdad quieres imputarles dos asesinatos a esas dos personas? ¿Y crees que alguien te creerá?

—Para eso están los sicarios. ¿Sabes lo que son?

—Sí. Pero solo Semira podría tener las facultades intelectuales necesarias para ello, eso sin tener en cuenta que apenas le llega el dinero para vivir, con lo que hay que preguntarse cómo podría haber pagado a un asesino anónimo, porque no encaja para nada en el perfil. Imposible. Valerie Almond se dará cuenta de eso enseguida.

—Ah, Valerie Almond —dijo Gwen en tono despectivo—. Mira que es ingenua. No tiene ni idea de psicología. Se equivocó completamente conmigo.

Es evidente que todos estábamos igual de equivocados, pensó Leslie. Un estremecimiento le recorría todo el cuerpo.

—¿Y cómo encaja Dave en todo eso? —preguntó Leslie en voz alta—. Tanto si muere desangrado como si muere ahogado, acabarán por encontrarlo. ¿Y yo? En caso de que tengas previsto matarme a mí también, ¿cómo encajaré yo en la teoría de que todo lo sucedido ha sido el último acto de venganza de una anciana?

Gwen pareció confusa durante unos segundos, pero recuperó la compostura al instante.

—Vosotros también os habréis cruzado en el camino del asesino.

—¿Dave, que está abajo, en la playa? ¿Y yo aquí? Gwen, te… te estás dejando llevar por un ataque de locura homicida. No saldrás bien parada de todo esto, créeme.

—Tú sí que no saldrás bien parada de esto —replicó Gwen—. Ya deberías haberte dado cuenta, amiga mía.

—No estoy de acuerdo —dijo Leslie, aunque no daba crédito a sus propias palabras—. Siempre hemos sido amigas, Gwen. Nos conocemos desde que éramos niñas. No puedes matarme a tiros como si nada.

—A mi padre lo conocía desde hacía más tiempo todavía —replicó Gwen—, igual que a Fiona. Eso no significa nada para mí. Absolutamente nada.

Leslie tragó saliva.

—¿Por qué, Gwen? No lo entiendo. ¿Por qué?

—Claro que no lo comprendes. ¿Cómo podrías comprenderlo? Tu vida siempre ha sido magnífica. ¡No tienes ni idea de cómo se siente alguien a quien la vida no le ha ido tan bien como a ti!

—¿Que mi vida ha sido magnífica? —exclamó Leslie, perpleja—. ¿Cómo puedes decir eso? Me he divorciado, estoy sola y frustrada. Paso los fines de semana en urgencias o sentada frente a la tele, bebiendo demasiado. Nadie me presta el menor caso. No hago más que llamar a mis compañeras de trabajo o a mis amigas de la universidad para quedar con ellas, pero todas están demasiado ocupadas con sus familias y no tienen tiempo para mí. Así de magnífica es mi vida, Gwen. Es así y no como tú debes de imaginarla.

—Pero podrías cambiarla en cualquier momento.

—¿Cómo quieres que la cambie?

—Los hombres hacen cola para estar contigo. Con Stephen no ha funcionado, pero puedes casarte con otro. Eso en tu caso no es un problema.

—Pues no sé dónde está esa cola de hombres, por desgracia.

—¡Porque no quieres verla! —Gwen agitó con impaciencia el revólver—. A Dave, por ejemplo, lo tenías embelesado. ¡No me digas que no te habías dado cuenta!

Leslie tuvo que pensar en la noche anterior, en lo que había ocurrido en la cocina de la casa de su abuela. No dijo nada, pero Gwen debió de darse cuenta del cambio en la expresión del rostro de su antigua amiga, porque se echo a reír. La carcajada tuvo un tono triunfal.

—Vamos, por favor. Lo sabes perfectamente. Y él no es el único. Además, tu Stephen sería capaz de dar la vida por estar contigo de nuevo. Un simple chasquido de dedos te bastaría para recuperarlo. Tienes muchas opciones. Stephen echó un polvo inesperado con una chica que conoció en un bar, y tú te quedaste conmocionada. Pero solo es cuestión de tiempo hasta que reacciones y empiece un nuevo amanecer para ti. —Contempló un momento el arma que tenía en la mano—. Es decir, podría haber sido así. Como es natural, ahora todo será distinto.

—Necesitas ayuda, Gwen.

Gwen se echó a reír de nuevo, aunque esa vez la risa no tuvo el mismo matiz triunfal. Se percibía más bien un atisbo de histeria en su carcajada.

—Esto es fantástico, Leslie. ¡Fantástico de verdad! ¿Que yo necesito ayuda? Te encuentras en la recta final de tu vida, una vida egocéntrica y centrada exclusivamente en tus intereses, y solo se te ocurre que la buena de Gwen necesita ayuda. Sí, tienes razón, maldita sea. Necesito ayuda. Hace años que la necesito. Pero eso no le ha interesado a nadie lo más mínimo.

—Pero cada vez que nos veíamos…

—Algo que no ocurría muy a menudo, ¿verdad? ¿Dos veces al año? La doctora Cramer estaba siempre demasiado ocupada para venir desde Londres a visitar a su abuela. Y sí, es verdad, cada vez que venías cumplías con tu visita de rigor a la granja de los Beckett. «¡Paso un momento para tomar un café contigo, Gwen!» ¡Un momento! Siempre con prisas, para que no se me ocurriera pedirte más ayuda que la que me brindabas, que jamás fue mucha. La granja te ha parecido siempre aburrida. ¡Yo siempre te he parecido aburrida! Claro, no tenía gran cosa que contarte, ¿verdad? ¿Qué querías que te contara? ¿Lo mucho que luchaba para no desmoronarme? ¿Lo mucho que me esforzaba para arreglármelas con el poco dinero que me daba mi padre? ¿Mis intentos para atraer a veraneantes, a pesar de no conseguir más que a Jennifer y a Colin, a los que ya no podía ni ver? Y sin embargo tenía que engancharlos para que al menos ellos no se me escaparan. Menudos temas, ¿verdad?

—Podrías haberte limitado a decir la verdad. Que las cosas no te iban bien. Que necesitabas ayuda.

—¿No te diste cuenta por ti misma? ¿En serio creías que podía ser feliz con el tipo de vida que llevaba? ¿Aquí, aislada del resto del mundo? ¿Junto a mi padre, un anciano que apenas hablaba? ¿Con la pesada de tu abuela, además, que se pasaba el día aquí y siempre me daba a entender claramente lo anticuada e insignificante que soy, que lo único que le interesaba era la compañía de mi padre, el gran amor de su vida? ¿De verdad creías que las cosas me iban bien? ¿Sin amigos, sin ningún tipo de contacto? ¿Sin que ningún hombre se hubiera interesado jamás por mí? ¿Sin la más mínima esperanza de llevar una vida normal? ¿De casarme, de tener hijos, de tener mi propio hogar? ¿Crees que no quería conseguir todas esas cosas? ¿Que no tenía sueños? ¿De verdad lo pensabas, Leslie?

Leslie cerró los ojos durante unos segundos.

—No —dijo en voz baja. Abrió los ojos de nuevo y miró a Gwen fijamente—. No. Sabía cuáles eran tus sueños. Sabía qué era lo que anhelabas. Pero…

—Pero ¿qué?

—Pero por otra parte, siempre te veía sonriente y serena. Ponías a tu padre por las nubes y describías a Fiona como a una segunda madre. De algún modo… parecía como si esa vida, todo lo que te rodeaba, te pareciera bien. Justo… justo al contrario que mucha otra gente. Tal vez…

—¿Sí?

—Tal vez debería haberme fijado más —dijo Leslie.

Las dos se quedaron en silencio un rato.

Dios mío, pensó Leslie; déjame llegarle al corazón.

—Lo siento —dijo por fin, pero Gwen se limitó a encogerse de hombros.

—Yo en tu lugar también diría algo así —dijo.

Volvió a reinar el silencio. Leslie notó que el corazón, que le había estado latiendo a toda velocidad, se le calmaba un poco a pesar de que seguía sintiendo la misma tensión y el mismo miedo. Era capaz de pensar con más claridad, y le pareció que para Gwen aquella situación suponía un verdadero problema. Era evidente que había disparado tanto a Dave como a su propio padre, por lo que había demostrado no tener muchos escrúpulos a la hora de decidir sobre el destino de los dos hombres: un destino que, con toda probabilidad, tendría un desenlace mortal.

Hacía más de media hora que estaba en la puerta del despacho apuntando a la que había sido su amiga con un revólver, pero no se decidía a apretar el gatillo. Por Leslie no parecía sentir el mismo odio indecible que había demostrado por Chad, Dave e incluso Fiona; pero además parecía no haberla tenido en cuenta en sus planes para esa noche. Leslie se había dejado caer por la granja inesperadamente. No debería haber aparecido en ese momento. Gwen podía actuar de forma marcial, pero en el fondo estaba indecisa respecto a lo que debía hacer. Leslie vio en ello una oportunidad, aunque tampoco quería engañarse: el hecho de que Gwen no estuviera segura de cómo proceder en esa situación podía terminar superándola, lo que sin duda podía derivar en un acto impulsivo.

Habla con ella, eso fue lo único que se le ocurrió.

—¿De dónde has sacado el revólver? —preguntó.

—Es el revólver de mi padre. Se lo dieron en el ejército, lo utilizó durante la guerra. De eso hace mucho tiempo, pero si lo que quieres saber es si todavía funciona, solo tienes que mirar a Chad. Y a Dave, allí abajo, en la playa.

Leslie recordó un pasaje de la historia que había leído de su abuela: en algún momento había encontrado el arma de guerra de Chad en la estantería del despacho y había intentado utilizarla como excusa para hablar acerca de lo que él había vivido en el frente, aunque no lo había conseguido. Con toda probabilidad el arma había estado en el mismo lugar desde entonces. ¿Por qué tendría que haberla guardado Chad en un lugar más seguro?

—¿Has… hecho prácticas de tiro? —preguntó.

—Pensaba que tal vez algún día podría llegar a necesitarla —dijo Gwen como si nada—. Y, para ser sincera, no iba muy desencaminada. Me ha venido de perlas.

—Gwen…

—De hecho, a Fiona también pensaba pegarle un tiro. Pero después de ver que todo el mundo hablaba del asesinato de esa estudiante, pensé que podría sembrar algo más de confusión si mataba a Fiona de un modo parecido a como lo hicieron con aquella pobre chica. He sido astuta, ¿no crees? Por dentro me partía de risa cuando veía cómo esa inspectora inepta se rompía la cabeza intentando descubrir la relación entre Fiona y aquella universitaria.

—Has cambiado mucho, Gwen —dijo Leslie.

De inmediato pensó en lo grotesca que había sonado esa frase, incluso para ella misma. Como si Gwen se hubiera cambiado el peinado, hubiera perdido peso o algo parecido. En lugar de eso, se había convertido en una asesina en serie. Gwen, con sus faldas de lana floreadas, su pasión por las novelas románticas y cursilonas, tan tímidamente arraigada a la vida solitaria que llevaba en esa granja aislada… Se había entrenado a disparar con el viejo revólver de su padre, había conseguido munición y había urdido un plan. Había encontrado los correos electrónicos que Fiona había mandado a Chad y en ellos había visto la oportunidad de elaborar un motivo para que alguien los asesinara a los dos. Era evidente que había hecho circular aquellos escritos a propósito, que no había sido el gesto de ingenuidad que todos habían supuesto.

—¿Y le dijiste a Dave que fuera a ver a Semira? —preguntó Leslie—. ¿Para desviar las sospechas hacia él?

—¿Fue a ver a Semira Newton? Ya me imaginaba que lo haría. No, no fui yo quien le dijo que acudiera, pero noté que se le despertaba una curiosidad cada vez mayor y pensé: ¡Apuesto a que visitará a Semira Newton! Cuando fui a verlo hace dos días, le di otra copia impresa de los archivos de texto, que estuvo leyendo durante la noche, contento de tener una excusa para no acostarse conmigo. Me vi obligada a modificar mis planes. Dave debería haberse enterado de la historia de Somerville antes de que Fiona muriera. Pero después de la disputa de la fiesta de compromiso que tuvo lugar ante tanta gente, la oportunidad era demasiado propicia para no aprovecharla. Desde lo alto de la escalera oí como tu abuela pedía a Colin que le encargara un taxi. Me di cuenta de que era una oportunidad única. La seguí y… Bueno, fue bastante fácil. Me llevé el revólver y me serví de él para obligarla a alejarse un buen trecho por el camino. Cuando estuvimos lo suficientemente apartadas de la carretera, cogí una piedra y le golpeé la cabeza. Una vez. Y otra. Y otra. Hasta que dejó de moverse. La piedra la tiré al mar un día después, desde uno de los acantilados.

Leslie luchó contra la sensación de vahído que la había invadido de repente. ¿Qué clase de persona tenía delante? ¿Cómo había podido equivocarse con ella tan rotundamente y durante tantos años?

—Entonces ¿Jennifer mintió cuando declaró que la acompañaste a pasear a los perros?

—La buena de Jennifer. Temía que pudieran considerarme sospechosa, por eso quiso tomar precauciones al respecto. Esa manía que tiene de ayudar a todo el mundo es patológica, no puede evitarlo. En cualquier caso, me vino de perlas. Más adelante le conté a Colin que Jennifer me había obligado a secundar esa invención. Tendrías que haberle visto la cara, no podía dejar de pensar en el extraño comportamiento que había demostrado su mujer.

—Has… has sido muy astuta —dijo Leslie—, has tenido en cuenta todos los detalles.

—Sí, ¿verdad? De paso le dije a Colin que Dave también conocía esa vieja historia. Estaba segura de que más adelante, cuando acabaran deteniéndolo como principal sospechoso del crimen, nadie creería que se había enterado de ello después de la muerte de Fiona y no antes. Colin se quedó de piedra, debió de pensar que soy incapaz de mantener un secreto, pero por dentro me moría de risa. Al fin y al cabo, ha demostrado no ser mucho mejor que yo, porque fue él quien te lo contó todo a ti.

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