Cadenas rotas (35 page)

Read Cadenas rotas Online

Authors: Clayton Emery

Tags: #Fantástico, Aventuras

BOOK: Cadenas rotas
10.7Mb size Format: txt, pdf, ePub

Los cortesanos soltaron risitas ante aquel error de pronunciación, y aplaudieron el temple y la fidelidad del niño.

«Así que me han quitado incluso a mi hijo —pensó Rakel—. Lo han pervertido, y le han enseñado a odiar a sus padres y a la forma en que había sido criado.

»Ah, sí, entonces es verdad que hay destinos peores que la muerte.»

Pero la madre del niño se irguió y habló con voz tranquila, aunque temblorosa.

—Lo entiendo..., hijo. Me alegra ver que estás... bien. Quiero que sepas que, ocurra lo que ocurra, tus padres siempre te amarán.

Después bajó la voz, para que el niño, Sabriam e incluso los cortesanos inmóviles a lo largo de las paredes tuvieran que inclinarse hacia adelante.

—Y quiero que recuerdes otra cosa, niño. Es una imagen muy poderosa, una lección que debes llevar contigo para siempre... Es algo que hizo tu madre.

Los ojos del niño permanecieron inmóviles, pero una chispa de curiosidad empezó a brillar en ellos. El deseo de investigar y hacer preguntas siempre era eliminado de los niños benalitas, pues los hacía menos aptos para obedecer órdenes. Aquella señal de inteligencia nata animó un poco a Rakel.

—Recuerda esto... —empezó a decir.

Sus captores habían aflojado un poco su presa, y eso era todo lo que la nueva y revitalizada Rakel necesitaba. La guerrera dejó escapar un aullido y saltó hacia adelante, incrustando su coronilla en el rostro de Sabriam.

El Portavoz aulló cuando su todavía no totalmente curada nariz estalló en un diluvio de fragmentos de hueso y sangre intensamente roja. Después los golpes obligaron a Rakel a ponerse de rodillas y fue estrangulada hasta que casi perdió el conocimiento, mientras los cortesanos corrían de un lado a otro por la sala del consejo.

—¡Nunca dejes de luchar, Hammen! —le dijo a su hijo con voz enronquecida—. ¡No importa lo que te hagan, ni lo que me hagan! Ahí fuera hay gente decente, que lucha por el bien...

Rakel no pudo seguir hablando, pues la cuerda arrancó piel de su cuello y la dejó sin aire. Sus captores tiraron de ella hasta que Rakel no tuvo más remedio que ponerse de puntillas, y la fueron sacando a rastras de la sala.

—¡A las mazmorras! —balbuceó Sabriam—. Lleváosla...

Arrastrando a Rakel por la cuerda que la estrangulaba, los guardianes apartaron un tapiz colgado al final de la sala y medio la empujaron y medio la arrojaron por una escalera de caracol.

Pero Rakel había visto cómo la mirada de su hijo calvo y vestido de negro se encontraba con la suya.

Hammen lo recordaría.

* * *

Los oficiales y las hechiceras quedaron perplejos ante las palabras de la anciana druida.

—¿Yo? —murmuró Mangas Verdes—. ¿Viajar por el éter hasta otro lugar que ni siquiera he visitado antes? Pero... ¡No puedo hacerlo!

Lirio se limitó a menear la cabeza.

—Yo tampoco puedo hacerlo.

Chaney avanzó con paso cojeante y extendió su mano buena como si fuera una hoja seca. Las dos mujeres la tomaron después de unos instantes de titubeo.

—Podéis hacerlo, y lo haréis, por razones distintas y por las mismas razones. Venid conmigo, niñas, y hablaremos..., en privado.

Y las dos jóvenes hechiceras siguieron obedientemente a la vieja hechicera cuando ésta se fue, caminando muy despacio y arrastrando los pies.

* * *

Las mujeres estaban sentadas en un círculo de rocas no muy lejos del campamento, en la semioscuridad, allí donde la brisa era fresca y silbaba alrededor de sus orejas. Las faldas y la capa adornadas con flores bordadas de Lirio, aunque ensuciadas por el viaje, brillaban luminosamente bajo la claridad de la hoguera. Mangas Verdes tenía un aspecto descuidado, tan infantilmente cubierta de hojas y poco acicalada como de costumbre. Las dos, además, se sentían como niñas mientras permanecían inmóviles ante aquella mujer que era tan anciana como las paredes rocosas.

Chaney llevaba su cesta de cañas colgada del brazo bueno, y la cesta crujió cuando se inclinó hacia adelante.

—Y ahora escuchadme con atención, porque el tiempo se termina, y me refiero a mi tiempo, el de Rakel y el de nuestro ejército. Voy a hablaros de cosas que he intentado deciros desde el comienzo, pero no estabais preparadas para escucharlas. Las dos teníais demasiado miedo.

—¿Miedo? —preguntó Lirio—. Yo no...

—Yo sí tengo miedo —dijo Mangas Verdes—, pero no...

—Callad y escuchad —las interrumpió Chaney—. Conjurar y viajar por el éter son dos lados del mismo árbol, el anverso y el reverso de una hoja. Con uno, llamas a lo que quieres que venga hacia ti. Con el otro, te llamas a ti misma a un lugar que conoces o percibes.

—¡Pero no conocemos esos sitios! —protestó Mangas Verdes con un hilo de voz.

La druida alzó una mano marchita.

—He pasado mucho tiempo pensando en vuestros problemas —dijo con un susurro apagado y reseco—, y creo que conozco una parte de la solución.

»Mangas Verdes, niña mía, tú tienes un sentido del lugar muy fuerte. Vives en el aquí y el ahora, en armonía con el suelo y la tierra que te rodean. Te cuesta muchísimo imaginarte en otro sitio: y es verdad que una druida siempre debería sentirse en su hogar esté donde esté, y que eso debe hacer, pero vuelve mucho más difícil el deslizarse y ésa es la razón por la que ya no juego con ese poder. Lirio, tú nunca te has querido a ti misma, y nunca has sentido lo que es tener un hogar desde el día en que fuiste vendida como esclava. Eso ha hecho que siempre desearas estar muy lejos del lugar en el que estabas... Te daba igual dónde, siempre que fuera muy lejos de allí. Mientras que Mangas Verdes conoce lo que la rodea hasta las profundidades de la tierra y el centro de las venas de una hoja y las entrañas de un halcón que vuela sobre su cabeza, tu contacto con lo que te rodea no es más grande que el de una mariposa en una brisa. Por eso puedes utilizar la magia de las nubes, el cielo y el sol. Sin embargo, seguimos teniendo que encontrar un equilibrio: una de vosotras desea quedarse, otra desea irse. Dos lados de la misma hoja, una vez más.

»Y tenéis muchos miedos. Mangas Verdes teme perder la cordura y su identidad. Durante los primeros dieciséis años de su vida careció de mente, y sus pensamientos eran tan confusos e informes como los de una ardilla recién nacida. La idea de enviar su mente en una búsqueda por el éter, y quizá perderla, la aterra..., y la mantiene enraizada donde está. Lirio siempre ha vivido demasiado encerrada dentro de su mente, pues es todo lo que ha tenido. Nada, ni sus ropas, ni su comida, ni su dinero, ni tan siquiera su cuerpo, le ha pertenecido jamás. Y, en consecuencia, siempre ha enviado su mente muy lejos en una continua búsqueda y un incesante viajar. Pero no puede utilizar la magia que hay a su alrededor para que la lleve a otro sitio.

»¿Es debido a una pura casualidad, niñas, el que vuestros poderes mágicos se hayan manifestado de esta forma? ¿Acaso no os he dicho que la magia no viene de fuera, sino de dentro? ¿Podéis entender ahora el porqué Mangas Verdes es capaz de invocar una cosa para que venga hacia ella, llevándola allí donde se siente feliz y a gusto, y sin embargo es incapaz de trasladarse a sí misma a otro lugar? ¿Podéis entender el porqué Lirio quiere volar muy lejos de donde está, y desea no volver a tocar el suelo jamás?

Las dos jóvenes guardaron silencio en la oscuridad, con los ojos clavados en el rostro marchito y lleno de arrugas de la anciana druida.

—Sólo hay una solución, y es que aprendáis a ser libres. Hubo un tiempo en el que erais bebés y no podíais moveros. Después aprendisteis a daros la vuelta primero y a arrastraros después, y luego aprendisteis a caminar y a correr. Ahora las dos debéis aprender a volar. Pero tú nunca viajarás por el éter, Mangas Verdes, y tú nunca volarás, Lirio, mientras llevéis con vosotras el peso del miedo que os mantiene unidas a la tierra.

Mangas Verdes inclinó la cabeza en un lento asentimiento. Sí, tenía sentido. Admitir la existencia del miedo no resultaba demasiado difícil. Pero vencerlo... Eso podía ser imposible.

—No es imposible —afirmó Chaney, y Mangas Verdes dio un salto—. No, no estoy leyendo tu mente. Tu rostro me dice lo suficiente. Tengo aquí..., conmigo... Ayúdame a abrir esta cesta, querida. Gracias. Tengo algo para vosotras. Son cosas que he llevado conmigo desde hace algún tiempo, a la espera de un momento que ya ha llegado...

La anciana druida hurgó dentro de la cesta, y por la mente de Mangas Verdes cruzó la no muy respetuosa idea de que iba a sacar dos manzanas. Sabía que Chaney no era la clase de hechicera a la que le gusta manipular artefactos mágicos, pero nunca le había preguntado qué llevaba dentro de la cesta, el único objeto que la había acompañado en sus viajes aparte de una vieja y gastada capa.

—Extiende la mano, Lirio —dijo aquella voz vieja y reseca, pareciendo corretear alrededor de ellas bajo la tenue claridad.

La ex bailarina y ex prostituta así lo hizo, y la druida depositó en su palma algo pequeño y tan frío como la punta de un carámbano. Lirio lo alzó para poder examinarlo bajo la lejana luz del fuego, y vio que se trataba de un pequeño colgante suspendido de una tira de cuero: era un huevo diminuto, de un color azul pálido salpicado de puntitos más oscuros, como un huevo de petirrojo y, sin embargo, tan duro como una roca.

—Es una roca —dijo la druida—. O, mejor dicho, es un huevo tan viejo que se ha convertido en una roca... El maestro que me lo dio lo llamó un huevo de dingus, pues ni siquiera él tenía idea de su edad. Pensad en cuánto tiempo tiene que pasar un huevo dentro del suelo sin que nada lo afecte o lo mueva hasta que acaba convirtiéndose en piedra.

Lirio sostuvo el objeto por la tira de cuero, como si temiera que sus manos pudieran mancharlo. El huevo no era más grande que una pina de abeto.

—Pero... ¿Cómo lo utilizo?

—Este «huevo de dingus» tenía que haberse roto para dejar salir a una criatura de hace mucho tiempo, una bestia voladora recubierta de cuero, pero no un murciélago, pues es más viejo incluso que los murciélagos. Esta criatura, y toda su raza, vivió antes de que los dioses hubieran dado forma a la humanidad. Pero el huevo nunca llegó a romperse, por lo que el espíritu de la criatura está atrapado dentro de él para toda la eternidad. Nunca morirá, pero nunca llegará a cobrar vida. El huevo ha ido acumulando poder a lo largo de los milenios, recogiendo un maná que es anterior al hombre y a todas sus obras. Por ser lo que es, puede deshacer cualquier cosa que el hombre sea capaz de hacer. —Chaney sonrió ante el tono majestuoso que había ido adoptando su discurso—. Un efecto de ello es que puede eliminar todos los yugos, pantallas y esferas mágicas. Para explicarlo brevemente, podría permitirte viajar a cualquier lugar protegido contra el desplazamiento a través del éter.

—Oh —murmuró la joven.

Había olvidado la advertencia de Rakel, y ya no se acordaba de que la sala del consejo de Benalia estaba protegida contra el viaje a través del éter y otras magias. Si no fuera así, a Mangas Verdes probablemente le habría bastado con un conjuro para hacer volver a Rakel.

—Pero todo eso no son más que detalles —siguió diciendo la druida—. Hay algo más importante que el que rescates a Rakel, y es el que te rescates a ti misma.

—¿Qué? —Lirio meneó la cabeza, no muy segura de haber oído bien—. ¿Debo rescatarme a mí misma?

La mano de Rakel se cerró sobre la de Lirio y el antiquísimo huevo de piedra.

—Guardas tus secretos con un gran celo, Lirio..., con demasiado celo. Pero yo puedo verlos, pues tengo ojos. Este artefacto puede deshacer todas las obras del hombre, con lo que, naturalmente, quiero decir que puede deshacer cuanto hayan hecho el hombre y la mujer. Fue una mujer, tu madre, quien te vendió como esclava. Fue una mujer quien te compró y te enseñó a complacer a los hombres. Fueron hombres los que vinieron a visitarte, para utilizarte y para impedir que tu cuerpo fuera únicamente tuyo.

»Este huevo, Lirio la Blanca, salió de la hembra de un pájaro-animal que podía volar mucho antes de que los humanos caminaran por los Dominios. Su poder, reunido y acumulado a lo largo de las eras, puede deshacer todo el daño que los hombres y las mujeres te han hecho. ¿Crees lo que te estoy diciendo, niña?

Lirio asintió. El huevo ya no estaba frío dentro de su palma, sino que lo sentía tan caliente como un hierro al rojo vivo.

—Yo... Supongo que sí, mi señora.

Lirio deslizó la tira de cuero alrededor de su cabeza, liberó sus cabellos de ella y dejó que el huevo reposara sobre su pecho, tan palpitante y cálido como un segundo corazón.

Chaney se echó hacia atrás y sonrió con su sonrisa torcida.

—Créelo, hija, y así será.

—Pero —siguió diciendo Lirio— ¿qué...?

Chaney chasqueó la lengua mientras volvía a hurgar dentro de su cesta.

—Mangas Verdes... Ah, aquí está. —Depositó algo en la mano de la joven hechicera—. Ya sabes que generalmente los druidas desprecian los artefactos porque los consideran meros juguetes construidos por humanos. Pero algunos resultan útiles, como éste.

Mangas Verdes recibió un tintineante objeto metálico, una estrella tan grande como su mano. Estaba hecha de distintos materiales, y en su centro había una hormiga. Incluso la cadenilla era de dos materiales, pues consistía en pequeños eslabones de cobre por los que corría un hilo de lino.

—Es delicado, así que no dejes que se te caiga —le explicó Chaney—. Supongo que es casi imposible de fabricar... Observa cómo está hecho. Los brazos de la estrella son de madera. Uniéndolos hay un anillo de metal, y dentro de ese anillo hay otro anillo de gema rojiza, y en su centro una criatura que en tiempos estuvo viva. Madera de una raíz de árbol, plata extraída de una montaña, una gema del desierto, una hormiga sacada de debajo del suelo... Los elementos de la tierra, encapsulados, apretadamente unidos a sí mismos y luego más apretadamente unidos entre ellos para formar un solo objeto. Muchos en uno. Como tú, niña mía.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Mangas Verdes, que había quedado casi hipnotizada por la estrella anillada.

—Que eres como este pentáculo, Mangas Verdes. Posees un gran poder y una inmensa fortaleza que surge de lo más profundo de tu ser, y que está compuesta de muchas facetas: alegría, amor, locura, espíritu, miedo... Pero estás atada por el miedo. Ahora ya no debes tener miedo. A partir de ahora este pentáculo nova te sujetará sin estorbarte. Mantendrá tu mente y tu espíritu dentro de ti para que no puedan escapar. Pero con él, podrás viajar a las estrellas.

Other books

Manhunting in Mississippi by Stephanie Bond
The Dating Deal by Melanie Marks
BECCA Season of Willows by Sara Lindley
Deadlock by DiAnn Mills
Es por ti by Ana Iturgaiz
Panama fever by Matthew Parker