Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones (13 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones
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—¿Y cómo va a hacer explotar la nave? —preguntó Anakin.

—Deben de haberla preparada de antemano para ello —dijo Den, quedándose pálido—. Lo que significa que ya ha sido saboteada.

—Ya hemos comprobado que Kern conoce los entresijos de un motor —dijo Anakin.

—¡Kern! —exclamó Garen de repente—. Ya sé de qué le conozco. Se llama Tarrence Chenati. Él saboteó los cazas Jedi hace doce años. Desapareció sin dejar rastro.

—Y le dieron una nueva identidad —dijo Obi-Wan—. Qué curioso que Vox estuviera cerca en ambas ocasiones, ¿no?

—¿Crees que fue responsable del sabotaje de los cazas? —le preguntó Garen muy serio.

—De no ser así, menuda coincidencia —observó Obi-Wan—. Vox quería malograr la reputación de los Jedi y distraer nuestra atención... —frunció el ceño—. Lo que me recuerda una cosa que me contó Qui-Gon cuando Xánatos saboteaba el Templo. La clave para destruir algo es la interrupción, la desmoralización y la distracción —Garen y él se miraron—. Vox quería ganar aquella vista en el Senado. Y, desde luego, consiguió distraernos e interrumpirnos. Creo que hemos resuelto el misterio de quién saboteó los cazas.

—¿Os importa que volvamos al presente? —preguntó Den—. Odio recordároslo, pero esta nave podría saltar por los aires en cualquier momento.

—Tenemos que ir a ver a Kad —dijo Obi-Wan—. Tiene que saber esto. Den, intenta encontrar a Kern.

—¿Crees que Kad estará dispuesto a escuchar? —preguntó Anakin receloso—. Eres su peor enemigo.

—Eso da igual —dijo Obi-Wan—. Tenemos que intentarlo.

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ad se quedó lívido. Estaba tan furioso que apenas podía hablar.

—¿Pero cómo te atreves a acusar a mi padre de eso?

—Tenemos los archivos holográficos —dijo Obi-Wan—. Y tu padre tiene una cartera llena de vertex. Si tan sólo le echaras un vistazo...

Vox Chun permaneció impasible durante toda la acusación de los Jedi. En ese momento, se levantó y les señaló con un dedo tembloroso.

—¡Mentirosos y ladrones! Nada ha cambiado, hijo mío.

—¿Tantas ganas tienes de destruir a mi familia? —preguntó Kad a Obi-Wan con voz ronca—. ¿Tanto nos odias?

—No es el odio lo que me trae aquí —dijo Obi-Wan con sinceridad—. Es la justicia y la seguridad de los moradores del
Biocrucero
. Las naves de Offworld nos rodearán en cualquier momento.

—Supongo que éste es vuestro piloto —dijo Kad, señalando a Garen—. Os ordeno que abandonéis la nave. Ésta es la última vez que turbáis mi paz. ¡Fuera! —Gritó esta última palabra con el rostro repentinamente enrojecido por la ira.

En ese momento, el sistema de megafonía del panel de Kad empezó a sonar.

—Atención, atención —dijo una voz—. Una serie de naves ha rodeado al
Biocrucero
. Afirman haber recibido una señal de socorro. No encontramos dicha señal. Rogamos orientación al respecto.

Kad movió la cabeza de un lado a otro, como si aquello le doliera. Por último, miró fijamente a su padre.

—¿Has hecho tú esto? —le dijo con voz ronca.

Vox no dijo nada.

—¡Responde! —de repente, su voz se llenó de fuerza.

Vox dio un paso hacia su hijo.

—Puedes venir conmigo, si quieres. Ellos cuidarán de nosotros, lo prometieron...

—¡No! —Kad se tapó las orejas con las manos, como un niño, pero las dejó caer—. Me has traicionado. Has traicionado mi causa...

—Tu causa —repitió Vox—. Yo no tuve en ella ni voz ni voto. No soy más que un viejo.

—Pero te has asegurado de que a ti no te pasará nada, claro —dijo Kad, resentido—. ¿Acaso no te di todo lo que quisiste? ¿Los mejores aposentos de la nave, la posibilidad de visitar otros planetas? Aquí vivías bien. No necesitabas dinero. ¿Cómo puedes ser tan codicioso?

—No quiero dinero —respondió Vox, echándose la capa por encima—, sino poder. Tu filosofía sólo acierta en una cosa, hijo mío. La galaxia está cambiando. La corrupción está por todas partes. ¡Y yo no pienso quedarme atrás! Jamás has llegado a entender que no se puede ser compasivo si se quiere ganar. Tengo amigos poderosos, siempre los he tenido. Sí, nunca me detengo ante nada para conseguir lo que quiero. Busqué justicia hace doce años. Tú también. ¿Qué más da si saboteé unos cuantos cazas para conseguirla?

Kad se enderezó y miró a su padre fijamente, con la frialdad del acero.

—Se acabó. Voy a informar a las naves de Offworld de que el
Biocrucero
no está en peligro. Entonces podrás escoger el planeta que quieras y te llevaremos allí. Y no volveré a verte nunca más.

Vox pareció estremecerse ante el tono gélido de su hijo.

—Supongo que no me queda más remedio que estar de acuerdo —salió de la estancia sin mirar atrás.

Kad se alejó de los Jedi un momento para recobrar el ánimo. Cuando se volvió de nuevo hacia ellos, tenía los ojos secos.

—No tenía ni idea de esto —dijo.

—Lo sabemos —le respondió Obi-Wan.

De repente, la nave se vio sacudida por una explosión. Kad cayó al suelo. Obi-Wan y Garen se plantaron firmemente en el suelo y aguantaron en pie. Anakin se tambaleó.

El intercomunicador que Den le había dado empezó a sonar. Obi-Wan lo activó y escuchó la agitada voz de Den.

—¡Kern ha saboteado la nave! ¡Se está partiendo en dos!

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bi-Wan, Anakin y Garen corrieron hacia el hangar. Kad intentó mantener su ritmo, pero se quedó atrás. Cuando los Jedi llegaron a la zona de aterrizaje vieron a Den intentando retener a Kern y a Vox por todos los medios, impidiéndoles entrar en la cápsula de salvamento. Kern había desenfundado la pistola láser. Den, que no estaba armado, cogió una hidrollave de tuercas en un valiente y desesperado intento por defenderse.

Obi-Wan convocó a la Fuerza. Elevó una mano, y unas cajas que contenían equipo salieron disparadas de una pila para situarse justo entre Kern y las puertas de la cápsula de salvamento, lo cual también sirvió para proteger a Den.

Vox cogió a Kern por el brazo.

—¡Me has robado el tesoro! ¡Ése no era el plan! ¿Qué va a hacer Offworld sin mí?

Kern se lo quitó de encima e intentó apuntar a Den.

—¡Vete de aquí, viejo! —vio a los Jedi y apuntó la pistola hacia ellos.

Garen y Obi-Wan rechazaron los disparos mientras corrían, blandiendo los sables láser en círculo, dibujando llamaradas en el aire. El enclenque Vox hizo acopio de fuerzas y rodeó las cajas que le separaban de la cápsula. Abrió las puertas y se metió dentro.

Kern saltó torpemente por encima de las cajas, sin interrumpir la lluvia de proyectiles que disparaba contra los Jedi. Obi-Wan saltó hacia delante, utilizando la Fuerza para cubrir la gran distancia. Aterrizó justo frente a Den.

Kern se giró con facilidad, disparó a Vox y se metió él mismo en la nave. Vox cayó herido al suelo.

—¡Padre! —gritó Kad. Acababa de llegar al hangar y se precipitó rápidamente hacia donde estaba Vox.

Kern apuntó a Kad mientras seguía entrando de espaldas en la cápsula. Anakin saltó hacia delante para rechazar el disparo, mientras Obi-Wan se dirigía a las puertas de la nave. Pero ya era tarde. Kern entró por fin y la cápsula salió disparada.

Kad corrió hacia su padre y se arrodilló junto a él. Garen comprobó las constantes vitales de Vox y negó con la cabeza, mirando a Obi-Wan. Se muere.

La nave se estremeció al sufrir otra explosión. Los técnicos echaron a correr hacia el hangar para preparar las cápsulas de salvamento. Kad permanecía ajeno a todo aquello, rodeando con sus brazos a su padre moribundo.

Vox se quedó sin color en los labios.

—Perdóname, hijo.

Las lágrimas cayeron como una suave lluvia desde las mejillas de Kad al rostro de su padre. El hijo fue limpiándoselas poco a poco, con gran cuidado.

—Sí, padre —dijo—. Te perdono.

Vox apenas consiguió asentir. Luego, mirando todavía a su hijo, murió.

Kad agachó la cabeza sobre su padre. Obi-Wan indicó a los demás que se apartaran un poco.

—Tenemos que sacar a todo el mundo de la nave —dijo—. No me cabe duda de que si Kern se la jugó a Vox para quedarse con el botín, habrá programado la nave para que explote en mil pedazos.

Entonces apareció Andra, corriendo hacia ellos a toda prisa. De pronto vio la escena de Kad agachado sobre el cuerpo de su padre. Una nueva explosión hizo temblar la nave.

—¿Qué pasa? —preguntó, con miedo en los ojos abiertos de par en par.

—Hay que evacuar la nave —le dijo Den—. Kern la ha saboteado.

—También nos atacan —les contó Andra—. Las naves que acudieron al recibir la falsa llamada de socorro nos disparan. El escudo de defensa ha sido saboteado.

Anakin dio un paso adelante.

—Hay que combatirlos desde el aire.

Obi-Wan se dio cuenta de que su padawan tenía razón. También sabía que Anakin quería formar parte de esa lucha. Su necesidad de proteger al chico luchó en su interior con la certeza de que era un piloto extraordinario. Anakin miraba expectante a Obi-Wan. Su expresión no le pedía permiso. Era la mirada firme de un Jedi, no de un niño.

Obi-Wan se giró hacia Andra.

—¿Tenéis alguna nave de ataque rápido?

Ella asintió.

—Somos pacíficos, no imbéciles.

—Anakin la pilotará.

—Yo llevaré mi nave —dijo Garen—. Vamos, Anakin.

—Yo organizaré la evacuación con Andra —dijo Den—. No hay tiempo que perder.

Kad se levantó del suelo.

—A mí me necesitan en el puente de mando. Habrá que buscar el puerto más cercano.

El intercomunicador de Kad comenzó a pitar, y se escuchó una voz alarmada.

—¡Un equipo de androides de ataque ha abordado la nave! ¡Están...!

Entonces se oyó por el intercomunicador una ráfaga de disparos láser, y la voz se apagó.

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D
ejadme los androides a mí —dijo Obi-Wan. Se metió el sable láser de nuevo en el cinturón y salió de allí.

Avanzó a toda prisa por los pasillos de la inestable nave. Mientras corría, su mente repasó las cosas que sabía, buscando lo que no encajaba. Qui-Gon le enseñó que ni siquiera en plena batalla podía dejar de reflexionar.

Vox acusó a Kern de robar el tesoro. Si Offworld sabía que Kern iba a robar el tesoro antes de abandonar la nave, ¿para qué enviar androides de abordaje?

La única respuesta era que Offworld no sabía que el botín había sido robado. O Kern había engañado a Offworld o era un agente doble que no trabajaba ni para unos ni para otros.

Pero eso podía dejarlo para otro momento. Obi-Wan supuso que los androides seguirían el plan original y se dirigirían a la sala de lecturas técnicas, para después ir a por el botín. Deseó estar en lo cierto.

Entró rápidamente en la sala de lecturas. Había dos técnicos en el suelo, aturdidos por sendos disparos láser. Otro técnico se había ocultado detrás de los paneles. Los androides avanzaban hacia él soltando una ráfaga constante desde el pecho y los puños.

Obi-Wan se abalanzó sobre ellos, sin dejar de blandir el sable láser. Con los androides de ataque no había que preocuparse por esmerarse en la estrategia. No tenían la capacidad de improvisación de un ser vivo. Sólo eran implacables, con una capacidad de fuego rápida y potente.

Obi-Wan podría haberle pedido a alguien que le cubriera los flancos, pero se cubrió aprovechando la defensa natural que le proporcionaban las columnas y los paneles de la sala. Utilizó movimientos amplios para derribar a dos androides al mismo tiempo. Dio una voltereta por el aire, a demasiada velocidad para que un androide pudiera seguirla. Decapitó a uno y arrancó a otro de su panel de control frontal.

Se giró y de una patada hizo saltar por los aires a uno de sus oponentes, pero otro consiguió ponerse en su flanco. Un disparo láser le alcanzó en el brazo, pero él siguió moviéndose y partió al androide en dos.

Estaba herido, pero no sabía hasta qué punto. El brazo izquierdo le dolía y estaba inutilizado. Obi-Wan pasó al ataque bajo, agachándose y utilizando una rápida combinación de golpes altos para acabar con el resto de los androides.

Por fin, se detuvo. Tenía la cara y la túnica empapadas en sudor. El suelo estaba lleno de restos de androides. Se sintió mareado por la herida.

El técnico que se había ocultado tras los paneles apareció de pronto. Obi-Wan vio que era un pho ph'eahiano. Los cuatro brazos y el vello azul eran inconfundibles.

—Te han herido.

Obi-Wan puso cara de dolor al verse la herida.

—No es muy grave.

—Aquí tenemos un botiquín. Aguanta —el técnico se apresuró a llevárselo a Obi-Wan—. Tengo formación médica, no te preocupes.

Empleó los cuatro brazos para desenrollar una venda al tiempo que le limpiaba la herida, la rociaba con bacta, le ofrecía a Obi-Wan un poco de agua y le vendaba el brazo.

—Deberías ir al hangar —le dijo Obi-Wan cuando hubieron terminado—. Están evacuando la nave.

—¿Dónde está Uni? —preguntó el técnico.

—En el puente. No abandonará la nave hasta que todo el mundo esté a salvo. Y, además, quiere encontrar un puerto para poder salvar el
Biocrucero
.

—Entonces me quedo. Necesitará a alguien en la sala de lecturas para monitorizar el equipo.

Obi-Wan asintió, admirando su valor.

—¿Cómo te llamas?

—Rhe Pabs.

—Gracias, Rhe Pabs. Yo voy hacia el puente. Le diré a Uni que te quedas.

Rhe Pabs asintió. La nave volvió a estremecerse. Obi-Wan se tambaleó, y su brazo chocó contra el panel. Ahogó un grito de sorprendente dolor.

—Deberías ver a un médico de verdad —le dijo Rhe Pabs.

—Y tú deberías evacuar —respondió Obi-Wan.

Ambos se miraron sonriendo, y Obi-Wan echó a correr por el pasillo plagado de habitantes del
Biocrucero
. Algunos llevaban sus enseres encima, otros eran presa del pánico y otros simplemente estaban atónitos. Pudo oír la tranquila voz de Andra por el sistema de megafonía:

—El pánico sólo servirá para retrasarnos. Cuidad a vuestros compañeros. Acudid a los hangares de carga. Hay sitio para todos. La seguridad es lo primero. Ayudad al compañero.

Obi-Wan se abrió paso entre la multitud, en dirección al puente de mando. Cuando irrumpió en la estancia, vio a Kad sentado ante los mandos.

—¿Sabes pilotar esto? —le preguntó Obi-Wan.

—Sí —Kad tenía el rostro tenso—. He enviado a los demás a los trasbordadores de escape. Yo no abandonaré la nave.

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