Aprendiz de Jedi 3 El pasado oculto (10 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi 3 El pasado oculto
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Pero a la alegría le siguió rápidamente la confusión. ¿Habría perdido su discípulo la memoria para verse mezclado de algún modo en los asuntos de Gala? Sería una coincidencia increíble. ¿Cómo habría conocido al príncipe Beju?

—Miradlo. Se nota que ese bruto es un ser maligno —dijo Paxxi con desagrado.

—Mira mejor. Ese muchacho es Obi-Wan —murmuró el Jedi.

Paxxi boqueó.

—Sí, es verdad, ya me pareció muy apuesto y valiente. ¡Y qué porte más real tiene!

—¡Obawan! ¡Estoy entusiasmado! —exclamó Guerra exultante, entre susurros, antes de caer en la cuenta—. Pero, ¿qué podemos hacer ahora, sabio Caballero Jedi-Gon? No podemos seguir con nuestro plan. Si alertamos al pueblo de que el príncipe se lleva el bacta, pondremos a Obi-Wan en grave peligro.

—¿Crees que le habrán borrado la memoria y que ahora lo está utilizando el Sindicato? —murmuró Paxxi.

—No sé qué pensar —dijo Qui-Gon en voz baja, con los ojos clavados en Obi-Wan mientras éste saludaba a Baftu.

Sólo podía hacer una cosa, y se concentró para buscar en la Fuerza. Se empapó en ella y la dirigió hacia su discípulo como si fuera una ola.

Y esperó, con los músculos tensos, con todas las células alertas, con el corazón suplicante, a que su padawan le escuchara.

Sintió que éste recogía su oleada de Fuerza y se la devolvía, rompiendo en él como una gloriosa cascada.

Qui-Gon cerró los ojos con profundo alivio.

—Está bien. Ha resistido el borrado de memoria.

Los hermanos Derida intercambiaron miradas incrédulas.

—Nadie antes ha conseguido eso —dijo Paxxi.

—Sabía que él podría hacerlo —afirmó Guerra—. Qué va, es mentira. Tenía miedo por mi gran amigo Obawan, pero ahora siento alivio y alegría.

—Yo también, mi buen hermano.

Los dos hermanos se enroscaron con sus largos brazos y se abrazaron, acercándose las caras sonrientes.

Pero el Caballero Jedi estaba preocupado. El phindiano tenía razón. Pondrían a Obi-Wan en peligro si seguían con su plan. Pero, ¿no tendría su discípulo también su propio plan? ¿No se había metido el muchacho en un aprieto mucho mayor?

Lanzó un suspiro. Tendría que esperar, y no actuar mientras no supiera lo que planeaba su aprendiz.

Una de las lecciones Jedi que había intentado enseñarle una y otra vez al muchacho era que la actividad de la espera siempre era necesaria. Actuar es algo que puede ponerte en peligro, le decía. El esperar y observar es siempre una tarea mucho más difícil, pero ésa es la que se debe dominar.

Si tan sólo se hubiera enseñado a sí mismo esa.

***

Obi-Wan sintió que la Fuerza le golpeaba como una ola. Supo que su Maestro estaba cerca y eso le dio fuerzas.

Le preocupaba que Terra pudiera cambiar de opinión y que estuviera en la plataforma para recibir a Beju. Estaba seguro de que lo reconocería al instante. Y, pese a haberlo encerrado en su camarote, le preocupaba que el príncipe pudiera hacer ruido suficiente como para que le oyeran. Tenía que alejar a Baftu de allí lo antes posible.

—Bienvenido, príncipe Beju —dijo Baftu al acercarse a él—. Me sorprende verle solo. ¿Lo ha pilotado usted mismo?

—Pensé que lo mejor sería venir solo —repuso en voz alta, esperando que Qui-Gon pudiera oírle—. Debo confesar que tengo mis dudas sobre esta alianza.

Baftu perdió la sonrisa.

—Pero si estábamos de acuerdo en todos los términos.

—Sí, pero yo arriesgo mucho más que usted —dijo Obi-Wan—. Usted siempre me dice que debo confiar en que cumplirá lo pactado. Siempre hablamos de mercancías que no he visto. Me habla de una gran provisión de bacta, de un gran tesoro que compartirá conmigo para que yo pueda recuperar Gala. Pero aún no he visto nada de eso.

La sonrisa de Baftu era tensa.

—Pues ahora lo verá. Vayamos primero al cuartel general. Allí tomaremos un refrigerio y...

—No. Primero el bacta —le interrumpió cortante Obi-Wan.

—Pero si he preparado un banquete. Allí podremos repasar los detalles. ¿No fue usted quien dijo que necesitaría comer algo tras el viaje?

—¡No me aburra con preguntas! Limítese a obedecerme. Primero el bacta. Después el tesoro. O me vuelvo a mi nave y regreso a casa.

La irritación de Baftu era visible.

—¿No acordamos que lo mejor era cargar el bacta al abrigo de la oscuridad? Si mi pueblo ve la cantidad de bacta que tenemos aquí, podría resultar peligroso para todos.

Obi-Wan se echó la capa por encima del hombro.

—¿Es que no puede controlar a su pueblo, Baftu? ¿Acaso les tiene miedo? Eso hace que me sienta inseguro.

El aprendiz de Jedi pensó por un momento que Baftu le mataría allí mismo. Pero la alianza era demasiado importante para él. Los ojillos astutos de Baftu se estrecharon y puso una sonrisa forzada.

—Como desee el príncipe, claro. Cargaremos primero el bacta.

—Excelente —le dijo Qui-Gon en voz baja a los hermanos Derida— Obi-Wan está ganando tiempo. Tenemos que cambiar nuestros planes. Primero el tesoro y después los almacenes. Alertad a Kaari de que el príncipe está cargando el bacta, y volved después conmigo.

Capítulo 17

Paxxi y Guerra usaron la señal de emergencia para pedir ayuda a Duenna, pero tras varios minutos de espera, Qui-Gon decidió que deberían prescindir de ella para entrar en el cuartel general del Sindicato.

—¿Cómo, Jedi-Gon? —preguntó Guerra—. ¿Volando la entrada? ¿Creando una distracción?

—Es de esperar que la presencia del príncipe provoque cierta confusión. No todas las cosas se atendrán a la rutina. Nos limitaremos a entrar —dijo el Caballero Jedi, bajando el oscuro visor.

Pasaron junto al primer guardia con un movimiento de cabeza. El segundo fue más difícil. Les pidió el número de orden.

—El príncipe Beju ha cambiado los planes. Quiere cargar primero el bacta. Baftu nos ha enviado aquí.

—¿Sin número de orden? —preguntó el guardia escéptico.

—Sí, podemos entrar —dijo Qui-Gon, usando la Fuerza con el phindiano.

—Sí, pueden entrar —repitió el guardia, haciéndoles una señal para que pasaran.

Los rayos láser de seguridad de la parte de atrás estaban desconectados, seguramente por la gran cantidad de hombres que entraban y salían. Nadie les dijo nada cuando cruzaron las salas en dirección a la escalera que conducía al piso inferior.

Qui-Gon y sus compañeros llegaron hasta la sala secreta y activaron el mecanismo de apertura de la pared. Se dirigieron rápidamente hacia la puerta de seguridad del tesoro.

—Ahora te toca a ti —le dijo Qui-Gon a Paxxi. Esperaba fervientemente que el aparato funcionase.

Paxxi lo conectó al panel de seguridad. Se escuchó una serie de pitidos electrónicos y, a continuación, presionó el pulgar contra el registro de transferencias. Le siguió un pitido. Entonces la luz se tornó verde y la puerta se abrió.

—¡Ha funcionado, mi buen hermano! —exclamó Guerra. Qui-Gon deseó que su aliado no estuviera tan sorprendido.

La habitación estaba llena de tesoros. Piedras preciosas, especias, monedas, metales raros.

—Necesitamos un transporte —dijo el Jedi—. No podemos sacar todo esto del edificio, así que habrá que esconderlo.

Los hermanos Derida corrieron hasta la escalera para coger los deslizadores que habían aparcado allí. Mientras tanto, Qui-Gon lo colocaba todo en montones. Después lo cargaron todo en los vehículos y los llevaron hasta el cuarto de suministros. Apenas cabía todo, pero consiguieron cerrar la puerta.

—Ahora debemos ir a los almacenes —dijo el Maestro Jedi.

Paxxi cerró la puerta de seguridad y reinició el registro de transferencias. No tardaron en dejar el cuarto secreto y cerrar de nuevo la pared. Se apresuraron escaleras arriba y salieron por la puerta de atrás.

Al doblar la esquina de la gran mansión, en dirección a la puerta principal, el Caballero levantó una mano.

—Esperad —murmuró.

Estaba llegando el deslizador dorado de Baftu. Éste y Obi-Wan salieron de él, seguidos por los androides asesinos.

—Es preferible dejar que mis guardias carguen la nave —le decía Baftu al muchacho que creía el príncipe—. Lo harán con rapidez y eficiencia, se lo aseguro. Ahora podrá ver el tesoro.

—Eso me complacerá —replicó Obi-Wan.

—¿Lo ves, Jedi-Gon? —susurró Paxxi—. El plan está funcionando.

—Somos unos hermanos con suerte.

En ese momento salió Terra del cuartel del Sindicato. Empezó a bajar las escaleras. El joven Kenobi se llevó la mano atrás para tirar de la capa y cubrirse el rostro, pero ya era tarde.

—¡Tú no eres el príncipe Beju! —gritó Terra señalándolo con el dedo.

Capítulo 18

La mente de Obi-Wan trabajó con rapidez. Terra le había reconocido, pero seguía siendo su palabra contra la de él. Tendría que marcarse un farol.

—¿Quién es ésta que se atreve a desafiarme así? —dijo, volviéndose hacia Baftu.

—Mi asociada, Terra —respondió Baftu, antes de volverse hacia la mujer—. ¿Qué estás diciendo? Tú nunca has visto al príncipe.

—Este hombre es un rebelde —insistió Terra, sacando el láser—. Yo misma ordené su borrado de memoria.

Escondido en las sombras, Qui-Gon se llevó la mano al sable. Paxxi y Guerra sacaron las pistolas láser, dispuestos a luchar. Siguieron el ejemplo del Caballero Jedi, y esperaron a ver lo que hacía Obi-Wan.

—A mí no me incumbe si tengo algún parecido con algún vulgar criminal de vuestro mundo —dijo el joven Kenobi con desdén, antes de mirar con el ceño fruncido a Baftu—. ¿Es un truco para impedirme inspeccionar el tesoro? Ya estoy muy inseguro de esta alianza y...

—No, no —repuso Baftu conciliador—. No escuche a mi asociada. Vamos a la bóveda.

Obi-Wan asintió.

—Os acompañaré —dijo Terra con gesto huraño.

—¿Qué debemos hacer, Jedi-Gon? —susurró Guerra—. Obawan continúa en peligro.

El Caballero Jedi había tomado ya una decisión.

—Paxxi, ve a los almacenes con tu aparato y ábrelos. Debemos seguir con el plan. Contacta con Kaadi y empezad a distribuir armas y comida. Sé que quieres quedarte y ayudar a Obi-Wan, pero esa distracción le será de mucha más ayuda que tu presencia aquí —terminó diciendo, posando una mano en el hombro del phindiano.

Paxxi asintió y se fue.

—Guerra, tú conmigo —dijo Qui-Gon.

Se unieron a la trasera del grupo de guardias y androides que acompañaba a Baftu y Obi-Wan.

—Terra es muy excitable —iba diciendo Baftu a su invitado—. No le haga caso.

—Así que tiene un socio excitable a quien no se le debe hacer caso —dijo Obi-Wan—. Eso no me parece inteligente.

Terra se acercó a ellos. Cuando Baftu se volvió para darle una orden a un androide, ella murmuró al oído de Obi-Wan:

—Me da igual lo que crea Baftu, sé que eres un impostor. No sé cómo pudiste resistir el borrado de memoria, pero lo descubriré. Y te mataré en un abrir y cerrar de ojos.

—Que abajo sólo nos acompañen androides —ordenó Baftu con viveza a medida que se acercaban a las escaleras que conducían a los almacenes—. Guardias, quedaos aquí.

Qui-Gon y Guerra esperaron a que hubiera bajado el grupo entero antes de ir tras ellos, procurando siempre mantenerse lejos de su vista.

Baftu activó la pared secreta y entraron en el santuario. Sus perseguidores se quedaron fuera, esperando, mirando por la rendija de la puerta cómo Baftu presionaba la palma de la mano contra el registro de transferencia. La puerta de seguridad se abrió.

Oyeron el grito de asombro de Baftu. Terra entró enseguida.

—¿Qué es esto? —exclamó—. ¿Dónde está el tesoro?

Baftu se volvió para mirarla. Su rostro tenía los rasgos deformados por la rabia.

—Ya entiendo por qué estabas contra esta reunión. Y por qué acusaste al príncipe de ser un impostor. ¡Habías robado mi tesoro!

—¡
Tu
tesoro! ¡Es tan mío como tuyo! —dijo Terra furiosa.

—Así que admites que lo has robado —dijo Baftu, con un tono de voz que se había vuelto amenazadoramente grave.

—¡Pues claro que no lo he robado yo! —exclamó Terra exasperada—. Aquí está pasando algo, Baftu. Este príncipe es un impostor. Alguien intenta desacreditarme, o desacreditarte a ti... ¡escúchame!

Baftu se volvió e hizo un gesto a los androides asesinos.

Todo sucedió antes de que nadie pudiera moverse, o parpadear siquiera. Los androides asesinos dispararon contra Terra sus láseres incorporados. Ella se quedó un momento inmóvil, con expresión ausente, sin comprender nada.

—Idiota —le dijo a Baftu, antes de caer al suelo.

Baftu pasó por encima de su cuerpo como si fuera una basura tirada en la calle. Posó la mano en el codo de Obi-Wan.

—Vamos, príncipe Beju. Ya me he ocupado de esa traidora. Sólo es cuestión de tiempo que descubra el sitio dónde escondió el tesoro. No pasa nada. No interferirá en nuestros planes.

Qui-Gon tuvo que empujar a un trastornado Guerra a la habitación contigua. En ella esperaron a que Baftu se fuera con Obi-Wan y su séquito de androides. Pudieron oír cómo se alejaba asegurando a su invitado que no había pasado nada.

Apenas desaparecieron de la vista, el Caballero Jedi y su amigo phindiano corrieron a la cámara secreta. Terra estaba en el umbral de la sala del tesoro.

Guerra se arrodilló junto a ella. Puso con mucha ternura uno de sus largos brazos debajo de ella y la levantó para acunarla.

Terra le miró. La luz de sus brillantes ojos se apagaba.

—No me recuerdas —dijo Guerra con voz rota.

Los ojos de Terra se aclararon. Brillaron por un momento, la memoria volvía a ellos.

—Qué va, hermano —dijo con voz queda. Alzó una mano temblorosa y tocó a Guerra en la mejilla—. Qué va.

Sus párpados se cerraron en un aleteo. Rodeó el cuello de su hermano con un brazo, descansó la cabeza contra él y murió.

Capítulo 19

Oyeron un grito detrás de ellos. Qui-Gon se giró para ver a Duenna en el umbral, con la mano en el corazón.

—Mi querida madre —dijo Guerra, con los ojos anaranjados llenos de lágrimas—. Nuestra Terra ha muerto.

La mujer se arrodilló junto a su hija. Guerra puso a Terra en sus brazos.

Qui-Gon tocó el hombro de su compañero phindiano.

—Debemos irnos, mi buen amigo. Obi-Wan correrá un gran peligro si empieza la batalla. Tu pueblo pensará que se lleva todo el bacta.

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