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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

Amos y Mazmorras II (31 page)

BOOK: Amos y Mazmorras II
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Las otras dos parejas no quisieron ceder nada y devolvieron sus objetos al Oráculo. Pero Cleo, por haber sido pareja de Nick, decidió en deferencia hacia él, darle todo lo que había recaudado en los tres días de torneo.
—Hemos decidido ceder las cartas a Ama Thelma y Tigretón —explicó Lion.
—Entonces, que se acerquen los elegidos.
Thelma, que estaba roja por los esfuerzos realizados en los duelos con Nick y tenía su cola de dominatrix ladeada, arrastraba por el collar de sumiso al agente infiltrado, haciéndole todo tipo de mimos y carantoñas después de recibir los castigos a manos de las crías de la Reina de las Arañas. La rubia se acercó al Amo del Calabozo y miró con agradecimiento a la pareja de leones.
—Os lo agradecemos —reconoció Thelma.
Cleo y Lion asintieron y sonrieron a Nick.
La enorme pantalla de cine en la que, hasta ahora, solo se reflejaba la puntuación necesaria para la suma de personajes y las mejores
performances
del torneo, se apagó para, al encenderse de nuevo, mostrar la imagen de un grupo de personas sentadas en tronos dorados, con máscaras blancas venecianas y túnicas negras. Tras ellas, había un impresionante dragón dorado que debía medir unos diez metros de alto. La cámara enfocó a un hombre que iba excelentemente caracterizado de Venger, el malo malísimo de
Dragones y Mazmorras
. Este, en su papel, miró fijamente a la pantalla dibujando una sonrisa diabólica con sus labios negros y sus colmillos, que Cleo deseó que fueran empastes. Una sombra negra realzaba sus ojos completamente oscuros, sin nada de esclerótica alrededor. Solo se le veía el rostro blanco y pálido, porque cubría su cabeza y su cuerpo una especie de traje rojo de hombre rana. Por la espalda le nacían dos alas de murciélago completamente extendidas. Tenía incrustado, a la altura de la sien izquierda, un único cuerno rojo.
Una voz en Off dio un mensaje a los participantes:

 

«Queridos amos y amas: En la cena de inauguración del torneo, la Reina de las Arañas os dijo que los Villanos íbamos a proponer una prueba colectiva a todas las parejas participantes, y no sabríais ni cómo ni cuándo apareceríamos».

 

Cleo y Lion miraron la pantalla con muchísima atención. Entre los Villanos había hombres y mujeres, a tenor de las formas que cubrían las túnicas. Y había unas cincuenta personas.
¿Serían todos los miembros de la Old Guard? ¿Serían las personas que financiaban el torneo? Parecía que estaban en una especie de gruta o de cueva.

 

«Ese momento ha llegado. Queremos que todos los participantes, y los que han sido eliminados y están en las gradas del torneo, se unan por grupos de amos protagónicos y jueguen con las criaturas. Queremos grupos de Amo Hank, Eric, Bobby, Shelly, Presto y Diana, con sus sumisos y sumisas».

 

Cleo no quería jugar con las criaturas.
Lion no permitiría que ella jugara con nadie.
Tenían un gran problema.

 

«A las parejas que ya tienen su entrada para la final, les vamos a proponer un reto. No tenéis que jugar con los demás ni lo haréis aquí, en el castillo de los Orcos».

 

Venger no abría la boca para nada, pero sonreía ante cada palabra que la voz en off pronunciaba.

 

«La pareja formada por Brutus y Olivia se irá a la fábrica de azúcar. Allí les espera un grupo de Orcos y un grupo de Crías. La otra pareja, formada por Cam y Lex, se dirigirán al molino. Y Lady Nala y King Lion deberán ir a la mazmorra. Sorprendednos y demostrar que sois dignos de enfrentaros a nosotros».

 

Lion frunció el ceño. Estaban obligados a obedecer las órdenes de los Villanos, y le jodía sobremanera que ahora, que ya estaban clasificados, tuvieran que jugar una última vez bajo sus reglas. Tiró de la cadena de perro de Cleo y la acercó a su cuerpo.
—Esto no me gusta —murmuró.
Cleo se encogió de hombros. A ella tampoco; pero esta vez sí que no podían decir que no, o les ponían a los dos de patitas en la calle. Y estaban a veinticuatro horas de enfrentarse cara a cara con los Villanos y obtener toda la información que pudieran de ellos. No iba a echar todo el trabajo por tierra ahora. Y tampoco iba a permitir que los recelos de Lion destruyesen todos los esfuerzos realizados, durante casi un año y medio, por Leslie, Clint, Karen y Nick.
—Tenemos que pasar por el aro, amo. No nos queda otra opción. Y recuerda que, al no haber entrado como pareja, no tenemos
edgeplay
.
—Siempre queda una opción. La palabra de seguridad, Lady Nala.
—King Lion —contestó enervada—, a estas alturas sabes que no me pienso echar atrás. No tenemos nada que perder. —Le guiñó un ojo y sonrió—. Juguemos. No tengo miedo. Juguemos.
Pero Lion sí tenía mucho que perder, aunque Cleo no lo entendía porque no había sido claro con ella.
Tenían que jugar y aceptar el rol que los Villanos habían preparado para ellos.
Jugarían.

 

 

 

Dungeon Annaberg/ Mazmorra

 

Una celda sobrecogedora llamada mazmorra se ubicaba en la parte sur de los terrenos de Annaberg, construida en el interior de la montaña. Estaba bastante retirada de las otras zonas de acción. Los barrotes se habían oxidado con el paso del tiempo y todavía había marcas y permanecían algunos de los grilletes utilizados para los esclavos de antaño. Todo tipo de plantas trepadoras, desde las híbridas de té a algunas rosas, cubrían la piedra de la entrada en forma de arco, ocultando aquel lugar oscuro y restrictivo de los ojos críticos del mundo. ¿Cómo unas plantas tan bonitas nacían en un lugar que restringía el crecimiento de las personas? Posiblemente, porque lo mejor de las personas debería emerger en la adversidad.
Siglos atrás, mujeres, hombres y niños habían sido esclavizados en contra de su voluntad, encerrados en mazmorras como aquella. En la actualidad, ellos lo hacían voluntariamente, igual que el resto de practicantes de BDSM, porque sabían que, si los encadenaban, era para obtener placer.
Los tiempos cambiaban; y la gente evolucionaba de un modo incomprensible, pensó Cleo cuando se abrió la celda.
Un Orco y una cría de la Reina esperaban a Cleo y a Lion tras una mesa camilla de hierro, con sujeciones en las esquinas.
Para la pareja de agentes lo peor fue encontrarse con el Orco más alto, elegante y atlético de todos. El frío príncipe de las tinieblas: Prince.

 

 

 

Lion dio un paso atrás, y todo su cuerpo se enfrió al comprobar que su ex amigo estaba dispuesto a vengarse de algo que él no había hecho. Se iba a desquitar con Cleo. Iba a jugar con ellos, el muy desgraciado, y eso no lo iba a permitir. Cleo no tenía por qué pasar por ello.
Le destrozaría saber que Prince había tocado a Cleo de aquella manera. Lion no compartía. No compartía y punto.
—¿Qué mierda es esto? —preguntó Lion tenso, enfrentándose a Prince—. No hagas esto, tío.
El moreno de pelo largo, que parecía un jodido espartano, se echó a reír.
—¿Tú qué crees, King? Los Villanos han dado la orden y somos sus criaturas. Esto es un juego y hay que obedecerles. Un Amo Orco, o sea, yo, y un Ama cría de la Reina de las Arañas se reunirá en las mazmorras con King y Nala. Esas son las directrices; y aquí estoy —se encogió de hombros y miró a Cleo—. Hola, preciosa. ¿Vienes a pasarlo bien?
—¡No la vas a tocar! —gritó Lion con voz letal.
—Entonces comunicaré a los Villanos que os echen del torneo.
—¡No! —exclamó Cleo—. Haremos lo que tengamos que hacer, Prince —aseguró Cleo, fingiendo una tranquilidad que no sentía. Estaba aterrada.
—¿Sabes lo que vamos a hacer, bonita? —preguntó Prince acercándose a ella—. Vas a estar tan llena que no vas a poder ni moverte. Hoy toca un ejercicio DP. Mientras yo te lo hago por detrás, Sara —señaló al ama que había con ellos—, os azotará y os dará pequeños calambres eléctricos con el
MagicClick
. Y tengo que lograr que ambos os corráis a los quince minutos.
Cleo abrió los ojos y tragó saliva. Doble penetración. ¿Calambres eléctricos? Eso era una tortura china... No quería sentir a otro hombre en su interior; a ella le bastaba Lion. Solo él. Y, aunque él no la quisiera, estaba demasiado enamorada como para aceptar que otro tocara su piel mientras compartía su cuerpo con el león.
Lion tomó a Cleo por los hombros y la giró hacia él. No quería seguir escuchando a Prince.
—Lady Nala —apretó los dientes. Con sus palabras haría creer que dejaba la respuesta final a su pareja, pero con sus ojos desolados y su tormento demostraba que quería detener el juego ahí—. ¿Tú estás segura de que quieres continuar conmigo? ¿Quieres que Prince juegue con nosotros? Yo no quiero que lo hagas, por eso te suplico, Nala —dijo con voz implorante, con el rictus petrificado— que digas que no. Pronuncia el
codeword
, y acaba con esto ya. Te lo suplico...
Prince empezó a reír a carcajadas.
—¿En serio, tío? ¿Un amo implorando a su sumisa? Eres patético.
—¡Cállate, ciego hijo de perra! ¡Tu estupidez lo va a joder todo! —Lion se encaró a Prince: quería golpearlo. Los dos eran igual de altos y casi se rozaban nariz con nariz. Pero Cleo se interpuso entre ellos.
—¡Parad! —pidió ella.
—¡Te retaré, Prince! ¡Voy a proponer un maldito duelo de caballeros contigo!
—Atrévete, capullo —contestó el otro atrevido.
—Voy a hacerlo, King —le aseguró Cleo mirándolo de frente. Esa declaración hizo que Lion se detuviera en seco.
—No lo dices en serio.
Cleo asintió, con las pupilas un poco dilatadas por la tensión que acumulaba y, sobre todo, por el miedo de hacer algo que, en otro tiempo, habría encontrado pervertido y obsceno. Pero lo haría y punto.
—Sí, King. Ya he hecho esto otras veces, ¿sabes? No soy una novata —murmuró para hacer ver tanto a Prince, a quien no podía engañar, como a la arañita morena con un moño bien alto y ojos avellanas, a quien sí podía mentir, que no tenía miedo a nada, y que era Lady Nala, la misma que le había puesto un anillo constrictor a Lion en la primera jornada y lo había azotado. Una doble penetración era solo sexo. Nada más. A excepción de que lo hacía teniendo al amor de su vida entre las piernas y, a su peor enemigo, detrás. Con un gesto lleno de carácter se dirigió a Prince y le dijo—: Adelante.
Los ojos de Lion se cubrieron de llamas de enojo e impotencia. Cleo iba a acabar con él.
—¿Y era verdad lo que me dijiste esta mañana en la terraza? —preguntó incrédulo y decepcionado.
—Sí, lo era —refutó Cleo arrepentida.
—Adelante, Sara —ordenó Prince tenso.
La cría morena se acercó a Lion y le puso una máscara de cabeza entera. Una que le prohibía ver y oír. Solo podía respirar y hablar en caso de que alguien le abriera la cremallera de la boca.
Lion agradeció la máscara porque no quería ver nada de aquello, ni oír ningún ruido desagradable. Ojos que no ven, corazón que no siente. Aunque tenía muy claro que iba a sentir cosas... Iba a sentir demasiado y el hada le iba a quemar.
—¿Y a mí? —preguntó Cleo a Prince.
La mirada oscura del príncipe le acechó con compasión y también simpatía, y le dijo:
—Pon las manos a tu espalda, Nala —ordenó sin inflexiones. —Sí.
—Sí, ¿qué?
—Sí, Prince. No voy a llamarte señor. No te pertenezco y nunca lo haré —pronunció Cleo con gusto y rabia. Prince quería hacer daño a Lion; y seguro que se lo hacía así. Con el sentido de la responsabilidad que tenía el agente Romano, saber que ella tenía que someterse de ese modo cuando nunca en su vida había hecho un trío, le estaría reconcomiendo por dentro.
—¿Eso es un no definitivo a mi propuesta? —arqueó una ceja negra.
—Lo es —aclaró Cleo. Prince le ajustó las correas rojas de piel a las muñecas y después unió la cadena que colgaba de su collar a la junta de las esposas. Estaba inmovilizada.
Mientras la tal Sara ayudaba a estirarse en la mesa camilla metálica al privado sensorialmente Lion Romano, Prince cogió un bote rojo de lubricante que había en el suelo.
—Date la vuelta.
Cleo lo hizo; y, justo cuando Prince llevó sus grandes manos a desabrochar el
short
negro de la joven, la puerta de la mazmorra se abrió y apareció la última mujer que esperaba ver en ese maldito juego macabro y desafiante.
Sharon, la Reina de las Arañas.

 

 

 

La rubia, que tenía el pelo recogido en una cola alta y extremada, entró en la celda y sonrió a su cría para después, mirar a Prince con todo el desdén del mundo.
—Te vas, Orco —le ordenó.
Prince dio un respingo, pero no apartó las manos de encima de Cleo.
—No me voy a ningún lado, reina. Este es mi escenario y es lo que han pedido los Villanos —besó el lateral del cuello de Cleo y esta se apartó.
Sharon miró fijamente a los afectados ojos verdes de la joven y después al cuerpo tenso y de piedra que estaba encadenando Sara a la mesa.
—El juego ha cambiado. Soy la Reina, y los Villanos me dejan participar en todos los juegos. Como soy tu superior, harás lo que yo diga —contestó Sharon sin miramientos.
Cleo abrió los ojos y negó con la cabeza. Si encima tenía que dejar que la otra loca le azotara o azotara a Lion o, peor, que jugara sexualmente con él, se iba a desquiciar. Eso sí que no lo soportaría.
—No vas a tocar a Lady Nala —aseguró Sharon—. Te lo prohíbo.
—¿Por qué?
—Porque lo digo yo.
—Alguien tiene que jugar con ella —murmuró con los dientes apretados—. Las normas de los Villanos...
—Yo lo haré. Tú no.
Cleo abrió los ojos desmesuradamente. ¿Cómo que ella iba a jugar...? ¿Quería decir lo que quería decir?
Sara carraspeó entusiasmada con la situación.
Prince apretó los puños y dio un paso atrás. Sus ojos negros la taladraron, y un frío demoledor arrasó la mazmorra.
—Esta vez no puedes follarte a King, perra —espetó, escupiendo veneno con su lengua.
Cleo vio cómo la mujer se estremeció ante aquellas duras palabras; pero su gesto permaneció impertérrito.
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