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Authors: Greg Cox

Tags: #Aventuras, #Fantasía

Underworld (5 page)

BOOK: Underworld
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El licántropo a medio trasformar agarró a Nathaniel con ambas manos y arrojó al vampiro hacia la parte delantera del tren. Contra su voluntad, Nathaniel resbaló por el suelo en dirección contraria pero no tardó en detenerse e incorporarse de nuevo. Los iris de color de sus ojos desaparecieron, dejando tan solo tras de sí el blanco y las pupilas. Sus propios colmillos entrechocaron con furia y de sus dedos extendidos brotaron unas uñas afiladas como navajas.

Estaba más que dispuesto a enfrentarse cuerpo a cuerpo a Raze si era necesario, pero el licano tenía otras ideas; le dio la espalda a Nathaniel y se dirigió a toda velocidad hacia la parte trasera del tren.

No tan deprisa,
pensó el vampiro mientras echaba a correr tras él. Siguió al licano un vagón tras otro y poco a poco le fue ganando terreno. Las piernas de Nathaniel eran una imagen borrosa de velocidad sobrenatural que lo impulsaban en pos de su muy poco humana presa.

En cuestión de segundos, habían llegado al vagón de cola, donde Nathaniel reparó en las señales dejadas por una lucha anterior. Había agujeros de bala en el suelo, y la ventanilla del otro extremo del vagón, montada sobre la puerta de salida de acero pintado, estaba hecha pedazos. Nathaniel se preguntó por un breve instante qué habría sido de Selene y del otro licano pero entonces vio que Raze, a menos de cuarenta metros de distancia, corría hacia la salida en cuestión.

Recurriendo a unas reservas ocultas de energía y velocidad, el resuelto vampiro dio un salto y volvió a derribar a Raze. Sus garras se aferraron con fuerza a la basura licana mientras chocaban con fuerza contra la salida trasera y su impulso combinado arrancaba la pesada puerta de acero de sus goznes.

Unidos en un abrazo de muerte, Raze y Nathaniel salieron volando del tren. Chocaron contra las vías y rodaron sobre los rieles de hierro oxidado. El fuerte impacto los separó y se alejaron el uno del otro dando vueltas antes de volver a ponerse en pie.

Vampiro y licano se miraron en un túnel cubierto de sombras. El parpadeo de las luces fluorescentes creaba un efecto hipnótico que se sumaba a la insólita escena de pesadilla que se estaba desarrollando detrás del metro. Depredador contra depredador, las dos letales criaturas de la noche empezaron a dar vueltas la una alrededor de la otra, mostrando las garras y los colmillos demoníacos. Los espeluznantes ojos blancos del Vampiro resplandecían con inhumana malicia mientras que Raze respondía con unos ojos tan fríos e impenetrables como los de un tiburón… o un lobo.

De repente, Nathaniel se sintió terriblemente expuesto y vulnerable. Un escalofrío de aprensión sacudió sus inmortales huesos mientras, bajo la luz pulsátil de las erráticas luces, su adversario licano empezaba a
cambiar.

La grotesca transformación resultaba sólo visible en rápidos y fragmentarios atisbos.

Pelos negros como escarpias brotando de la cara, la cabeza y las manos de Raze.

Un hocico de lobo sobresaliendo de un semblante humano plano.

Unas fauces entreabiertas y llenas de resplandecientes colmillos amarillos.

Saliva resbalando por unas mandíbulas inmensas y voraces.

Matas de erizado pelaje de color gris asomando entre los desgarrones de la ropa.

Unas patas terminadas en garras abriéndose camino por entre los restos de unas botas de cuero.

Unas orejas humanas creciendo y cubriéndose de vello.

Los ojos de color cobalto contemplaron cómo ganaba el inhumano monstruo de varias formas más de medio metro de estatura y sus poderosos hombros se ensanchaban en la misma medida.

Unas garras del tamaño de un cuchillo de carnicero…

Nathaniel tragó saliva. Tenia la boca tan seca como el Valle de los Reyes, donde hacía tiempo había practicado la arqueología al lado de Howard Cárter y Lord Carnarvon. De repente comprendía que había cometido un grave error táctico al enfrentarse al desesperado licano lejos de la mirada inhibidora de los mortales. Mientras Raze había conservado su forma humana, Nathaniel había sido un rival más que digno para él en combate cuerpo a cuerpo, pero contra un licántropo transformado del todo sólo los más poderosos vampiros Antiguos tenían alguna oportunidad.

Seis siglos de inmortalidad pasaron frente a sus ojos mientras se apartaba de la colosal bestia. Otro fragmento de Milton pasó por sus pensamientos:

De Cerbero y la más negra Medianoche nacido,

En la caverna Estigia engendrado

Entre horribles formas, y aullidos e impías visiones…

Con un gruñido horripilante, el hombre-lobo cayó sobre Nathaniel como un voraz monstruo prehistórico. Sus afiladas garras atravesaron el cuero de su ropa como si fuese papel higiénico y desgarraron la carne no-muerta que había debajo. El condenado vampiro trató en vano de detener a la enorme y salvaje criatura, pero la bestia del infierno era demasiado fuerte, demasiado grande. Unas mandíbulas poderosas se cerraron sobre la garganta de Nathaniel y los colmillos de marfil destrozaron su cuello. Brotó un aullido horrendo y la fría sangre de vampiro regó los raíles del metro.

En los últimos instantes de su existencia, Nathaniel rogó que Selene no corriera la misma suerte espeluznante.

Capítulo 4

¡C
orre todo cuanto quieras!,
pensaba una enfurecida Selene mientras perseguía a Trix por el enrevesado túnel del metro guardándose mucho de tocar el rail electrificado. La escasa iluminación no suponía gran dificultad para ella —los vampiros poseen excelente visión nocturna— pero la resuelta Ejecutora se hubiera adentrado en una oscuridad completa de haber sido necesario.
¡No vas a escapar de mí!

La ardiente muerte de Rigel seguía grabada a fuego en su memoria y había atizado las llamas siempre vigorosas del odio que le profesaba a la raza de los licanos hasta convertirlas en un incendio furioso. Apretaba con fuerza su Beretta, impaciente por tener la oportunidad de vengar con plata al rojo vivo la muerte de su camarada.

El licano desapareció detrás de una curva pero Selene estaba sólo unos pocos segundos tras él. Sin embargo, cuando dobló el recodo descubrió con asombro que Trix se había esfumado aparentemente sin dejar ni rastro.
¿Qué…?,
se preguntó, confundida, mientras se detenía entre los raíles de hierro.
¿Dónde demonios…?

Sus ojos de vampiro examinaron el suelo del túnel y no tardaron en descubrir un rastro de huellas aún húmedas y gotitas de sangre que se dirigía hasta un hueco poco profundo abierto en la pared de la derecha del túnel subterráneo. Sin dejarse intimidar por la densidad de las sombras que cubrían el sospechoso nicho, se acercó al lugar con la mirada clavada en el suelo en busca de más indicios sobre el paradero de Trix.
No puede haber ido muy lejos,
se dijo, decidida a ver muerto al licántropo antes del amanecer.

Una bocanada de aire caliente, acompañada por un lejano rugido interrumpió su búsqueda.
¿Qué demonios?
Selene se revolvió en dirección al inesperado sonido y a continuación asomó la cabeza al otro lado de una curva. Los ojos se le abrieron con alarma al ver que el tren, que había abandonado la estación donde se había librado la batalla, se precipitaba en su dirección. El resplandor de los faros la cegó como si fueran hostiles rayos de sol.

¡Muévete!,
le gritó su cerebro.
¡Ahora!

Dio un salto hacia el agujero y se pegó todo lo que pudo a la pared interior del nicho. Apartó la cara del tren en carrera al mismo tiempo que éste pasaba como un rayo a su lado. Su epidermis metálica pasó a escasos centímetros de su expuesta y blanca mejilla. El sonido atronador de los vagones corriendo enloquecidos sobre los rieles de hierro ahogó el mundo entero, mientras una violenta bocanada de aire hacía que su gabardina se sacudiese salvajemente. Las ventanillas de los vagones despedían luces fugaces al pasar, como un espectáculo estroboscópico. Al mirar abajo, Selene vio que el inconstante resplandor se reflejaba en una oxidada rejilla de drenaje.
¡Ahá!,
pensó, a pesar del estruendoso paso del tren.
De modo que hacia abajo, ¿no?

El tren de color azul de la línea M3 tardó una eternidad en atravesar aquel trecho de la vía, pero Selene vio al fin cómo se perdían sus faros de cola en la distancia, en dirección norte. Tras dejar escapar un suspiro de alivio, cayó de rodillas junto a la rejilla de metal, que estaba mojada y cubierta de resbaladizo moho. La levantó con las dos manos y a continuación se detuvo un momento para echar un vistazo al interior del agujero que acababa de abrir.

El suelo del túnel de drenaje, que discurría por debajo de la línea del metro, estaba oculto bajo el agua de la lluvia que fluía vigorosamente pero Selene no creía que fuera lo bastante profundo para ocultar a Trix o para que se hubiera ahogado.
Si él se atreve a afrontar la riada, yo no voy a hacer menos,
decidió, dando gracias a que, a diferencia de lo que aseguraban las supersticiones, los vampiros no sintieran genuina aversión hacia el agua corriente.

Se dejó caer en el oscuro y ruinoso túnel y se hundió hasta los tobillos en la turbia corriente. La lluvia había borrado cualquier huella de barro que hubiera podido dejar su enemigo, de modo que vaciló un instante sin saber en qué dirección seguir. Husmeó el aire y captó un rastro de sangre derramada recientemente, a su derecha; el hombro herido de Trix, supuso, que no había podido curar gracias a la presencia tóxica de la bala de plata.

Asqueada, arrugó la nariz. A diferencia de lo que le ocurría con la sangre humana, que la atraía invariablemente a despecho de sus mejores intenciones, la sangre sucia de un licano no poseía el menor atractivo para ella; de hecho, entre los suyos se consideraba anatema hasta el hecho de pensar en probar la esencia mancillada de un licano. A pesar de los colmillos que se habían abierto paso por sus encías, tenía la intención de acabar con Trix de la manera correcta: con fuego purificador y plata.

Con el arma preparada, se aventuró cautelosamente en la dirección de la que provenía el olor de la sangre, pero su avance fue recibido por el fogonazo del cañón de una pistola y el traqueteo de un arma semiautomática. Como polillas enrabietadas, tres balas incandescentes atravesaron su gabardina y pasaron a muy poca distancia del corsé de cuero que protegía sus costillas.

Cuidado,
se previno para sus adentros.
No permitas que la rabia por la muerte de Rigel te vuelva poco cautelosa. A él no le gustaría eso.

Entrevió por un segundo a Trix al otro extremo del túnel de drenaje y rodó sobre sí misma para apartarse de su línea de fuego. Al tiempo que daba una suave voltereta, devolvió el fuego. El ruido de las armas resonó de manera atronadora en los estrechos confines del túnel.

Trix falló.

Ella no.

El licano cayó de espaldas sobre el suelo sumergido del túnel. Mientras su mano derecha seguía sin soltar la fría empuñadura de acero de la pistola, se convulsionó espasmódicamente sobre su espalda como un pez sacado del agua. Salía humo caliente de los agujeros de bala que recorrían su pecho.

Selene no perdió el tiempo para acabar con él. Siseando como una pantera enfurecida, pisó el cuello del licano y sin el menor atisbo de misericordia le vació en el pecho el cargador de plata de su arma. Los rostros de las niñas, del anciano y de la doncella destrozada volvieron a pasar por un instante por sus pensamientos, en esta ocasión unidos a la desgarradora imagen de Rigel envuelto en una hemorragia de luz letal.
¡Muere!,
pensó con toda la pasión de su odio, como siempre que tenía a su licano a su merced.
¡Muere, animal sediento de sangre!

El cuerpo de Trix se sacudió bajo la fuerza explosiva de las detonaciones y no quedó inmóvil hasta que la Beretta de Selene trató de seguir disparando con el cargador vacío. Retrocedió un paso y contempló el cuerpo destrozado del licano con fría satisfacción. Su mirada se posó sobre el Desert Eagle modificado que aún empuñaba la mano del muerto licano.
Seguro que Kahn quiere inspeccionar esta nueva arma,
pensó.

Tras guardar la Beretta en la pistolera, se inclinó y le arrancó el arma a Trix de la mano, que empezaba ya a manifestar la rigidez de la muerte.

La dolorosa radiación de la munición explosiva la obligó a apartar la mirada mientras expulsaba metódicamente el cargador.

Se hizo un silencio espeluznante sobre el solitario túnel, interrumpido sólo por el gorgoteo sibilante del agua. Entonces llegó un rugido atronador desde arriba, desde las vías del metro. ¿Otro tren a toda velocidad, se preguntó Selene con inquietud, o algo más peligroso?

• • •

Ahora que no estaba atrapado en la débil forma de un hombre, Raze se solazaba en su fuerza y velocidad. La forma humana tenía ciertas ventajas, sí, como por ejemplo los pulgares oponibles y la capacidad de pasar sin ser detectado entre la inocente manada de los mortales pero cuando se convertía en lobo recobraba su yo más auténtico y primitivo. Las armas de fuego y los cuchillos estaban bien pero no había nada comparable al gozo desnudo y exultante que proporcionaba el abrir en canal a un adversario con tus propios colmillos y garras.

La sangre de su última presa aún le manchaba el negro pelaje y tenía restos de carne no-muerta y cartílago entre los amarillentos y serrados colmillos. Pero la carne del vampiro macho no había hecho más que despertarle el apetito. Ahora quería a la hembra.
Dos eliminados,
pensó al recordar con entusiasmo cómo había quemado vivo al primer vampiro la munición ultravioleta de Trix.
Sólo queda uno.

Su hocico de lobo olisqueó el aire y determinó en cuestión de instantes en qué dirección se habían alejado Trix y la zorra vampiresa. Confiaba en que su camarada no hubiera abatido ya a la sanguijuela; estaba impaciente por arrancarle la carne a su bonito cuerpo para a continuación destrozar sus huesos entre los dientes y sorber el tuétano.

En el fondo de la mente de Raze, su mitad humana recordaba en parte que aún tenía que llevar a cabo una misión de vital importancia, una misión que había sido interrumpida por la aparición inesperada de los vampiros, pero el lobo era ahora quien estaba al mando y los planes a largo plazo tendrían que esperar. Había probado la sangre y quería más.

Encontraré más tarde a ese miserable humano,
se prometió a sí mismo antes de echar a correr por el túnel en pos de su presa.

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