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Authors: Greg Cox

Tags: #Aventuras, #Fantasía

Underworld (42 page)

BOOK: Underworld
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—También te matarán a ti —susurró—. Sólo por haberme ayudado.

—Lo sé —dijo ella mientras le arrancaba las últimas ataduras. Las gruesas tiras de nylon sucumbieron a su fuerza y Michael quedó libre por fin. Sus piernas bajaron de la mesa, se apoyaron en el suelo, y se encontró de pie frente a Selene, contemplando sus inescrutables ojos castaños. Alargó los brazos hacia ella y se fundieron en un abrazo apasionado.

Sus labios se encontraron y, durante un precioso instante, escaparon a la locura y el baño de sangre que los rodeaba. Se besaron con voracidad y Michael se sintió vivo de una manera que le faltaba desde la muerte de Samantha. Casi merecía la pena haber recibido el mordisco de un hombre-lobo, pensó lleno de pasión, para poder experimentar aquel beso y a aquella mujer.

Me da igual que sea una vampiresa…

Sonaron nuevos disparos en el exterior de la enfermería y Selene se apartó a regañadientes de él. Ambos sabían que el sanguinario conflicto no los dejaría a solas mucho más tiempo. Una guerra ancestral se estaba precipitando hacia su genocida conclusión, a menos que alguien hiciera algo para impedirlo.

—Sé por qué ha empezado esta guerra —le dijo Michael.

Capítulo 31

V
iktor y el escuadrón de Ejecutores escogidos que lo acompañaban avanzaban con aire casi de desfile y sin encontrar resistencia alguna por aquellos túneles marcados por la guerra. Los cuerpos de los soldados licanos exterminados se extendían por todas partes como pétalos de rosa.

Kahn y Selene se han portado bien,
pensó el Antiguo, complacido. Tenía la seguridad de que el pelotón de Ejecutores podía limpiar aquel nido de ratas sin su ayuda, pero le agradaba volver a estar en batalla al cabo de un siglo pasado bajo tierra. Confiaba en que Selene y los demás hubiesen dejado algunos rezagados para él, para poder divertirse antes de que le llegara el momento de hacer caer todo el peso de la justicia sobre Lucian y el traidor, Kraven.

Esto, por encima de todo lo demás, era lo que lo había sacado de las comodidades de Ordoghaz y lo había llevado a aquella madriguera abominable e infestada de ratas en la que vivían los licanos. A decir verdad, le había complacido enterarse de que Lucian seguía con vida porque eso significaba que volvía a tener al deplorable seductor que le había arrebatado a Sonja a su merced.

He esperado seis siglos,
pensaba,
para castigar a Lucian por mancillar a mi hija y comenzar esta guerra abominable, pero esta noche nadie me arrebatará mi venganza.

También estaba impaciente por ver cómo se redimía Selene eliminando la amenaza que representaba Michael Corvin. Había sido como una hija para él desde que le concediera la inmortalidad y no creía posible que lo traicionara por un absurdo enamoramiento.

La conozco lo bastante bien como para saber que no lo hará,
pensó.
De hecho, yo la creé.

• • •

¿Dónde demonios estás, Selene?,
se preguntaba Kahn mientras conducía al resto del equipo de asalto al interior de la guarida del enemigo. No era propio de Selene abandonar a sus camaradas en medio de una misión.
Aquí está pasando algo que no entiendo,
se dijo.

Con el rifle preparado, avanzaba paso a paso por otro corredor idéntico a todos los demás. Habían pasado varios minutos desde la última vez que los licanos presentaran resistencia seria pero Kahn no estaba dispuesto a bajar la guardia mientras quedara un solo licano capaz de respirar.

Por centésima vez desde que descendieran a aquel inframundo, lamentó no haber tenido tiempo para preparar más cartuchos de nitrato de plata antes del ataque. Los demás y él no contaban más que con las balas de plata de acción lenta de toda la vida mientras que, según parecía, el traidor de Kraven había robado el único prototipo funcional de la nueva arma de nitrato de plata.

Una razón más para hacerlo rodajas cuando lo cojamos,
pensó Kraven con afán vengativo.
Un empalamiento lento en una estaca de madera sería un castigo demasiado misericordioso para él.

Un tenue sonido metálico atrajo su atención y le hizo una señal con la mano a los comandos que lo seguían. Los Ejecutores se detuvieron al instante mientras Kahn examinaba con mirada suspicaz el desolado pasillo que se extendía delante de ellos.

Alzó un poco más el cañón de su arma y dio un paso al frente. Algo pequeño e insustancial cayó al suelo justo al lado de su bota y levantó la mirada en busca de su origen. Sus ojos, acostumbrados ahora a la oscuridad de los túneles, vieron que caía polvo y trocitos de yeso del techo.

—¡Cuidado! —gritó—. ¡No estamos solos!

Pero su advertencia llegó tarde. Con un rugido atronador, un asesino hombre-lobo atravesó la pared de ladrillos. Kahn se volvió hacia el monstruo que los atacaba pero antes de que pudiera disparar, un segundo hombre-lobo cayó del techo ruinoso en medio de una nube de polvo y escombros.

Atrapado entre las frenéticas criaturas, Kahn no tuvo ni un segundo para reaccionar antes de que los las garras de los licántropos se hundieran en él y desgarraran el cuero y la carne no-muerta como si fuera papel higiénico. Los demás Ejecutores observaron, boquiabiertos de terror, cómo era destrozado su comandante delante de sus mismos ojos y entonces abrieron fuego sobre la víctima y sus verdugos. Lo último que Kahn oyó, antes de que su vida inmortal llegara a un fin violento, fue el rugido de las armas automáticas que estaban destrozando a los hombres-lobo bajo una lluvia de plata letal.

Una elegía apropiada.

• • •

Kraven avanzaba sigilosamente por el oscuro laberinto subterráneo como una rata atrapada y aterrorizada. No le importaba dónde se estuviera dirigiendo, siempre que fuera lejos de Viktor. Una parodia ensangrentada de su habitual elegancia, aferraba la pistola de nitrato de plata como si le fuera la vida en ello, aunque sabía que contra el enfurecido Antiguo no le serviría de mucho. Ni siquiera estaba seguro de que la munición ultravioleta bastara para detener a Viktor ahora que el todopoderoso inmortal había recuperado su antigua fuerza.

Y no quería averiguarlo.

Las entrañas y vísceras despedían sonidos chapoteantes bajo sus pies mientras avanzaba lentamente por una catacumba estrecha que parecía haber sido escenario de lo peor de la carnicería. La mezcla dispar de sangre, putrefacción y pólvora formaba un hedor repulsivo que inundaba la densa atmósfera. Kraven se preguntó vagamente quién habría ganado la batalla, ¿los Ejecutores o los licanos?

Qué más da,
pensó con tristeza.
Los dos bandos me quieren muerto.

Se volvió con nerviosismo para mirar atrás y escudriñó las sombras en busca del destello de la poderosa espada de Viktor. Al cabo de unos instantes, volvió a mirar hacia delante. El corazón no-muerto le dio un vuelco al atisbar de repente a un hombre-lobo encorvado a pocos centímetros delante de él.

Kraven tragó saliva. Tenía la boca seca como la tiza. Por los dioses, casi se había dado de bruces con aquel monstruo infernal.

La bestia estaba de espaldas a Kraven y parecía estar atareada consumiendo la carne de un Ejecutor caído. Los cuerpos de otros dos hombres-lobo yacían sobre el suelo y sus cadáveres peludos tenían las marcas de las botas de un grupo de vampiros o licanos que había pasado sobre ellos en retirada. Grotescos crujidos y sonidos de succión emanaban de las fauces babosas del ensimismado monstruo mientras se daba un banquete entusiasta con los restos de uno de los antiguos camaradas inmortales de Kraven.

¿A quién estaría devorando con tanta voracidad? Kraven no iba a quedarse allí a esperar la oportunidad de echar un vistazo a la cara del vampiro muerto. Conteniendo el aliento, empezó a retroceder lo más lenta y silenciosamente posible. Confiaba en que la glotona bestia estuviera demasiado ensimismada en su banquete como para reparar en su llegada… y su abrupta desaparición.

Sin embargo, a pesar del sigilo con que se estaba alejando el vampiro, algún sonido u olor atrajo la atención del hombre-lobo. Levantó la colosal cabeza del torso mordisqueado de su almuerzo y giró las peludas orejas en dirección a Kraven. Un segundo más tarde, se volvió a cuatro patas y husmeó con mucha atención el túnel.

Kraven ya no estaba a la vista. Su musculoso cuerpo estaba escondido en un nicho oscuro más pequeño que el menor de los lavabos de la mansión. Se pegó todo lo que pudo a las paredes mohosas y resbaladizas, tratando de volverse infinitamente más pequeño y fundirse con las sombras. Por desgracia, a diferencia de lo que ocurría con los coloridos vampiros de la ficción, no podía convertirse en un murciélago y escapar volando.

Se quedó allí, empapado de sudor y con la mano metida en la boca para no sollozar en voz alta, hasta que el hambriento animal reanudó su horripilante banquete. El sonido de los huesos que crujían y los órganos que explotaban siguió a Kraven mientras se alejaba de la horripilante escena de la carnicería.

• • •

La cámara principal.

Soren retrocedió involuntariamente mientras Raze completaba su obscena metamorfosis. El musculoso licano negro ya no parecía ni remotamente humano; en su lugar, un hombre-lobo completamente transformado se erguía frente a Soren sobre el suelo cubierto de barro del olvidado bunker. Llovía agua helada sobre ellos y se movían chapoteando en círculos entre grasientos e iridiscentes charcos, trabados en una danza letal de garras, colmillos y látigos de plata.

Eso es, animal
, lo desafío Soren en silencio.
¡Trata de superar mis látigos!
Se sentía como un domador de leones manteniendo a raya a un rebelde carnívoro. Con un látigo en cada mano, hacía restallar la plata en el espacio que lo separaba de Raze. Las dos armas estaban manchadas de brillante sangre de licano.
Acabemos con esto de una vez y para siempre.

Sendas marcas lívidas pintaban de color rojo el hocico de Raze, allí donde los látigos de Soren lo habían alcanzado. La ropa del licano estaba a sus pies, hecha jirones, reemplazada por un pelaje erizado y áspero de color negro. Los ojos azul cobalto observaban a Soren con furiosa determinación. Un gruñido sordo brotaba de las profundidades del amplio pecho del hombre-lobo.

Soren decidió tomar la ofensiva y volvió a atacar con los látigos. Los cables de plata atravesaron la lluvia pero, en lugar de apartarse de ellos con miedo, el herido licántropo alargó las dos manos y agarró un látigo en cada zarpa. Empezó a brotar humo de sus pezuñas mientras la cáustica plata le quemaba las almohadillas coriáceas, pero a pesar de ello aguantó el tiempo suficiente para arrancárselos a Soren de las manos.

¡Por el Infierno!
El moreno vampiro se encontró de repente con las manos vacías. En un gesto instintivo trató de desenfundar la pistola pero al instante recordó que los suspicaces licanos se la habían confiscado antes.

Estoy acabado, comprendió, pero que me aspen si demuestro temor delante de un babeante chucho.

—¡Vamos, capullo! —desafió a Raze.

Rugiendo como una manada entera de licántropos, el hombre-lobo se abalanzó sobre Soren con demoníaca velocidad. Chocó contra el vampiro con la fuerza de un tren bala y lo derribó sobre un charco profundo de agua turbia. Soren trató de resistirse con todas sus fuerzas y los dos inmortales forcejearon violentamente en el barro. El vampiro clavó los dedos en el hirsuto cuello de la bestia, tratando de mantener las fauces de Raze alejadas de su garganta pero las gruesas zarpas del hombre-lobo le hundieron la cabeza y los hombros bajo la superficie del charco. El vampiro tragó agua y se atragantó y soltó sin darse cuenta el cuello del monstruo.

El hocico lupino de Raze se precipitó sobre el charco, como un ave de presa lanzándose contra un banco de peces, y las turbulentas aguas cobraron una brillante tonalidad rojiza mientras sus poderosas mandíbulas se cerraban sobre el cráneo centenario de Soren.

El fiel jenízaro no tuvo siquiera tiempo de preguntarse cómo le habría ido a Lord Kraven sin él.

• • •

Solazado por la fuerza y velocidad de su cuerpo lupino, Raze saboreó con deleite el cerebro de Soren. El salvaje júbilo de la matanza complacía a la bestia en que Raze se había convertido y levantó el hocico manchado de sangre de la masa carmesí mientras sus ojos y sus oídos buscaban ávidamente nuevas presas.

Sus bestiales plegarias fueron respondidas por la aparición, al otro lado de un agujero en un muro, de cuatro Ejecutores más que avanzaban por el pasillo, dirigidos nada más y nada menos que por el mismísimo Viktor. Sus aguzados sentidos percibieron que el Antiguo venía ataviado con las arcaicas vestimentas y los dorados adornos de una era anterior pero el transformado licántropo sentía menos interés por los antiguos ropajes de Viktor que por la carne y la sangre sabrosas que había debajo de ellos.

Soren no había sido más que un aperitivo. Raze quería más.

Con los colmillos al descubierto, atravesó el muro para arrojarse sobre los desprevenidos sanguinarios. Primero atacó a Viktor, impaciente por desgarrar su garganta inmortal con sus dientes. Luego haría trizas a los demás vampiros, al igual que había acabado con Soren y con aquel Ejecutor en los túneles del metro hacía dos noches.

La vida era muy hermosa…

Pero, sin apenas despeinarse, Viktor alargó el brazo y cogió a Raze por la garganta. Sin el menor esfuerzo levantó al sorprendido licántropo con una mano y lo apartó de sí mientras Raze se estremecía y convulsionaba tratando de escapar y lanzaba inútiles dentelladas que sólo mordían el aire vacío. Atacó con las garras el brazo extendido que lo sostenía en vilo pero sus afiladas uñas no tuvieron ningún efecto sobre el impasible Antiguo: unos ojos fríos y cristalinos lo examinaron con guardado divertimento.

¿Qué demonios eres tú?
El cerebro animal de Raze trataba desesperadamente de comprender. Aquello era imposible. Él nunca había temido a un vampiro.

Hasta ahora.

• • •

¡CRAK!

Viktor le partió el cuello al monstruo con un movimiento de muñeca y a continuación dejó caer al suelo su cadáver animal y lo apartó de una patada sin demasiado entusiasmo.

Interesante,
se dijo con calma. Había pasado más de un siglo desde la última vez que matara a un licano con las manos desnudas. Le complacía descubrir que aún disfrutaba de la experiencia.
Algunas cosas no cambian nunca, según parece.

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