Título (4 page)

Read Título Online

Authors: Autor

BOOK: Título
5.75Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Creía que ese TIE estaba siendo pilotado por el comandante Antilles. Quiero decir que… Bueno, sólo alguien tan bueno como él habría podido acabar con vosotros tres.

Un repentino temblor hizo oscilar las puntas de las colas cefálicas de Nawara Ven.

—Al parecer, ese hombre es tan bueno como el comandante Antilles.

Rhysati asintió.

—Me dejó realmente asombrada, creedme.

—Por lo menos tú pudiste verle. —El gandiano puso su trío de dedos sobre el casco del simulador de Corran y tabaleó suavemente—. Eliminó a Ooryl mientras Ooryl intentaba acabar con su pareja de vuelo, y Ooryl quedó convertido en hidrógeno libre esparcido por el espacio de simulación. Ese tipo es muy, muy bueno…

—Oh, claro. Pero ¿quién es? —Corran frunció el ceño—. Obviamente no es Luke Skywalker, pero estuvo con el Escuadrón Rebelde en Bakura y sobrevivió a Endor.

Los ojos rojizos del twi'lek destellaron.

—Y había un punto negro en el centro de su tira de Endor. Eso quiere decir que también sobrevivió a la misión de la Estrella de la Muerte.

Rhysati deslizó el brazo derecho alrededor del cuello de Corran y le empujó suavemente el mentón con el puño.

—¿Qué importa quién sea en realidad?

—¡Rhys, eliminó a tres de nuestros mejores pilotos y me dejó paralizado en el espacio…, y dice que está un poquito oxidado! Quiero saber quién es porque no cabe duda de que es peligroso.

—Lo es, pero no es el piloto más peligroso. Ese honor te corresponde a ti. —Rhysati deslizó su otro brazo alrededor del codo derecho de Nawara—. Así pues, Corran, olvida de una vez que fuiste agente de las fuerzas de seguridad y tú, Nawara, olvida de una vez que fuiste abogado y dejad de darle vueltas a este asunto. Ahora todos somos pilotos, todos estamos en el mismo bando… —sonrió con dulzura—, y el hombre que ha conseguido acabar con la maldición del escenario del
Redención
está a punto de cumplir todas esas promesas sobre una cena y unas cuantas copas que les hizo a sus compañeros de vuelo para que le ayudaran a alzarse con la victoria.

2

Wedge Antilles saludó al almirante Ackbar y mantuvo el saludo hasta que el mon calamariano se lo devolvió.

—Le agradezco que haya accedido a recibirme, señor.

—Verle siempre es un placer, comandante Antilles. —Sin mover la cabeza, Ackbar dirigió un ojo hacia el otro humano presente en su despacho—. El general Salm y yo estábamos analizando el impacto que supone volver a tener al Escuadrón Rebelde en la flota. Salm opina que ya están preparados para entrar en acción, y no cabe duda de que la lista de nombres es impresionante.

El piloto de caza de cabellos castaños asintió.

—Sí, señor. Precisamente quería hablar con usted de ese tema, si es posible… —Wedge vio cómo el rostro de Salm se ensombrecía—. Se han llevado a cabo ciertos cambios sin consultarme previamente.

Salm dejó de contemplar el globo azul suspendido en un rincón del despacho y juntó las manos detrás de la espalda.

—Existen ciertas circunstancias más allá de nuestro control que han hecho necesarios esos cambios, comandante Antilles.

—Soy consciente de ello, señor. Los tenientes Hobbie Klivan y Wes Janson harán un excelente trabajo con los nuevos escuadrones de adiestramiento. —«No quería perderlos, pero lo cierto es que ya había perdido esa batalla hace mucho tiempo».— Y también comprendo el porqué la mitad de vacantes de mi escuadrón son adjudicadas a nombramientos políticos…

Ackbar levantó la cabeza.

—Pero ¿no lo aprueba?

Wedge logró contenerse y se calló la réplica sarcástica que había acudido a sus labios.

—Almirante, he pasado una gran parte de los dos años y medio transcurridos desde que murió el Emperador recorriendo mundos que acababan de incorporarse a la Alianza porque alguien decidió que nuestros nuevos aliados necesitaban ver que teníamos héroes, y que no todos éramos los bandidos que el Imperio afirmaba que éramos. He dado discursos, he besado bebés y he posado para que me sacaran hologramas junto a muchos más líderes mundiales de los que nunca supe que existieran. Estuve allí cuando nuestra maquinaria propagandística convirtió al Escuadrón Rebelde en la aguja que hizo estallar los globos de las Estrellas de la Muerte del Emperador.

Los labios del general humano que dirigía el centro de adiestramiento de cazas estelares de la Rebelión en Folor se curvaron en una sonrisa helada.

—Entonces supongo que comprende por qué es tan importante que nuestros aliados dispongan de representantes dentro de nuestro escuadrón más famoso y admirado.

—Sí, pero también sé distinguir entre un verdadero escuadrón de caza y el monstruo en que han convertido al Escuadrón Rebelde. El Imperio no se va a tirar al suelo y dejarse morir meramente porque vea aparecer a una docena de naves dentro de un sistema.

—Por supuesto que no.

—Pero eso es lo que está sugiriendo nuestro cuerpo diplomático, general. Los bothanos quieren tener un piloto en el Escuadrón Rebelde porque ellos descubrieron la existencia de la segunda Estrella de la Muerte y nosotros acabamos con ella. Y también comprendo por qué es importante que tengamos a dos thyferranos: debemos mantener contentos a los dos conglomerados que controlan la producción de bacta, ¿verdad?

Ackbar alzó una mano palmeada.

—Comandante, creo que la pregunta realmente pertinente es la de si los pilotos seleccionados son inferiores a otros candidatos.

—No lo son, señor, pero…

—¿Pero?

Wedge hizo una profunda inspiración de aire y después lo dejó escapar muy despacio. «Luke me estaría diciendo que la ira no te ayuda en nada. Tiene razón, desde luego, porque la ira no me acercará ni un milímetro a lo que realmente quiero conseguir…».

—Almirante, estoy al mando de un escuadrón de caza. Somos un escuadrón de elite, y lo único que quiero cambiar de mi unidad es nuestro índice de supervivencia. Usted me ha permitido elegir entre los nuevos pilotos que se están incorporando a nuestras fuerzas, y he acabado formando un grupo magnífico. Con un poco más de adiestramiento, creo que puedo llegar a convertirlos en la clase de unidad que llenará de auténtico terror los corazones de los imperiales. Y —añadió, dirigiendo una inclinación de cabeza al general Salm— estoy totalmente de acuerdo con la selección de todos los pilotos de la lista de que disponen salvo en dos casos: Rebelde Cinco y mi oficial ejecutivo.

—El teniente Deegan es un excelente piloto.

—Cierto, general, pero es corelliano…, igual que yo y que Corran Horn. Me parece que el hecho de que Corellia disfrute de un exceso de representación dentro del Escuadrón Rebelde no es políticamente prudente.

Uno de los ojos de Ackbar tembló de manera casi imperceptible.

—¿Ha pensado en alguien para sustituirle?

Wedge asintió.

—Me gustaría utilizar a Gavin Darklighter.

Salm se apresuró a menear la cabeza.

—No es más que un joven granjero de Tatooine convencido de que al ser capaz de matar ratas womb a tiros desde un deslizador de superficie puede llegar a convertirle en un héroe.

—Disculpe, señor, pero Luke Skywalker no era más que un joven granjero de Tatooine cuya capacidad para matar ratas womb a tiros desde un deslizador de superficie acabó convirtiéndole en un héroe.

La respuesta de Wedge hizo que el general torciera el gesto.

—No pretenderá sugerir que Darklighter posee el mismo control de la Fuerza del que dispone el comandante Skywalker.

—No soy un experto en ese tema, señor, pero lo que sí sé es que Gavin tiene tanto valor y entusiasmo como Luke. —Wedge se volvió hacia el mon calamariano—. Gavin tenía un primo, Biggs, que estuvo con Luke y conmigo en la trinchera de Yavin. Biggs se quedó con Luke cuando me ordenaron que me retirase, y murió en Yavin. Gavin vino a verme y me dijo que quería unirse a mi escuadrón.

—Lo que el comandante Antilles no le está diciendo, almirante, es que Gavin Darklighter sólo tiene dieciséis años. Es un niño.

—Pues viéndole nadie lo adivinaría.

Un tenue estremecimiento recorrió las espinas faciales de Ackbar.

—Discúlpenme, caballeros, pero determinar la edad de un ser humano basándose en pistas visuales es una habilidad que nunca he conseguido llegar a dominar. Aun así, creo haber entendido al general Salm. Darklighter es francamente joven, ¿no?

—¿Está sugiriendo el almirante que alguien, en algún lugar situado dentro de los confines de la Alianza, no querrá aceptar a Gavin cuando necesitemos meter a un piloto dentro de la cabina de un ala-X? Creo que el comandante Varth estaría encantado de tenerle a bordo.

—Quizá, comandante Antilles, pero Varth tiene mucho más éxito a la hora de mantener con vida a sus pilotos que usted. —La calma con que habló Ackbar impidió que la observación se convirtiera en un hiriente reproche, pero por muy poco—. Y sí, ya sé que el comandante Varth nunca ha tenido que enfrentarse a una Estrella de la Muerte.

El líder del Escuadrón Rebelde frunció el ceño.

—Señor, Gavin vino a verme porque Biggs y yo éramos amigos. Creo que tengo la obligación de ayudarle en todo lo que pueda. Incluso el general Salm estará de acuerdo en que las puntuaciones que Gavin ha obtenido en las pruebas son magníficas: dentro de tres días se enfrentará al escenario del
Redención
, y espero que la puntuación que obtenga en esa prueba no tenga nada que envidiar a la de las anteriores. Quiero que Gavin forme pareja con Shiel, el shistavaniano. Pienso que pueden llegar a ser un buen equipo. —Extendió las manos—. Gavin está totalmente solo en el mundo y busca un nuevo hogar. Permítanme incluirlo en el Escuadrón Rebelde.

Ackbar miró a Salm.

—Dejando aparte ese nebuloso problema de la edad, ¿tiene algún motivo para oponerse a esta elección?

Salm miró a Wedge y acabó inclinando la cabeza.

—En este caso, y si Darklighter obtiene una buena puntuación en su prueba del
Redención
, no veo por qué no podemos permitir que el comandante Antilles se salga con la suya.

«Esto quiere decir que mi elección para el puesto de OE se va a encontrar con la máxima oposición posible…, que era justamente lo que me esperaba».

—Muchísimas gracias, general.

La boca de Ackbar se abrió en la imitación mon calamariana de una sonrisa.

—Me parece que ha conseguido imitar a la perfección el grado de sarcasmo habitual en el general Solo.

—Lo siento, señor. —Wedge sonrió, y después unió las manos detrás de su espalda—. También me gustaría poder albergar la esperanza de que el general acabe permitiéndome elegir a mi propio oficial ejecutivo.

El almirante miró a su comandante de cazas estelares.

—¿Quién ocupa esa posición actualmente?

—La capitana Aril Nunb. Es la hermana de Nien Nunb, uno de los otros héroes de Endor. Sus capacidades de pilotaje son tan elevadas como las de su hermano, y trabajó durante mucho tiempo con él en sus días de contrabandista. Sullusta nos está proporcionando ayuda, y no cabe duda de que tenerla en el Escuadrón Rebelde incrementaría el nivel de ayuda del gobierno de SoroSuub.

—¿Tiene algo que decir en contra de esa evaluación?

Wedge meneó la cabeza.

—No, señor.

—¿Y entonces cuál es el problema?

—Aril Nunb es una piloto maravillosa, almirante, y me encantaría tenerla en mi escuadrón, pero no como mi OE. Para ocupar ese puesto necesito a alguien que pueda ayudar a adiestrar a mis pilotos. Lo que hace Aril y lo que hace su hermano es… Bueno, para ellos se trata de algo intuitivo, y no pueden enseñárselo a otros pilotos. Como mi OE, se sentiría frustrada y mis pilotos se sentirían frustrados, y yo tendría que enfrentarme a un auténtico caos.

—¿Y ha pensado en otro candidato?

—Sí, señor. —Wedge miró al general Salm y se preparó para soportar su reacción—. Quiero a Tycho Celchu.

—¡Desde luego que no! —La explosión que Wedge había esperado de Salm no le desilusionó—. Almirante Ackbar, no permitiré bajo ninguna circunstancia que Celchu pueda acercarse a un escuadrón en activo. El mero hecho de que no esté en la cárcel no me impulsa a desear tenerlo bajo mi mando.

—¡La cárcel! —Wedge se había quedado boquiabierto—. Ese hombre no ha hecho nada que merezca ser castigado con el encarcelamiento.

—No se puede confiar en él.

—Pues yo creo que sí.

—Vamos, Antilles…, ya sabe por qué clase de experiencias ha pasado, ¿no?

—Lo que sé es que Tycho Celchu es un héroe, y que sus heroicidades están muy por encima de cuanto pueda haber hecho yo. En Hoth luchó como un demonio, y en Endor pilotó un ala-A de tal manera que consiguió que toda una escuadrilla de cazas TIE perdiera su tiempo persiguiéndolo a través de la Estrella de la Muerte. Los mantuvo alejados de nosotros cuando Lando y yo pasamos al ataque y volamos el reactor de la instalación. Combatió en Bakura y después tomó parte en misiones subsiguientes con el escuadrón, y luego se ofreció voluntario…, y se ofreció voluntario, general, para pilotar un caza TIE capturado e ir a Coruscant en una misión secreta. Fue capturado. Escapó. Eso es todo.

—Eso es todo lo que usted quiere ver, Antilles.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Usted dice que Celchu escapó. —El rostro de Salm se endureció hasta convenirse en una máscara de acero—. Bien, quizá le dejaron marchar.

—Oh, claro. Igual que hicieron en Endor, ¿no? —Wedge torció el gesto, haciendo un terrible esfuerzo para controlar la ira que sentía crecer en su interior—. Está peleando con fantasmas, general.

Salm inclinó la cabeza en un lacónico asentimiento.

—Tiene razón. ¿Y sabe por qué lo hago? Porque quiero evitar que usted y sus pilotos acaben convertidos en fantasmas.

—Bien, pues yo también quiero evitar que eso llegue a ocurrir, y tener a Tycho con nosotros para que adiestre a mis pilotos les proporcionará las máximas posibilidades de supervivencia.

Salm alzó las manos hacia el techo, visiblemente disgustado, y miró al almirante Ackbar.

—¿Lo ve, almirante? Se niega a atender a razones. Sabe que el capitán Celchu es una amenaza, pero prefiere cerrar los ojos ante la realidad.

—Prestaré oídos a cualquier razón en cuanto vea el producto de un poco de razonamiento, señor.

Ackbar alzó las manos.

—Caballeros, por favor… Comandante Antilles, debe admitir que los temores del general Salm tienen su parte de validez. Si hubiese alguna forma de disiparlos, quizá podríamos llegar a un acuerdo.

Other books

Winds of Change by Anna Jacobs
The Song of the Siren by Philippa Carr
Pros and Cons by Janet Evanovich
Dragon's Eden by Janzen, Tara