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«Quizá ésa ha sido la diferencia entre esta vez y las otra…».
—Le agradezco que me proporcione esa nueva perspectiva, señor.
—También quería felicitarle por la forma en que supo recuperarse ahí fuera. Se encontraba en una situación muy difícil, y logró salir de ella de una manera bastante airosa.
—Fue más cuestión de suerte que de ninguna otra cosa, señor. Si esa segunda andanada me hubiera dado de lleno, ahora me encontraría a bordo de ese Interdictor y Talasea estaría siendo atacada.
—Llámelo como quiera, señor Horn, pero no cabe duda de que lo hizo bastante bien. —Wedge meneó la cabeza—. La forma en que acabó con esos dos enemigos después de que sus sistemas hubieran dejado de funcionar fue muy impresionante.
—Como le dije al capitán Celchu, él se encargó de la parte más difícil y yo me limité a apretar el gatillo. Si hubieran conseguido salir de sus miras, nunca hubiese podido darles. —Corran frunció el ceño—. Y eso me lleva a una pregunta, señor.
—¿Sí?
Corran se detuvo, y unos zarcillos de neblina grisácea ondularon entre los dos.
—El capitán Celchu consiguió obtener una fijación para torpedos sobre esos dos enemigos. ¿Por qué no los destruyó él mismo?
Wedge titubeó durante unos segundos antes de responder, lo que tuvo el efecto instantáneo de poner en guardia a Corran.
—La
Prohibido
está siendo modificada con vistas a los adiestramientos para que pueda simular el perfil de una cañonera de asalto. La lanzadera cuenta con el paquete sensor para los cohetes de demolición, pero no transporta ninguno…, y aunque los transportara no podría lanzarlos.
—¿Y entonces por qué no los destruyó con sus láseres? Las lanzaderas de la clase Lambda disponen de cañones láser.
Cuando llegó por fin, la réplica de Wedge sonó sorprendentemente seca y llena de frustración.
—La
Prohibido
no.
Corran bajó la mirada hacia el suelo.
—Comandante, vi cómo personal de seguridad de la Alianza escoltaba al capitán Celchu por todo Folor. Nunca ha contado con armas de un nivel de energía realmente operativo a bordo de su Z-95…, ¿y ahora usted me está diciendo que a su lanzadera le han quitado los cañones láser a pesar de que íbamos a viajar por sectores del Núcleo altamente disputados? ¿Qué está pasando aquí?
Wedge hizo una profunda inspiración de aire, y después lo dejó escapar muy despacio.
—¿Le ha hablado a alguien más de la escolta de seguridad?
—No, yo sólo…
—Teniente, quiero que entienda dos cosas. La primera es que tengo la máxima confianza posible en el capitán Celchu. No tengo absolutamente ninguna reserva acerca de él, su servicio, sus capacidades o su compromiso con la Alianza. ¿Me ha entendido?
—Sí, señor.
—La segunda es que la cuestión a la que alude es de naturaleza privada, y que concierne únicamente al capitán Celchu. Debido a ella, el capitán ha accedido a someterse a ciertas limitaciones. Él es la única persona que puede hablar de ese asunto, pero tanto él como yo creemos que sacarlo a relucir sólo serviría para crear una distracción dentro de la unidad.
«Como si el no saber nada sobre ella no fuera a suponer una distracción para mi…».
—¿Significa eso que no puedo preguntárselo directamente al capitán?
Wedge se cruzó de brazos.
—Usted ha sido agente de la ley, Corran, y por eso le resulta mucho más fácil y natural sentir suspicacia que confianza. Quiero que se haga una pregunta a sí mismo, ¿de acuerdo? Si pudo confiar en él para que le ayudara a destruir esos dos cazas enemigos, ¿no cree que puede llegar hasta el final en lo que se refiere a la confianza? Celchu no tenía por qué salvarle, pero lo hizo…, sabiendo que si los interceptores se volvían contra él estaría tan muerto corno usted.
—Entiendo adónde quiere ir a parar, señor —dijo Corran, asintiendo lentamente—. No le estoy diciendo que no vaya a preguntárselo, a menos que usted me ordene que no lo haga, pero le aseguro que no hablaré con nadie más del asunto. Y si el capitán se niega a responder a mis preguntas… Bien, supongo que entonces tendré que aguantarme. El capitán Celchu me salvó la vida, así que por lo menos le debo eso.
—Perfecto.
—Una cosa más, señor.
—¿Sí, teniente?
Corran volvió la mirada hacia el
Patinaje del Pulsar
.
—Cuando estábamos allí, usted dijo que la Fuerza de Seguridad de Corellia nunca logró capturar a los piratas que habían destruido la estación de Gus Treta y matado a sus padres. Mi padre se ocupó de ese caso, y dedicó muchos esfuerzos a él. Nunca llegó a darse por vencido, sino que sencillamente… Bueno, el canso es que no disponía de las conexiones al otro lado de la ley con que contaba usted. —Tragó saliva—. Creo que si mi padre hubiera sabido que Toberas Terrik le estaba ayudando a dar con esos piratas, hubiera sido un poco más indulgente con él y Toberas no habría tenido que pasar todo ese tiempo en las minas de especia.
Wedge estiró el brazo y le dio una suave palmada en el hombro.
—Toberas no era un Jedi, obviamente, pero tampoco se había vuelto hacia el lado de los Sith, y el tiempo que pasó en Kessel le obligó a dejar el contrabando. Cuando Mirax pueda disponer de un momento en el que se sienta algo más dispuesta a la sinceridad, probablemente admitirá que los cinco años que pasó en la oscuridad de las minas fueron beneficiosos para su padre.
—Dudo que ella y yo vayamos a compartir muchos momentos propicios a la sinceridad, señor.
—¿De veras? Pues yo creo que los dos podrían acabar llevándose bastante bien.
—Nuestros padres se odiaban abiertamente el uno al otro, señor, y eso no constituye los mejores cimientos posibles para una amistad duradera. —Corran meneó la cabeza—. Además, Mirax Terrik es amiga suya y…
—Pero sólo es una amiga. O más bien una hermana, dado que se quedaba a vivir con nosotros cuando su padre tenía que hacer algún viaje especialmente peligroso.
«Así que mi oficial superior la considera como una hermana, ¿eh? Eso sí que constituye todo un incentivo para llegar a conocerla mejor…»., pensó Corran, y sonrió.
—Me lo tomaré como una especie de consejo, señor.
—Hágalo, teniente. Tener amigos nunca le ha hecho daño a nadie.
—¡Señor, señor!
Los dos hombres alzaron la mirada para ver cómo Emetrés surgía de la neblina talaseana. «Su oscurísimo color en este mundo tan apagado… No me extraña que el comandante intente darle esquinazo al androide mientras estemos aquí, pero le va a costar bastante».
Wedge miró a Corran, y en cuestión de un instante Corran supo que los dos habían estado pensando exactamente lo mismo.
—Emetrés… Bien, dejaré que discutas las condiciones de su ala-X con el teniente Horn. Localízame en cuanto hayas acabado.
Corran leyó un «Si puedes hacerlo» en la sonrisa de Wedge mientras el comandante del Escuadrón Rebelde giraba sobre sus talones y se alejaba.
—Como desee, señor. —El androide abortó un saludo, y después desplazó cautelosamente sus pies en un lento giro para volverse hacia Corran—. Acerca de su ala-X…, señor, los daños no son tan considerables.
—¿Qué me dices de Silbador?
—Ah, se refiere a su unidad R2. —El androide inclinó su cabeza en forma de concha de una manera casi imperceptible—. Su Silbador se pondrá bien. Se autodesconectó antes de que la andanada iónica pudiera producir el efecto de desconexión masiva, y ello fue posible en virtud de que el disparo estuvo a punto de fallar el blanco. Debo decirle, señor, que inicialmente pensé que…
—Sí, Emetrés, te lo agradezco. Pero… ¿Silbador volverá a funcionar sin problemas?
—Creo que sí, señor, aunque pudo ocurrir lo peor.
—¿Lo peor? —preguntó Corran, y enseguida lamentó haber invitado a Emetrés a que se explican.
—Bien, señor, una conexión energética quedó polarizada negativamente y eso impidió que se llevara a cabo la reinicialización automática. Muchos considerarían que se trata de un problema menor. La conexión tendrá que ser sometida a un reacondicionamiento térmico, pero aquí disponemos de las instalaciones necesarias para ello porque los colonos solían utilizar androides agrícolas y este mundo padece algunas tempestades bastante violentas durante cada estación lluviosa.
—Todo eso es realmente fascinante, Emetrés. —Corran sonrió—. Deberías pedirle al comandante Antilles que te permitiera informar al escuadrón acerca de la climatología de este planeta. —«Así que el comandante quería utilizarme para poder huir del androide, ¿eh?».—. En realidad, deberías exigírselo.
—¿Exigírselo? Oh, cielos…
—Insiste enérgicamente. Quince o veinte minutos de razonar con él deberían convencerle de la necesidad de ello. —Corran asintió solemnemente—. Y ahora, volvamos a mi ala-X. Perdí un estabilizador lateral fi-invertido.
—Correcto, señor. —Emetrés le entregó un cuaderno de datos—. He introducido los impresos de solicitud para dicho componente en este cuaderno de datos. Si tiene la bondad de rellenarlos y de cumplimentar un informe de incidentes, haré que el capitán Celchu los repase y le pida al comandante Antilles que los firme. Después transmitiremos la información al general Salm. Deberíamos disponer del componente dentro de un mes o, como mucho, de dos.
Corran sintió que se le aflojaba la mandíbula.
—¿Uno o dos meses?
—Sí, señor. Usted se trajo su ala-X consigo, y nunca lo ha entregado formalmente a la Alianza. A fin de evitar que los individuos utilizaran la Alianza como si fuera un depósito de mantenimiento, la regulación 119432, subsección 5, párrafo 3, dice con toda claridad que «los aparatos no pertenecientes a la Alianza que estén aliados con o se encuentren operando bajo las órdenes de un comandante de la Alianza recibirán las piezas y el mantenimiento necesarios según lo considere adecuado el oficial al mando y/o el oficial a cargo de la entrega de piezas y de la asistencia de mantenimiento para dicho aparato. Si dicho aparato queda dañado en cualquier acción que no haya sido planeada o aprobada previamente (véase sección 12, párrafo 7, para una lista de excepciones), todos los daños se considerarán no relacionados con la Alianza y en tal caso dicho aparato será reparado únicamente después de que se hayan completado todas las reparaciones de los aparatos que hubieran resultado dañados en acciones aprobadas». Bien, en cuanto a las excepciones…
—Ya es suficiente, Emetrés —dijo Corran, dándose masaje en las sienes—. ¿Es la única forma de conseguir un nuevo estabilizador?
—Conozco con todo detalle las reglas y los reglamentos de más de seis millones de distintas organizaciones militares y paramilitares, señor, y no hay nada que…
El piloto golpeó la negra placa pectoral del androide con un nudillo, y eso detuvo la letanía.
—Emetrés, tiene que haber otros estabilizadores laterales fi-invertidos en existencia aparte de los que tenemos guardados en todos los almacenes y naves de la Alianza. Tanto los Z-95 Cazadores de Cabezas como los Incom T-47 Deslizadores del Aire utilizan ese estabilizador. De hecho, probablemente haya un T-47 averiado en algún lugar de esta base.
—Podría haberlo, señor. —El androide hizo que su cabeza describiera un lento círculo para examinar toda la zona—. Prepararé los impresos necesarios para solicitar una inspección general del sector local.
Dejando caer el cuaderno de datos, Corran extendió los brazos y tomó la cabeza del androide entre las manos. Después tiró de ella, atrayendo la abertura facial de Emetrés hacia él.
—No me estás entendiendo, Emetrés. Los impresos y las solicitudes requerirán mucho tiempo. Sin ese componente, no puedo volar. Si no puedo volar, quedaré atrapado en el suelo y entre esta neblina y eso hará que la vida me resulte insoportable, y no quiero que eso llegue a ocurrir. Tiene que haber algunos componentes que…
—Y reglas que deben ser observadas.
—¡Al cuerno con las reglas!
El androide dio un paso hacia atrás, y la condensación que se había ido acumulando sobre su cabeza le permitió escapar de la presa de Corran.
—¡Señor, pensaba que si existía algún miembro del Escuadrón Rebelde que fuese capaz de valorar la adherencia a las reglas tenía que ser precisamente usted!
Corran suspiró.
—Las reglas tienen su sitio, pero no cuando se vuelven perjudiciales. ¿No podrías sacar el componente de algún sitio aunque fuera saltándote las reglas?
El androide se quedó totalmente inmóvil, con los parpadeos luminosos de sus ojos como única indicación de que seguía funcionando. Al principio el piloto corelliano agradeció el cese del parloteo del androide, pero el silencio se prolongó durante mucho más tiempo de lo que jamás había podido disfrutar de él en presencia de Emetrés.
Los destellos oculares se volvieron asincrónicos, y eso empezó a preocupar un poquito a Corran.
—¿Emetrés?
Los ojos del androide se oscurecieron durante un momento, y después sus miembros y su cabeza temblaron tan violentamente como si acabara de ser fulminado por un rayo.
—¿Emetrés?
Los ojos volvieron a encenderse, y Corran hubiese jurado que la claridad que despedían era un poco más potente que antes.
—Protocolo de obtención irregular activado, señor. —El androide se inclinó y recogió el cuaderno de datos del suelo. Le echó un vistazo, y después meneó la cabeza—. Enviaré una petición a través de los canales reglamentarios, pero creo que podré encontrarle algo antes de que recibamos cualquier tipo de notificación o ayuda del mando. Usted es un piloto, y mi trabajo consiste en asegurarme de que pueda seguir combatiendo. Considérelo hecho.
Corran pensó que incluso la voz parecía distinta.
—¿Te encuentras bien, Emetrés? ¿Te está afectando toda esta humedad?
—Estoy perfectamente, señor. La humedad no es ningún problema. —Una luz ocular parpadeó rápidamente—. Puede que haya contraído la sombra de algún virus, pero no es nada de lo que haya que preocuparse.
«¿Estoy soñando, o este androide acaba de guiñarme un ojo?».
—¿Estás seguro?
—Sí, señor. —El androide le saludó marcialmente—. Si no tiene nada más que decirme, señor, empezaré a ocuparme del asunto inmediatamente. Y también haré que le envíen el equipo a su alojamiento, señor.
—Gracias, Emetrés. —Corran le devolvió el saludo—. Puedes irte.
El androide giró sobre un talón y empezó a alejarse. Corran le siguió con la mirada, y luego se estremeció.