—¿Cuándo se supone que tenemos que hacerlo? —preguntó Patrice—. Alguien se dará cuenta.
Lucas empezó a decir:
—Tal vez por la noche…
—Un momento —interrumpió Vic—. He tenido una idea estupenda. ¿Qué tal el día del baile de otoño?
Solo faltaba una semana para el baile más importante de la Academia Medianoche, la versión vampírica de un baile de instituto. Ranulf tenía una cita, pero por lo que yo sabía era el único. Cuanto más vueltas le daba a la idea, más me gustaba.
—Todo el mundo estará fuera ocupado, y la gente se dispersará para darse el lote, tomar una cerveza a escondidas o lo que sea. Es una buena tapadera para hacer prácticamente cualquier cosa que nosotros queramos.
—Nada de «nosotros» —replicó Lucas—. Es demasiado peligroso para ti.
Quise rebatírselo, pero, en ese caso, Lucas no estaba siendo sobreprotector. Enviar a un espectro a localizar trampas contra espectros era como enviar a un vampiro a inspeccionar una fábrica de estacas.
—Bueno, entonces podré mirar mientras vosotros estáis ocupados. Será una distracción perfecta. Balthazar, ¿te acuerdas de que el año pasado tú y yo logramos colarnos en los archivos de la escuela?
En cuanto hube hablado, deseé haber podido retirar esas palabras de inmediato; nunca era buena idea recordarle a Lucas, o a Balthazar, que este último y yo habíamos tenido una cita el año anterior.
El silencio que se originó creó cierta incomodidad en la sala, hasta que Vic no pudo más.
—¡Muy bien! —dijo en un tono excesivamente animado—. Así que vamos a ir al baile de otoño. Ranulf y yo ya tenemos acompañantes… ¿Qué decís de vosotros?
—¿Desde cuándo tienes tú acompañante? —pregunté uniéndome a su esfuerzo por animar el ambiente de la velada.
Vic pareció avergonzado. Ranulf explicó:
—Al preguntarle, mi acompañante me habló de una amiga agraciada en belleza pero desafortunada en amores. Así que lo organizamos para que Vic la acompañase al baile.
—Le has encontrado a alguien —dije—. Vaya, eso está bien.
Entonces se me ocurrió que tal vez Maxie podía sentirse un poco celosa por aquello.
—Yo tenía pensado ir de viaje ese fin de semana —dijo Patrice—, pero supongo que si me quedo podré ponerme mi nuevo vestido Chanel. ¿Qué me dices, Balthazar? ¿Te apetece ser mi compinche?
Balthazar suspiró.
—Sí, claro. Pero uno de estos años me gustaría asistir a la fiesta con alguien que realmente quiera ir conmigo.
—Solo nos queda Lucas —dijo Vic. Hizo una mueca—. Y esto resulta un poco incómodo.
Lucas se encogió de hombros.
—Yo seré el tío que pasa del baile. Me puedo quedar investigando en las habitaciones.
—No —repliqué. Aunque no me gustaba, era la verdad—: La gente que vaya a la fiesta será la que más libertad tenga esa noche. Si no vas, y no estás en tu habitación, los profesores pensarán que te traes algo entre manos.
—¿Quieres que pida una cita a otra chica? —Su incredulidad me habría parecido cómica si la situación no fuera tan grave.
—Bueno, no. Pero ¿no hay nadie con quien puedas ir en plan de amigos? —Vacilé al darme cuenta de que Lucas solo tenía una amiga más en el internado, pero posiblemente ella estuviera de acuerdo—. ¿Skye, por ejemplo?
—¿Y ella entendería que no es una cita? —preguntó Patrice.
—Seguro —contesté—. Estoy convencida de que está buscando a un amigo que la acompañe porque aquí no tiene a su novio.
—Bueno, creo que ya no —dijo Lucas—. Hoy he oído que le decía a Clementine que su novio ha cortado con ella. De todos modos, también ha dicho que no pensaba salir con nadie hasta que hubieran pasado «seis meses después de que el infierno se hiele». Creo que ahora mismo solo quiere amistad. De todos modos, ese no es el problema de verdad.
—No la atacarás —repliqué con un tono de voz tranquilizador—. Te estás volviendo fuerte. Además, te puedes citar con ella en el vestíbulo y mantenerte entre la gente todo el rato. Si fueras a morderla, cosa que no harás, allí habría alguien para detenerte.
Lucas negó con la cabeza.
—Me parece demasiado arriesgado. Dejadme ir con Patrice. Balthazar, tú podrías pedírselo a Skye.
—Yo no he hablado nunca con ella —dijo Balthazar—. Seguramente no sabe ni que existo.
Patrice y yo nos miramos. En realidad, Balthazar era muy poco consciente de su aspecto físico. Tal vez Skye y él no se hubieran hablado nunca, pero era imposible que las chicas heteros o los chicos gays de la Academia Medianoche no supieran perfectamente quién era.
—Entonces pídeselo a otra persona —insistió Lucas.
Con expresión resuelta, Balthazar dijo entonces:
—Me parece que sería bueno para ti que pasaras algo más de tiempo con humanos. —Miró a Vic—. Con humanos no ungidos. Ahora que las cosas se han vuelto complicadas con la señora Bethany, no vas a poder permanecer mucho tiempo en Medianoche. De hecho, tienes que ponerte a prueba. Intentar fortalecer tu autocontrol. Y, como ha dicho Bianca, esta es una gran oportunidad de hacerlo.
—Sí, supongo. —Lucas me miró nervioso—. Bianca, ¿estás segura de esto?
Lo cierto era que yo me sentía un poco celosa. No es que temiera que pudiera ocurrir algo entre Lucas y Skye. Tenía una fe ciega en él. Pero Skye podría arreglarse, ir al baile y bailar con Lucas toda la noche, mientras yo tenía que conformarme con mirar desde el techo vestida con la versión espectral del pijama con el que había muerto. Sin embargo, era una razón demasiado estúpida para resultar preocupante.
—Mientras ella comprenda que solo sois amigos, sí, está bien.
Desde el puf, Vic dejó caer la cabeza hacia atrás y sonrió a Lucas.
—Vale, es algo penoso que tu mejor amigo te consiga una cita —admitió—, pero mucho menos que si es tu propia novia quien te la consigue.
Lucas lo miró con el entrecejo fruncido, pero me di cuenta de que, pese a su aire sombrío, la observación le había hecho gracia.
—Cállate, anda.
Los preparativos para el baile nos llevaron bastante tiempo; como no iba a poder participar en la localización, colaboré tanto como pude en todo lo relacionado con la preparación. Trazamos un mapa de las distintas áreas de la escuela y decidimos quién iba a introducirse en cada una y cuándo.
Lucas parecía poseído por una energía salvaje y desesperada. Era quien más planes hacía, estudiaba más tiempo que antes, y practicaba esgrima con Balthazar durante horas. Pensé que intentaba mantenerse en un continuo estado de cansancio extremo y así sentirse demasiado agotado para pensar detenidamente en el hecho de que, aunque tenía un modo de recuperar la vida, nunca lo aprovecharía. Incluso las clases de baile que Patrice le daba resultaban extremas y carentes de alegría, con Lucas memorizando los pasos como si se tratase de estrategias de combate de la Cruz Negra.
Con todo, a pesar de la importancia de nuestros planes, yo no fui capaz de dedicar todo el tiempo a los preparativos de la búsqueda del baile de otoño. De hecho, a veces incluso me costaba pensar en ello. En mi mente había algo más, igual de importante. Por fin, la noche del miércoles, llegó el momento anhelado.
Aguardé en el bosque, con mi pulsera de coral a mano, ilusionada y nerviosa a la vez, hasta que vi que mi padre se aproximaba. Rápidamente me puse la pulsera y corrí a abrazarlo. Él me tomó en sus brazos, con tanta fuerza y amor que por un instante tuve la sensación de ser aún aquella niña pequeña que, al oír los truenos, corría en brazos de su padre buscando su protección ante los relámpagos.
—¿Está aquí? —susurré.
—Viene de camino. —Papá me apretó las manos—. Se lo he dicho hace un par de horas.
—¿Está bien?
A pesar de la confianza de papá, yo no podía dejar de preocuparme por que mi madre no fuera capaz de aceptarme como espectro.
—Sí.
Noté algo raro en su voz. Incertidumbre. El miedo caló en mí; seguramente papá se dio cuenta, ya que rápidamente empezó a negar con la cabeza.
—Tu madre te quiere. Solo que… bueno, le cuesta aceptar que te haya ocurrido algo tan terrible. Eso es lo que la apena. Pero para ella es muy importante poder estar de nuevo contigo.
«Algo tan terrible». Aquellas palabras resonaron en mi cabeza, y no de forma agradable. Me hubiera gustado reflexionar sobre ellas y descubrir por qué, pero no tuve tiempo. Oí los pasos de mi madre sobre la espesa alfombra de hojas del suelo.
Fijé la mirada más allá de mi padre, buscándola. Sin embargo, como espectro, mi visión nocturna no era ni de largo tan aguda como durante mi vida como vampiro. Así que primero oí a mi madre proferir un grito de espanto.
—¿Mamá?
Me separé un poco de mi padre, me atreví a acercarme más al lindero del bosque y entonces la vi. Estaba quieta, paralizada por el asombro, algo temblorosa, con las manos hundidas en los bolsillos de su largo abrigo.
—Mamá, soy yo.
—¡Oh, Dios mío! —Su voz apenas era audible—. Oh, Dios mío.
Como no parecía capaz de moverse, me aproximé hacia ella sin correr, igual que había hecho con mi padre, a paso lento, para darle tiempo a reaccionar. La expresión de mi madre no cambió; no dejaba de mirarme pasmada, como una liebre demasiado asustada para escapar del cazador. Cuando al fin llegué a ella, inspiró profundamente y dijo:
—Bianca.
Entonces sentí sus brazos en torno a mí, y a mi padre abrazándonos a las dos. Por un breve tiempo no hubo más que cariño y lágrimas y frases en las que nos decíamos lo mucho que nos amábamos. No hacíamos más que farfullar incoherencias, pero eso me daba completamente igual. Lo único que importaba era que por fin había recuperado a mi familia.
—Mi pequeña —dijo ella al soltarnos—. Pobrecita, ¿te has quedado atrapada aquí?
—No, no estoy atrapada, pero desde luego no porque la señora Bethany no lo haya intentado. —Pero, entonces me dije que ese tema era mejor sacarlo luego—. Este es uno de los sitios a los que puedo trasladarme. Llevo ya un tiempo aquí, porque Lucas también ha venido. —Mi madre frunció el entrecejo, pero yo continué—: Y también están Balthazar, Patrice, Vic, Ranulf, vosotros, todo el mundo.
Desvió la mirada hacia mi padre.
—Llevas aquí dos meses, ¿y te dedicas a… pasar el rato con tus amigos? ¿Como si fuera algo normal?
—Es normal —repliqué—. Al menos para mí.
—Podemos, bueno, podemos arreglarte tu antigua habitación. —Mamá sonrió vacilante—. Puedes vivir con nosotros si quieres.
La idea de pasar el rato en mi habitación viendo caer la nieve sobre la cabeza de la gárgola en invierno me pareció el mejor de los entretenimientos.
—Puedo desplazarme hasta allí. Si lográis que sea un lugar seguro para mí, me pasaré todo el tiempo ahí arriba.
La expresión de mamá se ensombreció.
—Por «seguro», te refieres a… sin trampas.
—Tu madre tiene miedo —intervino papá—. Está muy afectada por todo lo que hemos estado viendo por aquí.
—La mayoría de los espectros no son como los que están atrapados en Medianoche. —Yo era consciente de que debía aclarar ese punto—. Es verdad que algunos se vuelven espeluznantes. Es lo mismo que les pasa a los vampiros. Pero muchos no son muy distintos a mí. Son… bueno, solo son gente. No por estar muerto dejas de ser quien eres.
Era evidente que mamá no estaba muy convencida.
—Y entonces, ¿por qué hay tantos que atacan la escuela?
—Atacan la escuela porque han sido atraídos hasta ella. Se encuentran atrapados. Gracias a la señora Bethany —insistí.
Para mi sorpresa, papá volvió a interrumpir.
—Celia, piénsalo un poco. Todo lo que la señora Bethany nos ha enseñado y nos ha advertido sobre la escuela es más sobre ataque que sobre defensa. Creo que ella lo ha sabido desde el principio.
—Exacto —dije—. Lleva planeando la captura de espectros desde…
Antes de que pudiera terminar y dar a conocer la maravilla que encerraba el plan de la señora Bethany, mi padre prosiguió:
—Lo que digo es que siempre ha sabido lo de Bianca.
Mi madre se agarró el cuello del abrigo, arrebujándose con la lana para protegerse de un nuevo escalofrío.
—Adrian, ¿a qué te refieres?
—A que la señora Bethany va a la caza de espectros, y que siempre ha sabido que nuestra Bianca tenía posibilidades de convertirse algún día en espectro. Y, bien pensado, me imagino que es por eso por lo que nos ofrecieron trabajo aquí.
—La señora Bethany va a la caza de espectros —repitió mamá—. Y tú crees que la señora Bethany va en busca de Bianca en concreto. Pero eso es imposible. ¿Por qué iba a hacer algo así?
Entonces todo adquirió sentido. La señora Bethany quería volver a vivir. Sabía que la captura de espectros le daba el poder de crear vida; sin embargo, solo el sacrificio de un espectro poderoso y estable le garantizaba la cordura después de la transformación. Y yo, gracias a mi condición especial de espectro de nacimiento, las múltiples relaciones que me anclaban a este mundo, y el consejo de otros espíritus poderosos que me habían encontrado cuando ellos también fueron atraídos hacia Medianoche… yo era el ejemplar perfecto.
Para la señora Bethany, yo era su mejor oportunidad de volver a la vida. Ni por un instante pensé que le temblaría el pulso; si para resucitar tenía que matarme, lo haría encantada.
—Yo sé por qué —dije.
Mis padres se cogieron de las manos, como si esperaran un golpe terrible, y se lo conté con la máxima delicadeza que me fue posible.
El resto del encuentro familiar no resultó tan agradable como yo hubiera deseado. Cuando mamá y papá no se sentían furiosos contra la señora Bethany, lo estaban contra ellos mismos por haber ido a la Academia Medianoche. En lugar de recordarles que yo me había opuesto a sus planes desde el principio —en ocasiones el «os lo dije» no es lo más apropiado, aunque los acontecimientos posteriores demostraran que yo había estado en lo cierto—, les conté lo que mis amigos y yo habíamos planeado. Ellos estuvieron de acuerdo en hacer las veces de acompañantes durante el baile de otoño, lo cual era perfecto para garantizar que el resto de nosotros pudiéramos ir y volver con facilidad. Aunque se mostraron encantados de que Balthazar y Patrice participaran en la operación, guardaban silencio cada vez que mencionaba a Lucas. En lugar de forzar la cuestión, esperé que acabasen hablando con él durante la noche del baile. Colaborando en un objetivo común, tal vez encontrarían un modo civilizado de relacionarse.