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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (28 page)

BOOK: Patriotas
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»Antes de marcharme, escribí una larga y arrepentida carta de agradecimiento al propietario de la cabaña y la dejé en la mesa de la cocina, junto con un par de dólares en viejas monedas de plata y el resto de mis billetes; no es que fuera mucho, la verdad. También dejé dos de las cuatro pieles de ciervo que había curtido. Las enrollé alrededor de un tronco de árbol joven de metro y medio y lo colgué con dos cables en el centro de la cabaña para que las ratas y los ratones no pudieran alcanzar las pieles.

»Poco después de que la nieve dejara de cuajar, partí. Tenía verdaderas ganas de llegar a casa de mis padres. Hice el camino hasta Missoula en una semana, atravesando Hamilton y Stevensville. La mayoría de ciudades del valle parecían completamente fortificadas. En casi todas había en la entrada bloqueos de carretera construidos por medio de grandes troncos.

«Durante aquellos cien kilómetros corrí algunos riesgos. Por ejemplo, hice parte del camino de día, algo que normalmente evito cerca de poblaciones. Supongo que me estaba precipitando, pero es que no podía esperar a llegar a casa.

»A partir de Stevensville, que estaba fortificada, todo estaba arrasado. Florence y Lolo habían ardido hasta los cimientos. No había un alma a la vista. Desde la distancia pude ver que la mayoría de las casas y los comercios de Missoula habían ardido. Mis padres vivían en las afueras del lado este. Como no sabía quién controlaba la ciudad, me adentré en ella por el este y en mitad de la noche. Cuando vi las ruinas de la casa de mis padres se me cayó el alma a los pies. Todo lo que quedaba era la chimenea. El garaje seguía intacto, así que pasé el resto de la noche en él. Lloré y lloré. En toda la manzana quedaba solo un vecino, Mack, un viejo viudo. Los demás o bien estaban muertos, o se habían marchado, o habían sido pasto de las llamas.

» Cuando me marché a la universidad el otoño pasado, Mack debía de pesar más de cien kilos. A mi regreso debía de estar alrededor de los setenta. Al principio casi no lo reconocí. Estaba en los huesos. Mack me contó lo que había pasado. Los bandidos llegaron en un grupo de más de sesenta camionetas Suburbans, Hummers y Blazer, y se hicieron con toda la comida y toda la gasolina que encontraron a su paso. Se quedaron varias semanas, emborrachándose, violando a las mujeres y quemando casas por diversión. Todo aquel que mostrara la más mínima resistencia recibía un disparo o era quemado vivo.

»La noche en que di sepultura a lo que quedaba de los cuerpos de mi padre y mi madre, desenterré mi alijo del patio trasero de casa. En él había un par extra de botas militares, cuatro pares de calcetines, la mitad de mis monedas de plata, algo de munición del.22 y del.308, algunas pilas Duracell, unos cuantos lápices de pintura de camuflaje, dos pastillas de jabón, complejos vitamínicos, algo de comida enlatada, sal, coco en polvo, barras de combustible Trioxane y once raciones de combate. Todo eso estaba metido en esas latas de munición alargadas, las que se usan para las balas de mortero 60-mike. El exterior de las latas se había oxidado bastante, lo que me dio un buen susto cuando las desenterré. Pensé que habrían sufrido filtraciones. Supongo que debería haberles dado una capa de emulsión asfáltica para que se conservaran mejor. Afortunadamente el sellado aguantó y su contenido estaba justo como lo dejé.

Mirando el par de robustas botas militares que llevaba puestas, Doug declaró:

»Como había dicho antes, las botas que llevé durante el año pasado estaban descosiéndose. A veces me ponía los mocasines, pero eran malos sustitutos, especialmente en terreno rocoso. Fue un poco raro, ¿sabes? Puse esas botas en el alijo a última hora, simplemente porque había sitio en una de las latas. Iba a poner más comida enlatada (mi madre siempre compraba atún al por mayor), pero entonces se me ocurrió la idea de las botas. Resulta irónico que un año después, lo que más necesitara del alijo fueran las botas. Debe de haber sido la divina providencia. Estoy seguro de que fue nuestro Señor el que me dio aquella idea.

»Pasé otro día más allí, principalmente rezando y meditando. También hablé y recé bastante con Mack. Me cortó el pelo y me arregló la barba, pues llevaba el pelo tan largo que parecía una cabra de angora. Después hice lo mismo por él. Me temo que no lo hice demasiado bien. Usamos unas tijeras y un par de cortaúñas que habían pertenecido a su esposa. Le di algo de carne de venado y de comida enlatada. Él me dio una gran botella de laxante suave, pues era algo que necesitaba, ya que mi dieta prácticamente se limitaba al venado.

»No encontré nada de valor en el garaje de mis padres excepto una botella de Rem-Oil. Habían robado prácticamente todo lo demás, las herramientas, el material de acampada, incluso la madera usada. No había mucho más allí aparte del coche de mi padre (que estaba sin batería y sin gasolina) y un par de viejas llantas. Era como si una plaga de langostas hubiera arrasado con todo. Cuanto pude sacar del coche fue un mapa de Idaho y Montana. Era idéntico al que ya tenía, pero estaba mejor conservado. Había desplegado tantas veces el mío que se estaba convirtiendo en un puñado de tiras largas.

»Ninguno de mis padres tenía familia al oeste del Misisipi, así que no tenía un destino claro. Sabía que el clima sería menos severo en el valle del río Clearwater, justo al otro lado del paso, así que parecía razonable empezar a buscar ahí un sitio donde asentarme. Había estado por allí de pesca con mi padre un montón de veces, así que conocía el área bastante bien.

»Pasé las tres primeras semanas en los cañones al oeste de Missoula, esperando a que la nieve desapareciera del campo. Cacé un ciervo que me sirvió como alimento durante todo el tiempo que pasé allí. Me llevó una semana entera convertir la carne en cecina. Encontré algunas plantas de Cama y un gran huerto de lechugas del minero, y me di un atracón. Entre el venado, los tubérculos y la lechuga, empecé a ganar algo de peso.

»Atravesé el paso Lolo hace tres semanas. Para entonces la nieve era superficial en las laderas encaradas al norte y en los bosques poblados, y a parches prácticamente en el resto de sitios. Como no tenía demasiada prisa, viajé incluso más despacio que antes; tan solo hacía unos seis kilómetros al día. Me gusta moverme con algo de sigilo y hacer muchas paradas para escuchar. Bajé gradualmente el río Lochsa y luego el Clearwater. No hay señal alguna de comercio o viaje organizado por allí. Todo el mundo está escondido. Intenté acercarme a la ciudad de Kamiah, pero un tipo se puso a dispararme con lo que parecía un SKS. Yo estaba a unos doscientos veinte metros de distancia, así que no tuve ocasión de explicarme. Me largué de allí sin pensármelo dos veces.

»Ese mismo día empecé a sentir un terrible dolor de muelas. La causa era un molar inferior. A los dos días el dolor era tan fuerte que sabía que la muela estaba podrida y que tenía que sacármela. Lo intenté sin resultado con la multiusos Gerber. Así que me las apañé para atar un pedazo de monofilamento alrededor del diente. Intenté sacarla con las manos, pero me rajé; dolía demasiado. No tenía a nadie para ayudarme. Al final acabé atando el hilo de pescar a un gran árbol que doblé. Me senté, aparté los labios, abrí la boca y dejé que el árbol saliera disparado. Y la muela voló, ya lo creo que sí. Grité durante un segundo. El hueco sangró un par de días. Hice lo que pude para no escupir, pues he oído que eso crea succión y empeora el sangrado. Fue muy doloroso, pero afortunadamente me quedaba algo de Tylenol en el kit de primeros auxilios. Ahora la encía vuelve a estar sana.

«Practiqué la pesca a lo largo del Clearwater antes de subir hacia el Palouse. Hay un montón de peces en ese río. Incluso sin caña pude pescar una trucha dolly varden y un salmón considerablemente grande. Eso era comida como para tres días, y con solo una hora de pesca. Sin embargo, hubiera estado bien tener una de esas cañas de pescar plegables. Unos días después hice algo de pesca con red en algunos de los pequeños afluentes del Clearwater. Cogí un puñado de truchas; algunas las cociné y el resto las ahumé.

»Mi viaje hasta aquí fue relativamente tranquilo. Vi muchos pavos salvajes, algunos alces, e incontables ciervos. Estas son buenas tierras de pastura.

Todd lo interrumpió:

—¿Hay algo más que hubieras deseado tener en tu alijo o en tu mochila, o algo que hubieras hecho de otra forma?

—Déjame pensarlo. —Doug se paró a meditar—. Me vienen a la cabeza muchas cosas. Lo primero es que debería haber encontrado a alguien con quien viajar. Viajar campo a través en solitario es arriesgado. Nunca sabes cuándo puedes caer en una emboscada. Si alguien te ataca por sorpresa eres hombre muerto. Además, no hay una manera simple de dormir seguro. Una torcedura de tobillo o un hachazo mal dirigido podrían ser fatales. Necesitas un compañero. Preferiblemente dos o más compañeros.

»Y no hace falta que lo diga, pero la sola idea de viajar hoy en día con algo menos que un TPA es de locos. Hay demasiadas posibilidades de encontrarte con una brigada; demasiada incertidumbre. Permanecer con un buen alijo de provisiones en un rancho o granja fácilmente defendible es la mejor opción. Viajar es cosa de locos o de desesperados.

»En segundo lugar, si hubiera almacenado algunas raciones de combate y unas pocas cosas esenciales en alijos a lo largo de mi ruta desde Colorado, las cosas habrían sido mucho más agradables. Pasé días de hambruna. Pensándolo bien, debería haber guardado también gasolina, y haber ido a toda velocidad hasta casa.

«Tercero, me habría venido realmente bien una Biblia de bolsillo. Unos cuantos versículos memorizados no son suficientes. Necesitas la Palabra para mantener el equilibrio y resistir.

«Cuarto, puede que esto suene ir relevan te, pero no lo es. Debería haber comprado un par de polainas. Soy incapaz de contar las veces que he tenido que hacer una fogata durante el día para secar mis pantalones de rodillas para abajo. Quinto, debería haber cuidado mejor mis dientes. Cepillarlos solo con sal funciona, pero es preferible añadir una mezcla de tres cuartos de bicarbonato sódico y uno de sal. También debería de haber llevado un cepillo de dientes, seda dental, y un bote de polvos. Prácticamente no hubieran añadido nada de peso a la mochila, y a largo plazo me habrían ahorrado muchas penurias.

»Sexto, debería haber invertido en una tienda de campaña de calidad de expedición y para las cuatro estaciones. Las tiendas de tubo, o ya que estamos, incluso las de tres estaciones, no están a la altura de las circunstancias. Cada vez que llovía, parte de mi carga se mojaba y tenía que pasarme horas secándola.

Kevin metió cucharada:

—Como decimos por aquí: después de visto, todo el mundo es listo. Hicimos todo tipo de planes por adelantado, adquirimos todo lo que nos pudimos permitir y sin embargo, hay un montón de cosas que desearíamos haber comprado.

—Hablando de material, Kevin... ve a por el equipaje de Doug y tráelo de vuelta al caserón para hacer inventario —ordenó Todd. Lendel asintió con la cabeza, cogió su 870 de la estantería y salió por la puerta.

Viendo a Kevin marchar, Doug dijo:

—No cabe duda de que habéis montado un refugio perfectamente organizado.

—Sí, cadete Carlton, has cruzado el perímetro de un refugio
survivalista
en vivo y en directo. Frente a ti tienes el resultado de nueve años de preparación activa. Nadie quería que todo se viniera abajo, pero nuestro grupo era parte de la minoría que estaba preparada para ello —intervino Mary.

—¿Nueve años? —preguntó Carlton.

—Sí. Hace nueve años casi todos estábamos en la universidad y ni nos acercábamos a tu grado de preparación. Simplemente tenemos la ventaja de llevar más tiempo en esto, entrenándonos metódicamente y almacenando todo lo necesario en grandes cantidades —dijo ella con aire satisfecho. Al oír ese último comentario, las cejas de Carlton se levantaron y una sonrisa invadió su cara.

Mike Nelson hizo palomitas de maíz para todos. Mike era el único en el refugio que había aprendido a cocinarlas en la estufa sin quemarlas. Cuando estaban acabándose las palomitas, Kevin volvió. Su informe fue escueto:

—Todo estaba justo como lo ha descrito, aunque no mencionó que la ropa interior y los calcetines estaban sucios. Dan un asco espantoso.

Todd montó otra reunión aquella misma tarde. Todos acudieron, a excepción de Kevin, que estaba de guardia. Mike escuchaba a través de la TRC-500. Conforme avanzó la conversación se hizo evidente que había dos posibles caminos. La primera opción era ofrecerle a Doug la posibilidad de pasar a formar parte del grupo. Si aceptaba, tendría que entender que sería tratado como un miembro más y como un igual. Sin embargo, habría de olvidar cualquier idea que pudiera tener de ser un empleado pagado. En todo caso, debería al grupo esfuerzos redoblados, pues estaría usando parte de su preciado suministro de comida. La segunda opción sería renovar el suministro de comida de Carlton y que este siguiera su camino con los mejores deseos del grupo.

Tras escuchar ambas opciones, Carlton dijo:

—No creo que vaya a encontrar una organización de supervivencia mejor que esta en todo el país. ¡Sí, me encantaría ser un miembro de vuestro grupo!

A la mañana siguiente, Doug Carlton fue aceptado como miembro tras una votación. Se alojaría temporalmente en el pajar del caserón. Durante sus dos primeras semanas se le asignarían solo tareas de mando del cuartel. A continuación, se le permitiría realizar turnos de imaginaria y en el POE. Se le advirtió de que estaba a prueba. Cualquier cagada sería motivo de expulsión.

Tras una semana en el refugio, Doug ya encajaba y se sentía como un miembro veterano. Gracias a su formación militar se hizo rápidamente amigo de Jeff Trasel. Su interés por las armas también le acercó en poco tiempo a Dan Fong.

En un arrebato de generosidad, Jeff le regaló a Doug su Colt Commander.45 de acero galvanizado de repuesto, cinco cargadores, una pistolera UM-84, un kit de limpieza y un surtido de más de doscientos cartuchos. Dan Fong le dio su amada escopeta de combate Winchester modelo 1897, su bayoneta y una cartera llena de munición Remington número 4 de perdigones, cartuchos de escopeta de 12 mm y veinte cartuchos Brenneke. Mike Nelson donó su radio TRC-500, o Truco 500, como la llamaban, y un par de pilas recargables de 9 V. Todd, que tenía más o menos la misma complexión que Carlton, le dio un juego de uniformes de camuflaje y su tienda Moss Stardome II de repuesto.

Doug comentó varias veces que aquello parecía Navidad.

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