Otra aventura de los Cinco (19 page)

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Authors: Enid Blyton

Tags: #Infantil y Juvenil, Aventuras

BOOK: Otra aventura de los Cinco
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A eso de la medianoche,
Timoteo
despertó a todo el mundo con locos ladridos. Tío Quintín y los chicos corrieron escaleras abajo, seguidos por tía Fanny y la perpleja Juana. ¡Un singular espectáculo apareció ante su vista!

El señor Wilton y el señor Thomas estaban en el despacho agazapados detrás del sofá, aterrorizados por
Timoteo
, que profería espantosos ladridos.
Timoteo
estaba junto al agujero del suelo y por eso los hombres no podían escapar por allí. ¡Astuto
Timoteo
! Había esperado silenciosamente a que los hombres se metieran en el despacho y empezaran a explorarlo preguntándose dónde se encontraban y acto seguido se había puesto en guardia junto al agujero, evitando la escapada de los intrusos.

—Buenas noches, señor Wilton. Buenas noches, señor Thomas —dijo
Jorge
con acento muy cortés—. ¿Han venido ustedes a ver a nuestro preceptor, el señor Roland?

—¡Así es aquí donde él vive! —dijo el señor Wilton—. ¿Eres tú la que estaba este mediodía en el pasadizo?

—Sí, y mis primos también —dijo
Jorge
—. ¿Han venido a buscar los papeles que le robaron a mi padre?

Los dos hombres permanecieron silenciosos. Comprendían que los habían atrapado. Después de una pausa habló el señor Wilton.

—¿Dónde está Roland?

—¿Los llevamos con el señor Roland? —preguntó Julián guiñándole un ojo a
Jorge
—. Aunque es medianoche, estoy seguro de que se alegrará de verlos.

—Sí —dijo su tío dándose cuenta de lo que el chico quería hacer en realidad—. Lleváoslos arriba.
Timoteo
, ve tú también.

Los hombres siguieron a Julián escaleras arriba con
Timoteo
pisándoles los talones.
Jorge
también iba detrás, sonriendo. Le dio a Julián la llave. Abrió la puerta del cuarto y los hombres entraron en él justo mientras Julián encendía la luz.

El señor Roland estaba despierto y profirió una exclamación de sorpresa cuando vio a sus amigos.

Antes de que tuvieran tiempo de intercambiar palabras, Julián cerró la puerta de nuevo y le entregó a
Jorge
la llave.

—Una bonita colección de presos —dijo—. Pondremos al viejo
Timoteo
a la puerta para que vigile. Es imposible que se puedan escapar por la ventana, y aunque así fuera no podrían salir de la casa: estamos bloqueados por la nieve.

Todos volvieron a acostarse, pero los chicos difícilmente podían dormir después de los últimos excitantes acontecimientos. Ana y
Jorge
hablaban en voz baja y lo mismo hacían Julián y Dick. Había muchas cosas de que hablar.

Al día siguiente se llevaron todos una sorpresa. ¡Había llegado la policía! La nieve no les había estorbado el paso, pues se habían provisto de esquís. Fue una gran emoción para todos.

—No queremos sacar de la casa a los hombres hasta que no se haya retirado la nieve, señor —dijo el inspector—. Pero los esposaremos, no vaya a ser que nos gasten una jugarreta. Luego cerraremos la puerta y dejaremos al perro fuera. Tendrán que estar en el cuarto uno o dos días aún. Les hemos procurado suficientes alimentos. Y si encuentran que es poco, no les sentará mal ayunar algo.

La nieve se derritió dos días más tarde y la policía se llevó al señor Roland y a los otros. Los chicos los contemplaban mientras se iban.

—¡Se acabaron las clases estas vacaciones! —exclamó Ana alborozadamente.

—¡Y se acabó eso de que
Timoteo
viva fuera de casa! —dijo
Jorge
.

—Tú tenías razón y nosotros estábamos equivocados,
Jorge
—dijo Julián—. Estabas todo el tiempo hecha una fierecilla, pero una fierecilla muy agradable.

—Es una fierecilla, ¿verdad? —dijo Dick dándole a la chica un repentino abrazo—. Pero ¿verdad que está encantadora cuando se pone rabiosa, Julián? ¡Oh,
Jorge
, qué maravillosas aventuras hemos pasado juntos! ¿Nos ocurrirá alguna nueva?

—Desde luego que sí. ¡No cabe la menor duda!

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