Authors: Frederick Forsyth
Los cohetes de Helwan no llegaron a despegar. Los fuselajes estaban terminados, y el combustible preparado. Las cabezas nucleares estaban en proceso de fabricación. Si alguien duda de la autenticidad de estas cabezas nucleares, puede consultar la declaración prestada por el profesor Otto Yoklek en la vista de la causa contra Yossef Ben Gal celebrada del 10 al 26 de junio de 1963 en la Audiencia Provincial de Basilea (Suiza). Los cuarenta cohetes, inservibles por falta de los sistemas electrónicos necesarios para guiarlos a los blancos situados en territorio de Israel, seguían en la desierta fábrica de Helwan cuando fueron destruidos por los bombarderos durante la Guerra de los Seis Días. Para entonces, los científicos alemanes, muy compungidos, habían regresado ya a su país.
El envío de la carpeta de Klaus Winzer a las autoridades alemanas causó graves perjuicios a ODESSA. Aquel año, que tan bien empezara, acabó de un modo desastroso; tanto, que, años después, un abogado e investigador de la Comisión Z de Ludwigsburg diría: «1964 fue para nosotros un buen año; sí, muy bueno.»
A fines de 1964, el canciller Erhard, impresionado por las revelaciones, hizo un llamamiento a escala internacional a fin de que quienes tuvieran conocimiento del paradero de criminales de la SS reclamados por la justicia informaran de ello a las autoridades. La respuesta fue considerable, y la labor de los hombres de Ludwigsburg recibió un gran estímulo, que se prolongó durante varios años.
Por lo que se refiere a los estadistas que firmaron el convenio sobre armamento entre Alemania e Israel, el canciller de Alemania, Adenauer, siguió viviendo en su casa de Rhondorf cerca de Bonn, a orillas de su adorado Rhin, hasta su muerte acaecida el 19 de abril de 1967. El primer ministro israelí, David Ben Gurion, siguió siendo miembro del Knesset (Parlamento) hasta 1970, en que se retiró al
kibbutz
de Sede Boker, en el corazón de las pardas colinas del Negev, en la carretera de Beer Sheba a Eilat. Le gustaba recibir visitas allí, y hablaba animadamente acerca de muchas cosas, pero no sobre los cohetes de Helwan ni de la campaña de represalias desencadenada contra los científicos alemanes que trabajaban en ellos.
De los hombres del servicio secreto que figuran en esta historia, el general Amit siguió ejerciendo el cargo de director hasta septiembre de 1968, y sobre él recayó la gran responsabilidad de proveer a su país de información exacta y minuciosa con anterioridad a la Guerra de los Seis Días. Ha quedado demostrado que lo consiguió plenamente.
Al retirarse, fue nombrado presidente y director general de las «Industrias Koor» de Israel, propiedad de los trabajadores. Vive muy modestamente y su esposa, la encantadora Yona, no quiere criada y prefiere hacer ella misma el trabajo de la casa.
El sucesor de Amit, que todavía ostenta el cargo, es el general Zvi Zamir.
El comandante Uri Ben Shaul murió el miércoles 7 de junio de 1967, al frente de una compañía de paracaidistas, al penetrar en el casco antiguo de Jerusalén. Recibió en la cabeza una bala disparada por un legionario árabe, y cayó a trescientos metros al este de la Puerta Mandelbaum.
Simón Wiesenthal vive aún, y trabaja en Viena, recopilando acá un indicio, y allá una confidencia que le ayude a descubrir el paradero de asesinos de la SS. Y mes tras mes y año tras año, sigue cosechando éxitos.
León murió en Múnich en 1968. Después de su muerte, el grupo de hombres que acaudillaba en aquella cruzada particular de venganza, perdió el ánimo y se dispersó.
Y por último, el sargento de primera Ulrich Frank, el comandante del tanque que cruzó por delante de Miller cuando éste se dirigía a Viena. El sargento se equivocaba al pensar que su tanque,
La roca del dragón
, iba a convertirse en chatarra. Se lo llevó un barco de carga, y ya no volvió a verlo. Cuarenta meses después, no lo hubiera reconocido.
Su plancha gris acero había sido pintada de color arena, para que se confundiera con el paisaje del desierto. La cruz negra del Ejército alemán que ostentara en la torreta fue sustituida por una estrella de David azul celeste. Asimismo le cambiaron el nombre, y se llamó
Espíritu de Masada.
También lo mandó un sargento de primera, un hombre de barba negra y nariz aguileña llamado Nathan Levy. El 5 de junio de 1967, el «M-48» inició su primera y única semana de combate desde que, diez años antes, saliera de los talleres de Detroit (Michigan). Era uno de los tanques que el general Israel Tal lanzó a la batalla de Mitla dos días después; y a mediodía del sábado 10 de junio, cubierto de polvo y gasoil, acribillado por las balas, con las orugas convertidas en obleas por las rocas del Sinaí, el viejo «Patton» se detuvo para siempre en la orilla oriental del Canal de Suez.
[1] Este procedimiento servía para quemar los cadáveres, pero no destruía los huesos. Los rusos descubrirían después aquellos ochenta mil esqueletos.
Vol ver.
[2] La ofensiva rusa de la primavera de 1944 llevó el frente hacia el Oeste, y las tropas soviéticas llegaron al mar Báltico, pasando por el sur de los Países Bálticos, que quedaron aislados del Reich, lo cual fue motivo de una enconada disputa entre Hitler y sus generales, quienes previendo la situación, abogaban por la retirada de las cuarenta y cinco divisiones que se hallaban dentro del enclave. Pero él se negó, repitiendo su sonsonete de loro de «Victoria o Muerte», Y muerte fue lo que deparó a los 500000 soldados que quedaron en el enclave. Las líneas de abastecimiento estaban cortadas, y ellos siguieron peleando, para retrasar lo inevitable, hasta que se acabaron las municiones. Luego, se rindieron. La mayoría fueron hechos prisioneros y llevados a Rusia en el invierno de 1944/45. Diez años después, sólo unos cuantos regresarían a Alemania.
Volver.