Authors: Esquilo
HERALDO. Si alguien no me las quita, me las llevo.
REY. Vas a llorar muy pronto, si las tocas.
HERALDO. Palabras oigo nada hospitalarias.
REY. Yo no acojo al que expolia a las deidades.
HERALDO. Iré a decirlo a los hijos de Egipto.
REY. Esto a mi corazón no le da pábulo.
HERALDO. Pues, para que, enterado, hable más claro —la claridad es del heraldo emblema—, ¿cómo debo expresarme? ¿Quién me ha hurtado, diré al llegar, el corro de sus primas? No es con testigos como juzga el lance de este tipo el dios Ares; con dinero tampoco lo resuelve. Antes, caídas de guerreros se dan, y muchas muertes.
REY. ¿A qué darte mi nombre? Con el tiempo has de saberlo y quienes te acompañan. A estas mujeres, si están bien dispuestas, puedes llevarte, y las has convencido. Que el unánime voto de este pueblo ha decidido no entregar por fuerza el femenino corro. Y este clavo se ha clavado muy bien: fijo ha quedado. No es un decreto escrito en una tabla, ni en pliegues de papiro se ha grabado: lo oyes bien claramente de unos labios que aman la libertad. ¡Vete enseguida!
HERALDO. Sabe que has elegido guerra incierta, ¡Que sea la victoria para el macho!
REY. Machos también aquí podrás hallarlos, entre los habitantes de mi tierra, y que no beben vino de cebada. Y vosotras, con vuestras servidoras, valor, y a la ciudad encaminaros cerrada y protegida por sus torres. En ella hay muchos edificios públicos. Con mano avara no erigí yo el mío. Casas allí hallaréis para instalaros y convivir con otras. Y si os place aún más, habitaréis estancias solo para vosotras. Escoged, sois libres, lo que os sea más cómodo y más grato. Los ciudadanos todos, y yo mismo, garantes somos de lo que, con votos, aprobó la ciudad. ¿Otros más dignos esperas encontrar que esos que os digo?
CORO. A cambio de estos bienes con tus bienes prosperes siempre, divinal Pelasgo. Y, benévolo, manda hacia aquí a nuestro padre osado, mentor y consejero. Es él quien debe decidir en dónde he de instalar mi hogar, y si es propicio. Siempre se está dispuesto hacia la crítica del que habla otro lenguaje. ¡Que sea lo mejor para mi caso!
(Se va el
REY).
Para nuestro buen nombre, para que hablen bien de nosotras quienes aquí viven, colocaos, sirvientas, en el orden en que Dánao asignara a cada una la esclava que por dote le tocara.
(El
CORO
se reorganiza en la misma forma en que entró en escena).
DÁNAO. Hijas, debemos dirigir las preces, los sacrificios y las libaciones a los argivos, cual si dioses fueran: ¡sin duda han sido nuestros salvadores! Los hechos escucharon de mis labios con el amor debido a unos parientes, con acritud respecto a vuestros primos. Para mí dispusieron esta guardia de armas, para tener un privilegio que me honra, y no cayera, sin preverlo, herido por el hado de una pica, lo que fuera un baldón para esta tierra.
A cambio del favor, debo ofrecerles un rendido favor, aún más honroso. Y, junto, ahora, a los demás consejos de vuestro padre, y que están ya archivados, escribid el siguiente: solo el tiempo prueba a la gente extraña; todo el mundo tiene presto el rumor contra el meteco, y una calumnia se levanta pronto. Yo os invito, por tanto, a no afrentarme, pues que tenéis el joven atractivo, que hace volver la vista. El fruto tierno no es fácil de guardar, y lo apetecen los hombres y las fieras (¿o no es cierto?) sean bestias aladas o terrestres. Cipris pregona el fruto sazonado.
Y así también sobre la delicada beldad de una doncella el viandante manda el dardo hechicero de sus ojos por el amor vencido. Así que, alerta, no vaya esto a ocurriros después que por ello tanto esfuerzo y tanto ponto hemos arado. Que eso nunca cause mi infamia y el placer del enemigo. Casa, ya la tenéis, el doble incluso: una Pelasgo os da, la otra os da el pueblo, para habitar sin renta. Así de fácil. Guarda solo el consejo de tu padre y honra la castidad más que tu vida.
CORIFEO. Que en lo demás nos den suerte los dioses; sobre mi flor puedes estar tranquilo, padre. Pues, si los dioses no han dispuesto otra cosa, no voy a desviarme de la ruta que un día me enseñaste.
(Coro de
DANAIDES y SIRVIENTAS).
DANAIDES.
ESTROFA 1.ª
Venid, pues, a dar lustre
a los dioses dichosos de esta tierra, y a aquellos que cabe la antigua corriente del Erásino residen. Proseguid nuestro canto, esclavas mías. Sea el pueblo pelasgo objeto de mi elogio
sin acordarme nunca
en mis himnos jamás del río Nilo.
ANTÍSTROFA 1.ª
Pero sí de los ríos que esta tierra
van recorriendo, con sus muchos hijos, mientras sobre ella vierten apacible bebida, y
con sus pingües aguas el suelo fertilizan.
Que Ártemis pura su mirada vuelva, llena de compasión, hacia mi corro, sin que venga de Cipris la violencia a imponerme unas bodas. Para mis enemigos reservo yo este empeño.
CORO DE SIRVIENTAS.
ESTROFA 2.ª
No, no descuidará mi voz a Cipris.
Unida a Hera, es su poder tan fuerte
como el de Zeus. La diosa de mudables
deseos es honrada
por su acción sacrosanta.
A su lado, a su madre asistiendo,
se halla Deseo, y la que nunca ha visto
rechazado su empeño,
Persuasión hechicera.
Harmonía también recibe parte
de la diosa Afrodita,
y los Amores con su dulce trato.
ANTÍSTROFA 2.ª
Para estas fugitivas yo temo malos vientos, dolores sin entrañas y sangrientos combates. ¿Por qué tan favorable travesía para el rápido curso de una persecución? Sin duda, ocurrirá lo que está escrito. No puede quebrantarse el pensamiento de Zeus, augusto, impenetrable. Que este caso podría rematarse al igual que las bodas de múltiples mujeres del pasado.
ESTROFA 3.ª
DANAIDES.
¡Que Zeus augusto las bodas con los hijos de Egipto, aleje, sí, de mi persona!
SIRVIENTAS.
Mas fuera lo mejor, seguramente.
DANAIDES.
¿Pretendes domeñar a una indomable?
SIRVIENTAS.
Tú, ciertamente, ignoras el futuro.
ANTÍSTROFA 3.ª
DANAIDES.
Y yo, ¿por qué tendría que sondear de Zeus la mente impenetrable?
SIRVIENTAS.
Dirige una plegaria comedida.
DANAIDES.
¿Qué plegaria oportuna me aconsejas?
SIRVIENTAS.
«Nada en exceso», incluso con los dioses.
ESTROFA 4.ª
DANAIDES.
Que Zeus, nuestro señor, quiera alejar de mí estas bodas crueles con macho aborrecible, como salvara a Ío de sus penas tocándola con mano salvadora y ejerciendo una dulce violencia.
ANTÍSTROFA 4.ª Y
que conceda el triunfo a las mujeres.
El mal menor acepto, y los dos tercios de la suprema dicha. Y que mi pleito siga un justo proceso, cual suplican mis oraciones, gracias al recurso salvador de que un dios dispone siempre.
(Poco a poco, van abandonando la escena).