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Authors: Melanie Gideon

Tags: #Romántico

Las mujeres casadas no hablan de amor (22 page)

BOOK: Las mujeres casadas no hablan de amor
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—Quizá sería mejor que fuéramos detrás del escenario —dice.

¿Esta mujer cree realmente que todavía conservo la marihuana?

—Hum… señora Norman… Yo ya no tengo su… material. Me deshice de la bolsita… el mismo día que la llamé a usted para hablarle sobre ello.

—¿La tiró? ¡Valía casi mil dólares!

Miro su cara. La señora Norman tiene lunas y ahora está crispada, indignada y ofendida. Pienso en Investigador 101, lo que me insufla confianza para hablar sin rodeos.

—Señora Norman, he tenido un día muy difícil. Fue un error hacer que las niñas imitaran la canción de Katy Perry. Me disculpo por eso y le ruego que no le compre un sujetador a Carisa. Todavía es pequeña y, por lo que yo veo, aún le falta mucho para que le salga pecho. Quizá debería tener una conversación con su hija sobre la experiencia traumática de descubrir su alijo de drogas ilícitas, en lugar de venir a hablar conmigo para que se lo devuelva. Es una niña adorable y se siente confusa.

—¿Qué derecho tiene a…? —masculla la señora Norman.

—Dígale algo. Cualquier cosa. Saque el tema. Ella no lo olvidará, créame.

«Cra, cra, cra», dice la señora Norman, aunque quiere insultarme.

«Cra, cra, cra», digo yo, aunque quiero perderla de vista.

Pongo la música a todo volumen en el coche para calmarme, pero ni siquiera
Dream a Dream
funciona. Cuando llego a casa, todavía estoy nerviosa por lo sucedido durante la tarde, así que hago algo que me pondrá todavía más nerviosa. Me meto a escondidas en la habitación de Zoé, para hacer inventario de pastelitos. Lo hago todas las semanas, con la esperanza de descubrir cómo se las arregla mi hija para consumir miles de calorías en dulces semanalmente, sin engordar ni un gramo.

—No creo que sea bulímica —dice Caroline, asomando la cabeza por la puerta—. Si se estuviera purgando, lo sabrías.

—Sí, claro. Faltan dos bollitos rellenos Yodel —digo.

—¿Los tienes contados?

—Y siempre oigo el agua que corre en el baño cuando ella está dentro.

—Eso no significa que esté vomitando. Probablemente no le gusta que los demás oigamos cuando hace pis. La he estado observando. No es una de esas chicas que vomitan. No creo que se esté hartando de bollitos. De verdad, Alice, no lo creo. Sencillamente, no es su perfil.

Le doy un abrazo a Caroline. Me encanta tenerla en casa. Es inteligente, divertida, alegre, creativa y amable, exactamente la clase de mujer joven que espero que sea Zoé dentro de unos años.

—¿Has probado alguna vez estos bollitos? —le pregunto.

Dice que no. Claro que no los ha probado.

Le doy uno.

—Lo guardo para más tarde —dice, mientras lee el envoltorio con el ceño fruncido.

—Ven, dámelo. Ya sé que no vas a comértelo.

Caroline arruga la nariz.

—Tienes razón. No voy a comérmelo, pero mi madre sí. Ya sabes que le encanta la comida basura y dentro de poco vendrá a visitarme con papá. Los bollitos Yodel no tienen fecha de caducidad, ¿verdad?

—¿Bunny viene a Oakland?

—Hablamos esta mañana. Acaban de decidirlo.

—¿Dónde van a alojarse?

—Creo que piensan alquilar una casa.

—¡Nada de eso! Demasiado caro. Pueden quedarse aquí. Tú puedes dormir con Zoé y así ellos podrán instalarse en el cuarto de invitados.

—¡Ah, no! Ella no querrá ponerte en un compromiso. Ya me estás alojando a mí.

—No es ningún compromiso. De hecho, es puro egoísmo: me apetece mucho verla.

—Pero ¿no tendrías que preguntárselo antes a William?

—A William le parecerá bien. Te lo prometo.

—De acuerdo. Si estás tan segura, se lo diré. Le encantará la idea. Oye, Alice, he estado pensando una cosa. ¿Qué te parece si salimos a correr tú y yo? Podríamos hacerlo en secreto, poco a poco. Podríamos correr a tu ritmo, hasta que seas capaz de volver a correr con William.

—No creo que William esté interesado en correr conmigo.

—Estás equivocada. Te echa de menos.

—¿Te lo ha dicho él?

—No, pero lo noto. Habla de ti todo el tiempo mientras corremos.

—¿Se queja de mí?

—¡No! Solamente habla de ti, de cosas que has dicho…

—¿En serio?

Caroline asiente.

—Bueno, eso está muy bien, creo.

En realidad, me irrita. ¿Por qué no puede decirme William a la cara que me echa de menos? Le quito a Caroline el Yodel de las manos.

—Los bollitos favoritos de tu madre son los Sno Balls.

Me parece ver a Bunny sentada en las últimas filas del teatro Blue Hill, quitándole la cubierta rosa al bollito de chocolate e instruyendo a un actor para que intente ser «mucho más profundo». Por algún motivo, el teatro y los carbohidratos simples siempre van unidos.

—Cuando yo era pequeña, venían envueltos en papel de aluminio —digo—. Como una sorpresa, como un regalo que no sabías que ibas a recibir.

Lo mismo que el bollito, la visita de Bunny parece una sorpresa del destino.

Tres días después, llega oficialmente el verano. Los niños ya no van a la escuela, ni yo tampoco. Por culpa de nuestras finanzas, este verano no haremos mucho, excepto ir de acampada a las Sierras dentro de unas semanas. Pasaremos en casa todo el tiempo, salvo Caroline, que ha conseguido unas prácticas de media jornada en Tipi.

He aceptado la propuesta de Caroline de salir a entrenarme y ahora estoy en medio de la calle, jadeando, doblada como una anciana con las manos en las rodillas, lamentando profundamente mi decisión.

—Has hecho mil seiscientos metros en doce minutos —dice Caroline, mirando el reloj—. Muy bien, Alice.

—¿Doce minutos? Es patético. ¡Hasta caminando lo haría más rápido! —jadeo—. Dime otra vez por qué hago esto.

—Porque después te sentirás genial.

—Pero antes me sentiré morir y maldeciré el día en que dejé que vinieras a vivir con nosotros, ¿verdad?

—Exactamente —dice, mientras da saltitos—. ¡Vamos, no dejes de moverte! Si te paras, se te acumulará el ácido láctico en las pantorrillas.

—¡No, ácido láctico no! Dame solamente un segundo, hasta que recupere el aliento.

Caroline mira a lo lejos como si forzara la vista.

—¿Pasa algo? —pregunto.

—Nada —responde.

—¿Te apetece que vengan tus padres?

Se encoge de hombros.

—¿Le has contado a Bunny lo de Tipi?

—Ajá.

Hace unos estiramientos rápidos y se aleja trotando. Yo suelto un gruñido y salgo trastabillando tras ella. Da la vuelta y viene hacia mí.

—William me contó que antes corrías esta misma distancia en nueve minutos. Conseguiremos que vuelvas a hacerlo. Mueve los brazos. No, como una gallina no, Alice. Coloca bien los codos bajo los hombros.

La alcanzo y, al cabo de unos minutos, mira el reloj y frunce el ceño.

—¿Te importa que haga un sprint los últimos cuatrocientos metros?

—Adelante, adelante —jadeo, haciéndole un gesto para que siga sola.

En cuanto la pierdo de vista, reduzco el ritmo a un paso tranquilo y saco el móvil. Abro Facebook.

Kelly Cho

¡Gracias por el anuncio, Alice!

Hace 5 minutos

Nedra Rao

¡Capitulaciones, gente! ¡Haced capitulaciones antes de casaros!

Hace 10 minutos

Bobby Barbedian

Robert Bly dice que no hay problema si te crecen alas cuando estás cayendo.

Hace 2 horas

Pat LaGuardia

ha soñado con el lumpia de Tita. Guiño-guiño.

Hace 4 horas

Phil Archer

ha abierto una galleta de la suerte: La amabilidad con que tratas a los demás tendrá su recompensa.

Hace 5 horas

Aburrido. Nada interesante. Entonces miro la cuenta de Lucy Pevensie.

John Yossarian

Me gustan las camareras.

Hace 5 horas

¡Ya está! Se me escapa un gritito.

60

John Yossarian

¿Por qué no?

Hace 1 hora

Muy bien, voy a preguntárselo. ¿Está flirteando conmigo, Investigador 101?

No lo sé. ¿Y usted? ¿Está flirteando conmigo?

Deje que yo sea la investigadora por una vez. Responda a mi pregunta.

Sí.

No debería hacerlo.

¿En serio?

No.

61

Festiva cena sueca en casa de Nedra

19.30 - En la cocina de Nedra, de pie

Yo
: Aquí tienes las albóndigas.

NEDRA
: (Retira el papel de aluminio y hace una mueca.) ¿Son caseras?

Yo
: Y aquí tienes la mermelada de arándanos rojos para acompañarlas.

NEDRA
: Ahora entiendo por qué elegiste la cocina sueca. ¡Porque se te acabaron las velas baratas! Alice, el propósito de estas cenas internacionales es salirnos de lo habitual y preparar platos nuevos, ¡no comprarlos en Ikea!

WILLIAM
: (Le entrega una cazuela.) Buñuelos de patata con arándanos azules.

NEDRA
: (Retira el papel de aluminio y la cara se le ilumina.) ¿Tú también has traído algo?

WILLIAM
: Los hice yo. Con patatas y arándanos. Es un plato tradicional sueco.

NEDRA
: William, cielo, estoy muy impresionada. Alice, pon la mermelada de arándanos rojos en la mesa, por favor. El vaso de papel es un buen detalle, por cierto.

19.48 - Todavía de pie en la cocina

LINDA
: Ya veréis cuando tengáis que enviar a vuestros hijos a la universidad. Es como el parto, o como el matrimonio: nadie te cuenta lo difícil que va a ser.

KATE
: Vamos, Linda. No puede ser tan malo.

BOBBY
: ¿Os hemos contado ya que los dos dormitorios principales están terminados?

LINDA
: Para empezar, tuve que levantarme a las cinco de la mañana, para conectarme al campus y conseguirle hora para que se instalara en su habitación. Dan las horas por orden de solicitud y todo el mundo quiere la franja de las siete a las nueve de la mañana. Si no entras en esa franja, vas listo.

NEDRA
: ¿Por qué no se levantó Daniel a las cinco de la mañana?

LINDA
: (Hace un gesto con la mano, como descartando la posibilidad de que un chico de dieciocho años sea capaz de poner correctamente un despertador.) Conseguí la franja de las siete a las nueve. Llegamos al campus a las siete menos cuarto, y ya había colas larguísimas de padres con sus hijos delante de los únicos cuatro ascensores que suben a las habitaciones. Evidentemente, había una franja de cinco a siete de la mañana, de la que yo no tenía noticia, para los que se ríen de las normas porque pagan cuarenta mil dólares al año.

BOBBY
: Ahora duermo como un bebé y Linda también. Y nuestra vida sexual… Bueno, no voy a entrar en detalles, pero digamos que es muy excitante sentirnos como desconocidos en nuestra propia casa.

LINDA
: Así que tuvimos que subir cinco pisos por la escalera, con una maleta de veinticinco kilos cada uno, hasta la habitación de Daniel. Una hazaña digna de Sísifo, si tenemos en cuenta que cada dos minutos teníamos que apartarnos para que bajaran los padres afortunados que habían llegado suficientemente temprano para subir las cosas de sus hijos en los ascensores y que nos hacían comentarios estúpidos, como: «¡Qué cargados vais!» o «¡Por fin nos deshacemos de los niños!». Cuando logramos llegar a la habitación de Daniel, ¡espanto! Su compañero ya se había instalado casi por completo. Cuando la madre del chico nos vio, ni siquiera nos saludó, porque estaba demasiado entretenida deshaciendo las maletas y ocupando todo el espacio de suelo disponible. Por lo visto, el chico padece algún tipo de síndrome y tiene una pierna más corta que la otra, por eso había entrado en un turno especial para instalarse en la habitación, superultratemprano, entre las tres y las cinco de la mañana.

Yo
: William, ¿te imaginas todo el dinero que podemos ahorrar si no enviamos a los niños a la universidad, para evitarnos las molestias de tener que acompañarlos el primer día?

BOBBY
: Lo único que me pregunto es por qué no lo hicimos mucho antes. Podríamos llevar así de felices muchos años. El encargado de la obra nos dijo que todos los que reforman la habitación principal como nosotros le comentan lo mismo.

LINDA
: Por lo menos el compañero de habitación de Daniel tuvo la decencia de mostrarse un poco avergonzado por la cantidad de cosas que había llevado: un horno de microondas, un hornillo, una nevera, una bici… Dejamos las maletas de Daniel en el vestíbulo y les dijimos que ya volveríamos más tarde.

BOBBY
: Si os pasáis por casa en cualquier momento, os enseño cómo ha quedado.

LINDA
: Y cuando ya nos íbamos, el chico va y nos dice: «¿A que no sabéis lo que he traído? ¡Una máquina de hacer granizados!» Se me cayó el alma al suelo. Yo también le había comprado a Daniel una máquina de hacer granizados, porque había leído en un blog que era una de las mejores formas de hacerse muy popular en la universidad. Pero resultó que iban a tener dos máquinas de granizados en una habitación de tres por tres, así que seguramente sobraba una. Los otros chicos empezarían a preguntarse qué clase de pirados vivían en la 507 para tener dos máquinas de hacer granizados. ¡Tantos años de sutil manipulación social! ¡Tantos años, de procurar que lo invitaran a todas las fiestas de los chicos más populares y de hacerle sugerencias útiles, como por ejemplo: «Si te incomoda fregarte en la pista de baile, di que tu religión te lo prohíbe o que tus padres no te dejan»! Entonces no pude más y me puse a llorar.

Yo
: ¿Qué es «fregarse»?

KATE
: Simular el coito mientras bailas.

BOBBY
: Yo le dije que se guardara las lágrimas para más tarde, cuando todos los padres se despidieran de sus hijos en el vestíbulo, el lugar oficialmente aprobado para las despedidas, pero ¿creéis que me escuchó?

LINDA
: Lloré en ese momento. Y lloré de nuevo cuando volvimos esa tarde y nos encontramos con que la puñetera madre del compañero de habitación de Daniel todavía estaba organizando y reordenando los trastos de su hijo. ¿Qué podía hacer yo? ¿Cómo iba a mirar a la cara a la madre de un chico que tiene una pierna ocho centímetros más corta que la otra y decirle que se esfumara de una puñetera vez? Por eso me puse a llorar. Y lloré una vez más en el vestíbulo, cuando se supone que todas las madres lloran.

Yo
: ¿A que es agradable que no hayan venido los niños?

LINDA
: (Sollozando.) Y ahora tendré que hacerlo todo de nuevo en agosto, con Nick. Entonces nuestros hijos se habrán ido de casa y seremos oficialmente una pareja con el nido vacío. No sé si podré soportarlo.

BOBBY
: Seguro que hay empresas que hacen todo el trabajo de mudar a tu hijo a la universidad.

WILLIAM
: Gran idea. Subcontrata el trabajo.

NEDRA
: ¡Qué tontos sois! ¡Ninguna madre querría que un desconocido se ocupara de instalar a su hijo en la universidad!

Yo
: Me encantaría que nos contaras un poco más acerca de los dos dormitorios principales, Bobby. ¿Tenéis fotos? ¿Y esto rosa de aquí qué es? ¿Es lo que los suecos llaman gravlox?

NEDRA
: Lax. El lox es judío.

Yo
: ¿Cómo lo sabes?

NEDRA
: Lo he leído en Hebfaq.com.

20.30 - En el patio, cenando

NEDRA
: Aunque no lo creáis, un divorcio puede ser bueno.

Yo
: ¿Cuándo es bueno un divorcio?

NEDRA
: Cuando tú te quedas con la casa; yo, con la cabaña en el lago Tahoe, y los dos compartimos la casa en Maui.

Yo
: En otras palabras, cuando hay dinero.

WILLIAM
: El dinero ayuda.

KATE
: También el respeto mutuo y la voluntad de actuar bien en beneficio de los niños, sin ocultar bienes.

WILLIAM
: En otras palabras, la confianza mutua.

Yo
: (Sin mirar a William.) Entonces cuéntanos, Linda, ¿cómo es tener dos habitaciones principales? ¿Cómo lo hacéis?

LINDA
: Vemos la tele en su dormitorio o en el mío, nos quedamos un rato acurrucados juntos y después, cuando queremos dormir, nos vamos cada uno a su habitación.

BOBBY
: Las habitaciones separadas son simplemente para dormir.

LINDA
: Dormir es muy importante.

BOBBY
: Cuando duermes poco, comes mucho más.

LINDA
: Y pierdes la memoria.

Yo
: Y acumulas ira reprimida.

WILLIAM
: ¿Y qué me decís del sexo?

LINDA
: ¿Qué quieres decir?

NEDRA
: ¿Cuándo lo hacéis?

LINDA
: Cuando lo hacemos normalmente.

NEDRA
: ¿Y eso cuándo es?

BOBBY
: ¿Estás preguntando con cuánta frecuencia lo hacemos?

NEDRA
: Siempre he tenido curiosidad por saber cuántas veces a la semana lo hacen las parejas heterosexuales casadas.

WILLIAM
: Supongo que depende del tiempo que lleven casadas.

NEDRA
: Eso no parece un argumento a favor del matrimonio, William.

Yo
: ¿De qué color habéis pintado las paredes, Linda?

NEDRA
: Si una pareja lleva casada más de diez años…, yo diría que lo hace una vez cada dos semanas.

Yo
: ¿Y las alfombras? ¿Te puedes creer que vuelven a estar de moda las de pelo largo?

LINDA
: Lo hacemos muchísimo más.

Yo
: Bueno, yo no pienso mentir.

LINDA
: ¿Estás diciendo que miento?

Yo
: Digo que quizá embelleces un poco la verdad.

WILLIAM
: Pásame los buñuelos de patata.

Yo
: Una vez al mes.

WILLIAM
: (Tose.)

21.38 - En la cocina, distribuyendo en fiambreras de plástico la comida sobrante

NEDRA
: Tengo la frente brillante. He comido hasta reventar. Estoy borracha. Quita de delante el móvil, Alice. No quiero que me hagas ninguna foto.

Yo
: Algún día me lo agradecerás.

NEDRA
: No tienes mi autorización para publicarla en Facebook. Tengo muchos enemigos. Prefiero que no sepan dónde vivo.

Yo
: Tranquilízate. No voy a publicar tu dirección.

NEDRA
: (Me quita el teléfono de las manos y se pone a tocar la pantalla.) Es exactamente como si publicaras mi dirección. Si tu teléfono tiene GPS, las fotos que hagas con él tendrán incrustada una geoetiqueta que informa de la longitud y la latitud exactas del lugar donde se han tomado.

La mayoría de la gente ni siquiera sabe que las geoetiquetas existen, lo que ha beneficiado considerablemente a muchos de mis clientes. Ya está. He desactivado los servicios de localización de tu cámara. Ahora puedes hacerme una foto.

Yo
: Déjalo. Le has quitado toda la gracia.

NEDRA
: Estabas exagerando, ¿no? Lo hacéis más de una vez al mes, ¿verdad?

Yo
: (Suspirando.) No, estaba diciendo la verdad. Al menos últimamente, es así.

NEDRA
: Quizá te parezca que lo hacéis una vez al mes, pero seguro que es más. ¿Por qué no llevas la cuenta? Quizá haya alguna app del iPhone precisamente para eso.

Yo
: Hay una app que se llama «¿Por qué estoy tan insufrible?». Es gratis. Te dice en qué día del ciclo estás. También hay una versión para hombres pero cuesta 3,99 dólares: «¿Por qué mi mujer está tan insufrible?» Y por 4,99, puedes pasarte a la versión superior: «No le preguntes nunca a tu mujer si tiene que venirle la regla.» Una app muy buena.

NEDRA
: ¿Qué hace?

Yo
: Te cobra 4,99 dólares cada vez que cometes la estupidez de preguntarle a tu mujer si tiene que venirle la regla.

NEDRA
: (Con expresión de horror.) ¿Qué haces? ¡No tires los buñuelos de patata a la basura!

22.46 - A través de la puerta del baño

Yo
: ¿Hay alguien?

WILLIAM
: (Abre la puerta.) No.

Yo
: (Me desplazo de un lado a otro del pasillo, intentando eludir a William y entrar en el baño.) Decídete por un lado, William. ¿Izquierda o derecha?

WILLIAM
: ¿Alice?

Yo
: ¿Qué? (Trato de esconder barriga para poder pasar.) Tengo que ir al baño.

WILLIAM
: Mírame.

Yo
: Después de hacer pis.

WILLIAM
: Ahora. Mírame ahora, por favor.

Yo
: (Bajo la vista al suelo.) De acuerdo, lo siento. No he debido contarle a todo el mundo que sólo hacemos el amor una vez al mes.

WILLIAM
: Eso me da igual.

Yo
: No debería darte igual. Es información privada.

WILLIAM
: No tiene ninguna importancia.

Yo
: Para mí sí que la tiene. Además, probablemente lo hacemos más de una vez al mes. Deberíamos llevar la cuenta.

WILLIAM
: Últimamente lo hacemos una vez al mes.

Yo
: ¿Ves? Te importa.

Yo
: ¿Por qué me miras así? Di algo.

Yo
: William, si no te apartas, me voy a hacer pis encima. ¿Izquierda o derecha?

WILLIAM
: (Tras una larga pausa.) Me encantó lo de la otra noche en tu estudio.

Yo
: (Tras una pausa todavía más larga.) A mí también.

22.52 - Paseando por el jardín

BOBBY
: Intuyo que te interesa la idea de los dos dormitorios.

Yo
: Los farolillos son mágicos. Esto parece Narnia.

BOBBY
: Si quieres, te envío por correo electrónico el nombre del tipo que nos hizo la reforma.

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