La reina de los condenados (2 page)

BOOK: La reina de los condenados
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Para decirlo de otro modo: uno se vuelve sensato cuando vive quinientos años; pero también tiene tiempo de tornarse peor de lo que sus enemigos habían creído.

Y yo soy el mismo diablo de siempre, el joven que quiere aparecer en el escenario central, donde podáis verme mejor y donde podáis, quizás, amarme. Lo uno no es bueno sin lo otro. Y deseo tanto divertiros, cautivaros, hacer que me lo perdonéis todo… Momentos fortuitos de contactos secretos y reconocimiento nunca serán suficientes, me temo.

Pero voy demasiado aprisa, ¿no?

Si habéis leído mi autobiografía, querréis saber de lo que estoy hablando. ¿Qué fue la catástrofe que he mencionado?

Bien, hagamos un repaso. Como he dicho, escribí el libro y grabé el disco porque quería ser visible, que me vieran tal como soy, incluso aunque sólo fuera en términos simbólicos.

Por lo que se refiere al riesgo de que los mortales pudieran realmente comprender y advertir que yo era exactamente quien decía que era…, bien, esta posibilidad no hacía sino excitarme más. Dejemos que nos cacen, dejemos que nos destruyan; éste era, en un sentido, mi más ferviente deseo. No merecemos existir; tendrían que matarnos. ¡Ah, pensar en los combates! ¡Ah, luchar contra quienes saben de veras quién soy!

Pero nunca esperé una confrontación tal; y el personaje del músico rock era una cobertura demasiado maravillosa para un diablo como yo.

Fue mi propia estirpe quien me tomó al pie de la letra, quien decidió castigarme por lo que había hecho. Yo, por supuesto, también lo había tenido en cuenta.

Después de todo, en mi autobiografía conté nuestra historia; conté nuestros secretos más profundos, cosas que había jurado no revelar nunca a nadie. Y me pavoneé delante de los ardientes focos y de las lentes de las cámaras. ¿Y si hubiera caído en manos de algún científico o, más probablemente, en las de un celoso oficial de policía por una leve infracción de tráfico cinco minutos antes del alba, y hubieran logrado encarcelarme, inspeccionarme, identificarme, clasificarme (todo ello durante las horas diurnas, mientras estaría yaciendo indefenso) para satisfacción de los mortales más escépticos a lo largo y ancho del mundo?

La verdad es que no era muy probable. Y aún sigue siéndolo poco. (Aunque podría ser algo divertidísimo, de veras.)

Sin embargo, era inevitable que los de mi especie se enfurecieran por los riesgos a que me expuse, que intentasen quemarme vivo, o hacer de mí trocitos inmortales. La mayoría de los jóvenes eran demasiado estúpidos para saber lo seguros que estábamos.

Al aproximarse la noche del concierto, descubrí que también yo estaba soñando en aquellos combates. ¡Qué inmenso placer sería destruir a los que eran tan malvados como yo, segar una buena hozada entre los culpables, apuñalar una y otra vez mi propia imagen!

No obstante, ya sabéis: la alegría pura de estar allí presente, haciendo música, haciendo teatro, haciendo magia…; al fin y al cabo, era de lo que se trataba. Definitivamente, quería estar vivo. Quería ser simplemente humano. El actor mortal que había partido para París doscientos años atrás y que encontró la muerte en el bulevar tendría por fin su hora.

Pero, prosiguiendo con la evocación, el concierto fue un éxito. Tuve mi momento triunfal ante quince mil
fans
mortales que gritaban hasta desgañitarse; y dos de mis amores inmortales estaban conmigo: Gabrielle y Louis, mis hijos, mis amantes, de quienes había estado separado demasiados años.

Antes de que finalizara la noche, dimos una paliza a los vampiros imbéciles que intentaron castigarme por lo que había hecho. Y tuvimos un aliado invisible en aquellas pequeñas escaramuzas; nuestros enemigos estallaron en llamas antes de que hubieran podido hacernos ningún daño.

Se acercaba el alba; yo estaba demasiado excitado por el acontecimiento de la noche, para tomar en serio la cuestión del peligro. Desoí las apasionadas advertencias de Gabrielle (demasiado dulce para abrazarla otra vez) y deseché las negras sospechas de Louis como era mi costumbre.

Y entonces la confusión, la incertidumbre…

Exactamente cuando el sol despuntaba por Carmel Valley y yo cerraba los ojos (como debe hacer todo vampiro en semejante momento), me percaté de que no estaba solo en mi guarida subterránea. No solamente había llegado yo a los jóvenes vampiros con mi música; ¡mis canciones habían despertado de su sopor a los más viejos del mundo de nuestra especie!

Y me hallé en uno de aquellos instantes de riesgo y posibilidad que cortan la respiración. ¿Qué iba a pasar? ¿Moriría al fin, o quizá renacería?

Ahora bien, para contaros la historia completa de lo que ocurrió después de esto, debo retroceder un poco en el tiempo.

He de empezar unas diez noches antes del fatídico concierto, y he de hacer que os deslicéis en las mentes y en los corazones de otros seres, seres que reaccionan ante mi música y ante mi libro de un modo del que entonces yo sabía muy poco o nada.

En otras palabras, estaban sucediendo muchísimas cosas que después tuve que reconstruir. Y ahora, os ofrezco esta reconstrucción.

Así pues, vamos a salir de los estrechos y líricos confines de la primera persona del singular y vamos a zambullirnos, como miles de escritores mortales han hecho, en las mentes y almas de «personajes diversos». Vamos a lanzarnos al mundo de la «tercera persona» y del «múltiple punto de vista».

Y, por cierto, cuando estos otros personajes piensan o dicen de mí que soy guapo o irresistible, etcétera, no penséis que fui yo quien puse esas palabras en sus mentes. ¡No lo hice! Fue lo que me contaron después o lo que deduje de sus mentes con mi infalible poder telepático; no mentiría acerca de esto, ni de ninguna otra cosa. No puedo evitar ser un magnífico diablo. Es el papel que me toca jugar. El bastardo de monstruo que me creó e hizo de mí lo que soy, me eligió basándose en mi atractivo aspecto. Es la pura verdad. Y accidentes como éste pueden ocurrir en cualquier momento.

Definitivamente, vivimos en un mundo de accidentes, en el cual solamente los principios estéticos tienen una coherencia que da seguridad. Luchamos continuamente para separar el bien del mal, nos esforzamos para crear y conservar un equilibrio ético; pero los destellos de la lluvia de verano bajo los faroles encendidos o el gran resplandor instantáneo de la artillería contra el cielo nocturno son una belleza en bruto que está fuera de toda discusión.

Pero tened la certeza de que, aunque por el momento os dejo, regresaré con mis plenas capacidades desplegadas en el instante adecuado. ¡La verdad es que odio no ser el narrador en primera persona a lo largo de todo el relato! Parafraseando a David Copperfield, de este cuento no sé si voy a ser el héroe o la víctima. Pero, de un modo o de otro, lo protagonizaré. Después de todo, soy el que de veras lo cuenta, ¿no?

¡Ay!, ser el James Bond de los vampiros no lo soluciona todo. La vanidad debe esperar. Quiero que sepáis lo que realmente ocurrió entre nosotros, incluso aunque luego no lo creáis. En ficción, al menos, tengo que tener un poco de sentido común, un poco de coherencia, o me volveré loco.

Así pues, hasta luego; no dejo de pensar en vosotros; os quiero; desearía que estuvieseis aquí… en mis brazos.

PRÓLOGO

Declaración

en forma de graffiti

(escrita con rotulador negro en una pared roja

del cuarto trasero de un bar llamado La Hija de Drácula

en San Francisco)

Hijos de las Tinieblas,

quedáis advertidos de lo siguiente:

LIBRO PRIMERO:
Confesiones de un Vampiro,
publicado en 1976, era una historia verídica. Cualquiera de nosotros podría haberla escrito: un resumen del devenir de lo que somos, de la miseria y de la búsqueda. Sin embargo, Louis, el inmortal de doscientos años que lo revela todo, se empeña en ser comprensivo con los mortales. Lestat, el canalla que dio a Louis el Don Oscuro, le dio también algo más, algo precioso en cuanto a explicaciones o consuelo. ¿Suena familiar? Louis todavía no ha abandonado la búsqueda de la salvación, a pesar de que incluso Armand, el inmortal más antiguo que conoció nunca, no le pudiera decir nada de por qué estamos aquí ni de quién nos creó. ¿No es muy sorprendente, verdad, vampiros y vampiras? Después de todo, nunca ha existido un Catecismo de Baltimore para Vampiros.

Es decir, no existía hasta la publicación de:

LIBRO SEGUNDO:
Lestat, el Vampiro,
esta misma semana. Primera parte: Su «educación juvenil y aventuras». ¿No lo creéis? Comprobadlo en la librería de mortales más próxima. Luego acercaos a vuestra tienda de discos y pedid que os enseñen el último álbum que les acaba de llegar, y veréis que se titula
Lestat el Vampiro,
con previsible modestia. O, si os fallan ambas cosas, conectad vuestra televisión por cable, si no desdeñáis tales artefactos, y esperad a que aparezca en pantalla uno de los numerosos video-clips de música rock de Lestat que, justo ayer, empezaron a emitir con una frecuencia tal que llega a producir náuseas. Inmediatamente conoceréis a Lestat por lo que es.

Y tal vez no os sorprenderá si os digo que planea agravar estos ultrajes sin precedentes apareciendo en «vivo» en un escenario, debutando en un concierto en esta misma ciudad. Sí, la noche de Halloween: lo adivinasteis.

Pero, por el momento, olvidemos la flagrante locura de sus ojos sobrenaturales relampagueando tras los escaparates de las tiendas de discos, o su poderosa voz cantando los nombres secretos y las historias de los más antiguos de entre nosotros. ¿Por qué lo hace? ¿Qué nos cuentan sus canciones? Está detallado en el libro. No nos ha proporcionado sólo un catecismo, sino una Biblia.

E, introduciéndonos en los tiempos bíblicos, nos conduce a presencia de nuestros primeros padres: Enkil y Akasha, soberanos del valle del Nilo mucho antes de que se llamara Egipto. Con mucha amabilidad hace caso omiso de los relatos sagrados que cuentan cómo se convirtieron en los primeros bebedores de sangre de la capa de la Tierra, puesto que sólo tiene un poco más de sentido que la historia de cómo se formó la vida en el planeta, o de cómo los fetos humanos se desarrollan a partir de células microscópicas en el seno de sus mortales madres. Lo cierto es que descendemos de este venerable par, y, nos guste o no, hay razones considerables para creer que el progenitor original de todos nuestros poderes deliciosos e indispensables reside en uno u otro de sus antiquísimos cuerpos. ¿Qué se deduce de ello? Hablando con toda claridad: que si Akasha y Enkil entrasen cogidos de la mano en un horno, todos nos quemaríamos con ellos. Que sean reducidos a polvo incandescente y quedamos todos aniquilados.

¡Ah!, pero hay esperanza. ¡La pareja no se ha movido en más de cincuenta siglos! Sí, es cierto. A no ser, claro está, que las afirmaciones de Lestat en cuanto a haberlos despertado, a ambos, tocando el violín al pie de su sepulcro, sean ciertas. Pero, si dejamos de lado su increíble cuento de que Akasha lo tomó en sus brazos y compartió con él su sangre original, nos quedamos con la realidad del asunto que tiene más posibilidades de ser auténtica, todo ello corroborado por las historias de los antiguos: que ambos no han movido una pestaña desde antes de la caída del Imperio Romano. Marius, un vampiro de la antigua Roma, que sabe muy bien lo que nos conviene a todos, los ha guardado todo este tiempo en una cripta particular. Y fue éste quien dijo a Lestat que jamás revelase el secreto.

Pero, por lo que se ve, no era un confidente muy de fiar el vampiro Lestat. ¿Y cuáles son sus motivos para el libro, el disco, los video-clips, el concierto? Es casi imposible saber qué pasa por la cabeza de este diablo, salvo que hace lo que le viene en gana, con un descaro absoluto. Después de todo, ¿no creó a una niña vampira? ¿Y no hizo una vampira de su propia madre, Gabrielle, quien durante años fue su amorosa compañera? ¡Quizá tenga la vista puesta en el papado, este diablo, tan incontrolable es su sed de emociones!

Así, pues, éste es el quid: Louis, un filósofo descarriado al que nadie de nosotros es capaz de encontrar, ha confiado nuestras costumbres más profundas y secretas a incontables desconocidos. Y Lestat ha osado revelar nuestra historia al mundo, a la par que exhibe sus dotes sobrenaturales ante el público mortal.

Y ahora la
cuestión:
¿Por qué ambos continúan existiendo? ¿Por qué no los hemos destruido todavía? ¡Oh!, para nosotros el peligro del gran rebaño mortal es sin lugar a dudas una certeza. Los lugareños no están todavía en la puerta, antorchas en mano, amenazando con incendiar el castillo. Pero el monstruo se expone a un cambio en la perspectiva mortal. Y, aunque somos demasiado listos para corroborar sus absurdas maquinaciones a la documentación humana, el ultraje excede cualquier precedente. Y no puede permanecer impune.

Más observaciones: si la historia que el vampiro Lestat ha contado es cierta (hay muchos que juran que es así, aunque saber en qué se basan para hacer tales afirmaciones está fuera de mi alcance), ¿no haría su aparición el Marius de dos mil años para castigar la desobediencia de Lestat? ¿O quizá el Rey y la Reina, si tienen orejas para oír, despertarían ante el sonido de sus nombres transportados por las ondas de la radio alrededor del planeta? ¿Qué podría ocurrimos a todos si tal cosa tuviese lugar? ¿Prosperaríamos bajo su nuevo reinado? ¿O emprenderían la aniquilación universal? Sea cual sea el caso, ¿no podría evitarlo una inmediata destrucción del vampiro Lestat?

El Plan: destruir al vampiro Lestat y a todas sus cohortes tan pronto como asomen la cabeza. Destruir a todos los que demuestren ser aliados suyos.

Una Advertencia: inevitablemente, existen otros bebedores de sangre muy viejos aparte de éstos. Todos, una vez que otra, hemos vislumbrado su presencia, o la hemos notado. Las revelaciones de Lestat no nos sorprenden tanto, por cuanto despiertan una conciencia dormida en nuestro interior. Y lo más seguro es que esos viejos, con sus grandiosos poderes, pueden oír la música de Lestat. ¿Qué seres antiquísimos y terribles, incitados por la historia, el propósito o la mera curiosidad, se moverán lenta e inexorablemente para responder a su llamada?

Copias de esta Declaración han sido enviadas a todos y cada uno de los puntos de reunión de la Trama Vampírica y a las asambleas de todo el mundo. Pero tenéis que prestar atención y hacer correr la voz: el vampiro Lestat tiene que ser destruido, y, con él, su madre, Gabrielle, sus cohortes, Louis y Armand, y todos los inmortales que le muestren lealtad.

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