Hans Küng no es un mero historiador, sino un hombre de Iglesia que realiza un profundo análisis de la historia de esta institución capaz de suscitar a un tiempo odios encendidos y rendida admiración. Una historia que no puede ni debe eludir el compromiso ético con aquellos que fueron perseguidos, denostados u olvidados en aras de un dogmatismo de miras estrechas. De su mano, el pasado se convierte en la vía más certera para comprender el presente y enfrentarse a los retos de un futuro que se entrevé incierto.
En palabras del propio autor, la historia de la Iglesia católica es sin duda la historia de una firme parábola que conduce hacia el éxito, una historia plagada de éxitos a menudo más mundanos que espirituales. La Iglesia católica —y probablemente cualquier religión constituida de forma organizada— ha tenido que navegar entre las aguas mestizas en las que confluyen lo religioso, lo absoluto y lo eterno, así como las convicciones y valores estrictamente terrenales. La verdad, o el atisbo que de ella podemos llegar a contemplar, está condicionada por el momento histórico, transformándose para amoldarse al paso del tiempo. La Iglesia, organización y jerarquía, es una obra humana y como tal está sometida a los errores y vicisitudes que acompañan la historia de los individuos y los grupos humanos.
Hans Küng desarrolla con su particular estilo certero y ameno una amplia panorámica sobre el devenir de la Iglesia, un receso perfectamente fundamentado, pero no desde la asepsia del historiador, sino con los ojos críticos de un firme seguidor de la palabra de Cristo. ¿Cómo y por qué la Iglesia católica ha llegado a ser tal y como la conocemos hoy en día? Tras dos mil años de historia, el camino recorrido pone de relieve la ineludible ambigüedad por donde transita la debilidad humana de teólogos y papas, pero a un tiempo nos muestra dónde se deben poner los cimientos de la Iglesia futura, una Iglesia plural que abogue por una ética mundial que reconcilie a religiones y pueblos.
Hans Küng
La iglesia católica
ePUB v1.0
Zorindart11.08.12
Título original:
The Catholic Church, A Short History
Hans Küng, 2001.
Traducción: Albert Borrâs
Editor original: Zorindart (v1.0)
ePub base v2.0
Al doctor John Bowden
en testimonio de gratitud
Como autor de esta breve historia de la iglesia católica deseo declarar abiertamente, ya en el principio, que a pesar de todas mis experiencias sobre cuan inflexible puede resultar el sistema romano, la iglesia católica, esa hermandad de creyentes, ha seguido siendo mi hogar espiritual hasta el presente.
Esto tiene sus consecuencias en este libro. Como es natural, la historia de la iglesia católica también podría relatarse de otro modo. Los expertos en religión o los historiadores no involucrados personalmente en tal historia podrían ofrecer una descripción «neutral». O podría describirse por parte de un filósofo o un teólogo «hermenéutico» preocupado por el «conocimiento», para el que comprenderlo todo es también perdonarlo todo. Sin embargo, he escrito esta historia como persona involucrada en ella. Puedo «comprender» fenómenos tales como la represión intelectual y la Inquisición, la quema de brujas, la persecución de los judíos y la discriminación de la mujer desde un contexto histórico, pero eso no quiere decir que pueda por ello «perdonarlos» en modo alguno. Escribo como alguien que se pone del lado de las víctimas, o de las prácticas religiosas que ya en su tiempo fueron reconocidas y censuradas como no cristianas.
Para concretar mi posición personal: escribo como alguien nacido en una familia católica en la católica ciudad suiza de Sursee y que fue a la escuela de la católica ciudad suiza de Lucerna. Después viví siete años consecutivos en Roma, en la élite papal del Collegium Germanicum et Hungaricum, y estudié filosofía y teología en la Universidad Gregoriana Pontificia. Cuando fui ordenado sacerdote celebré la eucaristía por primera vez en San Pedro y di mi primer sermón a una congregación de Guardas Suizos.
Tras doctorarme en teología en el Institut Catholique de París, trabajé dos años como pastor en Lucerna. En 1960, a la edad de treinta y dos años, trabajé como profesor de Teología Católica en la Universidad de Tubinga.
Tomé parte en el concilio Vaticano II entre 1962 y 1965 como experto nombrado por Juan XXIII, di clases en Tubinga durante dos décadas, y fundé el Instituto de Estudios Ecuménicos, del cual fuí director.
En 1979 experimenté personalmente la Inquisición bajo otro papa. La iglesia me retiró el permiso para la enseñanza, pero aun así mantuve mi cátedra y mi Instituto (que quedó segregado de la Facultad Católica).
Durante dos décadas más permanecí inquebrantablemente fiel a mi iglesia con lealtad crítica, y hasta el presente he seguido siendo profesor de Teología Ecuménica y un sacerdote católico «de buena reputación».
Defiendo el papado para la iglesia católica, pero al mismo tiempo reclamo infatigablemente una reforma radical de acuerdo con los criterios del Evangelio.
Con un historial y un pasado católico como este, ¿acaso no puedo ser capaz de escribir una historia de la iglesia católica que sea al mismo tiempo devota y objetiva? Tal vez resulte aún más emocionante escuchar la historia de esta iglesia de parte de uno de sus miembros, que hasta ese punto se ha visto involucrado en ella. Obviamente, me preocupa tanto ser objetivo como a cualquier «neutral» (si tal cosa es posible en asuntos de religión). Sin embargo, estoy convencido de que la devoción personal y la objetividad más realista pueden combinarse en una historia de la iglesia como en la historia de una nación.
Me aventuro a ofrecer esta breve historia de la iglesia, pues, como alguien de larga experiencia en asuntos eclesiales y que ha sido puesto a prueba muchas veces por los mismos. Desde luego, no podrá reemplazar a los trabajos en varios volúmenes —los editados por A. Fliche y V. Martin; por H. Jedin; por L. J. Rogier, R. Aubert y M. D. Knowles; o por M. Mollart du Jourdin— de los cuales he hecho uso, ni tampoco es esa mi intención. Pero dado que he estudiado esta historia toda mi vida y he vivido parte de la misma, mi libro es bastante singular.
Y he abordado la historia de la iglesia católica en libros anteriores (traducidos todos ellos al español),
El Concilio y la unión de los cristianos
(1960; trad. esp., 1962),
Estructuras de la iglesia
(1962; trad. esp., 1969), y
La iglesia
(1967; trad. esp., 1984); y continué haciéndolo más tarde en
Ser cristiano
(1974; trad. esp., 1978),
¿Existe Dios?
(1978; trad. esp., 1979),
Teología para el Nuevo milenio
(1984; trad. esp., 1991),
El judaísmo: pasado, presente y futuro
(1991; trad. esp., 1993) y
Grandes pensadores cristianos: una pequeña introducción a la teología
(1993; trad. esp., 1995). Ofrecí una síntesis analítica de toda la historia del cristianismo en mi libro
El cristianismo: esencia e historia
(1994; trad. esp., 1997). En este libro describí los diversos paradigmas que crearon época, no solo el paradigma católico romano, sino también el paradigma judeocristiano, el paradigma helenístico-bizantino-eslavo, el paradigma de la reforma protestante y el paradigma de la Ilustración y la modernidad. En él el lector encontrará gran profusión de referencias bibliográficas sobre la historia de la iglesia católica romana y, claro está, también numerosas ideas y perspectivas que enfocaré en este breve libro de un nuevo modo. Lo haré con brevedad, y me centraré en las líneas, estructuras y figuras principales sin hacer uso del lastre más erudito (no hay notas ni referencias bibliográficas).
Mientras escribo soy plenamente consciente de que los puntos de vista sobre la iglesia católica y su historia divergen ampliamente, tanto dentro como fuera de ella. Probablemente más que ninguna otra, la iglesia católica es una iglesia controvertida, sujeta a los extremos de la admiración y el desprecio.
No cabe duda de que la historia de la iglesia católica es una historia de éxitos: la iglesia católica es la más antigua, numéricamente la más fuerte y seguramente también la representante más poderosa del cristianismo. Existe gran admiración por la vitalidad de esta iglesia doblemente milenaria; por su organización, que ya era global antes de que se hablara de «globalización», y por su efectividad a nivel local; por su estricta jerarquía y por la solidez de sus dogmas; por su culto, rico en tradición y luminoso en su esplendor; por sus indiscutibles logros culturales en la construcción y la formación de occidente. Los historiadores y filósofos de la iglesia más optimistas e idealistas creen que pueden advertir un crecimiento orgánico en su historia, su doctrina, su constitución, sus leyes, su liturgia y su piedad. Defienden que la iglesia católica es como un viejo árbol gigantesco, que mientras sigue dando frutos podridos y albergando ramas muertas todavía puede entenderse como en proceso de permanente desarrollo, desplegándose para acercarse a la perfección. Aquí la historia de la iglesia católica se define como un proceso orgánico de maduración y propagación.
Pero incluso los católicos tradicionales se preguntan: suponiendo que tal crecimiento orgánico exista, ¿acaso no hay también en la historia de la iglesia católica numerosos desarrollos no orgánicos, anómalos y completamente absurdos o falsos, de los cuales son responsables los representantes oficiales de la iglesia? A pesar de las grandilocuentes referencias al progreso, ¿no hay también períodos terroríficos, de los cuales son los papas totalmente culpables?
Durante la época del concilio Vaticano II (1962-1965) la iglesia católica disfrutaba de una presencia pública generalmente amplia. En los albores del tercer milenio después de Cristo, sin embargo, sufre más que nunca ataques en determinados sectores. Es cierto que Roma ha pedido recientemente «perdón» por los monstruosos errores y las atrocidades del pasado; pero al mismo tiempo la administración de la iglesia de hoy en día sigue produciendo aún más víctimas. Raramente se encuentra otra de las grandes instituciones de nuestra era democrática que trate de modo tan desdeñoso a los críticos y a quienes defienden otros puntos de vista dentro de sus filas, o que discrimine tanto a las mujeres: prohibiendo los anticonceptivos, el matrimonio de los sacerdotes o la ordenación de las mujeres. Ninguna polariza la sociedad y la política mundiales con tan alto grado de rigidez en sus posiciones sobre los temas del aborto, la homosexualidad y la eutanasia; posiciones siempre investidas de un aura de infalibilidad, como si se tratara de la propia voluntad de Dios.
En vista de la aparente incapacidad por parte de la iglesia católica para corregirse y reformarse, ¿resulta comprensible que en los inicios del tercer milenio cristiano la indiferencia más o menos benevolente que se ha dedicado a la iglesia en los últimos cincuenta años se haya tornado en aversión y una hostilidad ciertamente generalizada? Los historiadores de la iglesia más críticos y antagonistas son de la opinión de que en los dos mil años de historia de la iglesia no puede detectarse ningún proceso orgánico de maduración, sino más bien algo más parecido a una «historia criminal». Un autor, católico en tiempos, Karlheinz Deschner, ha dedicado su vida, y por ahora seis volúmenes, a esa historia. En ella describe todas las formas posibles de «delincuencia» en la política exterior de la iglesia y en sus políticas relacionadas con el comercio, las finanzas y la educación; la propagación de la ignorancia y la superstición; la explotación sin miramientos de la moralidad sexual, las leyes matrimoniales y la justicia penal… Y así sucesivamente durante cientos de páginas.