La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3 (40 page)

Read La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3 Online

Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

BOOK: La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3
6.77Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Quiere que la encuentres? —Elena frunció el ceño y separó los labios, pero las palabras jamás llegaron a salir de ellos. El acero resplandeció en sus manos en el mismo momento en que Rafael percibió al intruso que había a su espalda y se dio la vuelta.

Se produjo un cambio en el ambiente, como si hubiera algo que intentara tomar forma. Durante una fracción de segundo, Rafael creyó que se trataba de Caliane, pero luego la forma se convirtió en un ángel con el cabello de hielo y unos extraños iris opalescentes que casi se mezclaban con el blanco de sus ojos, lo que le hacía parecer espeluznantemente ciego. Sus alas fueron la última parte de su cuerpo en aparecer, unas alas de un sedoso tono gris, tan exquisitas como peligrosa era Lijuan.

—Rafael… —Su voz transmitía el mismo eco distante que él había percibido antes, como si hubiera otras voces en su interior, fantasmas que intentaran escapar. O gritar.

—¿Qué estás haciendo aquí, Lijuan?

La arcángel de China sonrió, pero su sonrisa no era de este mundo, ni de cerca. Aquello en lo que Lijuan se había convertido, hacia lo que había «evolucionado», era una pesadilla que ni siquiera los miembros del Grupo podían comprender. Pero Rafael sí. Porque él había visto el rostro de la locura cuando era niño, había sentido sus caricias delicadas… y sabía que existía la posibilidad de que un día cayera sobre él como una marea arrolladora.

El ala de Elena rozó la suya en una caricia silenciosa, como si ella le hubiera leído los pensamientos. Como si intentara recordarle la promesa que le había hecho.

«No permitiré que mueras.»

Los ojos de Lijuan recorrieron las alas de Elena con una pizca de avaricia. La más antigua de los arcángeles era aficionada a las cosas exóticas e inusuales. Por desgracia, le gustaba atravesarlas con un alfiler y colgarlas como trofeos en sus paredes.

—Las alas de tu cazadora son excepcionales, ¿lo sabías, Rafael? En todos los milenios que he vivido no he visto nunca unas alas como las suyas… ni como las del joven.

El «joven» era Illium, y la fascinación que Lijuan sentía por él era tal que Rafael se había asegurado de que Illium rara vez estuviera en su presencia. Y nunca solo.

—No has venido aquí a hablar sobre alas.

—Cierto. —Tras acomodar sus propias alas, Lijuan contempló los alrededores con aquellos ojos que parecían ciegos—. Recuerdo este lugar. Era un antiguo santuario conocido solo por sus discípulos. La leyenda dice que adoraban a un dragón dormido. —Sacudió la cabeza y su cabello empezó a flotar hacia atrás impelido por un viento que no afectaba a ninguna otra cosa—. No le di mucha importancia.

Porque una diosa, pensó Rafael, no tenía nada que temer de los insignificantes dioses mortales. Pero ahora, reflexionó mientras contemplaba aquel rostro atemporal, Lijuan sabía lo que era el miedo. Había evolucionado… pero Caliane tenía muchos milenios más que ella cuando se sumió en el sueño. Quién sabía si su madre sería capaz de eliminar la pesadilla en la que se había convertido la arcángel de China…

Los ojos de Lijuan se clavaron en Rafael una vez más.

—Siempre amaste a tu madre —dijo con una dulzura que nada hacía por ocultar la muerte que se aferraba a ella como una sombra pútrida—. Es injusto por nuestra parte esperar que la encuentres y te encargues de eliminar el problema.

—Estás aquí para matar a mi madre. —Eso no lo sorprendía, pero sí que ella intentara convencerlo de nuevo.

—Estoy aquí para matar a un monstruo.

31

A
Elena le había quedado claro en qué terreno se movían con respecto al asunto de Caliane en el instante en que la arcángel se llevó a Illium. Pero ahora, mientras observaba a Lijuan, volvió a considerar las cosas.

¿
Tu madre reanimó a los muertos alguna vez
?

Rafael no reveló ni con un pestañeo que la había oído, pero su respuesta fue inmediata.

No
.

Una respuesta categórica, pero Elena había escuchado también lo que Rafael no había dicho, había sentido los vestigios de una antigua oscuridad enrollándose alrededor de su corazón de cazadora. Porque fuera cual fuese la forma que había tomado la locura de Caliane, había conseguido que su propio hijo se pusiera en su contra.

¿
Qué fue lo que hizo
?

Aquella era una de las preguntas que jamás había formulado, ya que comprendía que las madres podían ser amadas y odiadas al mismo tiempo.

Cantó para convertir a miles de humanos en esclavos. Cantó hasta que no vieron nada más que a ella, hasta que estuvieron dispuestos a hacer cualquier cosa que ella les pedía… aunque fuera rebanar la garganta de sus propios hijos y caminar sobre sus cadáveres destrozados
.

Elena tragó saliva y observó a Lijuan, que había dado media vuelta para pasear sobre los restos del jardín de arena. Sus alas tenían un color y una forma tan perfectos que resultaba imposible no admirarlas pese a saber que su pureza era falsa. Pese a conocer la verdad oculta sobre la naturaleza de Lijuan.

¿
Dio ella esa orden alguna vez
?

No. Mi madre fue una vez la Guardiana de los Inocentes, y una parte de ella recordaba todavía esa responsabilidad. Pero sí dio otras órdenes
.

Por un instante, Elena creyó que aquello era todo lo que Rafael iba a contarle sobre el tema, pero luego sintió el azote del mar en sus sentidos. Estuvo a punto de trastabillar bajo la fuerza de la marea, y solo entonces se dio cuenta de lo mucho que Rafael se estaba controlando.

Cantó para las poblaciones adultas de dos ciudades prósperas y las convenció de que debían internarse en el Mediterráneo hasta ahogarse porque estaban a punto de entrar en guerra. En su mente, esa era una opción mejor que la muerte y la devastación que habría causado la guerra
.

Nunca me he visto rodeada de un silencio parecido como el que había en esas ciudades. Los niños estaban mudos y conmocionados, y a pesar del cuidado con el que los atendimos, muchos murieron a causa de enfermedades inexplicables al año siguiente. Keir siempre ha asegurado que murieron a causa de un pesar del corazón que los inmortales jamás conoceremos
.

Lijuan finalizó su exploración en aquel instante y se dirigió hacia ellos.

—Ella no duerme aquí. —Una afirmación definitiva.

—Disculpa, pero no voy a aceptar tu palabra en este asunto. —La respuesta de Rafael tenía el mismo matiz gélido que Elena había detectado en su voz mental.

Lijuan esbozó aquella sonrisa suya, una sonrisa tan espeluznante que la cazadora sintió un hormigueo terrible en la espalda.

—Crees que codicio el poder de tu madre, pero te equivocas. Fue el poder de Caliane —una intensa ráfaga de viento apartó el cabello de Elena de su rostro— lo que la volvió loca. Yo valoro mucho mi cordura.

Si Lijuan estaba cuerda o no era algo discutible, pero una cosa estaba clara:

—Ella puede oírnos.

Los ojos de Lijuan se clavaron en Elena.

—Michaela no entiende qué es lo que ves en tu cazadora, Rafael. —Se situó más cerca. Demasiado cerca para que Elena se sintiera cómoda—. Pero yo sí.

Elena permaneció donde estaba. En su opinión, Lijuan estaba como una puta cabra, pero según Rafael, la más antigua de los arcángeles se ceñía a un extraño código de honor. Tal vez no la matara por hablar a destiempo, como harían otros arcángeles, pero sí la atacaría si llegaba a pensar que no la trataba con el respeto que exigía su posición.

—Si le soy sincera, ni siquiera yo misma lo tengo claro —dijo con voz firme, aunque todos sus instintos le gritaban que se alejara de una puñetera vez de la criatura que tenía delante.

Elena

Calla. Déjame hablar con la dama chiflada
.

Una de las alas de Rafael se sacudió un poco, y Elena se preguntó si habría logrado sorprender tanto a su arcángel como para arrancarle una sonrisa.

—Vida… —susurró Lijuan, y estiró el brazo como si pretendiera acariciar el rostro de Elena.

La cazadora dio un paso atrás en el mismo instante en que Rafael cambió de posición para situarse delante de ella.

Lijuan se echó a reír y bajó la mano.

—Vida, como he dicho. Hay una llama dentro de ti, cazadora, una llama poco común. Por eso él te mantiene cerca a pesar de que tu proximidad lo debilita más y más con cada día que pasa.

Elena encajó aquella estocada en el corazón, que la atravesó de extremo a extremo. Sabía que Rafael lo consideraba «un buen negocio», pero ella no opinaba lo mismo. Si resultaba herido por su culpa, jamás se lo perdonaría. La mera idea la aterrorizaba. Sin embargo, allí no había lugar para la autocompasión, no frente a una arcángel que había permitido que sus renacidos se dieran un festín con la carne de los muertos recientes.

—¿Sabe adónde se ha llevado a Illium? —la interrogó Elena al tiempo que daba un paso hacia un lado para situarse de nuevo junto a Rafael.
Soy tu consorte, ¿recuerdas
?, le dijo al ver que él la miraba con expresión asesina.

Jamás lo olvidaría, cazadora del Gremio
. Eran palabras frías, pero a ella le parecieron tan cálidas como una caricia.

—Noto un zumbido de poder aquí —dijo Lijuan—, pero Caliane es fuerte. Sus tentáculos se han extendido por toda esta región.

Las hojas del suelo se elevaron formando diminutos tornados cuando Lijuan extendió las alas.

—Voy a buscarla, Rafael.

—Yo también, Lijuan.

—Me llamarás. —Era una orden del miembro más antiguo del Grupo, que se convirtió en una columna de humo oscuro que ascendió en espiral hacia el cielo antes de desaparecer.

Cuando apartó la vista del torbellino de hojas y polvo que había provocado la marcha de Lijuan, Elena sintió las manos de Rafael en su cintura. Puesto que ya se había acostumbrado a aquel movimiento, apretó las alas contra la espalda y se aferró a sus hombros mientras ambos se elevaban sobre las copas de los árboles, a la altura suficiente para que ella pudiera volar sin ayuda.

Sin embargo, Elena no lo soltó. En lugar de eso, lo rodeó con los brazos y apretó la mejilla contra su cuello cálido.

—Juntos, arcángel —le dijo al oído. Era un ataque preventivo que pretendía evitar que Rafael se alejara de ella—. Siempre. ¿Recuerdas?

Las manos del arcángel se tensaron sobre sus caderas.

Sé dónde duerme mi madre
.

Atónita, Elena alzó la cabeza de inmediato.

—¿En serio?

Tal y como pronosticaste, subestimó la fuerza de Illium. Él está recuperando la consciencia e intenta guiarme hasta el lugar donde se encuentra
.

Temblando de alivio ante la confirmación de que Illium seguía con vida, Elena se enfrentó a aquellos ojos que habían adquirido el color de una noche tormentosa.

¿
Avisarás a Lijuan?
Le parecía más seguro no pronunciar su nombre en voz alta.

Debería. Tal vez sea la única que puede iniciar una batalla con Caliane y salir victoriosa
.

—Es tu madre. —Sentía un peso en el corazón—. Si yo tuviera la oportunidad de volver a hablar con mi madre, me aferraría a ella con ambas manos. —Daba igual lo enfadada que estuviera con Marguerite, daba igual lo mucho que le doliera su traición. Se arrojaría a los brazos de su madre y la abrazaría… para siempre.

Es muy probable que Caliane resurja convertida en un monstruo, Elena. Algo mucho peor que Lijuan, ya que Caliane no parece monstruosa en ningún sentido. Incluso su locura es algo de inimaginable belleza
.

Si eso es cierto, Lijuan la olfateará pronto
. Quizá solo tardara unos minutos, pero aquel tiempo sería de Rafael.
Te mereces la oportunidad de hablar con tu madre a solas, de verla una vez más
.

El arcángel se agachó para reclamar sus labios y le dio un beso lento e intenso mientras una descarga de truenos retumbaba en el cielo y el estallido de los relámpagos llenaba de color el horizonte.

Te dejaré en un lugar seguro
.

Saldré detrás de ti en cuanto te vayas
.

En aquel momento, Rafael la miró fijamente, y Elena supo que su arcángel poseía el poder necesario para encerrarla de una forma que no pudiera escapar. Una jaula de protección… pero una jaula. En lugar de discutir con él, esperó.

El viento apartó los mechones negro azabache de su rostro cuando él le acarició la mejilla.

Nunca solo, Elena
.

Su corazón se inundó de emociones al escuchar aquella sencilla frase.

Nunca
.

Con aquellas palabras, dieron media vuelta y volaron hacia el núcleo de la tormenta.

Dos horas más tarde, los músculos que soportaban las alas de Elena habían dejado de protestar y se encontraban en un estado de entumecimiento. Sabía que aquello le permitiría aguantar las horas siguientes, pero se pasaría los próximos días gimoteando. No obstante, tenía la impresión de que aquello no sería un problema. Ocurriera lo que ocurriese, ocurriría aquel día. Y o bien sobrevivía… o bien no. Todo lo demás eran preocupaciones sin importancia.

Rafael volaba delante de ella, como una llamarada blanca y dorada recortada sobre las tumultuosas nubes que parecían dispuestas a engullirlos. La lluvia gélida no dejaba de caer. Según su reloj, pasaban unos cuantos minutos de las cuatro de la tarde, pero el cielo estaba tan oscuro que si estuvieran volando sobre una ciudad, toda la zona estaría iluminada por millares de luces diminutas: las de las ventanas de las oficinas, las de las calles, las que había en lo alto de las torres.

No obstante, el paisaje que había debajo de ellos estaba compuesto por montañas y bosques, en los que solo de vez en cuando se divisaba una cabaña aislada de granjeros o agricultores. También habían visto una aldea aún más pequeña que aquella en la que habían dejado a Naasir. El cálido resplandor de la aldea había sido demasiado débil para atravesar la oscuridad de la tormenta, así que cuando Elena divisó una luz algo más adelante, se sacudió las gotas de la lluvia de los ojos para enfocar mejor… Resultaba extraño, pero habría jurado que su visión se había vuelto más aguda, más precisa, como si sus ojos compensaran las malas condiciones atmosféricas.

Descartó aquella sensación y siguió concentrada. La luz era difusa y cubría un área más extensa que la que habría ocupado una granja o cualquier otro asentamiento pequeño. Dio por hecho que se trataba de un pueblo más grande y descendió justo por debajo de las nubes para verlo mejor. Al principio no pudo entender qué era lo que veía, ya que su mente era incapaz de procesar algo tan imposible.

Other books

Designated Survivor by John H. Matthews
Rowdy Rides to Glory (1987) by L'amour, Louis
Bloodlands by Timothy Snyder
Eppie by Robertson, Janice
Diviner by Bryan Davis
The Children of Men by P. D. James
Hell's Belles by Megan Sparks