La colonia perdida (3 page)

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Authors: John Scalzi

BOOK: La colonia perdida
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—No son guardaespaldas, son compañeros —dijo Jane—. Zoë es nuestra hija adoptiva. Su padre biológico es Charles Boutin.

Esto hizo que Rybicki alzara una ceja: su rango era lo suficientemente alto para saber quién era Boutin.

—Los obin reverencian a Boutin, pero está muerto. Tienen el deseo de conocer a su hija, así que enviaron a estos dos para estar con ella.

—¿Y eso no la molesta? —dijo Rybicki.

—Creció con los obin como niñeras y protectores —dijo Jane—. Se siente cómoda con ellos.

—¿Y eso no les molesta a ustedes? —dijo Rybicki.

—Vigilan y protegen a Zoë —dije yo—. Nos ayudan en las tareas. Y su presencia con nosotros es parte del tratado que la Unión Colonial tiene con los obin. Tenerlos aquí parece un pequeño precio que pagar por que estén de nuestro lado.

—Bastante cierto —dijo Rybicki, y se levantó—. Escuche, mayor, tengo una propuesta que hacerle —hizo un gesto de asentimiento a Jane—. A ambos, en realidad.

—¿Cuál es? —pregunté.

Rybicki señaló la casa con la cabeza, en la dirección que habían seguido Hickory y Dickory.

—Preferiría no hablar donde esos dos pudieran oírnos, si no les importa. ¿Hay algún sitio donde podamos conversar en privado?

Miré a Jane. Ella sonrió débilmente.

—Conozco un sitio —dijo.

* * *

—¿Nos paramos aquí? —preguntó el general Rybicki, mientras yo me detenía en mitad del prado.

—Ha preguntado si teníamos algún sitio donde pudiéramos conversar en privado, ¿no? —dije yo—. Ahora tiene al menos cinco acres de grano entre nosotros y el par de orejas más cercano, sean humanas u obin. Bienvenido a la intimidad al estilo colonial.

—¿Qué clase de grano es éste? —preguntó el general Rybicki, arrancando un tallo.

—Es sorgo —respondió Jane, de pie a mi lado.
Babar
se sentó junto a ella y se rascó la oreja.

—Parece familiar —dijo Rybicki—, pero creo que no lo he visto nunca antes.

—Es un cosecha estable —dije—. Es buena porque tolera el calor y la sequía, y aquí puede hacer mucho calor en los meses de verano. La gente la usa para hacer un pan llamado
bhakri
y para otras cosas.

—Bhakri —dijo Rybicki, y se volvió hacia el pueblo—. Entonces esta gente es casi toda de la India.

—Algunos —dije yo—. La mayoría nacieron aquí. Esta aldea concreta tiene sesenta años. La mayor parte de la colonización activa en Huckleberry tiene lugar ahora en el continente Clements. Lo abrieron para la explotación más o menos al mismo tiempo que llegamos nosotros.

—Así que no hay ninguna tensión por la guerra Subcontinental —dijo Rybicki—. A pesar de que ustedes sean americanos y ellos indios.

—No se comenta. La gente de aquí son como los inmigrantes de todas partes. Se consideran a sí mismos primero huckleberries y luego indios. A la siguiente generación todo eso ya no le importará.

»Y Jane no es americana, de todas formas. Si nos ven de alguna manera, es como antiguos soldados. Cuando llegamos éramos una curiosidad, pero ahora sólo somos John y Jane, los de la granja al final de la carretera.

Rybicki contempló de nuevo el campo.

—Me sorprende que se dediquen a la granja —dijo—. Ustedes dos tienen trabajos de verdad.

—La granja es un trabajo de verdad —dijo Jane—. La mayoría de nuestros vecinos se dedican a ello. Es bueno para nosotros porque así los comprendemos a ellos y lo que necesitan de nuestra parte.

—No pretendía ofenderlos —dijo Rybicki.

—No se preocupe —dije yo, interviniendo en la conversación. Señalé el campo—. Tenemos unos cuarenta acres. No es mucho… y no es suficiente para quitarles dinero a los otros granjeros, pero es suficiente para dejar claro que las preocupaciones de Nueva Goa son nuestras preocupaciones también. Hemos trabajado duro por convertirnos en nuevagoanos y huckleberries.

El general Rybicki asintió y miró su tallo de sorgo. Como Zoë había advertido, era verde, guapetón y joven. O al menos parecía joven, gracias al cuerpo de las FDC que todavía tenía. Su aspecto era el de alguien de 23 años desde que usaba ese cuerpo, aunque su verdadera edad superaba ya el siglo. Parecía más joven que yo, y eso que me sacaba quince años o más. Pero claro, cuando yo dejé el servicio cambié mi cuerpo de las FDC por un cuerpo nuevo y no modificado basado en mi ADN original. Ahora parecía tener al menos treinta años. Me parecía bien.

Cuando dejé las FDC, Rybicki era mi oficial superior, pero él y yo nos conocíamos de antes. Lo conocí en mi primer día de combate, cuando él era teniente coronel y yo soldado raso. Casualmente me llamó «hijo», debido a mi juventud. Yo tenía entonces setenta y cinco años.

Era uno de los problemas de las Fuerzas de Defensa Colonial: tanto manipular el cuerpo hace que tu sentido de la edad se complique. Yo tenía más de noventa años; Jane, que como miembro de las Fuerzas Especiales de la FDC nació adulta, tenía unos dieciséis. Si lo piensas, acaba por dolerte la cabeza.

—Es hora de decirnos por qué está aquí, general —dijo Jane. Siete años viviendo con humanos naturales no habían mejorado su brusquedad, típica de las Fuerzas Especiales, ni sus habilidades sociales y continuaba yendo directa al grano.

Rybicki sonrió con tristeza y arrojó su sorgo al suelo.

—Muy bien —dijo—. Después de que dejara usted el servicio, Perry, me ascendieron y trasladaron. Ahora estoy en el Departamento de Colonización, ellos son los encargados de enviar y mantener a las nuevas colonias.

—Sigue estando en las FDC —dije yo—. La piel verde lo traiciona. Creía que la Unión Colonial mantenía separadas sus ramas civil y militar.

—Yo soy el enlace —dijo Rybicki—. Tengo que coordinar las cosas entre ambas. Es tan divertido como se imagina.

—Tiene todo mi apoyo.

—Gracias, mayor —dijo Rybicki. Hacía años que nadie se refería a mí por mi rango—. Lo agradezco. El motivo por el que estoy aquí es porque me preguntaba si ustedes dos estarían dispuestos a hacer un trabajo por mí.

—¿Qué clase de trabajo? —preguntó Jane.

Rybicki la miró.

—Dirigir una nueva colonia —dijo.

Jane me miró. Noté que no le gustaba la idea.

—¿No está para eso el Departamento de Colonización? —pregunté—. Tiene que estar lleno de todo tipo de gente cuyo trabajo es dirigir colonias.

—Esta vez no —dijo Rybicki—. Esta colonia es diferente.

—¿Cómo? —preguntó Jane.

—La Unión Colonial consigue colonos en la Tierra —dijo Rybicki—. Pero a lo largo de los últimos años las colonias… las colonias establecidas, como Fénix y Elysium y Hokkaido, han estado presionando a la UC para que permita que su gente forme nuevas colonias. Gente de esos lugares han hecho antes el intento con colonias montunas, pero ya sabe cómo son.

Asentí. Las colonias montunas eran ilegales y no estaban autorizadas. La UC hacía la vista gorda a ese tipo de colonos; se pensaba que la gente que vivía en estas colonias causaría problemas en casa, así que lo mejor era dejarlos marchar. Pero una colonia montuna se encontraba completamente aislada; a menos que uno de los colonos fuera hijo de algún pez gordo del gobierno, las FDC no acudirían cuando le pidieran ayuda. Las estadísticas de supervivencia de las colonias montunas eran impresionantemente sombrías. La mayoría no duraban seis meses. Otras especies colonizadoras normalmente acababan con ellas. No era un universo piadoso.

Rybicki captó mi gesto y continuó.

—La UC preferiría que los colonos siguieran en lo suyo, pero se ha convertido en un asunto político y la UC no puede seguir eludiéndolo. Así que el DdC sugirió que abriéramos un planeta para colonos de segunda generación. Ya pueden imaginar qué sucedió luego.

—Los colonos empezaron a sacarse los ojos entre sí para ser los que consiguieran colonizar —dije yo.

—Denle a este hombre su premio —dijo Rybicki—. Así que el DdC trató de hacer de Salomón diciendo que cada uno de los agitadores podía contribuir con un número limitado de colonos a la primera oleada de colonias. Así que ahora tenemos una colonia seminal con una población de dos mil quinientas personas, formada por grupos de doscientas cincuenta personas provenientes de diez colonias diferentes. Pero no tenemos a nadie que los lidere. Ninguna de las colonias quiere que la gente de las otras colonias esté al mando.

—Hay más de diez colonias —dije yo—. Podrían reclutar sus líderes entre ellas.

—Teóricamente eso funcionaría —dijo Rybicki—. En el universo real, sin embargo, las otras colonias se sienten fastidiadas porque no pudieron meter a sus colonos en la lista. Hemos prometido que si esta colonia funciona pensaremos abrir otros mundos. Pero por ahora es un lío y nadie más tiene ganas de seguir el juego.

—¿Quién fue el idiota que sugirió este plan en primer lugar? —preguntó Jane.

—Da la casualidad de que el idiota fui yo —respondió Rybicki.

—Bien hecho —dijo Jane. Pensé que era buena cosa que ella ya no perteneciera al ejército.

—Gracias, alguacil Sagan —dijo el general Rybicki—. Agradezco la sinceridad. Obviamente, había aspectos de este plan que no me esperaba. Pero claro, por eso estoy aquí.

—El fallo de ese plan suyo… aparte del hecho de que ni Jane ni yo tenemos ni la más remota idea de cómo dirigir una colonia seminal, es que ahora también somos colonos —dije—. Llevamos aquí siete años.

—Pero usted mismo lo ha dicho: son ex soldados —contestó Rybicki—. Y los antiguos soldados son una categoría propia. No son realmente de Huckleberry. Usted es de la Tierra, y ella perteneció a las Fuerzas Especiales, lo que significa que no es de ninguna parte. No se ofenda —le dijo a Jane.

—Eso no resuelve el problema de que ninguno de nosotros tiene experiencia para dirigir una colonia seminal —dije yo—. Cuando di mi paseíto de relaciones públicas por las colonias, estuve en una colonia seminal de Orión. Esa gente nunca dejaba de trabajar. No se lanza a nadie a esa situación sin formación.

—Ustedes tienen formación —dijo Rybicki—. Ambos fueron oficiales. Cristo, Perry, fue usted mayor. Tuvo a sus órdenes a un regimiento de tres mil soldados en una batalla. Eso es más grande que una colonia seminal.

—Una colonia no es un regimiento militar.

—No, no lo es —reconoció Rybicki—. Pero hacen falta las mismas habilidades. Y desde que fueron ustedes licenciados, han trabajado ambos en administración colonial. Usted es defensor del pueblo… sabe cómo funciona el gobierno de una colonia y cómo hacer las cosas. Su esposa es la agente de policía y es responsable de mantener el orden. Entre ustedes dos, tienen todas las habilidades necesarias. No saqué sus nombres de un sombrero, mayor. Hay motivos por los que pensé en ustedes. Ya están listos casi al ochenta y cinco por ciento, y se pondrán a punto antes de que los colonos se dirijan a Roanoke. Ése es el nombre que hemos elegido para la colonia.

—Tenemos una vida aquí —dijo Jane—. Tenemos trabajos y responsabilidades, y una hija que también tiene aquí su vida. Nos está pidiendo como si tal cosa que perdamos nuestras raíces para resolver su pequeña crisis política.

—Bueno, le pido perdón por las formas —dijo Rybicki—. Normalmente, habrían recibido esta solicitud por correo diplomático colonial, junto con un puñado de documentos. Pero yo estaba en Huckleberry por otro asunto completamente distinto y pensé en matar dos pájaros de un tiro. Sinceramente no esperaba tener que comunicarles la idea en medio de un campo de sorgo.

—Muy bien —dijo Jane.

—Y en cuanto a que sea una pequeña crisis política, en eso se equivoca —dijo Rybicki—. Es una crisis política de tamaño medio, camino de convertirse en grande. Esto se ha convertido en algo más que otra colonia humana. Los gobiernos planetarios locales y la prensa lo han estado vendiendo como el mayor evento colonizador desde que los humanos salieron por primera vez de la Tierra. No lo es, créanme, pero eso realmente no importa en este punto. Se ha convertido en un circo mediático y un dolor de cabeza político, y ha puesto al DdC a la defensiva. Esta colonia se nos está escapando porque mucha gente tiene un interés velado en ella. Necesitamos volver a recuperar las riendas.

—Así que todo es política —dije yo.

—No —contestó Rybicki—. No me comprenden. El DdC no necesita volver a recuperar las riendas porque esperamos un golpe político. Necesitamos hacerlo porque
es una colonia humana.
Los dos saben cómo es la vida ahí fuera. Las colonias viven o mueren… según lo bien que las preparemos y defendamos. La misión del DdC es preparar lo máximo posible a los colonos antes de que se establezcan. La misión de las FDC es mantenerlos a salvo hasta que consigan adaptarse. Si una parte de esa ecuación se viene abajo, esa colonia está jodida. Ahora mismo, la parte de la ecuación del departamento no funciona porque no hemos proporcionado el liderazgo, y todos están intentando que los demás no ocupen ese hueco. Nos estamos quedando sin tiempo. Roanoke va a existir. La cuestión es si conseguiremos mantenerlos a salvo. Si no lo hacemos, si Roanoke muere… pagar por ello será un infierno. Así que será mejor que lo hagamos bien.

—Si es una patata política tan caliente, no veo en qué va a ayudar lanzarnos a nosotros al meollo —dije yo—. No hay ninguna garantía de que elegirnos a nosotros satisfaga a nadie.

—Como dije, no he sacado sus nombres de un sombrero. En el departamento tenemos una escala de candidatos potenciales que trabajarían para nosotros y trabajarían para las FDC. Calculamos que si ambos pudiéramos ponernos de acuerdo con alguien, podríamos hacer que los gobiernos coloniales lo acepten. Ustedes dos estaban en la lista.

—¿En qué puesto de la lista? —preguntó Jane.

—De la mitad para abajo —contestó Rybicki—. Lo siento. Los otros candidatos no funcionaron.

—Bueno, es un honor ser nominado —dije yo.

Rybicki hizo una mueca.

—Nunca me gustó su sarcasmo, Perry —dijo—. Comprendo que les estoy dejando caer encima una tonelada de una sola vez. No espero que me den una respuesta ahora mismo. Tengo todos los documentos aquí —se señaló la sien, indicando que había almacenado la información en su CerebroAmigo—, así que si tienen una PDA puedo enviársela, para que pueda echarle un vistazo con calma. Mientras «con calma» no signifique para usted una semana estándar.

—Nos está pidiendo que renunciemos a todo lo que tenemos aquí —insistió Jane.

—Sí —dijo Rybicki—. Así es. Y apelo también a su sentido del deber, puesto que sé que lo tienen. La Unión Colonial necesita a gente lista, capaz y experimentada para ayudarnos a poner en marcha esta colonia. Ustedes dos encajan con la descripción. Y lo que les estoy pidiendo es más importante que lo que están haciendo aquí. Su trabajo aquí lo pueden realizar otras personas. Se marcharán y otros vendrán y ocuparán su lugar. Tal vez no sean tan buenos, pero sí lo serán lo bastante. Lo que les estoy pidiendo a los dos para esta colonia no es algo que pueda hacer nadie más.

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