Authors: Alfredo Grimaldos
Finalmente, el almirante Canaris participa en el atentado fallido contra Hitler que ejecuta el coronel Klaus von Stauffenberg. Y todos los implicados en el plan son asesinados con saña por orden del Führer. Canaris muere ahorcado en el campo de Flossenbürg el 9 de abril de 1945.
En esos momentos, los servicios británicos y norteamericanos ya están tendiendo redes hacia los alemanes que ven acercarse la hecatombe del Tercer Reich y quieren olvidar su filiación nazi. Al final de la guerra, muchos de ellos se alinearán en las filas de Estados Unidos. Tras la rendición de Alemania, las confesiones de los miembros de los servicios de información nazis permitirán a la inteligencia anglo-americana conocer con precisión los entresijos de los servicios secretos de Hitler. La información proporcionada por tan experimentados agentes y su propia integración en Occidente serán de excepcional utilidad para luchar contra el enemigo común: la Unión Soviética.
Philby es el primero en darse cuenta de lo que va a ocurrir. Deduce que los alemanes enfrentados con Hitler no desean detener la guerra contra la URSS. Pretenden eliminar al Führer, firmar la paz con los aliados y luego completar la invasión de la Unión Soviética. Todas las piezas van encajando: Europa acabará dividida en dos bloques. Aline Griffth, tan preocupada por la salud del almirante Canaris, tiene otra actitud muy diferente cuando habla de sus propios compatriotas de la Brigada Lincoln: «Resultaba confuso pensar en americanos ayudando a comunistas».
La relación cada vez más cercana entre los anglonorteamericanos y Franco deja numerosas víctimas por el camino. Antiguos colaboradores útiles. A raíz del desembarco norteamericano en Marruecos, en mayo de 1942, y del control de las costas norteafricanas por los aliados, los servicios de información de Estados Unidos inician una campaña de espionaje previa a una posible invasión de España. Este plan conduce a la creación de escuelas de preparación guerrillera entre los exiliados españoles, básicamente comunistas y anarquistas, tanto en Marruecos como en Argelia.
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Las escuelas están controladas por los servicios secretos norteamericanos a través de la OSS y la OWI (Office War Information). Los españoles seleccionados desembarcan en las costas de Málaga, en las playas de Cantarriján y La Caleta, con el objetivo de recoger información para los servicios de inteligencia estadounidenses. Éstos, a cambio, favorecen el contacto entre los republicanos y los grupos de huidos de la costa andaluza. Además, introducen armas en España. Las acciones acaban de forma brusca en febrero de 1944, como resultado de una importante caída de comunistas en Málaga que se extiende por toda España. Muy posiblemente, los propios norteamericanos dan el chivatazo que permite a los franquistas acabar con unas operaciones que ya no le interesan a Washington.
Mientras tanto, el embajador del Reino Unido en Madrid es Samuel Hoare, un simpatizante de Franco que se opone a que los servicios de inteligencia de su país desarrollen en España operaciones contra los alemanes y, peor aún, conspiraciones para derrocar al Caudillo. Consigue vetar un plan del SIS (Secret Intelligence Service) de su país que consiste en abrir una oficina en Madrid para interrogar a los prisioneros aliados que hayan escapado a España de los campos de concentración alemanes. Hoare protesta con fuerza y el SIS se ve obligado a trasladar la oficina a Lisboa.
Desmond Bristow, uno de los principales agentes británicos que actúan en España durante esos años, revela que Franco ayuda en secreto a los aliados, contra los nazis, y que el Reino Unido y Estados Unidos conspiran, desde antes del final de la Segunda Guerra Mundial, para mantener a Franco en el poder.
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«Franco nos vendía mineral de hierro, volframio y mercurio. Sin estos productos no habríamos podido colocar ni un solo tanque en el desierto para hacer frente a Rommel», escribe el veterano agente, que elige la localidad malagueña de Nerja para residir en ella tras jubilarse de su ajetreada carrera de espía. Al principio de la guerra, el volframio que se produce en el interior de Galicia sale asiduamente hacia Alemania desde el puerto de Vigo. Pero, a medida que avanza el conflicto, el Gobierno de Franco acuerda exportar también este mineral a los ingleses, en asociación con el Gobierno portugués.
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No obstante, los servicios británicos elaboran el proyecto «Relator», con el general Aranda y otros militares monárquicos afines a los aliados, para apoyar el regreso de don Juan al trono español. Una estrategia frustrada, organizada por el MI-6, que se desvanece con el mismo secretismo con el que comenzó a fraguarse. Una conspiración «de baja intensidad», como la que, unos años después, encabezará el general Beigbeder.
Desmond Bristow también recuerda las excelentes relaciones que mantiene el SIS británico con los servicios de inteligencia del PNV. En su libro, señala: «Los vascos nos estaban proporcionando muy buena información sobre los españoles decepcionados que volvían de la URSS. Envié a uno de ellos a la CIA, donde hizo un magnífico trabajo».
Desde antes de 1936, el PNV mantiene fluidos contactos con Gran Bretaña, y esa relación se estrecha desde que comienza la Guerra Civil. Posteriormente los «servicios» de los nacionalistas vascos conectarán también con la OSS norteamericana y acabarán cerrando filas en torno a la CIA. Durante la Guerra Civil, la OSS tiene en Bilbao a uno de sus mejores agentes, Earl Fuller. Y Arthur P. Dyer, del MI-6, también actúa en la capital vizcaína.
«La centralización de las rudimentarias redes de información nacionalistas que se han ido creando durante los primeros meses de la Guerra Civil se produce a principios de 1937, mediante la fusión de todos los pequeños grupos que ya están actuando. El servicio secreto vasco es bautizado oficialmente como Servicio de Información y Propaganda», señala Mikel Rodríguez en su exhaustivo trabajo sobre los «espías vascos».
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Antón Irala, abogado y comerciante amigo del lehendakari José Antonio Aguirre, y el diputado José María Lasarte son sus primeros responsables. Pero Pepe Mitxelena, fundador del embrión de los servicios, sigue desarrollando un papel relevante y es quien toma la mayoría de las decisiones.
Durante la Guerra Civil, los nacionalistas intentan conseguir una paz por separado con Franco para Euskadi. Juan Ajuriaguerra, presidente del Bizkaia Buru Batzar del PNV, negocia a espaldas de Aguirre, contando con el soporte «logístico» de los «servicios». Se intenta llegar a un acuerdo con los fascistas italianos, buscando la intervención del Vaticano. «Alberto Onaindía, canónigo de Valladolid, se presenta en Roma para gestionar una mediación del Papa entre los sublevados y los jelzales. Justifica la oposición del PNV a la sublevación debido a que ni las derechas ni los militares le habían participado sus planes de rebelión ni invitado a tomar parte del movimiento.»
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En mayo de 1937, Aguirre rechaza la propuesta de rendición condicional.
Pero la situación militar empeora en el Frente Norte y Ajuriaguerra ordena iniciar de nuevo los contactos. Se llega a un acuerdo: la entrega debe disfrazarse de captura militar para evitar las represalias republicanas. Para ello, se sugiere que los italianos ataquen por Reinosa y El Escudo, cercando a los vascos contra el mar. Los batallones vascos se niegan ya a aceptar las órdenes del Ejército del Norte. El 23 de agosto se apoderan de la Academia de Oficiales de Santoña y liberan a los dos mil quinientos presos franquistas encarcelados en el penal del Dueso. No sospechan que pronto ocuparán su lugar. En el siguiente contacto con los italianos, las condiciones de la entrega han cambiado: a los vascos se les exige la rendición incondicional. Franco sabe que el Frente Norte se hunde y que la desmoralización cunde entre las tropas nacionalistas, así que no está dispuesto a hacer ninguna concesión. Tras la rendición de agosto de 1937 en Santoña, muchos gudaris del PNV acabarán frente al pelotón de fusilamiento. Para frenar la matanza, los hombres de los servicios que tienen hilo directo con los británicos se ponen en contacto con ellos, pero éstos rechazan realizar ninguna mediación. Tras los sucesos de Santoña y la caída definitiva de la franja cantábrica en manos de las tropas sublevadas, casi todos los miembros de los «servicios» vascos escapan a Francia o son capturados.
«Hubo episodios que todavía no se han contado a fondo. Porque la gente sabía que existía ETA y que existía el PNV, pero no sabía —y muchos siguen sin saberlo— que había también una línea distinta, que nosotros llamábamos "Los Servicios", los Servicios Vascos, que era una red que funcionaba en la más absoluta clandestinidad», explica Xabier Arzalluz en sus memorias.
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Y continúa el histórico dirigente nacionalista:
El PNV espiaba. La cosa empezó en el período de la guerra de Franco. Se organizó una muy buena comunicación entre la cárcel y el exterior, hasta París. Había que hacer saber al público lo que sucedía en las cárceles: malos tratos, condenas, fusilamientos, etc. Siguió durante la Segunda Guerra Mundial: información sobre el régimen de Franco y el Eje, sobre todo los nazis, especialmente en la Francia ocupada y en Sudamérica. La tercera fase fue lo que quedó funcionando en el marco de la Guerra Fría. Información a los americanos frente a la Unión Soviética.
Arzalluz habla del «anticomunismo primario de la gente vinculada a los Servicios y su empeño en vigilar a los comunistas para tener informada a la CIA». Antón Irala, delegado de los servicios en Nueva York y secretario personal de Aguirre, es un antiizquierdista llamado a hacer el papel de McCarthy entre los vascos.
¿De dónde partía ese fanatismo pronorteamericano? Pese a algún hecho anecdótico, como el telegrama de Sabino Arana a McKinley por su victoria sobre España en 1898, el ala más liberal del PNV siempre ha mirado hacia Londres. Y durante la Guerra Civil, en todo momento busca una mediación británica. Pero al final, Aguirre se afinca en Estados Unidos. Allí se distancia, desde su llegada, de los republicanos españoles y estrecha lazos con el Departamento de Estado. No obstante, al principio continúa cultivando su querencia por los británicos y no deja de tener contactos con los agentes del MI-6. Pero, por fin, son los servicios norteamericanos los que captan la red de espionaje del PNV para sus propios intereses. Aguirre comienza a despachar con Alien Dulles, representante de la OSS y futuro primer director de la CIA, a partir de 1947. Su hermano, Foster Dulles, será secretario de Estado.
«Los servicios tenían una red organizada desde París por el Gobierno Vasco y dirigida, muy bien, por cierto, por Pepe Mitxelena», explica Arzalluz.
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Era una red importante, que empezó a forjarse ya antes de la Segunda Guerra Mundial, en las cárceles y los campos de prisioneros. Luego la red fue creciendo, volcada en la lucha contra los nazis, sobre todo en Sudamérica.
Los barcos que viajaban a Sudamérica aseguraban el contacto con la gente de allí. En los barcos españoles, el puente, la oficialidad, era fascista, pero en las máquinas había muchos vascos y, por tanto, contábamos con bastante gente para llevar y traer informes y mensajes. José Antonio Aguirre se apoyó en la eficacia de esa red clandestina de contactos en América Latina para hacerse valer ante las autoridades norteamericanas y conseguir su apoyo.
Los alemanes tenían también redes importantes de espionaje en Argentina, Chile, Colombia, que rivalizaban con la que había organizado el PNV y financiaban los Estados Unidos.
Mientras, el embajador británico en España, el conservador sir Samuel Hoare, siente simpatía por el PNV. Pone en marcha la Operación Azor, la creación de una organización secreta que cierre los pasos fronterizos en caso de invasión nazi. Durante el verano de 1942, los servicios vascos organizan redes clandestinas de paso a través de los Pirineos y vigilan las navieras Trasatlántica y Aznar, que en sus viajes desde América hacen contrabando de materiales estratégicos y trasladan información a agentes nazis. También en Bilbao comienzan a actuar los norteamericanos, a través de Earl Fuller. La OSS se instala en España bajo la tapadera de la American Oil Misión, y su sede está en la calle de Alcalá Galiano, en Madrid. Fuller es su responsable en Bilbao.
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A la OSS le interesa, sobre todo, que el volframio español no llegue a Alemania. Este escasísimo elemento, que ha alcanzado precios desmedidos en el mercado negro internacional, proporciona el toque final de dureza a la aleación de los aceros alemanes. Los servicios controlan todos los camiones cargados con ese mineral que pasan a Francia. También en el país vecino se establece la red vasca, que funciona cada vez con mayor eficacia hasta la liberación, con un correo semanal para Londres a través de España. Hay flecos de la red que colaboran en las operaciones de evasión aliadas y consiguen rescatar, evacuar y poner a salvo a varios centenares de pilotos derribados. Estos antifascistas sufren la terrible represión de los nazis.
«Hubo algunas historias muy curiosas», continúa relatando Arzalluz.
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Me contó Jesús Intxausti, «Uzturre»,
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que también estuvo en los «Servicios», que una vez recibieron orden de enterarse del paradero y de la vida y milagros de Léon Degrelle, aquel belga nazi al que Franco dio cobijo.
Los Servicios se movieron rápidamente y descubrieron que Degrelle vivía en Madrid y que tenía una amante que era marquesa, condesa o no sé qué, que poseía una finca en Extremadura. Localizaron al chófer, investigaron qué gente vivía en los alrededores de la finca... Al cabo de un cierto tiempo comunicaron a París: «Lo tenemos localizado. Si quieren, lo atrapamos y se lo entregamos en Hendaya». Habían estudiado cómo secuestrarlo y llevarlo fuera. Pero recibieron un mensaje urgente en el que les decían que lo dejaran, ¡que los belgas no lo querían! Se ve que las autoridades belgas temían lo que ese tipejo pudiera sacar a relucir.
Los servicios vascos cumplen con mucha eficacia los encargos de los norteamericanos. La mayor parte de ellos están relacionados con el seguimiento de los comunistas españoles, en el exterior y el interior. Sólo el PCE y los vascos disponen de redes seguras para pasar clandestinamente la frontera. Los hombres del PNV son buenos conocedores del Pirineo. Incluso los socialistas recurren a ellos para introducir documentos y dinero en España. En un determinado momento se produce una ruptura entre los nacionalistas del interior y los servicios, cuando Ajuriaguerra, harto, dice que su misión política no consiste en vigilar a los comunistas, que para conseguir la libertad de Euskadi hay que luchar contra Franco. Los miembros de los servicios son anticomunistas convencidos. Incluso tiene un enfrentamiento fuerte con el lehendakari Aguirre. A partir de esa ruptura, los servicios actúan completamente al margen de la disciplina del partido. «Juan Ajuriaguerra me contó que un día de invierno le citaron en una esquina del barrio de Carabanchel o de Usera, en Madrid, y que le quisieron dar un maletín con dinero», relata Arzalluz. «Era el finiquito y no lo aceptó. Me dijo: "Bueno, luego lo aceptó Aguirre".»