Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
Había más de una forma de estar Vinculado a una persona. Lo había aprendido por mí mismo de la forma más dura.
Liv dejó caer los libros sobre el escritorio, frente a Macon. El polvo brotó de las viejas encuadernaciones.
—Hay sólo cinco ejemplos de linajes Caster mezclados con suficiente poder para producir esa combinación. He estado cruzando referencias de cada árbol genealógico de la familia Caster que he encontrado a ambos lados del Atlántico, incluyendo el suyo.
Mezcla de sangre sobrenatural. Ethan, están buscando a John.
Lena apenas podía hablar en kelting. Incluso sus pensamientos habían enmudecido.
Macon estaba mascullando hundido en su libro.
—Ah, sí. Bueno. Todo sea por el interés de la ciencia, desde luego.
—Desde luego. —Liv abrió el familiar cuaderno rojo.
—¿Y? ¿Has encontrado algo como él en alguno de los archivos Custodios de la familia? ¿Algo que pueda explicar la existencia de nuestro misterioso híbrido, el esquivo John Breed?
Supongo que tienes razón.
Liv extendió dos pliegos de pergamino que reconocí de inmediato. Los árboles genealógicos de las familias Duchannes y Ravenwood.
—Sólo hay cuatro posibles coincidencias, al menos, de acuerdo con el Consejo del Custodio Lejano.
¿El Consejo de qué?
Luego, Ethan.
—Uno de ellos es el de los padres de Sarafine Duchannes —continúo Liv—. Emmaline Duchannes, un Caster Luminoso, y vuestro padre, Silas Ravenwood, Íncubo de sangre. Los abuelos de Lena. —Levantó la vista, y vi que sus mejillas se sonrojaban.
Macon rechazó la posibilidad.
—Emmaline es una Empath, una Caster dotada, pero incapaz de transformarse en un Íncubo híbrido que puede pasear a la luz del día. Y, obviamente, nuestro híbrido es demasiado joven para ser el resultado de esa unión en concreto.
Lena se estremeció, y yo apreté su mano.
Están examinando todos esos absurdos árboles familiares, L. Nada de eso tiene sentido.
Aún no.
Lena apoyó la cabeza contra mi hombro, y yo me acerqué más a la puerta para escuchar.
—Eso deja tres posibles candidatos para producir un Caster Íncubo Oscuro e Híbrido. No hay apareamiento de Luz y Luz, por supuesto, puesto que no…
—¿Íncubos de Luz, como lo era yo en mi anterior forma? Eso es correcto. Los Íncubos son Oscuros por naturaleza. Lo sé mejor que nadie, señorita Durand.
—Liv cerró su cuaderno, con expresión incómoda, pero Macon hizo un ademán—. No se preocupe. No muerdo. Nunca probé la sangre humana. Lo encontraba todo de muy mal gusto.
Liv continuó.
—Si John Breed es una especie de mestizo sobrenatural, no es por casualidad. Es insólito, sin precedentes y, al menos hasta donde llegan los archivos de la Guardiana, la doctora Ashcroft, no está registrado. Es como si la inscripción de semejante nacimiento hubiera sido suprimida totalmente de la
Lunae Libri.
—Lo que demuestra lo que ya sospechábamos. Ese chico es algo más que un simple Íncubo que puede pasear a la luz del día. En caso contrario, nadie se tomaría tantas molestias para esconder su linaje. —Macon se rascó la cabeza con una mano, sus ojos verdes estaban rojos, y se me ocurrió pensar que no tenía idea de si dormía o no ahora que era un Caster. Por primera vez le vi con aspecto de necesitarlo—. Cinco parejas. Es un progreso, señorita Durand, bien hecho.
Liv estaba frustrada. Reconocí su expresión.
—No pienso lo mismo. Aún no hemos encontrado la coincidencia genética. Sin esa información, será imposible determinar las habilidades de John. O cómo encaja en todo esto.
—Un argumento interesante. Pero tenemos que centrarnos en lo que sabemos. John Breed es importante para Abraham, lo que significa que el chico tiene un papel esencial en lo que quiera que esté planeando.
Liv alargó el brazo, las esferas de su extraño reloj casero giraban en su muñeca. Su selenómetro, que le proporcionaba las únicas respuestas en las que confiaba.
—Para ser sinceros, señor, no sé cuánto tiempo tenemos para averiguarlo. Nunca he visto lecturas como éstas. Odio decirlo, pero es como si la luna estuviera a punto de caer sobre Gatlin.
Macon se levantó, apoyando una pesada mano en el hombro de ella. Yo había sentido esa presión, una parte de mí pudo sentirla ahora.
—Nunca tenga miedo de decir la verdad, señorita Durand. Estamos por encima de los halagos. Tenemos que seguir intentándolo. Es todo lo que podemos hacer.
Ella se tensó bajo su brazo.
—No estoy segura de conocer el protocolo cuando se trata de enfrentarse a la potencial aniquilación del mundo Mortal.
—Creo, querida, que ésa es justamente la cuestión.
—¿Cómo?
—Fíjese en los hechos. Por lo que parece, desde la Cristalización el mundo Mortal está alterado. O, como usted misma ha dicho, el cielo se está derrumbando. El Infierno en la Tierra, como diría nuestra encantadora señora Lincoln. Y el mundo Caster se ha visto invadido por una nueva especie de Caster-Íncubo que nunca habíamos visto antes. Una especie de Adán. Cualquiera que sea el propósito al que sirva ese chico híbrido no es casualidad. El cronometraje es demasiado perfecto. Todo es parte de un gran diseño, o considerando la indudable participación de Abraham, un grandioso diseño.
Lena estaba pálida, y la agarré del brazo, acercándola a mí.
Vámonos.
Se llevó un dedo a los labios.
¿Él es Adán?
L…
Ethan. Si
él es Adán…
Liv miró fijamente a Macon, con ojos dilatados.
—¿Cree que Abraham ha maquinado de alguna forma todo esto?
Macon resopló burlón.
—Hunting desde luego no tiene la inteligencia para este tipo de empresa, y Sarafine por sí sola no tiene poder. El chico, por indeterminado que sea su origen, ¿tiene la edad de Lena? ¿O es un poco mayor?
No quiero ser Eva.
No lo eres.
No lo sabes, Ethan. Creo que lo soy.
No lo eres, L.
La estreché entre mis brazos, y pude sentir el calor de su mejilla a través del fino algodón de mi camiseta.
Pero creo que iba a serlo.
Macon continuó, pero con cada palabra parecía alejarse más y más.
—Salvo que John Breed fuera arrancado de algún otro reino, ha evolucionado aquí en el mundo Mortal o Caster. Lo que requiere más de una década y media de despiadada astucia, algo que a Abraham le sobra. —Se quedó en silencio.
—¿Está sugiriendo que John nació en un laboratorio Caster? ¿Como una especie de bebé probeta sobrenatural?
—En términos generales, sí. Tal vez no exactamente nacido sino criado
[1]
, supongo. Lo que explicaría por qué es tan importante para Abraham. —Hizo una pausa—. Ésa es la clase de argucia que esperaría de mi hermano, no de Abraham. Me siento decepcionado.
—John Breed —pronunció Liv lentamente—. Oh, Dios mío. Estaba justo delante de nosotros, todo el tiempo. —Liv se dejó caer en la otomana al otro lado del escritorio de Macon.
Abracé más fuerte a Lena. Cuando sus pensamientos surgieron, eran casi un susurro.
Es
enfermizo. Es un enfermo.
No sabía si se refería a John o a Abraham, pero no importaba. Tenía razón. Todo era enfermizo.
Abraham se ha ido, L.
Incluso mientras pensaba en ello, sabía que estaba mintiendo. Quizá John se había marchado, pero no Abraham.
—Lo que nos deja dos preguntas, señorita Durand. ¿Cómo? Y la más importante, ¿por qué?
—No importa si John Breed se ha marchado. —El rostro de Liv estaba pálido, y pensé que parecía tan exhausta como Macon.
—¿Eso cree? No estoy dispuesto a sacar conclusiones sin un cuerpo.
—¿No deberíamos centrar nuestra búsqueda en cuestiones más urgentes como las plagas, o el cambio de clima? ¿O en cómo detener estas plagas que la Decimoséptima Luna de Lena parece haber traído al mundo Mortal?
Macon se echó hacia delante en su silla.
—Olivia, ¿tiene alguna idea de lo antigua que es esta biblioteca?
Ella sacudió la cabeza dubitativa.
—¿Sabe lo antiguas que son las bibliotecas Caster? ¿Al otro lado del charco y más allá? ¿En Londres? ¿Praga? ¿Madrid? ¿Estambul? ¿El Cairo?
—No. Supongo que no.
—¿Cree que alguna de esas bibliotecas, muchas de las cuales he visitado durante las últimas semanas, contiene alguna referencia sobre cómo restaurar el Orden de las Cosas?
—Por supuesto. Tiene que haberla. Esto debe haber sucedido con anterioridad al menos una vez.
Cerró los ojos.
—¿Nunca? —Trataba de pronunciar la palabra, pero desde donde estábamos, apenas podíamos oírla.
—Nuestra única pista es el chico. ¿Cómo llegó a ser lo que es y para qué?
—¿O la chica? —preguntó Liv.
—Olivia. Ya es suficiente.
Pero Liv no pensaba dejarlo tan fácilmente.
—¿Tal vez usted ya sepa cómo llegó a ser así y con qué propósito? Desde un punto de vista científico, sería relevante.
Lena me apartó levemente, intentando que su mente se separara de la mía, hasta que me quedé solo en el pasadizo a pesar de que estábamos abrazados el uno al otro.
Macon sacudió la cabeza. Cuando por fin habló, su voz era áspera.
—No comente nada a los demás. Quiero estar absolutamente seguro.
—Antes de contarle a Lena lo que ha hecho —repuso Liv inexpresiva. Era un hecho, pero de alguna forma no lo dijo en ese sentido.
Los ojos verdes de Macon mostraban toda la emoción que nunca habían revelado cuando eran negros. Miedo. Rabia. Resentimiento.
—Antes de que le diga lo que tiene que hacer.
—Tal vez no sea capaz de detener esto. —Bajó la vista a su selenómetro en un acto reflejo.
—Olivia, no es sólo el universo lo que puede resultar destruido. Es mi sobrina. La cual, por lo que a mí respecta, es más importante que mil universos perdidos.
—Créame, lo sé. —Si Liv sentía amargura, no lo dejó traslucir.
Sentí como si mi corazón dejara de latir. Lena se escabulló de mis brazos antes de que me diera cuenta de que se había ido.
Encontré a Lena en su habitación. No lloraba, y no intenté consolarla. Nos sentamos en silencio, agarrados de la mano, hasta que nos dolió, hasta que el sol desapareció, detrás de las palabras, detrás del cristal, los árboles y el río. La noche se deslizó sobre su cama, y esperé a que la oscuridad lo borrara todo.
—¿E
stás seguro de que vamos en la dirección correcta? —Habíamos salido de la autopista, al sur de Charleston, dejando atrás las casas victorianas tradicionales con porches envolventes y torretas blancas extendiéndose hacia las nubes a… nada. Las casas habían desaparecido, reemplazadas por kilómetros interminables de campos de tabaco y algún que otro granero destartalado.
Lena miraba fijamente la hoja de su cuaderno apoyado en su regazo.
—Este es el camino. La abuela dijo que no había demasiadas casas cerca de mi antigua… donde mi casa solía estar. —Cuando Lena me dijo que quería ver su casa natal, me pareció una buena idea durante, aproximadamente, diez segundos. Porque no era sólo la casa en la que había dado sus primeros pasos y pintarrajeado las paredes con ceras. Era también el lugar donde su padre había fallecido y donde ella podría haber muerto, cuando su madre la prendió fuego justo antes de su primer cumpleaños.
Pero Lena insistió, y no hubo manera de disuadirla. No habíamos cruzado una sola palabra sobre lo que escuchamos en el estudio de Macon, pero intuía que ésta debía ser otra pieza más del rompecabezas. Macon pensaba que el pasado de Lena y de John encerraba alguna clave sobre lo que estaba sucediendo en el mundo de los Mortales y en el de los Caster. Y ésa era la razón por la que, en ese momento, conducíamos por esa región apartada.
La tía Del se inclinó hacia delante desde el asiento trasero del Volvo.
Lucille
estaba sentada en su regazo. «No me suena, pero podría estar equivocada». Lo cual no dejaba de ser un eufemismo. La tía Del era la última persona a la que preguntaría una dirección, salvo que estuviéramos en los Túneles. Y últimamente no estaba muy seguro de que pudiera orientarse ni siquiera allí. Si visitar los carbonizados restos del lugar de nacimiento de Lena había sido una mala idea, traer a la tía Del con nosotros fue aún peor. Desde la Cristalización de Lena, nadie parecía estar tan desubicada como ella.