Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
Sabía que mi sacrificio no haría feliz a nadie, pero iba a salvar sus vidas. Eso bastaba. También sabía que ninguna de las personas que me querían permitiría que hiciera ese sacrificio por ellos, razón por la cual me estaba poniendo los vaqueros a toda prisa a la una de la madrugada.
Eché un último vistazo a mi habitación: las cajas de zapatos apiladas a lo largo de las paredes que contenían todo lo que era importante para mí, la silla en la esquina donde mi madre se sentó cuando me visitó dos meses atrás, las pilas de mis libros favoritos escondidos bajo la cama y la silla giratoria que no había girado la vez que Macon Ravenwood se sentó en ella. Quería recordarlo todo. Mientras pasaba la pierna por el otro lado de la ventana, me pregunté si lo conseguiría.
El depósito de agua de Summerville surgió amenazante a la luz de la luna por encima de mí. La mayoría de la gente no hubiera elegido este lugar, pero era aquí donde transcurrían mis sueños, así que sabía que era el adecuado. Últimamente hacía muchas cosas guiado por mi instinto. Cuando sabes que no tienes mucho tiempo para cambiar las cosas, te vuelves bastante filósofo. Y entiendes las cosas —o más bien, ellas se entienden por sí mismas— y todo se vuelve muy nítido.
Tu primer beso no es tan importante como el
último.
El examen de matemáticas no importa nada.
La tarta sí.
Las cosas en las que eres bueno y las cosas en las que eres malo son sólo diferentes partes de lo mismo.
Igual que sucede con la gente a la que quieres y a
la que no, y con la gente que te quiere y la que no.
Lo
único que importa es que te has preocupado por unas cuantas personas.
La vida es realmente muy, muy corta.
Saqué el collar de amuletos de Lena de mi bolsillo trasero y lo miré una última vez. Entonces estiré el brazo hacia la ventanilla abierta del Volvo y lo dejé en el asiento. No quería que le pasara nada cuando todo esto terminara. Me alegré de que me lo hubiera dado. Sentía que una parte de ella estaba aquí conmigo.
Pero estaba solo. Y lo quería así. Sin amigos, sin familia. Sin hablar, sin kelting. Sin Lena.
Quería poder sentir las cosas de la forma en que realmente eran.
Porque la forma en que las sentía era terrible. Pero la forma en que eran era aún peor.
Ahora podía sentirlo. Mi destino venía a por mí. Mi destino y algo más.
El cielo se desgarró a pocos metros de donde yo estaba. Esperé que Link apareciera entre la oscuridad con un paquete de Twinkies o algo, pero era John Breed.
—¿Qué está pasando? ¿Se encuentran bien Macon y Liv? —pregunté.
—Sí. Todo el mundo está bien, considerando la situación.
—¿Entonces qué estás haciendo aquí?
Se encogió de hombros, levantando la tapa de su mechero y cerrándola.
—Pensé que podrías necesitar un copiloto.
—¿Para qué? ¿Para empujarme al borde? —Lo dije medio en broma.
Él cerró el mechero de golpe.
—Digamos solamente que es más duro de lo que crees una vez que estás allí arriba. Además, tú estabas allí conmigo, ¿no? —Era retorcidamente razonable, pero las cosas ya estaban bastante retorcidas.
No supe qué decir. Era difícil creer que fuera el mismo impresentable que me pateó el culo en la feria y trató de robarme a mi novia. Ahora era casi un tío medio decente. Enamorarse puede producir esos efectos.
—Gracias, tío. ¿Qué se siente? Quiero decir, cuando estás cayendo.
John sacudió la cabeza.
—Créeme, no quieras saberlo.
Caminamos hacia el depósito de agua. Una enorme luna blanca bloqueaba la luz de la verdadera. La escalerilla metálica blanca estaba sólo a unos metros.
Supe que ella estaba detrás de mí antes de que John la percibiera y se diera la vuelta.
Amma.
Nadie más olía a mina de lápiz y a Red Hots.
—¡Ethan Wate! Estaba presente el día que naciste, y lo estaré también el día que mueras, en este lado o en el otro.
Continué caminando.
Su voz se hizo más fuerte.
—En cualquier caso, no será hoy.
John parecía divertido.
—Maldita sea, Wate. Desde luego tienes una familia bastante rara para ser un Mortal.
Me preparé para afrontar la visión de Amma armada con sus cuentas y sus muñecas y quizá también con la Biblia. Pero cuando me di la vuelta, mis ojos cayeron sobre las enredadas trenzas y el báculo de piel de serpiente del bokor.
El bokor me sonrió.
—Veo que no has encontrado tu
ti-bon ange.
¿O lo has hecho? Es más fácil encontrar que capturar, ¿no es cierto?
—No hables con él —espetó Amma. Lo que fuera que hiciera aquí el bokor, no era obviamente para convencerme de no saltar al vacío.
—¡Amma! —la llamé, y ella se volvió para mirarme. Por primera vez pude ver lo perdida que estaba. Sus agudos ojos negros parecían confusos y nerviosos, su postura orgullosa, encorvada y rota—. No sé para qué has traído a este tipo aquí, pero no deberías mezclarte con alguien como él.
El bokor echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Tenemos un trato la Vidente y yo. Y pretendo cumplir mi parte en el negocio.
—¿Qué trato? —pregunté.
Pero Amma fulminó con la mirada al bokor como advirtiéndole que
mantuviera su boca cerrada.
Entonces hizo un gesto con la mano para que me acercara, igual que hacía cuando yo era pequeño.
—Esto sólo es asunto mío y del Hacedor. Tú vuelve a casa y él volverá a donde pertenece.
—No creo que te lo esté pidiendo —repuso John. Miró hacia Amma—. ¿Y qué pasa si Ethan no quiere ir?
Los ojos de Amma se estrecharon.
—Sabía que estarías aquí, el demonio en los hombros de mi chico. Aún puedo ver un par de cosas. Y eres tan Oscuro como un trozo de carbón en la nieve, no importa del color que sean tus ojos. Por eso he traído un poco de Oscuridad conmigo.
El bokor no había venido aquí por mí o por mi Alma Fracturada. Estaba aquí para asegurarse de que John no se interpusiera en el camino de Amma.
John levantó las manos fingiendo rendirse.
—No estoy intentando que Ethan haga nada. He venido como amigo.
Escuché el sonido de botellas tintineando. Fue entonces cuando advertí la cuerda con botellas atada al cinturón del bokor, igual a las que podías encontrar en los árboles de botellas.
El bokor sostuvo una delante de él, su mano en el tapón.
—He traído también a unos amigos. —Descorchó la botella y una fina tira de niebla oscura escapó. Giró lentamente, de modo casi hipnótico, hasta que adoptó la silueta de un hombre.
Pero este Sheer no tenía el mismo aspecto que otros que había visto. Sus extremidades estaban mutiladas y extrañamente encorvadas en ángulos antinaturales. Sus rasgos faciales eran grotescos y le faltaban pedazos enteros donde parecía que se hubieran podrido. Tenía el aspecto de un zombi de película de terror, desgarrado y roto. Sus ojos estaban desenfocados y ausentes.
John dio un paso atrás.
—Vosotros los Mortales estáis aún más chiflados que los Sobrenaturales.
—¿Qué demonios es eso? —No podía dejar de mirarlo.
El bokor lanzó algún tipo de polvo en el suelo a su alrededor.
—Una de las almas de los No Llamados. Cuando las familias no atienden a sus muertos yo vengo a por ellos. —Agitó la botella delante de él sonriendo.
Me sentí enfermo. Pensé que atrapar espíritus malignos en botellas era una de las alocadas supersticiones de Amma. No sabía que había diabólicos practicantes de vudú recorriendo cementerios con viejas botellas de Coca-Cola.
El torturado espíritu se desplazó hacia John, su expresión paralizada en un aterrador y silencioso grito. John abrió las manos delante de él, de la misma forma que hacía siempre Lena.
—Vete, Ethan. No sé lo que quiere hacer esta cosa.
Retrocedí mientras las llamas surgían de las manos de John. No tenía acumulado tanto poder como Lena o Sarafine, pero había suficiente fuego. Las llamas golpearon al espíritu, envolviéndolo. Pude ver el contorno de sus miembros y su cuerpo en el centro del fuego, su cara congelada en un grito eterno. Entonces la niebla se disipó y la forma se desvaneció. En pocos segundos, la niebla oscura se arremolinó frente al fuego, hasta que el espíritu revoloteó unos cuantos metros más lejos.
—Supongo que no ha funcionado. —John se frotó las manos en los vaqueros—. No he…
El No Llamado voló hacia John, pero no se detuvo cuando lo alcanzó. La oscura niebla se adentró en él, desapareciendo casi completamente cuando John se desgarró. El espíritu fue forzado a salir violentamente, como si hubiera sido succionado hacia afuera por una aspiradora.
John se materializó a unos pocos metros, sorprendido. Se pasó las manos por el cuerpo, como si estuviera intentando comprobar si le faltaba algo. El espíritu volvió a girar en espiral a través de la niebla, como si nada.
—¿Qué te ha hecho esa cosa?
John aún estaba intentando sacudírsela de encima.
—Estaba intentando entrar en mí. Los espíritus Oscuros necesitan poseer un cuerpo si quieren hacer verdadero daño.
Volví a oír el sonido del cristal tintineando. El bokor estaba abriendo las botellas, y una niebla sombría brotó lentamente de cada una.
—Mira. Tiene más.
—Estamos jodidos —dijo John.
—¡Amma, detenlo! —grité. Pero dio igual. Los brazos de Amma estaban cruzados y su mirada era más resuelta y perturbada de lo que la había visto nunca.
—Ven a casa conmigo y él volverá a llenar las botellas más rápido de lo que puedas derramar un vaso de leche. —Esta vez Amma se había vuelto tan oscura que no sabía cómo podría encontrarla o traerla de vuelta.
Miré a John.
—¿No puedes hacer que desaparezcan o convertirlos en otra cosa?
John negó con la cabeza.
—No tengo poderes que funcionen con los espíritus furiosos de los No Llamados.
Unos aros de humo flotaron en el aire cuando alguien emergió de las sombras.
—Afortunadamente yo tengo alguno. —Macon dio un par de caladas al puro que estaba sosteniendo—. Amarie, estoy muy decepcionado. Ésta no es tu mejor hora.
Amma se colocó delante del bokor, las botellas que aún llevaba atadas a su cinturón tintineando peligrosamente. Blandió un huesudo dedo hacia Macon.
—¡Tú harías lo mismo por tu sobrina, más rápido de lo que un pecador robaría el dinero del cesto de la colecta, Melquisedec! ¡No te quedes ahí plantado en todo tu esplendor porque no pienso permitir que mi chico sea tu chivo expiatorio!
El bokor soltó otro espíritu No Llamado detrás de Amma. Macon observó cómo se elevaba en el aire.
—Discúlpeme, señor. Voy a tener que pedirle que recoja sus pertenencias y se marche. Mi amiga no debía de estar en sus cabales cuando procuró sus servicios. La pena nubla el cerebro, ya sabe.
El bokor se rio, señalando con su báculo a uno de los espíritus y guiándolo en dirección a Macon.
—No soy un jornalero, Caster. El trato que ella hizo conmigo no puede deshacerse.
El espíritu trazó un círculo y se dirigió hacia Macon, su boca desgarrada y fláccida.
Macon cerró los ojos y yo protegí los míos, anticipando la cegadora luz verde que casi destruyó a Hunting. Pero no hubo luz. Todo lo contrario: una completa ausencia de ella. Oscuridad.
Un ancho círculo de absoluta negrura se formó en el cielo por encima del espíritu del No Llamado. Parecía como una de esas fotos por satélite de un huracán, excepto que no había ningún viento. Éste era un auténtico agujero en el cielo.
El No Llamado se volvió mientras el agujero negro tiraba de él a través del cielo como un imán. Cuando el espíritu golpeó el borde exterior del agujero, desapareció, poco a poco, como si hubiera sido succionado a su interior. Me recordó a la forma en que mi mano desaparecía en el enrejado de la
Lunae Libri,
excepto que esto no parecía una ilusión. Cuando los nebulosos dedos del espíritu finalmente fueron tragados por el vacío, el agujero se cerró y desapareció.
—¿Sabías que podía hacer eso? —susurró John.
—Ni siquiera sé lo que ha hecho.
Los ojos del bokor se dilataron, pero no se detuvo. Apuntó con su báculo a los restantes espíritus uno a uno, y sus formas deslavazadas avanzaron hacia Macon. Agujeros negros como la tinta se abrieron detrás de cada uno de ellos, arrastrando a los No Llamados dentro. Entonces los agujeros desaparecieron como el estallido de los fuegos artificiales.
Una de las botellas vacías se deslizó de la mano del bokor y cayó al suelo. Escuché el chasquido contra la tierra seca. Macon abrió los ojos y se enfrentó a los del bokor, muy sereno.
—Come he dicho antes, sus servicios ya no son requeridos. Le sugiero que regrese a su agujero en el suelo antes de que cree uno para usted.
El bokor abrió un pequeño y tosco saco y tomó un puñado del mismo polvo calizo blanco que había extendido en el suelo a su alrededor. Amma retrocedió, levantando el borde de su vestido para que no tocara el polvo. El bokor levantó su mano y sopló las partículas hacia Macon.
Flotaron en el aire como cenizas. Pero antes de alcanzar a Macon, otro agujero negro se abrió y las succionó. Macon giró su cigarro entre los dedos.
—Señor, si es que se puede usar ese término, salvo que tenga algo más, le sugiero que coja su bastón y emprenda el camino de vuelta a casa.
—¿O qué, Caster?
—O el siguiente será para usted.
Los ojos del bokor centellearon en la oscuridad.
—Esto ha sido un error, Ravenwood. La anciana ha contraído una deuda conmigo, y tendrá que pagarla, en esta vida o en la siguiente. No debería haber intervenido. —Lanzó algo al suelo y el humo se elevó en los sitios donde cayó. Cuando la humareda se despejó, se había marchado.
—¿Puede Viajar? —Eso era imposible.
Macon caminó hacia nosotros.
—Trucos de salón de un mago de tercera fila.
John miró a Macon sobrecogido.
—¿Cómo ha hecho lo que acaba de hacer? Sabía que podía crear luz, ¿pero qué era eso?
—Parches de oscuridad. Agujeros en el universo, supongo —contestó—. No es algo especialmente placentero.
—Pero ahora es un Caster de Luz. ¿Cómo puede crear oscuridad?
—Ahora soy un Caster de Luz, pero fui un Íncubo mucho antes que eso. En algunos de nosotros existe tanto la Luz como la Oscuridad. Ya deberías saberlo mejor que nadie, John.