La ciudad situada más al norte era Acarón. Estaba a unos cuarenta kilómetros al oeste de Jerusalén y a unos catorce y medio del mar. Todavía existe, es un pueblo llamado Akir.
A unos veinte kilómetros al sur de Acarón y a casi cinco del mar, está Azoto, que los griegos llamaban Azotos y hoy es el pueblo de Esdud, con una población de unos 3.500 habitantes.
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Sin embargo, en los días de esplendor de Filistea, Azoto era probablemente la más poderosa de las cinco ciudades.
A otros veinte kilómetros al sudoeste está Ascalón, la única de las cinco con verdadero puerto de mar. El mayor acontecimiento de su historia se produjo en la época de las Cruzadas. En el 1099 dC fue escenario de una gran victoria de los cruzados contra Egipto. Sin embargo, en 1270 fue destruida por el sultán egipcio de la época, y hoy es un emplazamiento desolado.
A veinte kilómetros de Ascalón está Gat, la más interior de las ciudades filisteas. A sus habitantes se les llama «gateos». Es muy famosa por el hecho de que fue el país natal del gigante Goliat, a quien el joven David mató en combate singular. Sin embargo, es la ciudad filistea que ha desaparecido más completamente, y se desconoce su emplazamiento exacto.
A veinte kilómetros al sur de Ascalón y a casi cinco del mar está Gaza, la más sureña de las ciudades filisteas. De las cinco, es la que ha. sobrevivido mejor y la que ha tenido una historia más pintoresca. Se rindió a Alejandro el Magno (ocho siglos después de la época de Josué) tras un asedio largo y desesperado. Fue un centro del cristianismo primitivo y luego del islamismo. Por ella libraron batallas los turcos y Napoleón.
En nuestros días se hizo famosa a consecuencia de la guerra entre Israel y Egipto en 1948. Las fuerzas egipcias ocuparon Gaza y han mantenido la ocupación desde entonces. La costa palestina de Gaza a Egipto, de unos 40 kilómetros de largo y de una anchura media de ocho, llegó a denominarse «Franja de Gaza». Se llenó de refugiados árabes procedentes de Israel que no recibieron nuevos asentamientos, sino que permanecieron retenidos en el lugar como rehenes políticos con el fin de exacerbar la enemistad entre Israel y el mundo árabe. La población normal de Gaza es de unos 80.000
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habitantes, pero si incluirnos a los refugiados, la cifra superaría los 200.000. La Franja de Gaza fue tomada por Israel durante la Guerra de los Seis Días de 1967.
Pese al reconocimiento de que la conquista fue incompleta, el libro de Josué prosigue describiendo la distribución de la tierra de Canán a cada una de las tribus, conforme a las instrucciones que, según se dice, recibió Josué de Dios.
Josué 13.7.
Ahora, pues, distribuye esa tierra entre las nueve tribus y la media de Manasés.
Casi todo el resto del libro de Josué está dedicado a describir minuciosamente la distribución de la tierra. Resulta una lectura muy aburrida, pero hace las veces de un mapa moderno y sin duda representa la situación que surgió de las numerosas fricciones y convenios entre las tribus en los días anteriores a la monarquía, cuando mantenían alianzas precarias o rivalidades aún más inestables.
Dos de las tribus, Rubén y Gad, junto con parte de Manasés, ya habían recibido concesiones al oriente del Jordán (v. cap. 4). Al oeste del Jordán, en Canán propiamente dicho, Judá recibió la zona más al sur, con un territorio que se extendía muy al norte, hasta Jerusalén. Al sur de Judá había varias aldeas desiertas que constituyeron la parcela de la tribu de Simeón, en trance de desaparecer.
A través de la parte central de Canán, con sede en Siquem, se estableció el resto de Manasés. Entre Manasés y Judá estaba Dan, en la costa, y Efraím y Benjamín en el interior, Benjamín incluía a Jericó y Gabaón. Al norte de Manasés estaba Aser; a lo largo de la costa, y en el interior, Isacar; Zabulón y Neftalí, de sur a norte.
Es importante notar el pequeño tamaño de las tierras. Benjamín, la tribu más pequeña, ocupaba un territorio de cuatrocientos ochenta kilómetros cuadrados. Es una zona tan grande como cinco distritos electorales de la ciudad de Nueva York, y mucho más pequeña que el área de la ciudad de Los Ángeles.
Todas estas fronteras tribales eran versiones idealizadas que se remontaban a la situación existente en el período de la monarquía. No podían existir en esta forma durante la época de la conquista. Jerusalén se asignó a Judá, por ejemplo, pero los israelitas no conquistaron esa ciudad hasta el reinado de David. Filistea se dividió entre Judá y Dan, pero esa región tampoco fue conquistada hasta la época de David. A la tribu de Aser se le concedió gran parte de la costa fenicia que en realidad nunca se llegó a dominar.
La tribu de Leví no recibió ninguna concesión de tierra. Su función principal era servir en el sacerdocio, y por esa razón se consideró suficiente que sus miembros tuvieran una serie de ciudades dispersas entre las diversas zonas tribales.
El libro de Josué termina con la muerte de los dirigentes seculares y religiosos de los israelitas de este período: Josué y Eleazar (éste era hijo de Arón y sobrino de Moisés),
Josué 24.30.
Fue sepultado (Josué) en ... la montaña de Efraím...
Josué 24.33.
Eleazar, hijo de Arón, murió, y fue sepultado en... la montaña de Efraím.
Hay una cordillera que atraviesa Canán entre la llanura costera y la planicie del Jordán. La parte que está en el territorio de Efraím se llama monte Efraím. No parece que se aluda a una cima concreta, sino como tal vez diríamos hoy a «la sierra de Efraím» o a «la cordillera de Efraím».
Con el fin del libro de Josué, podemos considerar a Canán como territorio esencialmente israelita, aunque no por completo. En la actualidad, al territorio se le denomina Israel en vez de Canán.
Judá y Simeón • Los jueces • Astarté • Otoniel • Aod • Jasor • Débora • Monte Tabor • El cántico de Débora • Jezrael • Sucot • Gedeón y Abimelec • Masfa • Shibbolet • Nazareo • Sora • Dalila • Dagón • Dan • Gueba • Masfa (Benjamín) • Jabes Galad.
El libro de los jueces, que describe la historia de Israel inmediatamente después de la conquista, tiene un carácter bastante heterogéneo y, al parecer, constituye una serie de documentos antiguos sin una relación necesariamente muy estrecha entre sí. Aunque en el texto hay señales evidentes de modificaciones, el relato no está pulido hasta el punto de ser un conjunto brillante y unificado como el libro de Josué. Lo que queda no es edificante ni halagüeño para Israel, y uno se ve obligado a creer que el libro de los Jueces es una reflexión más correcta de historia secular que el de Josué.
El primer capítulo de los Jueces trata de la conquista desde un enfoque completamente diferente del de Josué. Aquí, no hay un solo ejército bajo un mando unificado que logra una victoria rápida y completa. Por el contrario, se perfila un cuadro de tribus desunidas; cada una de ellas lucha en solitario contra el enemigo y en muchos casos, no salen bien paradas.
De ese modo, no se menciona la penosa campaña de Josué por el sur. En cambio, la conquista de la zona de Hebrón es tarea de la tribu de Judá en alianza con Simeón:
Jueces 1.3.
Y dijo Judá a Simeón, su hermano: «Sube conmigo a la parte que me ha tocado, a hacer la guerra al cananeo, y también iré luego yo contigo a la que te ha tocado a ti... ».
Probablemente, la débil tribu de Simeón no realizó una contribución importante, y aunque se representa a las fuerzas de Judá como uniformemente victoriosas, diciéndose que incluso tomaron Jerusalén y las ciudades filisteas de Gaza, Ascalón y Acarón, las conquistas fueron limitadas. Las zonas montañosas, que estaban menos pobladas, fueron abandonadas a los israelitas. En el sentido en que tales zonas se encontraban anteriormente bajo la dominación de ciudades como Jerusalén y Gaza, se anexionó el territorio perteneciente a tales ciudades para afirmar con entusiasmo que éstas fueron conquistadas. Sin embargo, las ciudades mismas y las tierras bajas que las rodeaban, firmemente dominadas, no pudieron tomarse. La Biblia lo explica con claridad:
Jueces 1.19.
...se apoderó Judá de la parte montañosa, pero no pudo expulsar a los habitantes del llano, que tenían carros de hierro.
Hasta el 3500 aC, la humanidad sólo utilizaba para sus herramientas aquellos materiales que encontraba a la mano; objetos que no requerían un tratamiento químico especial: hueso, cuero, madera y piedra, por ejemplo. La piedra ha sobrevivido mejor a lo largo de los siglos, y conocemos la mayor parte de los instrumentos de piedra utilizados en la antigüedad. Por tanto, denominamos a ese período «Edad de Piedra».
De cuando en cuando se encontraban en la naturaleza pequeñas pepitas metálicas, como oro, plata, cobre, hierro meteórico, que tal vez se empleaban para ornamentos. No fue hasta el 3500 cuando los egipcios aprendieron a descubrir yacimientos apropiados para obtener cobre en cantidad. Hacia el 3000 aC, el uso del cobre se extendió por el Semicírculo Fértil.
El cobre no es lo suficientemente duro para hacer herramientas o armas. Pero pronto se descubrió que si al cobre se añadía un mineral metalífero, podía lograrse una aleación de cobre y estaño llamada bronce que era mucho más dura que el cobre.
Hacia el 2500 aC ya se usaban armas de bronce, y el Semicírculo Fértil entraba en la «Edad del Bronce». Una lanza con punta de bronce era más dura y afilada que una de piedra, y podía penetrar sin dificultad escudos de cuero. Por otro lado, los escudos de bronce podían desviar y mellar las armas de piedra. Un ejército con armaduras de bronce podía derrotar sin dificultad a otro ejército más numeroso que sólo combatiera con armas de piedra y cuero.
Hacia el 2000 aC, la Edad del Bronce entraba en Europa, y las batallas de la Guerra de Troya, tan meticulosamente descritas por Homero, fueron libradas por guerreros con armadura, escudos y armas de bronce.
Pero el bronce era un material caro. Los yacimientos de cobre eran escasos, aunque al principio se obtenían grandes cantidades, en la península del Sinaí y en Chipre. (En realidad, se supone que la palabra «cobre» se deriva de «Chipre».) Los yacimientos de estaño eran aún más escasos. Las naves mercantes fenicias se aventuraban hasta largas distancias en busca de los yacimientos de estaño necesarios para la fabricación del bronce, y llegaron a las «Islas del Estaño». Suele pensarse que estaban situadas al suroeste de Inglaterra, en la península de Cornwall y algunas islas cerca de la costa. Es interesante la idea de que los cananeos estuvieron en Inglaterra mil años antes que los romanos.
El hierro es mucho más común que el cobre y el estaño y con el tratamiento adecuado, mucho más resistente que el bronce Es decir, el hierro es a la vez más barato y mejor que el bronce ¿Por qué no se utilizaba? La respuesta es que los minerales de hierro no se funden con tanta facilidad como los de cobre o estaño; el hierro requiere un fuego más intenso y una elaboración metalúrgica más compleja.
El primer método que logró fundir el mineral de hierro se descubrió en alguna parte del interior o de las cercanías del territorio hitita hacia el 1400 aC, cuando los israelitas estaban sometidos a esclavitud en Egipto. La nueva técnica, que dio origen a la «Edad del Hierro», no llegó a tiempo de salvar a los hititas, pero sobrevivió a la destrucción de su Imperio. Se extendió lentamente por el Semicírculo Fértil y luego pasó a Europa.
En la época de la conquista israelita de Canán, el uso del hierro en cantidades limitadas había llegado a las ciudades más refinadas, pero las tribus del desierto aún desconocían su empleo. Por tanto, los israelitas entraron en Canán en la frontera entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, y tuvieron que combatir al hierro con bronce. Hicieron lo que pudieron a fuerza de energía y de superioridad numérica. Pero los que combatían al hierro con el bronce pronto encontraban límites a sus conquistas. Los hombres de Judá lo aprendieron a través de muchas dificultades.
De igual modo que, al parecer, lo aprendieron las demás tribus israelitas. El resto del capítulo detalla minuciosamente el fracaso de cada tribu en terminar la conquista capturando las ciudades más grandes de sus regiones. La tribu de Benjamín no tomó Jerusalén; la tribu de Manasés no tomó Betsea; la tribu de Efraím no tomó Gezer; la tribu de Zabulón no tomó Kitron; la tribu de Aser no tomó Sidón; y así sucesivamente.
Dadas las circunstancias, la ocupación israelita de Canán no logró iniciar un período de prosperidad inmediata. Precariamente aferrados a las tierras montañosas, desunidos, tecnológicamente atrasados, era inevitable que los israelitas se vieran sometidos a una potencia extranjera tras otra.
Sólo de vez en cuando, una u otra tribu alcanzaba cierto grado de libertad mediante las acciones de algún dirigente militar competente.
Jueces 2.16.
Yahvé suscitó jueces, que los libraron de los salteadores.
La palabra «juez» se utiliza aquí en el sentido de «dirigente», ya que en las culturas primitivas, la función principal del jefe de una tribu en tiempo de paz era la de juzgar los litigios y, según se esperaba, llegar a una decisión justa. Esto tenía el propósito fundamental de evitar luchas y disputas internas que debilitaran a toda la población a ojos de algún enemigo extranjero que siempre estaba al acecho.
Se considera que doce jueces ejercieron el gobierno de las tribus entre la conquista de Canán y el establecimiento de la monarquía. Esta cifra es bastante discutible, pero la tradición posterior la aceptó por estar en consonancia con el número de las tribus israelitas.