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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (43 page)

BOOK: Falsas apariencias
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No eran sus suegros. Era Alex. Sonriente. Con la cadera pegada al timbre. Con el trasportín de Laura en una mano y Clara y Lara sujetas —más o menos— en la otra.

—¡Ay, Dios! —exclamó Luka estupefacta llevándose las manos a la boca—. Te has equivocado. Tenías que darles de comer, no traerlas aquí.

No obstante, y a pesar de lo dicho, cogió rápidamente las tortugas y el trasportín y se dirigió al salón, se dejó caer de rodillas en el suelo y sacó a la iguana de su "prisión"; luego comenzó a hacer carantoñas a sus niñas, mientras éstas trepaban por su regazo sacando las cabecitas unas y enredándole la cola en la cintura la otra.

—Me habéis echado de menos, preciosas. Sí, claro que sí. Yo también a vosotras. Uy, Laura, esas uñas, que me arañas —dijo separando las zarpas de la iguana de sus muslos—. Ay, Alex, ¿cómo se te ha ocurrido traerlas?

—Pensé que te haría ilusión verlas —comentó él tan contento.

—Sí, claro que sí, mi vida. Pero... ahora tienes que llevarlas de regreso a casa.

—¿Por qué? Déjalas aquí, así no las echarás de menos —insinuó él, a ver si captaba la indirecta.

—¿Qué? ¿Y dónde las dejo? —Sonrió haciendo que el corazón de él saltara en el pecho—. Cariño, muchísimas gracias por traerlas, pero... no se pueden quedar aquí, no tienen un espacio adecuado para ellas, y si las tengo sueltas entre tanta gente se pondrían nerviosas. Eres un encanto, de verdad... pero no se pueden quedar. —Adoraba a Alex, acababa de ofrecerle tener a sus animales en su casa, ese hombre era lo mejor que le había pasado nunca.

—Mmh, quizá ese problema tenga fácil solución —respondió él a su alegato—. Ven. —Le tendió la mano.

Luka se levantó intrigada tomando su mano, Alex cogió a una tortuga mientras ella llevaba la otra, Laura los siguió con parsimonia y curiosidad esperando su ración de verdurita, fresca a poder ser.

Alex las guió hacia la "habitación misteriosa", ese cuarto que llevaba cerrado con candado desde hacía quince días. Luka aún estaba indignada por ese tema, había puesto un candado el muy listo, como si ella fuera a intentar abrir la puerta para mirar su sorpresa... cosa que a Luka se le había pasado por la cabeza unas... mil veces. Pero el maldito candado no cedía con las orquillas, y la puñetera llave no aparecía en ningún lugar de la casa; y no es que la hubiera buscado mucho... qué va...

Alex sacó una llave del bolsillo de su pantalón y la introdujo en el candado; antes de abrir la puerta, observó detenidamente a su chica.

—Eh... mmh... esto debería ser tu regalo de reyes, pero he pensado que lo mismo te hacía más ilusión verlo hoy. —De repente le asaltaron algunas dudas, muchos nervios y, por qué no confesarlo, bastante miedo... Sólo cabían dos finales: o ella se enamoraba perdidamente de él o lo dejaba con un palmo de narices mandándolo a la mierda por meterse donde no le llamaban... Rezó para que fuera la primera opción.

—Aps, vaya... yo no tengo el tuyo aquí... —contestó cortada... intrigada y alucinada.

Alex se mesó el pelo y abrió la puerta de par en par. Luka inspiró asombrada, se agachó para dejar la tortuga en el suelo y entró con pequeños pasos en la habitación, dispuesta a tocar la sorpresa, más que nada para comprobar con el tacto que sus ojos no la engañaban...

Pegadas a la pared oeste de la habitación estaban ubicadas sus dos sorpresas... lo sabía en primer lugar porque un enorme lazo rojo rodeaba ambas y en segundo lugar porque en casa de Alex antes de ese día, no había un terrario ni una tortuguera. Y mucho menos de esas dimensiones...

Tocó los cristales con las yemas de los dedos casi esperando que desaparecieran con el roce, pero no, eran reales. Se giró para mirarlo con ojos como platos, él estaba apoyado en el quicio de la puerta con la cara más asustada que le había visto nunca.

Luka se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo y siguió observando la sorpresa; la tortuguera era enorme, de más de un metro y medio de largo por cincuenta centímetros de ancho y otros setenta de alto y tenía de todo menos agua. Un filtro especial, piedras de río en el fondo, una rampa inmensa para que sus niñas tomaran el sol, algunas plantas artificiales, un calentador de agua, la lámpara UVB... Y más, se notaba claramente que había sido hecha a medida, al igual que el terrario. Este era altísimo, del suelo al techo, de más de un metro y medio de largo y otro de ancho, con su piscina de arcilla para los baños de Laura, su tronco artificial con ramitas para que se posara a tomar el sol, sus piedras grandotas para que no se las pudiera comer y unas poquitas plantas naturales que Laura se encargaría en breve de destrozar.

Luka volvió a mirar a Alex asombrada, sin que las palabras escaparan de su boca... ¿Qué significaba esta sorpresa? ¿Que estaba harto de que tuvieran que ir y venir mil veces en fin de semana a cuidar a sus niñas? ¿O por el contrario indicaba que quería que se fuera vivir con él? ¿O lo mismo no quería decir nada?

Alex se le acercó asustado, sin quitarle ojo. Seguía sin decirle nada. Se arrodilló entre sus piernas y alzó las manos para acariciarle las mejillas.

—¿No te gusta la sorpresa? —preguntó intranquilo—. Las he hecho yo mismo... con algo de ayuda de Javi y Dani —acabó por confesar.

—Sí, claro que sí... es que... me he quedado sin palabras —dijo Luka girando la cara para acariciarse contra las manos de Alex. Lo había hecho con sus propias manos; le entraron ganas de llorar de la emoción — ¿Cómo...? ¿Cómo se te ha ocurrido? Es decir... ¿Por qué lo has hecho? —preguntó esperanzada.

—Bueno... me he dado cuenta de que echas de menos a tus niñas... siempre estamos de aquí para allá para alimentarlas y tal... y se me ocurrió construirles un refugio en casa. —Torpe, torpe, torpe, se riñó cuando acabó de pronunciar la última palabra, eso no era exactamente lo que quería decir.

—Aps. —La esperanza murió en los ojos de Luka. Él estaba harto de darse paseos... no la invitaba a vivir con él, sólo se ahorraba viajes—. Genial... muchas gracias.

—No.

—¿No?

—No me he explicado bien.

—¿No? —otra vez la había dejado sin palabras.

—Lo que quiero decir es que... echas de menos a tus animales —torpe, torpe, eso ya lo has dicho, se enfadó consigo mismo— y siempre estamos entrando y saliendo para ir con ellos —joder macho, lo estás arreglando.

—Ya lo sé... y lo siento, pero es que...

—Mierda. —La cortó de golpe—. Lo que quiero decir es que te quedes conmigo, todos los días, a todas horas. Para siempre.

—¿Yo? ¿Contigo? ¿Aquí?

—Sí. Y tus tortugas también, y la iguana y tus amigos, lo que quieras, pero quédate conmigo. Te quiero en mi vida. Para siempre. —Ella no dijo nada...—. Si te parece bien, claro... —terminó con pesar... lo iba a mandar a la mierda por meterse donde no le llamaban.

—Me parece bien —confesó tímidamente.

—¿Te parece bien? —Se quedó pasmado.

—Sí, pero... no pienso vender mi casa... —dijo dudando Luka; joder, ¿por qué no podría tener la boca bien cerradita?... esperaba que Alex no se lo tomara a mal.

—Y yo no quiero que la vendas —comentó muy serio. Por supuesto que no podía vender su mini piso, si Luka se asustaba y desaparecía sabría dónde encontrarla... aunque eso no se lo iba a decir ni loco.

—Genial —suspiró ella con una gran sonrisa en la boca.

—Te quiero —confesó él mirándola con atención, quería que quedara todo muy claro, que nunca tuviera dudas.

—¿Me quieres? ¿Tipo te amo y todo eso?

—Te amo —no quería ningún tipo de confusión—. Te quiero, te deseo, te anhelo cuando no estás, me consumo por tocarte cuando te tengo a mi lado, adoro tu mente, ansío tus caricias, aguardo tus miradas, idolatro tus pensamientos... —Quizá se estaba pasando un pelo o quizá no, pero lo cierto es que no se le ocurrían más sinónimos del verbo querer y ella aún no le había confesado que le quería. Porque de una cosa estaba seguro: sus sentimientos eran recíprocos. Tenían que serlo.

—Te quiero. No concibo mi vida sin ti —zanjó ella todo el espantoso, penoso y sensiblero discurso con sólo seis palabras. Las seis palabras más hermosas que Alex había oído jamás dejándolo totalmente anonadado e inmóvil durante unos segundos.

—¿Qué narices hago aquí parado como un poste? —pensó en voz alta un segundo antes de reaccionar.

Aún estaba de rodillas ante ella, entre sus piernas, con las manos posadas en sus mejillas... acababan de declararse su amor mutuo y ¿no iba a hacer nada? ¡Ja! Se abalanzó hacia delante y la besó con todo su ansia, su miedo por perderla y su amor.

Fue un beso tierno, apasionado y casi salvaje que
en
seguida devino en manos que acariciaban, dedos que rasgaban camisas y tangas, desabrochaban pantalones y eliminaban camisetas de la ecuación, dejando sólo piel y deseo, labios soldados, lenguas peleando, piernas entrelazadas y brazos que sostenían. El hundido en ella y ella pulsando con él.

Estaban tirados en el suelo, disfrutando aún de los estertores del orgasmo, cuando la banda sonora de la película "El exorcista" empezó a sonar en la habitación. Parpadearon confusos y se miraron el uno al otro; entonces Alex reaccionó.

—¡Mi móvil!

Salió de ella pesaroso y se arrastró gateando hacia sus pantalones, sacó el móvil y contestó. Le cambió la cara. Se disculpó y colgó.

—¡Dios! Era mi madre —en ese momento sonó el timbre insistentemente—, está en la puerta... me pregunta que por qué no la abrimos...

—¡Leches! No he oído el timbre...

—Ni yo. —El timbre seguía sonando y el móvil comenzó a emitir la cancioncita de marras—. Joder, ¡ya voy! —gritó cogiendo los pantalones y saliendo de la habitación.

—¡Espera, estoy en bolas! —pero el aviso llegó tarde, ya se había ido.

Luka cerró la puerta y miró a su alrededor, su pesadilla se iba a hacer realidad, la iban a pillar en cueros, en fin... lo primero era lo primero. Las tortugas se estaban comiendo lo poco que quedaba de su tanga. ¿Y Laura?

Miró hacia arriba... Estaba colgada de las cortinas. Cogió a cada animal y lo colocó en su alojamiento. Tomó nota de no olvidarse de llenar el acuario de agua y de poner comida en los comederos. Luego buscó su ropa, los calcetines seguían en sus pies, la camiseta estaba en un rincón, el tanga no se podía utilizar, estaba roto —como casi todos los tangas que se ponía desde que conocía a Al ex—, y se vistió —y eso sí que era un eufemismo—, se peinó el pelo con los dedos, pegó el oído a la puerta, no escuchó nada y salió intentando por todos los medios pasar desapercibida.

—Pues qué quieres que te diga, hijo. No sé cómo no has podido oír el timbre, hemos llamado miles de veces —comentaba una pensativa Helena a Alex, no se tragaba la excusa presentada, menos aún viéndole "desvestido" con solo unos pantalones, sin abrochar para más inri, el cabello alborotado, los labios hinchados y la cara roja como un tomate. Ni de coña.

—Déjalo ya, mujer, sus motivos tendrá el crío para no haberlo oído —comentó Fernando, el progenitor compasivo, estirando el cuello para ver sobre los hombros de Alex si salía alguien de la única habitación que permanecía cerrada. Bingo. Pensó cuando la puerta se abrió y asomó una hermosa mujer, igual de desvestida que su hijo—. ¿Luka?

—Eh... sí. —Luka se quedó petrificada al oír su nombre; la habían pillado en bragas, bueno, sin ellas.

—Hola, preciosa, soy Lola, la hermanísima de Alex —se presentó una mujer joven y bajita vestida con un chándal enorme—, y esta es Helena, nuestra madre, Fernando, nuestro padre, Lolo, mi marido, y David, nuestro hijo —presentó a todos los presentes.

—Eh... hola —dijo Luka sacando la mano derecha de detrás de su espalda para estrechar las otras manos que se presentaban, lo malo es que no recordó hasta que tuvo la mano alzada, que justo en ésta guardaba retorcido el tanga desgarrado... —. Ay, qué tonta, es el trapo de cocina... esto... —se calló coloradísima.

—Es la primera vez que veo un paño de encaje... —comentó Lola divertida.

—Amen —asintió Helena mirando a Luka fijamente.

—Bueno, lo mismo en Madrid es algo normal... ¿quién sabe? —intentó quitar hierro Fernando a la vez que dejaba que las gafas le resbalasen por la nariz hasta la punta, estudiando a Luka por encima de ellas.

—Suficiente —cortó Alex estirándose—. Luka y yo nos vamos a cambiar al ático. Os sugiero que dejéis vuestras cosas en las habitaciones y aprovechéis para ducharos, enseguida bajo y os enseño todo.

—Alex... no te vas a cambiar de ropa. Te vas a vestir. Por favor, hijo, habla con propiedad —lanzó Helena con una mirada divertida; le encantaba picarlo como cuando era niño.

—¡Mamá! —asió a Luka por el codo y tiró de ella hacia la escalera de caracol—. Vámonos antes de que nos despellejen.

Bajaron al cabo de pocos minutos, Luka se dedicó a llenar el acuario de agua y, cuando hubo acabado, se asomó tímidamente al comedor, Alex enarcó las cejas y movió la cabeza, indicándole que entrara a socorrerlo y ella así lo hizo, aunque no de muy buena gana... más bien totalmente acojonada. Charló un poco con cada uno esperando ansiosa la llegada de sus padres para que hubiera más gente con la que conversar y distraer a sus "suegros", y gracias a Dios sus oraciones fueron atendidas. El resto de los invitados, es decir Victoria y Ángel, llegaron en seguida y entre las dos familias surgió un entendimiento inmediato. Luka cayó tan en gracia a los padres de Alex, como éste había caído a los de Luka, y por si fuera poco, todos estuvieron de acuerdo en que el cochinillo estaba estupendo, la cena era maravillosa y ambos hacían una pareja encantadora y muy bien avenida.

Al final de la cena los cuatro progenitores se dedicaron a intrigar sin disimulos y lanzar indirectas a la joven pareja. Victoria y Ángel abogando una y otra vez por el matrimonio, sin darse cuenta de que Luka iba palideciendo más y más cada vez que lo mencionaban.

Dieron las doce campanadas, tomaron las uvas y llegó el inevitable brindis.

—Por el nuevo año. —Ángel alzó la copa.

—Por la familia. —Le acompañó Fernando.

—Por los matrimonios —dijo Victoria directa al grano... por enésima vez.

—Sólo si hay embarazo por medio —terció Helena, la de las ideas progresistas.

—¿Cómo? —preguntaron los padres de Luka mientras Fernando sonreía... Se lo veía venir.

—Pues eso, que yo brindo por el matrimonio siempre y cuando éste se celebre después de que Luka se haya quedado embarazada, antes es tontería casarse y atarse a un hombre —explicó Helena que, no es por nada, aunque pareciese lo contrario estaba protegiendo precisamente los intereses de su hijo.

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