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Authors: Anne McCaffrey

El vuelo del dragón (37 page)

BOOK: El vuelo del dragón
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—Dama del Weyr, está siendo devuelto a donde pertenece —dijo Lytol estólidamente, evitando la mirada de Lessa—. Esto es obra de un Maestro Tejedor —añadió, tocando la pesada tela con dedos reverentes—. Estos colores, estos diseños... Hace falta toda la vida de un hombre para preparar el telar, y el esfuerzo de todo un artesanado para terminar la obra, o yo no entiendo nada de artesanía.

F'lar anduvo a lo largo del borde inferior del inmenso tapiz, deseando que pudiera estar colgado para proporcionar la adecuada perspectiva de la heroica escena. Una formación en vuelo de tres escuadrones de dragones dominaba la parte superior de la mitad del tapiz. Vomitaban llamas cayendo en picado sobre racimos de Hebras grises en el brillante cielo. Un cielo con aquel perfecto azul otoñal, decidió F'lar, que no puede producirse en un tiempo más cálido. Sobre las laderas inferiores de las colinas, el follaje estaba pintado como si amarilleara a causa del frío nocturno. Las rocas pizarrosas sugerían que el paisaje era ruathano. ¿Era por eso que el tapiz había sido colgado en el Vestíbulo de Ruatha? Debajo, unos hombres habían abandonado el Fuerte protector, labrado en el mismo acantilado. Iban cargados con los extraños cilindros de los que Zurg había hablado. Los tubos que sostenían en sus manos vomitaban brillantes lenguas de fuego en largos chorros, apuntando a las Hebras que se retorcían intentando enterrarse en el suelo.

Lessa profirió una exclamación de asombro y se acercó más al tapiz, contemplando fijamente el contorno del Fuerte, su maciza puerta entornada, los detalles de su broncínea ornamentación.

—Creo que ese es el diseño de la puerta del Fuerte de Ruatha —observó F'lar.

—Lo es... y no lo es —replicó Lessa con voz intrigada.

Lytol miró a la Dama del Weyr y luego a la puerta reproducida en el tapiz.

—Es cierto. Lo es y sin embargo no lo es, y yo pasé a través de esa puerta hace apenas una hora —dijo, contemplando con el ceño fruncido la puerta situada delante de los dedos de sus pies.

—Bueno, aquí están los dibujos que Fandarel quiere estudiar —dijo F'lar con alivio, mirando los lanzallamas. Si el herrero podría fabricar o no un modelo útil basándose en los reproducidos en el tapiz, y en el plazo de tres días, era algo que F'lar ignoraba. Pero si Fandarel no podía hacerlo, ningún otro hombre sería capaz de realizarlo.

El Maestro Herrero no disimuló su alegría al encontrarse en presencia del tapiz. Se tendió encima de él, con la nariz materialmente pegada a la tela, para estudiar mejor los detalles. Gruñó, gimió y murmuró mientras se sentaba con las piernas cruzadas para seguir mirando y dibujar.

—Se hizo. Puede hacerse. Debe hacerse —le oyeron mascullar entre dientes.

Lessa encargó
klah
, pan y carne cuando se enteró por el joven B'rant que ni Lytol ni él habían comido aún. Sirvió a todos los hombres, mostrándose alegre y ocurrente. F'lar se sintió aliviado pensando en Lytol. Lessa apremió incluso a Fandarel, ofreciéndole comida y
klah
, insistiendo en que saliera del tapiz y comiera y bebiera antes de retornar a sus gruñidos y sus dibujos. Su delicada figura parecía aún más diminuta al lado de la imponente mole del herrero.

Finalmente, Fandarel decidió que ya tenía suficientes bocetos y desapareció, para ser transportado a su artesanado.

—No valía la pena preguntarle cuándo regresará. Está demasiado absorto en sus pensamientos para oír nada —observó F'lar, sonriendo.

—Si no os importa, yo también voy a retirarme —dijo Lessa, sonriendo graciosamente a los cuatro hombres sentados alrededor de la mesa—. Gobernador Lytol, creo que el joven B'rant debería retirarse también. Está medio dormido.

—Estoy completamente despierto, Dama del Weyr —declaró B'rant apresuradamente, abriendo mucho los ojos para demostrárselo.

Lessa se echó a reír y se retiró al dormitorio. F'lar la contempló pensativamente mientras se alejaba.

—Desconfío de la Dama del Weyr cuando utiliza ese tono de voz particularmente dócil —dijo lentamente.

—Bueno, todos debemos marcharnos —sugirió Robinton, poniéndose en pie.

—Ramoth es joven, pero no es tonta hasta ese extremo —murmuró F'lar cuando los otros se hubieron marchado.

Ramoth dormía, insensible al escrutinio de F'lar. El caudillo del Weyr trató de obtener algún consuelo de Mnementh, sin resultado. El gran bronce estaba dormitando en su saledizo.

Negro, más negro, lo más negro

Y frío más allá de las cosas heladas.

¿Dónde está el inter cuando lo único vivo

Son unas frágiles alas de dragón?

—Sólo quiero ver ese tapiz devuelto a Ruatha —insistió Lessa ante F'lar al día siguiente—. Quiero que esté en el lugar al que pertenece.

Habían ido a visitar a los heridos, y habían discutido ya por el hecho de que F'lar hubiera enviado a N'ton al Continente Meridional. Lessa hubiera deseado que intentara montar el dragón de otro caballero. Pero F'lar había preferido que aprendiera a mandar un escuadrón en el sur, dadas las Revoluciones de que dispondría para madurar. Le había recordado a Lessa, con la esperanza de inhibir cualquier idea que tuviera de retroceder cuatrocientas Revoluciones, los viajes de regreso de F'nor y las dificultades que ella misma había experimentado ya.

Lessa se había quedado muy pensativa, aunque no había dicho nada.

En consecuencia, cuando Fandarel envió el mensaje de que le gustaría enseñarle al caudillo del Weyr un nuevo mecanismo, F'lar no tuvo inconveniente en concederle a Lessa la satisfacción de devolver a Ruatha el tapiz robado. Y Lessa fue a ocuparse de que enrollaran el tapiz y lo ataran al lomo de Ramoth.

F'lar contempló a Ramoth remontándose con enérgicas sacudidas de sus grandes alas hasta la Piedra de la Estrella antes de entrar en el
inter
hacia Ruatha. R'gul se presentó en el saledizo en aquel preciso instante, para informarle de que un enorme convoy de pedernal estaba entrando en el Túnel. En consecuencia, ocupado con tales detalles, había transcurrido media mañana cuando pudo ir a ver el lanzallamas de Fandarel, tosco y todavía ineficaz: el fuego salía de la boquilla del tubo sin la menor fuerza. Llegó de nuevo al Weyr a última hora de la tarde.

R'gul le anunció en tono malhumorado que F'nor le había estado buscando... dos veces, de hecho.

—¿Dos veces?

—Dos veces, como he dicho. No quiso dejarme ningún mensaje para ti.

Era evidente que R'gul se había sentido insultado por la negativa de F'nor.

A la hora de la cena, en vista de que la ausencia de Lessa se estaba prolongando más de la cuenta, F'lar envió un mensajero a Ruatha para enterarse de que, efectivamente, Lessa había llevado el tapiz allí. Y había puesto en movimiento a todo el Fuerte hasta que el tapiz quedó convenientemente colgado. Luego, Lessa se había sentado a contemplarlo por espacio de varias horas, recorriendo ocasionalmente su longitud.

Después, Ramoth y ella se habían elevado por encima de la Gran Torre y habían desaparecido. Lytol había supuesto, como todo el mundo en Ruatha, que Lessa había regresado al Weyr de Benden.

—¡Mnementh! —aulló F'lar cuando el mensajero hubo terminado—. Mnementh, ¿dónde están?

La respuesta de Mnementh tardó largo rato en llegar.

No puedo oírles
, dijo finalmente, y su voz mental sonó tan llena de preocupación como podía estarlo la de un dragón.

F'lar agarró el borde de la mesa con ambas manos, mirando fijamente hacia el vacío weyr de la reina. Sabía, en la angustiada intimidad de su mente, adónde había intentado ir Lessa.

Frío como la muerte, portador de muerte,

Quédate y muere, desorientado.

Intrépido y valiente, demórate.

Así fue decidido dos veces.

Debajo de ellas se encontraba la Gran Torre de Ruatha. Lessa desvió a Ramoth ligeramente hacia la izquierda, ignorando los acres comentarios de la reina, sabiendo que también ella estaba excitada.

Muy bien, querida, este es exactamente el ángulo en el cual el tapiz sitúa la puerta del Fuerte. Sólo que cuando el tapiz fue diseñado nadie había labrado los dinteles ni colocado la puerta. Y no existía ninguna Torre, ningún Patio interior, ningún rastrillo
. Lessa acarició la piel asombrosamente suave del cuello de Ramoth, riendo para ocultar su propio nerviosismo y su aprensión ante lo que estaba a punto de intentar.

Se dijo a sí misma que existían muy buenos motivos para que actuara como lo estaba haciendo. La frase inicial de la balada, «Marcha lejos, marcha adelante», era una clara alusión al
inter
tiempo. Y el tapiz daba los puntos de referencia necesarios para el salto al
inter
cuando. Oh, cuán agradecida se sentía hacia el Maestro Tejedor que había tejido aquel umbral. Tenía que acordarse de decirle lo bien que había trabajado. Confiaba en que podría hacerlo. Basta de eso. Desde luego, podría hacerlo. ¿Acaso no habían desaparecido los Weyrs? Sabiendo que habían marchado adelante, sabiendo cómo retroceder para traerles a ellos adelante, era ella, evidentemente, la que debía ir hacia atrás y conducirlos. Era muy sencillo, y sólo ella y Ramoth podían hacerlo.

Lessa rió otra vez, nerviosamente, y aspiró una profunda bocanada de aire, expulsándolo lentamente.

—De acuerdo, mi dorado amor —murmuró—. Tienes la referencia. Sabes a cuándo quiero ir. Llévame por el
inter
, Ramoth,
inter
cuatrocientas Revoluciones.

El frío era intenso, más penetrante aún de lo que ella había imaginado. Pero no era un frío físico. Era el darse cuenta de la ausencia de todo. Ninguna luz. Ningún sonido. Ningún tacto. Mientras planeaban, más lejos, y más lejos, en aquella nada, Lessa se sintió presa de un pánico que amenazaba con desposeerla de su capacidad de razonar. Sabía que estaba sentada sobre el cuello de Ramoth, pero no podía sentir al gran animal debajo de sus muslos, debajo de sus manos. Intentó gritar inadvertidamente y abrió la boca para... nada... ningún sonido en sus propios oídos. Ni siquiera podía sentir las manos que sabía que había alzado hasta sus propias mejillas.

Estoy aquí
, oyó que Ramoth decía en su mente.
Estamos juntas
, y esta seguridad fue lo único que evitó que perdiera del todo la razón durante aquel aterrador eón de una nada inmutable, intemporal.

Alguien tuvo el suficiente sentido común para llamar a Robinton. El Maestro Arpista encontró a F'lar sentado a la mesa, con el rostro mortalmente pálido, mirando fijamente al vacío weyr. La entrada del maestro artesano, su voz tranquila, parecieron despertar a F'lar de su torpor. Despidió a los otros con un gesto perentorio.

—Lessa se ha marchado. Ha intentado retroceder cuatrocientas Revoluciones —dijo F'lar, con una voz desprovista de expresión.

El Maestro Arpista se dejó caer en una silla frente al caudillo del Weyr.

—Fue a devolver el tapiz a Ruatha —continuó F'lar con la misma voz inexpresiva—. Le hablé de los regresos de F'nor. Le dije lo peligroso que era esto. Ella no discutió mucho, y sé que ir por el
inter
tiempo la había asustado, si hay algo que pueda asustar a Lessa —F'lar golpeó la mesa con su puño—. Debí sospechar de ella. Cuando cree que está en lo cierto, no se para a analizar, a meditar. ¡Se limita a actuar!

—Pero Lessa no es una mujer tonta —le recordó Robinton lentamente—. Ni siquiera ella saltaría al
inter
tiempo sin un punto de referencia. ¿Lo haría?

—«Marcha lejos, marcha adelante»... ¡Esa es la única pista que tenemos!

—Un momento, caudillo del Weyr —dijo Robinton, haciendo chasquear sus dedos—. Anoche, cuando Lessa examinó el tapiz, se mostró extrañamente interesada en la puerta del Vestíbulo. Recuerda que habló de ella con Lytol...

F'lar se había puesto en pie y avanzaba ya por el pasillo.

—Vamos, tenemos que ir a Ruatha.

Lytol encendió todas las lámparas del Fuerte para que F'lar y Robinton pudieran examinar el tapiz.

—Lessa se pasó la tarde entera mirándolo —dijo el Gobernador, sacudiendo la cabeza— ¿Estáis seguros de que ha intentado ese increíble salto?

—Tiene que haberlo hecho. Mnementh no puede oírlas, ni a ella ni a Ramoth, en ninguna parte. Sin embargo, dice que puede captar un eco de Canth a muchas Revoluciones de distancia y en el Continente Meridional —F'lar se volvió hacia el Gobernador— ¿Qué hay acerca de la puerta, Lytol? ¡Piensa, hombre!

—Todo es muy parecido, salvo que no hay dinteles labrados, no hay Patio exterior, ni Torre...

—Eso es. ¡Oh, por el primer Huevo, es muy sencillo! Zurg dijo que este tapiz es antiguo. Lessa debió decidir que su antigüedad se remontaba a cuatrocientas Revoluciones, y lo ha utilizado como punto de referencia para ir hacia atrás por el
inter
tiempo.

—Bueno, en tal caso está allí y segura —exclamó Robinton, dejándose caer en una silla, con una expresión de alivio en el rostro.

—Oh, no, arpista. No es así de fácil —murmuró F'lar, y Robinton captó su expresión de desaliento, que se reflejó en el rostro de Lytol.

—¿Qué pasa?

—No existe nada en el
inter
—dijo F'lar con voz apagada—. Para ir por el
inter
espacio sólo se necesita el tiempo que un hombre tarda en toser tres veces. Pero
inter
cuatrocientas Revoluciones...

F'lar no terminó la frase.

Quien quiere,

Puede.

Quien lo intenta,

Lo hace.

Quien ama,

Vive.

Resonaron voces que al principio fueron rugidos en los doloridos oídos de Lessa, y luego se apaciguaron más allá del umbral del sonido. Lessa se sintió poseída por una sensación de náusea, y el lecho que notaba debajo de ella parecía girar, girar... Se aferró a los lados de la cama mientras el dolor apuñalaba su cabeza, en algún lugar situado exactamente en el centro de su cráneo. Gritó, tanto como protesta por el dolor como por la aterradora y mareante falta de un suelo sólido.

Pero alguna espantosa necesidad la obligaba a intentar transmitir el mensaje que había venido a entregar. A veces tenía la impresión de que Ramoth trataba de alcanzarla en aquella vasta oscuridad que la envolvía. Trataría de aferrarse a la mente de Ramoth, con la esperanza de que la reina dorada pudiera sacarla de esta angustiosa situación. Agotada, se hundía cada vez más, y más, hasta que la desesperada necesidad de comunicación la arrancaba del olvido.

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