El Rival Oscuro (4 page)

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Authors: Jude Watson

BOOK: El Rival Oscuro
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Palpó con cuidado la pared, contemplando cómo sus dedos dejaban una transparencia brillante a su paso. Nunca había visto un metal con esa cualidad. Por fin encontró lo que buscaba: una abertura. La siguió con el dedo. Era una puerta.

Manteniendo las manos pegadas a la puerta, sintió la energía de las cosas vivas que le rodeaban, las espigas y los frutos, la gente, la isla orgánica y fértil que era el domo.

Si Treemba se quedó boquiabierto cuando toda la pared se volvió transparente. Y entonces resultó evidente que consistía en un anexo que llegaba hasta la pared del domo. Obi-Wan pudo ver bolsas de fertilizante y cajas de carga de diversos tamaños.

Todo parecía inocente. Pero, entonces, ¿por qué se había escondido tanto? Obi-Wan empujó hábilmente la puerta, abriéndose con un suave zumbido electrónico.

Si Treemba volvió a sisear nervioso. Sus ojos pálidos parpadearon.

—¿Estás seguro de que debemos entrar?

—Tú quédate aquí. Estate atento. Volveré enseguida.

Entró en el espacio. Las paredes se volvieron opacas al instante. Era como estar dentro de un cubo blanco. Se agachó para examinar las etiquetas de las cajas. Eran negras y de forma triangular, mostrando un planeta rojo con un holograma de nave espacial en su órbita.

La reconoció al instante: Offworld. Se inclinó para leer las marcas de los laterales. Fue de caja en caja, leyendo las etiquetas con descripciones. Explosivos. Turbobarrenas. Detonadores. Perforadores de túneles. Granadas biológicas.

Todos eran suministros mineros. Pero estaban en terrenos protegidos de los Cuerpos Agrícolas, y éstos tenían estrictamente prohibido colaborar con empresas lucrativas. ¿Habría aquí alguien trabajando para Offworld?

—¡Date prisa, Obi-Wan! —le gritó Si Treemba—. ¡Apestamos y queremos tomar una ducha!

El aprendiz de Jedi vio en una esquina una pequeña caja que se le había escapado. No tenía etiquetas, sólo un icono metálico que servía de cierre. Era un círculo roto.

Ya había visto suficiente. Obi-Wan se deslizó entre las cajas hasta llegar a la puerta.

—¿Qué es eso? —le preguntó su amigo.

—Un almacén secreto de Offworld. Están preparando algo.

—¿Aquí? Pero si está prohibido —repuso el arcona, y su piel verdosa se tornó de un gris apagado.

—¿Desde cuándo les detiene eso? —comentó el muchacho con tristeza—. Volvamos. Debo contactar con Qui-Gon.

***

—¿Estás diciendo que no vamos a hacer nada? —preguntó Obi-Wan al titilante holograma de su Maestro.

—No hay nada que hacer. ¿Dijiste que la pared se volvió transparente con la Fuerza?

—Nunca había visto nada así. ¿Y tú?

—La información es interesante, nada más —repuso el Jedi, ignorando la pregunta—. No hay pruebas de que Offworid interfiera en las investigaciones de los Cuerpos Agrícolas.

—¡Para empezar, no deberían ni estar aquí! —dijo el muchacho, conteniendo un aullido de frustración—. Debería volver a Bandor. Offworid planea algo... algo grande. ¡Tenemos que investigarlo!

—No hay necesidad de ello —contestó cortante Qui-Gon—. Tu misión es informar de los progresos de los Cuerpos Agrícolas.

—¿Qué pasa con el círculo roto de la caja?

—Obedece las órdenes, Obi-Wan —replicó severo el Jedi—. Llámame de inmediato si encuentras pruebas de algún delito. No actúes por tu cuenta.

—Qui-Gon...

—¿Me has oído, Obi-Wan?

—Sí —respondió aquél reticente.

—Ahora debo irme. Mantenme informado.

El holograma osciló antes de desaparecer. Obi-Wan contempló el espacio vacío donde antes flotara la imagen de Qui-Gon. Una vez más, su Maestro le había hecho callar.

Capítulo 7

Hubo un tiempo en que el círculo no estaba roto. Hubo un tiempo en que todo era lo que parecía ser. Un tiempo en que no había secretos.

***

El círculo roto. ¿Se había confundido Obi-Wan? ¿O estaba Xánatos relacionado con los Cuerpos Agrícolas?

No podía contárselo al muchacho. Éste exigiría explicaciones que no estaba dispuesto a dar. Era mejor mantener el pasado en el pasado.

Además, el muchacho debía aprender a tener paciencia.

Qui-Gon se dirigió a la Mina del Planeta Natal. Era asombroso todo el trabajo que se había hecho desde la explosión. Estaba previsto que la mina volviera a funcionar en sólo una semana. Offworld había hecho honor a su promesa, facilitando dinero y androides. Ya habían despejado los escombros de los túneles, y se trabajaba para dejarlos operativos.

Clat'Ha le saludó desde el otro lado del patio. Se dirigía a la mina con los trabajadores. Apenas se había detenido a comer o dormir desde la explosión.

Qui-Gon abrió la puerta de la oficina provisional, un cobertizo metálico levantado apresuradamente. VeerTa estaba ante un monitor que registraba los pormenores de la operación. Cuando se giró en la silla, vio que su rostro estaba iluminado por la excitación.

—Tenemos buenas noticias —repuso en un tono bajo que latía de excitación—. La explosión nos hizo un gran favor, Qui-Gon. Abrió un agujero a una profundidad mayor de la que habíamos llegado. Hemos descubierto una veta de ionita.

El Jedi estaba impresionado. La ionita era uno de los minerales más valiosos de la galaxia.

—¿Sabe lo que esto significa? Nadie había encontrado antes ionita en Bandomeer. Sólo rastros de ella. Nuestro principal recurso mineral es la azurita —comentó la mujer, inclinándose hacia delante, con mirada intensa—. La Mina del Planeta Natal será la única proveedora. Los beneficios son potencialmente enormes. ¡Esto puede salvar al planeta!

—Son buenas noticias —concedió el Caballero. Una cosa era encontrar un mineral valioso, y otra poder controlar a quien lo extrajese.

—Piensa en los problemas que desencadenará esto —repuso ella maliciosa—. Debemos mantenerlo en secreto. Aún no se lo he contado a los miembros de la directiva. Sólo lo sabe Clat'Ha. Si Offworld lo descubriese, nos echaría del negocio y se quedaría con la veta. La explosión destruyó toda la azurita que habíamos extraído ya. Técnicamente, estamos en la bancarrota.

—¿Cuál es su plan?

—Tenemos dinero gracias a Offworld. Es cierto que nos lo dieron para comprar nuestra confianza al ayudarnos a reconstruir la mina, pero podemos usarlo para extraer la ionita. Sólo necesitaremos unas semanas para que todo vuelva a estar operativo. Entonces, Offworld no podrá detenernos.

El rostro de VeerTa brillaba por la determinación. El Jedi se permitió sentir su entusiasmo, pero al mismo tiempo se preguntó por qué le hacía partícipe de ese secreto. Esperó, sabiendo que seguiría hablando.

—Deje que le muestre lo que encontramos.

Se dirigieron a la mina. Ella le entregó un casco protector y le condujo al ascensor sur.

—La región K es segura —le aseguró—. Hemos conseguido apuntalar el Núcleo 6. Los sensores indican que la nueva veta está debajo de él. Es un nivel al que aún no hemos llegado.

K-7. Núcleo 6
. Qui-Gon miró sorprendido el panel de instrumentos del ascensor. A medida que descendían, cambiaban las luces del indicador.
Núcleo 10. Núcleo 9. Núcleo 8. Núcleo 7
...

La pesadilla resurgió en la mente del Jedi con todo su oscuro poder.

—¿Existe un Núcleo 5?

—No tenemos tecnología para bajar tanto —contestó ella, negando con la cabeza—. Está demasiado cerca del núcleo del planeta. Offworld tiene tecnología para excavar a mayor profundidad, pero nos descubriríamos si intentamos comprarla o alquilarla. Esperamos obtener suficiente ionita en el Núcleo 6.

La luz del Núcleo 6 se iluminó y el ascensor se detuvo. Qui-Gon salió del ascensor y giró a la izquierda.

—No —dijo VeerTa—. El túnel está bloqueado por ese lado.

Apretó un interruptor junto a la puerta y se encendieron las luces de las paredes de roca. El Caballero Jedi pudo ver entonces que el túnel era estrecho y de techo bajo, con una vía hidráulica corriendo por su centro. El túnel se curvaba a la izquierda para internarse en la negrura. La luz que arrancaba brillos de la roca negro azulada tenía un tono de pálido celeste, revelando así la presencia de azurita.

—Clat'Ha y yo bajamos a examinar los daños. El ascensor del túnel norte resultó dañado, pero volverá a funcionar en unos días. Antes tenemos que arreglar esto.

Se volvió a la derecha y fue la primera por el túnel. En su camino había un montón de piedras, y se había abierto un agujero en el suelo del corredor.

—La explosión debió reaccionar con gases que se encontraban en un nivel inferior. Por aquí estalló hacia arriba —repuso, inclinándose para coger una piedra. La arañó con una uña, y el Jedi pudo ver el apagado brillo plateado—. Fue Clat'Ha quien lo notó. Nos llevamos una muestra para estudiarla. Tuvo una corazonada y acertó. Ionita. Bajamos sensores y descubrimos la cantidad que había.

—Deberán tener cuidado —dijo Qui-Gon—. Si Xánatos lo descubre...

—Por eso lo necesitamos a usted. Queremos que se una a la directiva de Planeta Natal. Offworld no se atreverá a hacer nada si usted está con nosotros. Tendrían que enfrentarse a un Jedi.

Qui-Gon negó con la cabeza.

—Los Jedi tenemos prohibido participar en cualquier empresa lucrativa. No podemos beneficiarnos de nuestra protección. Es una regla inviolable.

—¡Pero piense en las riquezas que podrá llevarse! — insistió la mujer—. No tiene por qué quedársela. Puede donarlas.

—Lo siento, VeerTa. Ayudaré en lo que me sea posible. Pero no puedo hacer eso.

VeerTa pareció decepcionada. Era evidente que no comprendía el papel de un Jedi.

—Entonces, deberé conformarme con eso —repuso, mientras sus ojos brillaban mirando al túnel que la rodeaba—. Nuestro futuro está aquí. Ruego porque tengamos éxito.

—Haré todo lo que esté en mi poder para que así sea.

Pero algo le decía a Qui-Gon que eso no sería tarea fácil.

Capítulo 8

Obi-Wan le contó a Si Treemba su conversación con Qui-Gon. El arcona asintió como si esperase algo así.

—Clat'Ha habría dicho lo mismo. Necesitamos más pruebas.

—Justo lo que yo pensaba.

Si Treemba se movió nervioso.

—La última vez que tenías esa mirada acabamos en una prisión hutt.

—Tranquilízate. Esta noche sólo exploraremos el anexo. Iremos a dar un paseo por el domo y llegaremos hasta allí. ¿Qué puede salir mal?

—Cualquier cosa —gimió Si Treemba.

***

Obi-Wan y Si Treemba se tumbaron en el campo de cultivo entre dos hileras de espigas. Colocaron una lona verde sobre sus cabezas para camuflarse y darse calor.

—Puedes echarte a dormir —dijo Obi-Wan—. Yo haré el primer turno.

—Ya que estás tan seguro... —murmuró el arcona, antes de cerrar los ojos.

Un momento después emitía el sonido apagado que hacen los arconas al dormir.

Obi-Wan se sentía emocionado por la incursión. Pero, apenas transcurrida una hora, se le empezaron a cerrar los ojos. ¡No podía quedarse dormido! Quizá lo despejase una pequeña excursión exploratoria.

Se deslizó fuera del campo, poniéndose en pie. Se sacudió el polvo mientras se dirigía a la puerta del anexo. Quería echar otro vistazo a la caja sellada con el círculo roto. Algo le decía que Qui-Gon había reconocido la marca. A lo mejor existía una manera sencilla de abrirla sin que nadie lo notara.

Una vez más volvió a usar la Fuerza para abrir la puerta. Todo estaba tal y como lo había dejado. Se dirigió hacia la caja.

Al llegar hasta ella, oyó un ruido detrás. Se dio media vuelta y vio que se acercaba una figura encapuchada. Al principio pensó que sería Si Treemba envuelto en la lona, pero pronto se dio cuenta de que era un desconocido con una brillante capa negra.

—¿Quién eres? —le preguntó. Sentía una perturbación incómoda de algo oscuro en la Fuerza.

—Un amigo —repuso la figura encapuchada—. Alguien que una vez fue como tú. Yo también fui su aprendiz.

Dijo esto, descubriéndose la cara. Sus ojos azules eran cálidos y amistosos.

—¿De Qui-Gon? —preguntó Obi-Wan con suspicacia—. Yo no soy su padawan. Y todo el mundo dice que su padawan murió.

—¿Es lo que dicen? Pues, aquí estoy. ¿Qué más dicen?

—Que su padawan trajo la desgracia a los Jedi. Y que le traicionó.

—¿Ésa es la versión de Qui-Gon? —preguntó, con ojos que ardían con fuego azul, pero las rígidas arrugas de su rostro se relajaron a continuación—. Yo fui su padawan. Por tanto, sé por lo que pasas cada día, Obi-Wan Kenobi. Sé que esperas su aprobación. Su confianza. Pero él te las niega. Se envuelve en una piel de hielo. Cuanto más intentas complacerle, más se distancia él de ti.

Obi-Wan no dijo nada. Esas palabras parecían brotar de su propio corazón. Era exactamente lo que le pasaba por la mente en sus peores momentos.

Xánatos miró compasivo al muchacho.

—Yoda le alaba. El Senado Galáctico depende de él. Todo el mundo ansia ser su aprendiz. Pero es un Maestro de la peor clase. Te niega su confianza al tiempo que lo exige todo de ti.

Obi-Wan escuchó estas palabras como en un trance.
Qué cierto es
, pensó. Una profunda ira se agitó en él, una ira que había estado dormida. Temía esa ira más que a cualquier enemigo.

—Me llamo Xánatos. ¿Te ha hablado alguna vez de mí?

Obi-Wan negó con la cabeza.

—No —dijo con voz suave, tras sonreír con tristeza y pesar—. Nunca lo haría. Me corresponde a mí contarte lo que me hizo. Cómo me educó, me mantuvo a su lado, prometiéndome siempre que ascendería. Pero, al final, rompió todas sus promesas. Algo que también te pasará a ti, Obi-Wan.

¿Sería cierto? ¿Acaso tras su frialdad se ocultaba la semilla de la traición? Había sentido el escalofrío que le provocaba la reserva de Qui-Gon, pero siempre lo había achacado al hecho de que no le había aceptado como discípulo. ¿Qué ocultaba tanto secretismo? ¿El bien o el mal?

—¿Por qué me cuentas todo esto? —preguntó temeroso.

—Lo hago para prevenirte. Por eso he venido. Eres... —se interrumpió bruscamente. Alzó una mano, antes de susurrar—: Alguien viene.

De pronto, aparecieron cinco guardias de seguridad. Obi-Wan vio la insignia del planeta rojo en sus uniformes. ¡Eran de Offworld! ¿Qué hacía su fuerza de seguridad en el domo?

—Hemos encontrado a los ladrones —dijo uno de los hombres a su intercomunicador.

—No —repuso Obi-Wan—. Sólo somos...

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