El pequeño vampiro y los visitantes (13 page)

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Authors: Angela Sommer-Bodenburg

Tags: #Infantil

BOOK: El pequeño vampiro y los visitantes
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—¡Démonos prisa! —dijo Anna— para ver a Rüdiger antes de que mi abuela, Sabine la Horrible, se dé cuenta de que falta la crónica!

—Pero... ¿no hace ya mucho que tus familiares han emprendido el vuelo? —preguntó turbado Anton.

—¡Esperemos que sí! —respondió Anna.

Con aquellas palabras se elevó en el aire y se alejó tan aprisa que Anton tuvo dificultades para seguirla. Hasta que no llegaron a la puerta del castillo no redujo Anna la velocidad de su vuelo y se volvió hacia Anton.

—¡Espera aquí! —susurró.

Luego siguió volando. Anton aterrizó junto a la puerta. Muy pegado al muro, se quedó de pie acechando los ruidos que había a su alrededor, que, como estaba solo, sonaban inquietantes y hasta amenazadores. Ahora incluso el suave crujido de una rama le hacía encogerse espantado.

Cuando por fin vio regresar a Anna se sintió a salvo.

—La cripta está vacía —le contó susurrando—. ¡Han salido todos!

—¿Rüdiger también? —preguntó desconcertado Anton.

—¡No! ¡Está sentado en la capilla del castillo leyendo nuestra crónica familiar! ¡Y encima con la iluminación de las ceremonias! ¡Increíble!

—¿Iluminación de las ceremonias?

—Sí, imagínate: ¡ha encendido por lo menos quince velas! Y está terminantemente prohibido desperdiciar nuestras valiosas velas. Espera y verás: a éste le voy a cantar yo las cuarenta... Maneja nuestra crónica con tal ligereza..., malgasta las velas...

Anna resolló indignadísima y agitó sus pequeños puños.

—¡Vamos, Anton, sígueme!

En primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar... y en cuarto lugar

Rodearon volando la torre del castillo y aterrizaron ante una vieja muralla cuyas quebradizas paredes estaban cubiertas de vegetación. Una luz clara salía al exterior a través de las pequeñas ventanas enrejadas.

—¿Esa es la capilla del castillo? —preguntó susurrando Anton..., aunque viendo las ventanas iluminadas aquella pregunta realmente sobraba.

—¡Sí! —dijo Anna, y con gesto furioso y decidido se dirigió hacia la puerta de entrada.

—¡Espera! —exclamó Anton.

—¿Qué pasa ahora? —repuso Anna deteniéndose.

—Yo..., lo de la crónica familiar y que Rüdiger me la fuera a leer...

Anton se interrumpió.

—¿Sí?

Ella le miró con gesto interrogante.

—¡No le digas a Rüdiger que yo te lo he contado todo! —rogó.

—Claro que no —contestó ella impaciente.

Luego, con un violento movimiento que reflejaba todo su rencor hacia Rüdiger, abrió de un tirón la puerta y entró marcialmente en la capilla.

Anton la siguió titubeando, con un angustioso presentimiento. Esperaba que no hubiera una pelea seria entre Anna y Rüdiger.

Pero su esperanza no pareció ir a cumplirse. Apenas entró en la capilla oyó la voz de Anna hablando en alto y en tono de reproche.

—¡Imbécil, cabeza hueca! —le insultó—. ¿Es que te crees que estás tú solo en el mundo? ¡Como te pille Tía Dorothee, estamos todos apañados: tú, yo y también Anton!

Anton se refugió lleno de miedo en el ángulo oscuro que había junto a la puerta y esperó temblando a que se produjera la gran bronca. Pero, qué raro...: el pequeño vampiro no había levantado la cabeza ni una sola vez siquiera ante los reproches de Anna. Permanecía sentado junto al antiquísimo pupitre de madera, en el que había un grueso libro —
la Crónica de la familia Von Scboltterstein
—, haciendo como si estuviera enfrascado en la lectura.

Su marcada indiferencia puso todavía más furiosa a Anna.

—¡Sí..., sí..., hazte el sordo, que tampoco te va a servir de nada! —exclamó colérica—. ¡Devuelve inmediatamente nuestra crónica familiar al ataúd de la abuela! ¡Y antes apaga las velas..., derrochador!

Pero el pequeño vampiro siguió sin mover un músculo de la cara. Sólo pasó la hoja sin parecer impresionado.

Aquello dejó a Anna sin habla durante un momento.

Cuando ella se calló, Rüdiger levantó por primera vez la vista de su libro y preguntó con una voz suave, poco natural:

—¿Has terminado?

—¡¿Que si he terminado?! —Anna jadeó.

Pero antes de que ella pudiera iniciar un nuevo ataque, Rüdiger declaró muy digno:

—¡Bueno, ahora me vas a oír tú a mí! En primer lugar: ¡la abuela me ha dado permiso para leer nuestra crónica familiar! En segundo lugar: ¡la abuela me ha dado permiso para leer aquí en la capilla! En tercer lugar: ¡la abuela me ha dado permiso para encender todas las velas que quiera... porque es lo que corresponde a tan solemne ocasión!

—¿Y cuál es, si se puede saber, esa ocasión tan solemne? —preguntó mordaz Anna.

Rüdiger se rió irónicamente.

—¡Que yo me haya decidido ya a hacerme maduro y sabio como un vampiro adulto y tenga por ello que iniciarme en todos los secretos familiares!

—Maduro y sabio... —Anna se rió burlona—. ¡Para eso hay que hacer algo más que leer solamente la crónica familiar!

—Eso lo dices porque te da envidia —repuso muy tranquilo Rüdiger—. ¡Te da envidia de que tú no sepas leer aún correctamente la crónica familiar!

—¡¿Y qué?! —exclamó Anna, cuyo rostro se había teñido de rojo oscuro—. ¡Hay cosas más importantes en este mundo!... ¡Y volverse como los mayores yo no lo considero especialmente importante! —añadió.

Dicho esto se dio media vuelta y corrió hacia la puerta pasando de largo por donde estaba Anton.

—¡Anna! —balbuceó Anton, pero Anna estaba tan excitada que no advirtió su presencia en absoluto.

—Y en cuarto lugar: ¡la abuela me ha prohibido que deje que me molesten mientras esté estudiando la crónica familiar! —le gritó Rüdiger mientras ella se marchaba.

Entonces se cerró la puerta con estrépito y Anton se quedó a solas con el pequeño vampiro.

¡Ahora aguza el oído!

—No..., no quería molestarte —balbuceó Anton acercándose titubeante al pupitre de madera.

—Tú no me molestas nunca —repuso el vampiro—. ¡O por lo menos... casi nunca!... ¡Y justo hoy sí que no! —añadió con aire condescendiente—. ¡Precisamente acabo de encontrar para ti la historia más apropiada!

Y como Anton estaba de pie, un poco sin saber qué hacer, en mitad de la capilla, le ordenó:

—¡Siéntate!

Excepto la silla coja en la que permanecía sentado como en un trono Rüdiger, no había asientos de ningún tipo...; sólo un montón de escombros y cascotes en el suelo.

—Bueno, pues entonces quédate de pie —contestó el vampiro riéndose entre dientes—. ¡Pero no te caigas cuando ahora te lea nuestra crónica familiar!

—Prefiero sentarme —murmuró Anton sentándose encogido en una piedra que era menos picuda y puntiaguda que las demás.

Y luego esperó con impaciencia a que el pequeño vampiro empezara con su lectura.

Pero Rüdiger se tomó tiempo. Como un actor antes de hacer su gran aparición se atusó el pelo, le dio vueltas a los ojos, infló los carrillos, alisó su capa y carraspeó una y otra vez.

Finalmente empezó muy pomposo:

"En una tormentosa noche..."

Pero volvió a interrumpirse y dijo con su voz normal:

—¡Qué bien lo he hecho! ¿No?

—¿El qué? —preguntó Anton.

—Pues... ¡lo de la crónica familiar! ¡Mi abuela, Sabine la Horrible, cree realmente que ahora quiero volverme «maduro y sabio»! ¡Y hasta Anna se lo ha tragado! —se frotó las manos complacido—. ¿Sabes?, ¡era la única forma de convencer a mi abuela de que me dejara la crónica!

—Ah, vaya —murmuró Anton.

—Pero yo no quiero ni lo más mínimo volverme maduro y sabio. ¡¿Para qué?! —dijo el vampiro riéndose entre dientes—. ¡Bueno, y ahora aguza el oído! —añadió.

Luego tomó aire profundamente, inclinó la cabeza sobre el libro y con voz engolada empezó a leer:

"en una tormentosa noche del año quinientos nueve de la era vampiresca tuvimos que decir adiós a nuestra querida cripta, que durante tantos años había sido para nosotros un hogar bueno v seguro. Una vez mas hubo que cargar al hombro los ataúdes y subir al mundo frío y hostil Ay ¿quién podría describir la aflicción de los niños? lumpi... ¡sollozando fuertemente! anna... ¡con sus ojos enfermos bañados en lágrimas! Rüdiger…”

El pequeño vampiro se detuvo ahí y tosió graznando un par de veces. Al parecer le resultaba penoso admitir que él también había llorado, así que, sencillamente, se saltó la frase que hablaba de su aflicción.

"¡Oh, qué bueno es tener una familia que arrastra en común tobas las dificultades!"
, —continuó en tono solemne—
"fue una noche de preocupaciones y penalidades en la que seis de nosotros tuvimos que llevar los ataúdes al castillo en ruinas del valle de la amargura."

"Como es habitual en nuestra familia desde antiguo, transportamos cada dos un ataúd. el reparto en aquella ocasión se fijo de la forma siguiente: una servidora, Sabine con Wilhelm; ludwing con vildegard; Dorothee con Rüdiger. ¡¡Pero —¡Ay!— los dos destructores del cementerio —mi pluma se resiste a escribir aquí sus nombres— tampoco durmieron aquella noche aciaga!"

Ocurrió en nuestro tercer y ultimo “tour del ataud”.

Sabine y Wilhelm; ludwing y vildegard "nos hallábamos ya volando con nuestros ataúdes al valle de la Amargura. sin embargo, Dorothee aún se esforzaba desesperaba en la vieja fuente para liberar su ataúd, que le había quedado allí atascado."

"entonces de pronto rüdiger, desde el borde de la fuente donde estaba ayudando a dorothee a sacar el ataúd, advirtió la presencia de aquellas criaturas: geierm…y schnupperm... (¡Mi pluma se niega a escribir sus nombres completos!), iban con las peores intenciones, lo cual se podía ver fácilmente porque llevaban sus horribles estac…de made..y sus repulsivas y terroríficas ristr…de aj... Rüdiger consiguió prevenir a dorothee del peligro. ¡y luego urdió su heroico plan!"

Al llegar a aquel punto, el pequeño vampiro hizo una pausa y lanzó a Anton una penetrante mirada. Pero Anton se guardó de hacer ningún comentario... ¡por el momento!

—¡Sigue leyendo! —pidió.

—Está bien —gruñó el vampiro, y con voz engolada continuó:

"Mientras Dorothee se mantenía tenazmente en la fuente, rüdiger dio un heroico hacía donde estaban aquellas dos criaturas, que inmediatamente —mí pluma tiembla sólo de pensarlo— se abalanzaron sobre él. rüdiger, sin embargo, puso pies en polvorosa y corrió derecho a la casa del inefable Geierm..."

—Pero... —fue a protestar Anton; sin embargo, el pequeño vampiro le quitó la palabra de la boca.

—¡No me interrumpas cuando estoy leyendo la crónica! —siseó.

Luego continuó:

"y así, el valiente rüdiger corrió seguido muy de cerca por los dos asesinos. ya se estaban regocijando de que iban a cogerle enseguida cuando rüdiger se elevo en el aire, voló basta el tejado y se coló en la casa de aquel repulsivo geierm... por un tragaluz que estaba abierto."

"¡Oh, como corrieron entonces los dos!... el camino hasta la casa y las escaleras hasta la puerta del cuarto de baño. Pero ¡Rüdiger la había cerrado con llave por dentro, pues su gran hora se aproximaba!"

"Obstruyó los dos desagües de la bañera y abrió el grifo. Vació en la bañera un frasco de sales de baño... y con una sonrisa satisfecha y feliz miró cómo crecía la espuma y cómo subia el agua."

"mientras geierm…y schnupperm... martilleaban la puerta furiosos e impotentes."

"¡el bueno y valiente rüdiger! temerariamente y sin asustarse esperó hasta que la bañera se desbordó y tobo el cuarto de baño de aquellas criaturas se encharcó."

"Fué entonces cuando rüdiger, después de aquel trabajo tan arduo y –ay- tan benéfico, abanbonó por la ventana del cuarto de baño el escenario de Su actuación."

"¡Con ello, gracias a rüdiger, nuestros peores enemigos estuvieron ocupados el resto de la noche con sus propios problemas!"

"dorothee, ya sin estorbos, pudo liberar Su ataúd, y junto con rüdiger —el héroe de aquella noche— lo llevo hasta el valle de la amargura."

—¡El héroe de aquella noche! —repitió mordaz Anton—. ¡Bien que te engalanas con plumas ajenas!

—¿Plumas? ¿Dónde? —contestó el vampiro con una excitación fingida haciendo como si se buscara plumas en su capa—. No veo absolutamente ninguna —dijo riéndose irónicamente.

—¡Tú sabes muy bien qué es lo que quiero decir! —repuso furioso Anton—. ¡Fui yo quien distrajo a Geiermeier y a Schnuppermaul durante vuestro «Tour del Ataúd»! ¡Fui yo quien corrió delante de ellos hasta su casa para que Tía Dorothee pudiera sacar su ataúd de la fuente!

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