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Authors: José Hernández

El gaucho Martín Fierro

BOOK: El gaucho Martín Fierro
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En El Gaucho Martín Fierro ("la ida"), un gaucho trabajador de las pampas bonaerenses, que vive con su mujer y dos hijos, es reclutado forzosamente para servir en un fortín, para integrar las milicias que luchan defendiendo la frontera argentina contra los indígenas, dejando desamparada a su familia. Su vida de pobreza, es algo muy frecuente en la literatura de la época romantizada; sus experiencias militares no lo son. Al volver, su rancho se encuentra abandonado y su mujer y sus hijos se han perdido. Después, desesperado Martín Fierro mata a un negro en un duelo, lo que lo lleva a convertirse en gaucho matrero fugitivo perseguido por la policía, enfrentándose en batalla contra ellos, consigue un compañero: el sargento Cruz, que inspirado por la valentía de Fierro se une a él en medio de una batalla. Y finalmente huyendo, ambos se ponen en camino al desierto para vivir entre los indios, esperando encontrar allí una vida mejor. Así, concluyendo en que es mejor vivir con los salvajes, que en lo que la 'civilización' les preparaba, termina la primera parte publicada en 1872 con el título "El gaucho Martín Fierro".

Es hoy quizás el libro más famoso de la literatura argentina. La obra seminal de la literatura gauchesca escrita por José Hernández.

José Hernández

El gaucho Martín Fierro

ePUB v1.0

ysidoro
23.07.11

José Hernández, poeta y político argentino (10 de noviembre de 1834 - 21 de octubre de 1886)

Obra en el dominio público.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original de la edición décima cuarta de 1894. Otras ediciones puden tener diferencias.

Prólogo
primer edición (1872)

Señor D. José Zoilo Miguens.

Querido amigo:

Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre. No le niegue su protección, usted que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país.

Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota.

Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.

Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia.

Quizá la empresa habría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes. Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza; en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente; sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo.

Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo, sino por no haberlo conseguido.

Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos usted por alto porque quizá no lo sean todos los que a primera vista puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran allí como copia o imitación de los que lo son realmente.

Por lo demás, espero, mi amigo, que usted lo juzgará con benignidad, siquiera sea porque Martín Fierro no va de la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo u otra función semejante, referencias algunas de las cuales, como el Fausto y varias otras, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho, y usted no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se imaginarán.

Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni Martín Fierro exige más, ni usted gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de

Su verdadero amigo,

JOSÉ HERNÁNDEZ 

I

Aquí me pongo á cantar
Al compás de la vigüela,
Que el hombre que lo desvela
Una pena estraordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.

Pido á los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento,
Les pido en este momento
Que voy á cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.

Vengan Santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista;
Pido á mi Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores,
Con famas bien otenidas,
Y que despues de adquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
Se cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasa
Martin Fierro ha de pasar,
Nada lo hace recular
Ni las fantasmas lo espantan;
Y dende que todos cantan
Yo tambien quiero cantar.

Cantando me he de morir,
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pié del Eterno Padre—
Dende el vientre de mi madre
Vine á este mundo á cantar.

Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra—
El cantar mi gloria labra
Y poniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajo
A cantar un argumento—
Como si soplára un viento
Hago tiritar los pastos—
Con oros, copas y bastos
Juega allí mi pensamiento.

Yo no soy cantor letrao,
Mas si me pongo á cantar
No tengo cuando acabar
Y me envejezco cantando,
Las coplas me van brotando
Como agua de manantial.

Con la guitarra en la mano
Ni las moscas se me arriman,
Naides me pone el pié encima.
Y cuando el pecho se entona,
Hago gemir á la prima
Y llorar á la bordona.

Yo soy toro en mi rodeo
Y torazo en rodeo ageno,
Siempre me tuve por güeno
Y si me quieren probar,
Salgan otros á cantar
Y veremos quién es ménos.

No me hago al lao de la güeya
Aunque vengan degollando,
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar tutubiando.

En el peligro, qué Cristos?
El corazón se me ensancha,
Pues toda la tierra es cancha,
Y de eso naides se asombre,
El que se tiene por hombre
Ande quiere hace pata ancha.

Soy gaucho, y entiendaló
Como mi lengua lo esplica,
Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el Sol

Nací como nace el peje
En el fondo de la mar;
Naides me puede quitar
Aquello que Dios me dió—
Lo que al mundo truge yo
Del mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del Cielo,
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir;
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remuento el vuelo.

Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama—
Yo hago en el trébol mi cama,
Y me cubren las estrellas.

Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato,
Que nunca peléo ni mato
Sino por necesidá;
Y que a tanta alversidá
Solo me arrojó el mal trato.

Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido.

II

Ninguno me hable de penas
Porque yo penando vivo,
Y naides se muestre altivo
Aunque en el estribo esté
Que suele quedarse á pié
El gaucho mas alvertido.

Junta esperencia en la vida
Hasta pa dar y prestar
Quien la tiene que pasar
Entre sufrimiento y llanto;
Porque nada enseña tanto
Como el sufrir y el llorar.

Viene el hombre ciego al mundo
Cuartiándolo la esperanza,
Y á poco andar ya lo alcanzan
Las desgracias á empujones;
¡Jué pucha! que trae liciones
El tiempo con sus mudanzas!

Yo he conocido esta tierra
En que el paisano vivía
Y su ranchito tenía
Y sus hijos y mujer......
Era una delicia el ver
Cómo pasaba sus días.

Entonces.... cuando el lucero
Brillaba en el cielo santo,
Y los gallos con su canto
Nos decían que el día llegaba,
A la cocina rumbiaba
El gaucho que era un encanto.

Y sentao junto al jogón
A esperar que venga el día;
Al cimarrón le prendía
Hasta ponerse rechoncho,
Miéntras su china dormía
Tapadita con su poncho.

Y apénas el horizonte
Empezaba á coloriar,
Los pájaros á cantar,
Y las gallinas á apiarse,
Era cosa de largarse
Cada cual á trabajar.

Este se ata las espuelas,
Se sale el otro cantando,
Uno busca un pellón blando,
Este un lazo, otro un rebenque,
Y los pingos relinchando
Los llaman dende el palenque.

El que era pion domador
Enderezaba al corral,
Ande estaba el animal
Bufidos que se las pela....
Y mas malo que su agüela,
Se hacía astillas el bagual.

Y allí el gaucho inteligente,
En cuanto el potro enriendó,
Los cueros le acomodó
Y se le sentó en seguida,
Que el hombre muestra en la vida
La astucia que Dios le dió.

Y en las playas corcobiando
Pedazos se hacía el sotreta
Miéntras él por las paletas
Le jugaba las lloronas,
Y al ruido de las caronas
Salía haciéndose gambetas.

Ah! tiempos!... si era un orgullo
Ver ginetear un paisano—
Cuando era gaucho baquiano
Aunque el potro se boliase,
No había uno que no parase
Con el cabresto en la mano.

Y mientras domaban unos,
Otros al campo salían
Y la hacienda recogían,
Las manadas repuntaban,
Y ansí sin sentir pasaban,
Entretenidos el día.

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