El espíritu de las leyes (50 page)

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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

BOOK: El espíritu de las leyes
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Pudiera pensarse que Seleuco Nicator se proponía conseguir la unión de los dos mares en el mismo lugar donde lo hizo después el emperador Pedro I, de Rusia, esto es, en la lengua de tierra donde el Tanais se acerca al Volga; pero aun no se había descubierto el norte del mar Caspio.

Cuando había en los imperios asiáticos un gran comercio de lujo, la República de Tiro hacía un comercio de economía en toda la tierra. Bochard ha consagrado el primer libro de su Canaán a enumerar las colonias que fundaron los Tirios en todos los litorales. Pasaron de las columnas de Hércules y tuvieron establecimientos en las costas del Atlántico
[15]
.

En aquellos tiempos no podían los navegantes alejarse de las costas, que eran su brújula, por decirlo así. Los viajes eran largos y penosos. Las penas y fatigas que Ulises tuvo en su navegación han sido tema fecundo del más bello poema que existe, después del que es el primero y más célebre de todos.

El escaso conocimiento que la mayor parte de los pueblos poseían de los países distantes, favorecían a las naciones que se dedicaban al comercio de economía, pues ponían en sus operaciones, haciéndolas valer, todas las sombras que se les antojaban; los pueblos ignorantes siempre son engañados por los inteligentes.

Egipto, alejado por su religión y sus costumbres de todo trato con los demás países, no hacía comercio exterior: gozaba de un suelo fértil y abundante. Era el Japón de aquellos tiempos: se bastaba a sí mismo.

Tan poca importancia daban los Egipcios al comercio exterior, que abandonaron el del mar Rojo a las pequeñas naciones que en él tenían algún puerto: así permitieron que allí tuvieran sus flotas los Idumeos, los Sirios y los Judíos. Salomón utilizó a los Tirios, que conocían el mar Rojo, para navegar por él
[16]
.

Josefo
[17]
dice que su nación, dedicada no más que a la agricultura, conocía poco el mar. Sólo por accidente negociaron los Judíos en el mar Rojo. Conquistaron los puertos idumeos de Elath y Asiongaber y entonces comerciaron por allí; los perdieron y no comerciaron más.

No ocurrió lo mismo con los Fenicios; éstos no hacían comercio de lujo ni se valían de la conquista para comerciar; por su industria, su destreza, la actividad y la frugalidad que los distinguía y el valor con que arrostraban las fatigas y los riesgos, se hicieron necesarios a todas las naciones del mundo conocido.

Los pueblos vecinos al mar Rojo no traficaban más que en él y en Africa. Así lo prueba el asombro universal que produjo el descubrimiento del Océano Indico por Alejandro. Hemos dicho
[18]
que todos llevan a la India metales preciosos y que no los traen
[19]
; las flotas judías que los traían por el mar Rojo, venían de Africa, no de la India.

Y digo más: venían de la costa oriental de Africa: los barcos de aquel tiempo no podían alejarse de la costa.

Bien sé que las flotas de Salomón y Josafat tardaban tres años en volver de sus expediciones; pero la tardanza en regresar no prueba que fuera mucha la distancia recorrida.

Plinio
[20]
y Estrabón
[21]
nos dicen que los barcos de junco de la India y del mar Rojo, tardaban una veintena de días en recorrer la distancia que andaban en siete días las embarcaciones griegas y romanas. Según esta proporción, el viaje de tres años de las naves salomónicas lo hubieran hecho en un año las flotas de Roma y las de Grecia.

Dos naves de diferente andar no rinden viaje en tiempos proporcionales al andar de cada una: la lentitud es causa algunas veces de mayores lentitudes. La más velera puede aprovechar un momento favorable, en tanto que la otra espera un cambio de viento para salir de una ensenada o de un golfo; y luego, después o antes de salir, puede ser detenida por las calmas o por otra dificultad cualquiera.

La lentitud de las naves de la India, que andaban la tercera parte que las griegas y romanas, se explica por lo que pasa en la marina moderna. Las naves indias, hechas de juncos, tenían menos calado que las romanas y griegas, construídas de madera con herrajes.

Puede compararse aquellos barcos indios con los de algunas de las naciones actuales cuyos puertos ofrecen poco fondo, cual le ocurre al de Venecia, y en general, a los de Italia
[22]
, a los del mar Báltico y a los de Holanda
[23]
. Los barcos de estos paises, para poder entrar y salir en tales puertos, son de una construcción especial, anchos y redondos, al contrario de los que tienen buenos puertos, que son afilados, si así puede decirse, para que entren más hondamente en el agua. Esta última construcción les permite navegar con vientos menos propicios, en tanto que los primeros navegan mal si el viento no es de popa.

De aquí resulta que los barcos redondos tardan más en sus viajes: 1° porque pierden mucho tiempo en espera de un viento favorable, sobre todo si han de cambiar frecuentemente de rumbo; 2° porque no pueden llevar tantas velas como los otros. Y si ahora, cuando las artes náuticas se han perfeccionado tanto, se notan las diferencias, ¿qué no sería en las embarcaciones de la antigüedad?

Me cuesta algún trabajo pasar a otra cuestión. Los barcos de las Indias eran muy pequeños; los de los Griegos y los de los Romanos, salvo los construídos por ostentación, eran menores que los nuestros. Ahora bien, cuanto más chico es un navío, tanto mayor es el peligro que corre en un temporal. Barcos hay que zozobran en una vulgar tormenta que apenas haría dar bandazos a otros barcos. Cuanto más un cuerpo excede a otro en tamaño, tanto menor es, relativamente, la superficie del mismo; de lo cual resulta que en un barco pequeño es menor que en uno grande la diferencia entre la superficie y la carga que puede transportar. Sabemos que, por regla general, se le pone a toda nave un peso igual al de la mitad del agua que podría contener. Si la nave tiene cabida para 800 pipas de agua, su carga será la equivalente a 400 pipas; si otra nave no tiene capacidad más que para 400, su carga será de 200. Así la relación del tamaño con la carga máxima será de 8 a 4 en la primera nave y de 4 a 2 en la segunda. Suponiendo que la superficie de la mayor es a la superficie de la menor como 8 es a 6, la superficie de la última es a su carga como 6 a 2, mientras que en la primera la relación es de 8 a 4. Y como el oleaje del mar y la acción de los vientos no obran más que sobre la superficie, la nave grande, favorecida por el peso, resistirá mejor que la pequeña al ímpetu del viento y de las olas.

CAPÍTULO VII
Del comercio de los Griegos

Los primeros Griegos eran todos piratas. Minos, que tuvo el imperio del mar, lo debió sin duda a que fue más afortunado que los otros en sus piraterías. Sin embargo, su dominación no traspasaba las aguas de su isla. Más adelante, cuando Grecia llegó a ser una gran nación, la reina del mar fue Atenas, porque los Atenienses, comerciantes y victoriosos, dictaron la ley al monarca más poderoso de aquel tiempo
[24]
y vencieron a las naves de Siria, de Chipre y de Fenicia.

Diré algo de este dominio del mar que tuvo Atenas.

Atenas
, escribe Jenofonte,
posee el dominio del mar; pero como el Ática se comunica por tierra, los bárbaros la invaden y saquean mientras los Atenienses emprenden expediciones. Los principales dejan que los enemigos devasten sus tierras, pero ponen en seguridad sus bienes muebles depositándolos en alguna isla; el populacho, que no tiene tierras, está libre de inquietudes. Si los Atenienses vivieran en una isla, podrían causar daños a los otros sin recibirlo ellos, ya que son dueños del mar
. Se diría que Jenofonte quería hablar de Inglaterra.

Atenas, con mil proyectos de gloria; Atenas, que aumentaba la rivalidad sin aumentar la influencia; más cuidadosa de ensanchar su imperio marítimo que de disfrutarlo; con un régimen político en el cual podían las clases inferiores repartirse las rentas públicas, mientras los acaudalados eran oprimidos, no hizo el gran comercio que le prometían el trabajo de sus minas, la multitud de sus esclavos, el número de sus marineros, su autoridad sobre las ciudades griegas y, más que todo, las sabias instituciones de Solón. Su tráfico se redujo casi exclusivamente a Grecia y al Ponto Euxino, de donde sacaba todas las subsistencias.

En un tiempo en que Grecia era un mundo y las ciudades naciones, la de Corinto era de la mayor importancia por su admirable situación entre dos mares: abría y cerraba el Peloponeso, abría y cerraba la Grecia, tenía más movimiento comercial que Atenas y poseía dos puertos, uno para recibir las mercancías de Asia y otro para las de Italia. Porque siendo difícil doblar el cabo Maleo
[25]
, donde encontrados vientos causaban remolinos y naufragios, se prefería Corinto y aun se hacían pasar los barcos por tierra de un mar a otro. En ninguna otra ciudad se llevó tan lejos el cultivo de las artes. La religión acabó de corromper lo que no había corrompido del todo la opulencia: se erigió en Corinto un templo a Venus, donde fueron consagradas más de mil cortesanas; y de aquel seminario salieron casi todas las beldades célebres, de las que Ateneo tuvo el atrevimiento de escribir la historia.

Según parece, en tiempo de Homero la opulencia griega residía en Rodas, en Corinto y en Orcomenes.
Júpiter
, dice Homero
[26]
,
amó a los Rodios y les dió grandes riquezas
. A Corinto le da el epíteto de rica. Rodas y Corinto conservaron su poder; Orcemenes lo perdió, llegando a ser una de tantas pequeñas ciudades griegas.

Antes de Homero, los Griegos no habían comerciado más que entre ellos y con algún pueblo bárbaro; extendieron su dominación y sus negocios a medida que fueron formando nuevos pueblos. Grecia era una península, cuyos cabos parecían haber hecho que retrocediera el mar y cuyos golfos parecían abiertos para recibirlo. Basta echar una ojeada a Grecia para observar que es un país pequeño con extensas costas. En torno de éstas, sus colonias formaban una circunferencia dilatada; aquellas colonias le hacían ver a Grecia toda la parte del mundo que no era bárbara. Porque la misma Grecia había formado naciones en Sicilia y en Italia, había penetrado en las costas de África y del Asia menor, había navegado hacia el mar Negro y en todas partes había dejado colonias. Las ciudades griegas adquirían prosperidad a medida que hubo nuevos pueblos en sus cercanías. Y lo más ventajoso, lo más admirable era el cinturón de innumerables islas que formaban el primer contorno.

¡Qué causas de prosperidad no serían para Grecia las fiestas que daba al universo entero; los templos que recibían ofrendas de todos los monarcas, los juegos a que de todas partes acudían numerosas gentes; los oráculos que excitaban la curiosidad de todas las naciones; en fin, el gusto y las artes, llevadas estas últimas a tan acabada perfección que era preciso no conocerlas para tener esperanza de igualarlas!

CAPÍTULO VIII
De Alejandro. Su conquista

Cuatro acontecimientos de la época de Alejandro hicieron en el comercio una gran revolución: la toma de Tiro, la conquista de Egiptp, la de la India y el descubrimiento del mar situado al sur de este último país.

El imperio de los Persas llegaba hasta el Indo
[27]
. Mucho antes de Alejandro, Darío
[28]
envió navegantes que, siguiendo el curso de aquel río, bajaron hasta el mar Rojo. ¿Cómo, pues, fueron los Griegos los primeros en comerciar con la India? ¿Por qué los Persas no lo hicieron antes? ¿Para qué les servía un mar que tenían tan cerca? Es verdad que Alejandro conquistó la India; pero ¿no se puede negociar con un país sin conquistarlo? Examinemos esto.

La Ariana
[29]
, que se extendía desde el golfo Pérsico hasta el Indo y desde el mar del Sur hasta los montes Paropamisos, dependía en cierto modo y hasta cierto punto del imperio de los persas; pero su parte meridional era muy árida, muy abrasada y muy bárbara
[30]
; se sabía por tradición que los ejércitos de Semíramis y de Ciro habían perecido en aquellos desiertos calcinados
[31]
; y Alejandro, aunque se hizo acompañar por su flota, perdió allí gran número de soldados. Los Persas abandonaron la costa, dejándola en poder de los Ictiófagos
[32]
, los Oritas y otros pueblos bárbaros. Por otra parte, los Persas no eran marinos, y hasta la misma religión era contraria a la idea de navegar
[33]
. La navegación ordenada por Darío en el río Indo y en el mar de la India, fue más bien la fantasía de un príncipe deseoso de demostrar su poder que el plan bien meditado de un monarca decidido, más que a ostentar su poder, a utilizarlo. No resultó ventaja alguna de aquella tentativa, ni para el comercio ni para la navegación; y si por un momento se salió de la ignorancia, fue para recaer en ella.

Hay más aún: era cosa admitida, aun antes de la expedición de Alejandro, que la parte meridional de la India era inhabitable
[34]
; idea fundada en la tradición de que Semíramis había vuelto de allí con veinte hombres y Ciro con siete nada más.

Entró Alejandro en la India por el norte. Su intención era marchar hacia el oriente; pero encontró hacia el sur tantas naciones, tantas ciudades, tantos ríos, que emprendió su conquista y la efectuó.

Entonces formó el proyecto de unir la India con el Occidente por el comercio marítimo, como ya lo había hecho por las colonias terrestres.

Mandó construír una flota en el Hidaspes, bajó por este río, entró fin el Indo y navegó por él hasta la desembocadura. Dejando allí el ejército y la flota, penetró él mismo con algunos barcos en el mar, reconoció la costa y señaló todos los sitios en que habían de construírse puertos, abras y arsenales. De vuelta al desagüe del Indo, marchó por tierra, siempre a la vista de las naves, que siguieron por la costa para prestarle auxilio o recibirlo de él.

Desde la boca del Indo fue costeando la flota a lo largo del litoral de los Oritas, de los Ictiófagos, de Caramania y de Persia. Alejandro hizo abrir pozos y fundó ciudades; prohibió a los Ictiófagos
[35]
, que se alimentaran de pescado, pues quería que las playas de aquel mar estuvieran habitadas por pueblos civilizados. Nearco y Onesicrites escribieron el diario de aquella navegación, que duró diez meses. Llegaron a Susa, donde encontraron a Alejandro que daba fiestas a sus tropas.

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