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Authors: Deborah Harkness

Tags: #Fantástico

El descubrimiento de las brujas (53 page)

BOOK: El descubrimiento de las brujas
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El silencio se prolongó hasta que se volvió incómodo.

—No lo hagas, Matthew. Por favor, no trates de negociar con Knox.

—Me cercioraré de que estés segura antes de que regreses a Oxford.

—Entonces no hay nada más que decir. Tú ya has decidido. Yo también. —Le devolví el teléfono a Ysabeau.

Ella frunció el ceño y lo cogió con sus dedos fríos. Ysabeau se despidió de su hijo; la respuesta de él sólo fue audible como un estallido entrecortado de ruidos ininteligibles.

—Gracias por no hablarle del manantial de brujos —dije en voz baja una vez que cortó la comunicación.

—Eso se lo tendrás que contar tú, no yo. —Ysabeau se deslizó hacia la chimenea.

—Es inútil tratar de contar algo que uno no comprende. ¿Por qué el poder aparece ahora? Primero fue el viento, luego las visiones y ahora el agua también. —Me estremecí.

—¿Qué clase de visiones? —preguntó Ysabeau con evidente curiosidad.

—Matthew no te lo dijo? Mi ADN contiene toda esa…
magia
—le expliqué, tartamudeando ante esta última palabra—. Las pruebas advirtieron que podría haber visiones, y ya han empezado.

—Matthew jamás me diría lo que tu sangre reveló…, no sin tu consentimiento, y probablemente tampoco con tu consentimiento.

—Las tuve aquí en el
château
. —Dudé antes de preguntar—: ¿Cómo aprendiste tú a controlarlas?

—Matthew te contó que yo tenía visiones antes de convertirme en un vampiro. —Ysabeau sacudió la cabeza—. No debió haberlo hecho.

—¿Eras una bruja? —Eso podría explicar por qué yo le desagradaba tanto.

—¿Una bruja? No. Matthew se pregunta si habré sido una daimón, pero estoy segura de que yo era un humano común y corriente. Ellos tienen sus visionarios también. No sólo las criaturas han sido bendecidas y maldecidas de este modo.

—¿Alguna vez controlaste tu clarividencia y pudiste preverla?

—Se vuelve cada vez más fácil. Hay señales de advertencia. Pueden ser sutiles, pero aprenderás. Marthe también me ayudó.

Fue el único dato que obtuve acerca del pasado de Marthe. Me pregunté, y no por primera vez, cuáles serían las edades de aquellas dos mujeres y qué azares del destino las habían reunido.

Marthe permaneció de pie, con los brazos cruzados.

—Òc —confirmó, dirigiéndole a Ysabeau una mirada tierna y protectora—. Es más fácil si dejas que las visiones avancen en ti sin resistencia.

—Estoy demasiado conmocionada como para resistirme —dije mientras volvían a mi mente el salón y la biblioteca.

—La conmoción es la manera que tiene tu cuerpo de resistir —informó Ysabeau—. Debes tratar de relajarte.

—Es difícil relajarse cuando ves caballeros con armadura y caras de mujeres que no conoces, todo mezclado con escenas del propio pasado. —Bostecé involuntariamente.

—Estás demasiado exhausta como para pensar en eso ahora. —Ysabeau se puso de pie.

—No tengo sueño. —Oculté otro bostezo con el dorso de la mano.

Me miró de modo calculador, como un hermoso halcón observaría a un ratón de campo. La mirada de Ysabeau adquirió un aspecto travieso.

—Métete en la cama, y te contaré cómo hice a Matthew.

Su propuesta era demasiado tentadora como para resistirme. Hice lo que me decía mientras ella acercaba una silla y Marthe se ocupaba de platos y toallas.

—Entonces, ¿por dónde empiezo? —Se irguió en su asiento y fijó la mirada en las llamas de las velas—. No puedo comenzar sólo con mi parte de la historia, sino que debo empezar con su nacimiento, aquí en el pueblo. Vaya, lo recuerdo desde que era un bebé. Su padre y su madre vinieron cuando Philippe decidió establecerse en estas tierras, allá por los tiempos en que Clodoveo era rey. Ésa es la única razón por la que el pueblo existe en este lugar…, allí era donde vivían los agricultores y los artesanos que construyeron la iglesia y el castillo.

—¿Por qué escogió este sitio tu marido? —Me recosté sobre las almohadas, con las rodillas dobladas cerca de mi pecho, debajo de las mantas.

—Clodoveo le prometió la tierra con la esperanza de alentar a Philippe a luchar contra sus rivales. Mi esposo siempre jugaba a dos bandas para salir favorecido. —Ysabeau sonrió con nostalgia—. Muy poca gente pudo descubrirlo, sin embargo.

—¿El padre de Matthew era agricultor?

—¿Agricultor? —Ysabeau se mostró sorprendida—. No, era carpintero, como Matthew… antes de convertirse en cantero.

Un albañil. Las piedras de la torre encajaban unas con otras con tanta precisión que no parecían requerir argamasa. Y allí estaban las chimeneas con curiosos ornamentos en la torre de entrada del Viejo Pabellón, cuya construcción Matthew simplemente tenía que haber dejado en manos de algún artesano. Sus dedos largos y finos tenían la fuerza suficiente como para hacer palanca y abrir una concha de ostra o romper una castaña. Otra pieza de Matthew encontraba su lugar, encajando perfectamente junto al guerrero, al científico y al cortesano.

—¿Y ambos trabajaron en el
château?

—No en este
château
—dijo Ysabeau, mirando a su alrededor—. Éste fue un regalo de Matthew, cuando yo me entristecí al verme forzada a dejar un lugar que adoraba. Demolió la fortaleza que su padre había construido y la reemplazó por una nueva. —Sus ojos verdes y negros centellearon, divertidos—. Philippe estaba furioso. Pero era el momento de cambiar. El primer
château
estaba hecho de madera, y aunque había habido anexos de piedra con el paso de los años, ya estaba un poco destartalado.

Mi mente trató de asimilar la línea de tiempo de los hechos, desde la construcción de la primera fortaleza y su pueblo en el siglo VI hasta la torre de Matthew en el siglo XIII.

Ysabeau arrugó la nariz con repugnancia.

—Luego levantó esta torre en la parte de atrás cuando regresó a casa y no quería vivir tan cerca de la familia. Nunca me gustó. Me parecía una insignificancia romántica. Pero como era su deseo, le dejé hacer. —Se encogió de hombros—. Una torre extraña. No servía para defender el castillo. Él ya había construido aquí muchas más torres de las que se necesitaban.

Ysabeau continuó contando su historia, que parecía desarrollarse sólo parcialmente en el siglo XXI.

—Matthew nació en el pueblo. Siempre fue un niño muy inteligente, muy curioso. Volvía loco a su padre, lo seguía al
château
cogiendo herramientas, palos y piedras. En esa época, los niños aprendían muy pronto su oficio, pero Matthew era precoz. Cuando pudo sostener un hacha sin hacerse daño, empezó a trabajar.

Un Matthew de ocho años con piernas flacas y largas y ojos gris verdoso corrió por las colinas de mi imaginación.

—Sí. —Ella sonrió, coincidiendo con mis pensamientos no expresados—. Era realmente un niño hermoso. Y se convirtió en un hermoso joven. Matthew era inusitadamente alto para la época, aunque no tan alto como se volvió cuando se convirtió en vampiro. Y tenía un perverso sentido del humor. Siempre estaba fingiendo que algo había salido mal o que no había recibido instrucciones respecto a determinada viga del techo o a ciertos cimientos. Philippe siempre se creía las historias inventadas que Matthew le contaba. —Ysabeau hablaba con indulgencia—. El primer padre de Matthew murió poco antes de que él cumpliera veinte años, y su primera madre hacía muchos años que había muerto. Estaba solo, y nos preocupamos por encontrarle una mujer con la que pudiera establecerse y formar una familia. Y entonces conoció a Blanca. —Ysabeau hizo una pausa; su expresión era equilibrada y sin malicia—. ¡No habrás imaginado que carecía del amor de las mujeres! —Aquello era una afirmación, no una pregunta. Marthe le lanzó a Ysabeau una mirada terrible, pero se mantuvo en silencio.

—Por supuesto que no —dije tranquilamente, aunque noté una pesadez en mi corazón.

—Blanca era nueva en el pueblo, una criada de uno de los maestros canteros que Philippe había traído de Rávena para construir la primera iglesia. Era tan pálida como su nombre sugería, con la piel blanca, los ojos del color de un cielo de primavera y el pelo que parecía oro hilado.

Una mujer pálida y hermosa había aparecido en mis visiones cuando fui a buscar el ordenador de Matthew. La descripción de Blanca que había hecho Ysabeau coincidía con ella perfectamente.

—Tenía una dulce sonrisa, ¿verdad? —susurré.

Ysabeau abrió los ojos sorprendida.

—Sí.

—Lo sé. La vi cuando la armadura de Matthew reflejó la luz en su estudio.

Marthe hizo un sonido de advertencia, pero Ysabeau continuó:

—A veces Blanca parecía tan delicada que yo temía que se rompiera cuando sacaba agua del pozo o recogía las verduras. Mi Matthew se sintió atraído por esa delicadeza, supongo. Siempre le han gustado las cosas frágiles. —Ysabeau recorrió con sus ojos mis formas para nada frágiles—. Se casaron cuando Matthew cumplió veinticinco años y podía mantener una familia. Blanca tenía sólo diecinueve. Eran una pareja hermosa, por supuesto. Había un gran contraste entre la piel oscura de Matthew y la pálida belleza de Blanca. Estaban muy enamorados y eran un matrimonio feliz. Pero parecía que no podían tener hijos. Blanca tuvo varios abortos espontáneos. No puedo imaginar cómo era la vida dentro de aquel hogar, después de ver tantos niños de tu propio cuerpo que morían antes de llegar a respirar siquiera.

Yo no estaba segura de que los vampiros pudiesen llorar, aunque recordé la lágrima manchada de sangre en la mejilla de Ysabeau en una de mis primeras visiones en el salón. Aun sin lágrimas, sin embargo en ese momento parecía que estaba llorando. Su rostro era una máscara de pesar.

—Finalmente, después de tantos años de fracasar, Blanca se quedó embarazada. Era el año 531. ¡Qué año! Había un nuevo rey en el sur, y las luchas habían empezado otra vez por todas partes. Matthew se sentía feliz, como si se atreviera a tener la esperanza de que este bebé fuese a sobrevivir. Y lo hizo. Lucas nació en otoño y fue bautizado en la iglesia sin terminar que Matthew estaba ayudando a construir. Fue un parto difícil para Blanca. La comadrona dijo que ése sería el último niño que iba a parir. Pero para Matthew con Lucas era suficiente. Y era muy parecido a su padre, con sus rizos negros y la barbilla puntiaguda… y aquellas piernas largas.

—¿Qué ocurrió con Blanca y con Lucas? —pregunté en voz baja. Estábamos a sólo seis años de la transformación de Matthew en un vampiro. Algo debía de haber ocurrido, de otra manera él nunca habría permitido que Ysabeau le cambiara la vida por una nueva.

—Matthew y Blanca vieron crecer y prosperar a su hijo. Matthew había aprendido a trabajar la piedra en lugar de la madera, y era muy solicitado entre los nobles desde aquí hasta París. Entonces la fiebre llegó al pueblo. Todos cayeron enfermos. Matthew sobrevivió. Blanca y Lucas, no. Eso fue en el año 536. El año anterior había sido extraño, con muy poco sol, y el invierno fue frío. Cuando llegó la primavera, apareció también la enfermedad, y se llevó a Blanca y a Lucas.

—¿Los lugareños no se preguntaron por qué tú y Philippe no enfermasteis?

—Por supuesto. Pero entonces había más explicaciones de las que hay hoy en día. Era más fácil pensar que Dios estaba enfadado con el pueblo o que el castillo estaba maldito que pensar que el
manjasang
estaba viviendo entre ellos.

—¿Manjasang? —Traté de hacer rodar las sílabas en mi boca como había hecho Ysabeau.

—Es una palabra de la antigua lengua que significa «vampiro», «el que se alimenta de sangre». Había algunos que sospechaban la verdad y murmuraban junto al fuego de los hogares. Pero en aquellos días el regreso de los guerreros ostrogodos era una perspectiva mucho más espantosa que un líder
manjasang
. Philippe le prometió su protección al pueblo si volvían los invasores. Por otra parte, siempre tuvimos mucho cuidado de no alimentarnos nunca cerca de la región en la que vivíamos —explicó remilgadamente.

—¿Qué hizo Matthew después de que Blanca y Lucas hubieran muerto?

—Los lloró. Matthew estaba inconsolable. Dejó de comer. Parecía un esqueleto, y el pueblo acudió a buscar nuestra ayuda. Le llevé comida —Ysabeau le sonrió a Marthe— y lo obligué a comer. Me quedé junto a él hasta que se fue serenando. Cuando no podía dormir, íbamos a la iglesia y rezábamos por las almas de Blanca y de Lucas. Matthew era muy religioso en aquellos tiempos. Hablábamos del cielo y del infierno, y le preocupaba saber dónde estarían sus almas y si podría encontrarse con ellos otra vez.

Matthew era tan amable conmigo cuando me despertaba asustada… Acaso las noches previas a su conversión en vampiro habían sido tan insomnes como las que vinieron después?

—Al llegar el otoño parecía más esperanzado. Pero el invierno fue difícil. La gente tenía hambre, y la enfermedad continuaba. La muerte estaba en todas partes. La primavera no pudo hacer desaparecer la tristeza. Philippe estaba muy preocupado por el avance de la construcción de la iglesia, y Matthew trabajó más duro que nunca. Al principio de la segunda semana de junio, lo encontraron en el suelo debajo del techo abovedado, con las piernas y la espalda rota.

Ahogué un grito sólo de pensar en el débil cuerpo humano de Matthew cayendo a plomo sobre las duras piedras.

—No había forma alguna de que pudiera sobrevivir a la caída, por supuesto —sentenció Ysabeau en voz baja—. Estaba moribundo. Algunos de los canteros dijeron que había resbalado. Otros afirmaron que en un momento estaba de pie en el andamio y al siguiente había desaparecido. Pensaban que Matthew había saltado y ya estaban hablando de que no podía ser enterrado en la iglesia porque se trataba de un suicidio. Yo no podía dejarlo morir temiendo que no pudiera ser salvado del infierno. Estaba tan preocupado por estar con Blanca y con Lucas… Cómo podía enfrentarse a su muerte preguntándose si quedaría separado de ellos durante toda la eternidad?

—Hiciste lo correcto. —A mí me habría resultado imposible alejarme de él, cualquiera que fuera el estado de su alma. Dejar su cuerpo roto y dolorido era inimaginable. Si mi sangre hubiera podido salvarlo, yo la habría usado.

—¿Tú crees? —Ysabeau sacudió la cabeza—. Nunca he estado segura. Philippe me dijo que era decisión mía convertir a Matthew en un miembro de nuestra familia o no. Yo había hecho otros vampiros con mi sangre, y haría otros después de él. Pero Matthew era diferente. Yo le quería, y sabía que los dioses me estaban dando una oportunidad de convertirlo en mi hijo. Tendría la responsabilidad de enseñarle la forma en que un vampiro ha de estar en el mundo.

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