DARTH VADER El señor oscuro (28 page)

BOOK: DARTH VADER El señor oscuro
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—Kashyyyk alberga a muchos mercaderes —dijo un tercero.

—Bajas de guerra, comandante.

—¿Pretende ocupar el planeta? —preguntó el mismo.

—Ésa no es mi intención.

—Discúlpeme, señor, pero, entonces, ¿qué se supone que vamos a hacer con decenas de miles de wookiees cautivos?

Vader se enfrentó al que lo había desafiado.

—Conducirlos a los calabazos y mantenerlos encerrados hasta que acepten su derrota. Entonces recibirán nuevas órdenes.

—¿De quién?

—Mías, comandante.

El oficial cruzó los brazos en gesto de desafío.

—¿Suyas?

—Parece tener algún problema con eso. ¿Desea hablarlo con el Emperador?

El oficial adoptó rápidamente una pose más militar.

—No, claro que no... Lord Vader.

Mucho mejor,
pensó Vader.

—¿Dónde estará usted, Lord Vader? —preguntó el primero.

Vader los miró a todos antes de contestar.

—Mi tarea no les concierne. Ya tienen sus órdenes. Ahora, cúmplanlas.

 

 

Por mucho que intentara convencerse de que sus actos estaban justificados, que el ejército clon se había convertido no sólo en enemigo de los Jedi, sino en enemigo de la democracia y la libertad, Starstone seguía sin poder entregarse completamente al combate. Los soldados habían sido criados para servir a la República y habían sido tan víctimas de la traición de Palpatine como los Jedi. Y ahora morían a manos de quienes habían ayudado a crearlos.

Esto está mal, está mal,
se decía.

Pero era evidente que el concepto de ironía trágica no estaba incluido en la programación de los clones. Los soldados querían matarla. Sólo la resplandeciente hoja azul de su sable láser se interponía entre ella y una muerte segura.

Los primeros soldados que habían tocado tierra ya estaban muertos, por pistolas láser, dardos de ballesta, mandobles de sable láser, golpes de porras de guerra y algún puño peludo y gigante. Pero del cielo descendían más y más naves imperiales: fragatas, transportes de tropas, decenas de plataformas biplaza. Y lo peor era que se decía que el ataque no estaba limitado a Kachirho, sino que tenía lugar en todas las ciudades-árbol del planeta.

Si los rumores eran ciertos, los Jedi no eran lo que se buscaba con el ataque. Estaban utilizando su presencia para justificar una invasión a gran escala. Y el hecho de que las fuerzas imperiales no hubieran iniciado bombardeos orbitales le decía que el objetivo final no era cometer un especiecidio.

Los soldados tenían órdenes de no hacer muchas bajas, sino de volver con prisioneros.

Starstone se consideraba responsable de ello. Por inevitable que pudiera ser la invasión, había proporcionado al Imperio una excusa para invadirlos. Forte y Kulka se equivocaron al cederle el liderazgo. No era una Maestra. Debió escuchar a Shryne.

El entorno de riscos y árboles dificultaba que las naves grandes flotaran o aterrizaran fuera del perímetro de la plataforma de aterrizaje. El lago situado ante Kachirho era lo bastante amplio como para acomodar un destructor estelar clase Victoria, pero la subsiguiente ofensiva implicaría que los soldados llegaran a la costa, tal y como intentaron hacer los separatistas, y Kachirho, con sus casi cuatrocientos metros de altura, era una fortaleza formidable.

Los árboles wroshyr eran fortalezas naturales que no sólo se mostraban inmunes a los disparos de los láser corrientes, sino que proporcionaban cientos de plataformas defensivas. Y, lo que era más importante, los árboles con miles de años de vida no eran fáciles de quemar, por no decir de desarraigar o derribar. A las fuerzas imperiales les esperaba una cruenta batalla al no poder emplear los turboláseres y deberían resignarse a sufrir unas bajas masivas.

A juzgar por el modo en que habían desplegado las fragatas y los transportes de tropas, los comandantes al cargo contaban con el hecho de que los wookiees carecían de armas de largo alcance y poca cosa en el terreno de la defensa antiaérea. No habían tenido en cuenta las miles de máquinas bélicas abandonadas por fuerzas separatistas y republicanas por igual a raíz de la feroz batalla en el archipiélago Wawaatt: tanques androides, plataformas de misiles y androides araña y cangrejo, andadores todo terreno y destructores. Y ahora los wookiees estaban utilizando lo rescatado.

Las fragatas imperiales no podían descender por debajo de la copa de los árboles sin arriesgarse a ser derribadas del cielo por la artillería subida a las plataformas más elevadas de Kachirho, o por revoloteadores con cañones láser incorporados. Más cerca del suelo, las fragatas que consiguieran esquivar el fuego antiaéreo se encontraban asediadas por enjambres de catamaranes con lanzacohetes y láseres de repetición.

Los soldados que intentaban bajar de las naves haciendo rapel eran alcanzados por andanadas de dardos de ballesta, disparos láser de rifles más altos que Starstone y ocasionales bandas de wookiees que saltaban de las plataformas de la ciudad-árbol columpiándose en lianas trenzadas. Los pocos soldados que sobrevivían a los ataques aéreos y tocaban el suelo se enfrentaban al fuego concentrado procedente de los árboles, a granadas y a lluvias de restos al rojo vivo que caían sibilantes de las copas de los árboles.

Starstone y los otros Jedi seguían luchando al lado de Tarfful, Chewbacca y cientos de guerreros wookiees, en la caótica refriega de la plataforma de aterrizaje. Las hembras wookiees usaban escudos tallados y extrañas pistolas y luchaban con tanta ferocidad como los machos, y muchos de los mercaderes de fuera del planeta empezaron a participar también en la contienda al darse cuenta de que el Imperio no tenía ninguna intención de perdonarles la vida. Armas hábilmente ocultas en transportes y naves de desembarco disparaban contra todo lo que escapaba a los wookiees, y empezaban a llegar transbordadores que trataban de poner a salvo a familias enteras de wookiees.

En las zonas donde la lucha disminuía, muchas hembras y niños wookiees se retiraban hacia la ciudad-árbol, o abandonaban los niveles inferiores de Kachirho buscando refugiarse en el bosque.

Starstone se preguntó cuánto estaba dispuesto a arriesgar el Imperio. ¿Habían pensado los esbirros de Palpatine que los wookiees, ante la idea de caer prisioneros, podrían abandonar sus ciudades arborícolas y convenirse en una fuerza rebelde que no se parecía en nada a lo que se hubiera enfrentado antes el Gran Ejército?

El pensamiento le proporcionó un momento de solaz.

Entonces vio algo que le aceleró el corazón.

Al sentir su distracción, Forte y Kulka siguieron su mirada hasta los niveles medios de Kachirho, donde una lanzadera imperial negra se disponía a aterrizar en una de las enormes balconadas de la ciudad-árbol.

—Es Vader —dijo Starstone cuando le preguntaron los dos Jedi.

Ante el asentimiento de ella, Kulka señaló con un gesto la lucha circundante.

—Esto es más por nosotros de lo que llegaran a imaginar nunca los wookiees.

Starstone cerró un momento los ojos y se obligó a respirar hondo.

—Entonces nos corresponde hacer que esto sea por Vader.

40

C
hewbacca guiaba un éxodo de mujeres y niños fuera de los niveles inferiores de Kachirho, mientras pensaba en su familia en la distante Rwookrrorro, que también parecía estar asediada. Rwookrrorro estaba a varios días de distancia a pie, pero sólo a minutos viajando en nave. Llegaría allí de un modo u otro.

Vio que, de pronto, los seis Jedi que habían luchado a su lado buena parte de una hora local pasaban corriendo por su izquierda en dirección al wroshyr central de Kachirho. Chewbacca alzó la mirada y no vio ninguna amenaza importante, salvo una lanzadera clase Theta víctima de un fuerte fuego cerrado mientras intentaba plegar las alas y aterrizar en una de las balconadas de la ciudad-árbol.

Más arriba, el cielo estaba entrecruzado por disparos láser y estelas de humo, todavía lleno de lanzaderas, siniestro reflejo de lo sucedido semanas antes, cuando los separatistas iniciaron su invasión. Los revoloteadores wookiees y toda clase de naves mercantes se enfrentaban a las naves imperiales, pero el resultado era evidente.

El gran número de fragatas en descenso revelaba que en órbita debía de haber una flota importante de naves capitales. Pese al éxito de los wookiees en repeler la primera oleada, sólo era cuestión de tiempo que algún destructor estelar abriera fuego. Y que Kashyyyk acabara cayendo.

Todo el que considerara a los Jedi responsables de haber provocado la invasión del Imperio no comprendía la naturaleza del poder. En cuanto los soldados de la brigada del comandante Gree se volvieron contra Yoda, Unduli y Vos, tanto Chewbacca como Tarfful y los ancianos de Kachirho se dieron cuenta de la verdad: pese a su retórica sobre impuestos, comercio libre y descentralización, no había ninguna diferencia entre la Confederación y la República. La guerra no era más que una lucha entre dos males, con los Jedi atrapados en medio por su equivocada lealtad a un gobierno al que debían haber abandonado y a un compromiso que se imponía a su juramento de servir a la Fuerza por encima de todo.

Si había alguna diferencia entre los separatistas y los recién nacidos imperialistas, era que los segundos necesitaban legitimizar su invasión y ocupación, no fuera a ser que otras especies amenazadas se rebelaran mientras aún tenían oportunidad.

Pero un planeta podía caer sin que su especie fuera derrotada; un planeta podía ser ocupado sin que se encerrara a su especie.

Eso era lo que diferenciaba a Kashyyyk de los demás mundos.

Los wookiees bajaban por las escaleras de la ciudad y cruzaban los puentes, con bolsas a la espalda y la cadera llenas de comida y raciones de supervivencia, para desaparecer en la espesa vegetación que rodeaba el lago. Los ataques por sorpresa de los esclavistas trandoshanos les habían obligado a crear y mantener centenares de rutas de evacuación llenas de suministros que nacían en Kachirho para abrirse paso entre saledizos de piedra hasta los bosques que había más allá.

Además, hasta los wookiees de doce años, recién salidos de sus ceremonias hrrtayyk de paso a la edad adulta, sabían cómo construir refugios con ramitas, fabricarse ropa con tallos de hojas gigantes y hacer cuerdas. Sabían qué plantas e insectos eran comestibles, dónde había manantiales de agua fresca y en qué zonas acechaban reptiles peligrosos o felinos depredadores.

Pese a todos los elementos tecnológicos incorporados a su vida, los wookiees nunca se apartaron del gran bosque de Kashyyyk, que por sí solo podía proveerles de todo lo que necesitaran para sobrevivir, durante todo el tiempo que hiciera falta.

 

 

La lanzadera de Vader, blanco de un inesperado fuego antiaéreo, buscó la más grande de las balconadas arborícolas, alzando sus potentes escudos defensivos, con los láseres cuádruples escupiendo incesantes disparos contra una pareja de baterías androides instaladas por los wookiees en su enorme fortaleza árbol. Los disparos de las armas delanteras de la lanzadera redujeron a escoria fundida la plataforma de misiles, mordiendo además las columnas y vigas de madera de la balconada y llenando el aire de astillas duras como clavos. Las explosiones dispersaron a gran distancia los cuerpos de los peludos defensores de Kachirho. Algunos de ellos arrojados fuera de la plataforma para caer al suelo cien metros más abajo.

En la carlinga de la baqueteada lanzadera, Vader recibía la holoimagen de uno de sus comandantes.

—Nuestros ataques a discreción están siendo rechazados por todo el planeta, Lord Vader. Como creía haber dejado claro, los wookiees no se toman a la ligera la posibilidad de convertirse en esclavos. Ya están abandonando las ciudades-árbol y refugiándose en el bosque. Si se internar lo suficiente en él, necesitaremos meses, quizá años, para encontrarlos y arrancarlos de allí. Y, en ese caso, el coste será enorme en material y vidas.

Vader apagó el audio del holoproyector y miró al asiento contiguo donde estaba el comandante Appo.

—¿Está usted de acuerdo, comandante?

—Ya estamos perdiendo demasiados soldados —contestó sin titubear—. Conceda permiso a los comandantes navales para que inicien un bombardeo quirúrgico desde órbita.

Vader lo meditó un momento. No le gustaba equivocarse, y mucho menos admitir que estaba equivocado, pero no veía otra salida.

—Puede iniciar el bombardeo, comandante, pero asegúrese de dejar Kachirho para el final. Tengo aquí asuntos pendientes.

Cuando la holoimagen se desvaneció, Vader se volvió para mirar por la pequeña tronera de la carlinga, meditando en el paradero de sus presas Jedi y en la clase de trampa que podían haberle tendido. La idea de enfrentarse a ellos azuzaba su impaciencia y su rabia.

La lanzadera se posó con las alas plegadas en la plataforma, con dureza y los disparos de las armas wookiees rebotando en su fuselaje. Una vez extendida la rampa de descenso, Appo y sus soldados salieron fuera, seguidos por Vader que desviaba con la hoja los disparos procedentes de todas partes.

Tres soldados cayeron antes de que pudieran recorrer dos metros fuera de la rampa.

Los wookiees disparaban desde barricadas improvisadas y apostados en vigas en lo alto de la balconada. El piloto clon elevó la lanzadera con los repulsores y la hizo girar en un ángulo de 180 grados, barriendo la zona con fuego láser. Al mismo tiempo, dos wookiees con cargas de metralla al hombro salieron de su refugio para arrojar los explosivos a la escotilla abierta de la lanzadera. Una explosión ensordecedora reventó una de sus alas e hizo que la nave resbalara y se deslizara hasta el mismo borde de la balconada.

Vader contraatacó, caminando entre crecientes llamaradas para llevar la lucha a los wookiees. Su hoja carmesí se movía a derecha e izquierda, desviando disparos láser y amputando extremidades y cabezas. Los wookiees saltaban y aullaban, enseñaban los colmillos y agitaban los largos brazos, intentando mantener sus posiciones, pero nunca se habían enfrentado a algo como él, ni siquiera en las más oscuras profundidades del bosque primigenio de Kashyyyk.

Vader era tan alto como algunos de ellos y avanzó, traspasando escudos de guerra intrincadamente tallados, haciendo volar pistolas y ballestas, prendiendo fuego a abrigos peludos y dejando más de una veintena de cuerpos a su paso.

Hizo una seña a Appo y los otros soldados para que avanzaran cuando un fogonazo de refulgente luz azul atrajo su atención y se volvió hacia su origen.

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