Brevísima relación de la destrucción de las Indias (4 page)

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Authors: Bartolomé de las Casas

Tags: #Historia

BOOK: Brevísima relación de la destrucción de las Indias
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La incidencia de los ritmos de explotación de la mano de obra en el descenso de la demografía indígena no es igual en todas las áreas. De acuerdo con las actuales investigaciones, la despoblación por estas causas es más fuerte en las islas; incluso provoca en 1514 una caída en la producción del oro y generaliza la captura de esclavos en las zonas vecinas para reponer mano de obra, procedimiento denunciado por Las Casas y otros testimonios. Pero es menor en regiones próximas a los grandes imperios precolombinos, como México y Perú, donde los habitantes estaban habituados a trabajos más duros y el conquistador superpuso su dominio al que ya ejercían los poderes locales. Con todo, el traslado de trabajadores hacia territorios alejados de las comunidades destruye sus formas de vida, y el trabajo en las minas produce elevada mortalidad. Un rápido hundimiento de la demografía en la América conquistada que testimonian varios cronistas, asombrados ante el fenómeno, y atribuido a designios divinos por algunos religiosos.

Las cifras proporcionadas por Las Casas constituyen, por consiguiente, una nueva evidencia, ofrecida por un contemporáneo que aspira a provocar una reacción positiva en favor de los naturales exagerando los datos. Así, nos habla de un descenso de la población que oscila entre los doce millones (doce cuentos) y los quince millones de indios en cuarenta años de dominación colonial. En La Española, el exterminio desde la llegada de los españoles ascendería a tres millones de personas; en Honduras, once años de conquista habrían ocasionado unos dos millones de muertes; y en los territorios del Perú eleva a cuatro millones los indígenas aniquilados en diez años.

En verdad, hay que tomar los datos de Las Casas como lo que él mismo pretendía que fueran: un intento de sacudir la conciencia de sus contemporáneos peninsulares. Hoy día, pese a los modernos métodos de investigación, los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre las cifras. Las estimaciones sobre la despoblación indígena varían en consecuencia del volumen demográfico propuesto para la América española antes del descubrimiento. Entre los 100 millones de habitantes estimados por los estudiosos de la llamada Escuela de Berkeley, y los modestos 13 millones sugeridos por Ángel Rosenblat, están los 70 millones de P. Rivet y los 35 de Magnus Mörner. Se han obtenido, pese a todo, resultados más elaborados sobre diversas áreas utilizando fuentes de la administración colonial española y de los aztecas. Éstos confirman, para Perú y Nueva Granada, impresionantes descensos de población en algunas zonas, y los datos acumulados por los historiadores norteamericanos para Nueva España y las Antillas registran también severos desplomes demográficos.

b)
La estrategia narrativa
recurre a la frecuencia de imágenes antitéticas. Un procedimiento expositivo que conduce a comunicar dramatismo a la imagen de dos mundos que se encuentran: uno destinado a imponerse y otro condenado a desaparecer. Esta visión del choque de dos culturas se puede encontrar asimismo, con otros matices, en varios cronistas del período; pero en el Protector de los Indios esta constatación despierta alarma cuando se percata de los procesos destructivos que desencadena. En la
Brevísima relación
desarrolla entonces una serie de imágenes destinadas a dibujar un cuadro desolador: la presencia destructora de los soldados y colonos españoles en un territorio que describe como el paraíso terrenal. Después de todo, esa visión estaba en la mente de muchos europeos; una idea de la naturaleza y el indio americanos creada tempranamente por otros autores, pero utilizada por Las Casas con convicción cuando nos habla de «la grande y felicísima isla Española»; o en su pintura de «aquellas tierras tan felices y tan ricas, y las gentes tan humildes y pacientes»; y de las islas de San Juan y de Jamaica, «que eran unas huertas y unas colmenas». El reino de Yucatán, que estaba lleno de infinitas gentes: «...y donde se pudieran hacer grandes ciudades de españoles y vivieran como en un paraíso terrenal».

A esta pintura se enfrenta otra dantesca. La destrucción y la muerte:

«De la gran Tierra Firme somos ciertos que nuestros españoles por sus crueles y nefandas obras han despoblado y asolado y que hoy están desiertas...»

En Guatemala:

«...han destruido y asolado un reino de cien leguas en cuadra y más, de los más felices en fertilidad y población que puede ser en el mundo...».

Otros elementos narrativos aumentan la fuerza del cuadro general como instrumento de denuncia. La imagen bíblica de lobos y corderos, recurso frecuente en la literatura religiosa sobre el Nuevo Mundo, y ya utilizada por Las Casas en otros textos, como la
Carta al Consejo de Indias,
de enero de 1531, donde sentencia sobre la evangelización:

«Pues si ésta es la puerta, señores, y el camino de convertir estas gentes que tenéis a vuestro cargo, ¿por qué en lugar de enviar ovejas que conviertan los lobos, enviáis lobos hambrientos, tiranos, crueles, que despedacen, destruyan, escandalicen e avienten las ovejas?»

La incorporación de estas imágenes a la estructura de la
Brevísima relación
ha sido analizada por André Saint-Lu en un excelente trabajo. En la obra se bosqueja un cuadro que presenta la inocencia natural del indio enfrentada a la violenta irrupción del conquistador:

«En estas mansas ovejas, y de las cualidades susodichas por su Hacedor e Criador así dotadas, entraron los españoles, desde luego que les conocieron, como tigres e leones crudelísimos y de muchos días hambrientos.»

c)
Las pérdidas de la Corona
son cuantiosas —subraya Las Casas—, como resultado de esas depredaciones. Afirmación que lleva implícita la denuncia contra la corrupción de unos funcionarios omisos en su cometido de informar a las autoridades metropolitanas, y contra unos religiosos que se hacen cómplices de la explotación de los indios. «A Carlos V —escribe— hasta agora se le ha encubierto siempre la verdad industriosamente.» La práctica tan extendida de extraer riqueza sobre la base de agotar «las tierras más ricas» y destruir sus poblaciones despoja de bienes considerables al rey. Lo explicita en varios pasajes de la
Brevísima relación, y
también en el texto paralelo: el
Octavo remedio,
un prolijo alegato contra la
encomienda.
Su terrible descripción del comportamiento de las expediciones alemanas en Venezuela, provincias que «han estragado, asolado y despoblado», ilustra una vez más su denuncia. Por otra parte, el exterminio de los indígenas priva a la Corona española de futuros súbditos que, ganados por la evangelización —afirma en el
Octavo remedio
—, estarían dispuestos a defender las posesiones de Castilla contra un enemigo exterior.

El legado

En 1550 se libra una de las batallas más importantes del Protector de los Indios: su polémica con el humanista Juan Ginés de Sepúlveda, que oficiaba de capellán del emperador y desempeñaba el cargo de cronista. Venía precedida de un enfrentamiento intelectual entre ambos, en el que debe mencionarse la difusión de un texto de Sepúlveda:
Democrates alter
(1545), al que pronto opuso Las Casas su
Apología.
En el primero se ratifica la legitimidad de la guerra de conquista contra los indios, siguiendo la doctrina aristotélica; en el segundo se afirma que esas conquistas «eran tiránicas, injustas e inicuas», defendiendo la libertad de los naturales y también sus estructuras sociales. La
Apología
se conoce en sus principales argumentos por el resumen de la polémica realizado por fray Domingo de Soto. La confrontación, comenzada ante Carlos V en Valladolid, se agotó en interminables sesiones sin llegar a una decisión; no obstante, la Corona mantuvo su actitud favorable a provocar algunos cambios en América.

Fray Bartolomé de Las Casas dio a las prensas, en 1552, una serie de tratados de su autoría en la imprenta sevillana de Sebastián Trujillo; entre éstos, como ya se ha dicho, la
Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
Pero las dos obras más importantes que nos ha dejado su producción intelectual, la
Historia de las Indias
y la
Apologética historia de las Indias,
han esperado más de trescientos años para su primera edición. El propio Las Casas, al legar el manuscrito de su
Historia de las Indias
a sus hermanos de orden, estipulaba que no debía ser publicada hasta cuarenta años después de su muerte, «si vieren que es para bien de los indios y de España». En la obra se narra un período histórico que se extiende desde 1492 hasta 1520, pero el autor comienza su redacción dando cuenta de las ideas que imperaban antes del descubrimiento acerca de la geografía, así como de los mitos y leyendas que presagiaban la existencia de nuevas tierras más allá del océano. Narra los acontecimientos del Nuevo Mundo desde la llegada de Colón —cuyos
Diarios
de viaje salva, en buena parte, al incluirlos en las páginas de su obra—, y relata la conquista y el establecimiento de los españoles, describiendo la naturaleza y los pueblos americanos. Por lo demás, en el texto mantiene los mismos principios que ha defendido a lo largo de su trayectoria comprometida en la defensa de los indios. La
Apologética historia de las Indias
conforma un inmenso fresco antropológico, donde la presentación de las culturas indígenas, sus costumbres sociales, sus religiones, está sustentada en un inmenso esfuerzo por comprender pueblos situados en otros estadios de civilización, cuya integridad reclama respetar.

Parece tarea innecesaria, en verdad, defender a Bartolomé de Las Casas de las acusaciones de cierta historiografía muy distorsionada como consecuencia de un nacionalismo irritado por la
leyenda negra.
Estas posiciones han sido desplazadas, en la actualidad, por una investigación histórica española que indaga en las luces y las sombras que todo proceso colonial encierra. Los que analizan en la producción intelectual del dominico «algo más que sus demasías numéricas», como reclamaba Lewis Hanke en 1959, son muy numerosos en España y, por supuesto, en América Latina.

La crítica de Las Casas, fuertemente acerada, no estuvo dirigida contra los derechos de la Corona española sobre el Nuevo Mundo, como se ha pretendido por algunos autores. Estos derechos constituían, después de todo, condición previa para cumplir el designio evangelizador y fundar esa «Iglesia indiana» que soñaron muchos predicadores. Más de una vez se extiende sobre el tema, y lo hace, entre otros documentos, en el
Memorial de remedios
de 1542:

«La población y vivienda de los españoles en Indias era muy necesaria, así como la conversión y policía de los indios, para sustentar el Estado y señorío de Su Majestad y de los Reyes de Castilla en las Indias.»

Lo que se rechazaba eran los métodos para establecer ese dominio. En cierto modo, la controvertida figura del dominico era la punta de un iceberg; anunciaba la presencia, menos ostensible pero nada desdeñable, de una amplia base de espíritus discrepantes que reclamaba mejorar la situación de los indios. Por esta razón, Las Casas se rebela contra la utilización de la palabra
conquista,
que lleva implícita justificar la agresión armada contra los naturales pacíficos: «Ninguno puede ser proclamado rebelde si primero no es súbdito», exclama en la
Brevísima relación.

Sin duda, la acción apasionada del Protector de los Indios confirma la existencia de un problema singular en el seno del proceso de conquista y colonización española en las Indias: era la lucha por la justicia, no sólo en el plano teórico, sino también en la concreta dimensión cotidiana. El indigenismo de Las Casas, la interpretación del mundo de las comunidades americanas como culturas diferentes, que deben ser respetadas, es uno de los legados más importantes del siglo XVI en la historia de España y América.

Ediciones

Sería imposible incluir en este trabajo la extensísima lista de ediciones de la
Brevísima relación.
Como se ha dicho ya, la primera impresión de la obra fue realizada en 1552. Llevaba el siguiente título:
Breuíssima relación de la destruyción de las Indias: Colegida por el Obispo dô fray Bartolomé de Las Casas / o Casaus de la Orden de Sâcto Domingo.
Su colofón rezaba:
Fue impressa la presente obra en la muy noble e muy leal ciudad de Sevilla en casa de Sebastián Trujillo impressor de libros. A nuestra señora de Gracia. Año de M.D.LII.

Rápidamente se hicieron traducciones de esta obra al francés, inglés, holandés, alemán e italiano. La más conocida de ellas fue la de De Bry, que incluía grabados ilustrando las atrocidades atribuidas a los españoles en las Indias, y que sirvieron para difundir la
leyenda negra
con mayor rapidez.

Anotaremos tan sólo la existencia de dos cuidadas ediciones facsimilares. Una en Biblioteca Argentina de libros raros americanos, tomo III, Buenos Aires, 1924, precedida de una
Advertencia
de Emilio Ravignani; la otra en Fundación Universitaria Española, Madrid, 1977, con
Introducción
y
notas
de Manuel Ballesteros Gaibrois.

N
ELSON
M
ARTÍNEZ
D
ÍAZ

BIBLIOGRAFÍA

L
AS
C
ASAS
, Bartolomé de,
Obras
, Biblioteca de Autores Españoles, tomos XCV, XCVI, CV, CVI y CX, Madrid, 1957-1958.

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Estudios sobre fray Bartolomé de Las Casas,
Sevilla, 1974.

G
IMÉNEZ
F
ERNÁNDEZ,
Manuel, Bartolomé
de Las Casas (2
vols.), Sevilla, 1953-1960.

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