—Lo somos. Puede que... antes lo fuéramos más. Pero las cosas cambiaron y, bueno, yo me alejé un poco...
—¿Por la misión? —preguntó comprensiva.
—Sí —se removió—. No me siento muy cómodo hablando de ello, Cleo —explicó nervioso.
—Está bien. No quiero molestarte. Lo mejor será que descansemos y durmamos un poco, ¿no te parece? Mañana será un día muy largo.
—Dormiré en el
chaise longue
.—Señaló el sofá de piel que había en el pequeño salón colindante.
Cleo se echó a reír y negó con la cabeza.
—No, Nick. Ni hablar. Puedes dormir aquí... A mí no me importa. —Le señaló el lado opuesto de la cama—. Sé que no vas a intentar nada.
—Bueno. —El agente Summers arqueó las cejas rubias y sus ojos amarillos la pusieron a prueba—. No soy tan sumiso.
Cleo torneó los ojos.
—Pondremos una almohada entre los dos.
—Eso no me protegerá de ti, agente Connelly.
—¿Cómo? —preguntó incrédula.
—Tú eres quien me ha metido mano, me ha hecho nudos marineros en los testículos y azotado en la espalda y las nalgas.
La joven abrió los ojos de par en par y soltó una carcajada.
—¡Me estabas enseñando! Ha sido un contacto meramente profesional, agente Summers.
—Sí, claro —bromeó él muy digno—. Soy yo quien no se tiene que fiar de ti. Además, ¿por qué estás tan segura de que no haré nada contigo?
—Porque nuestra química es nula —contestó llanamente, apagando la lámpara de la mesita de noche—. Y porque algo me dice que no soy tu tipo de mujer. Es más, no sé por qué, pero creo que estás cazado.
Nick relajó los hombros y se estiró en la cama al lado de Cleo.
Los dos clavaron la mirada en el techo, sumidos en sus pensamientos, ocultos entre la tranquilidad de las sombras de la
suite
, intentando conciliar el sueño. Hasta que la voz de Nick preguntó:
—¿Por qué crees que no eres mi tipo de mujer? ¿Y por qué crees que estoy cazado?
—Intuición femenina, supongo. Y creo que estás cazado porque tienes una marca, no muy reciente, de anillo en el dedo anular. —Sí, básicamente era por eso.
Nick se llevó los dedos a la mano, cubriendo esa parte marcada por su pasado. Un pasado que jamás querría olvidar, pero que la vida se había encargado de hacerlo desaparecer.
—¿Estás casado, Nick?
—No. Ya no —contestó escueto.
—Te quitaste el anillo hace poco —observó ella.
—Oh, todavía lo llevo, solo que ya no lo tengo en el dedo.
¿Que ya no tenía el anillo ahí? Entonces, ¿dónde?
—¿Te has hecho un empaste con él?
Nick se estremeció de la risa.
—No, joder... —Se tocó la oreja—. Lo deshice y ahora lo llevo en la oreja. Ah. Así que era eso.
—Es el
piercing
en forma de serpiente —resolvió. Tenía una serpiente que rodeaba la parte exterior de su oreja, de arriba a abajo.
—Sí —admitió.
Cleo no le preguntaría nada más, pues veía que Nick era celoso de esa parte de su vida. En la sala del aeropuerto se había desnudado y le había enseñado lo básico para hacer una dominación en sus partes y saber azotarlo sin hacerle daño. Sin embargo, solo se desvestía en ese aspecto. No mostraba nada más de su interior. Y a Cleo le parecía bien.
La gente, o sea ella, debería aprender a ser un poco más reservada. Por no serlo, por ser tan transparente y decir lo primero que sentía había acabado de ese modo con Lion.
—¿Sabes qué creo, Nick?
—¿Qué?
—Que tu tipo de mujer es todo lo contrario a una dominante. Hay algo en Nick Summers que es indomable —susurró medio bostezando—. No sé lo que es. Pero está ahí.
—Debiste especializarte en perfiles, Cleo.
Cleo sonrió y le dio la espalda para echarse a dormir hecha un ovillo. El despertador del torneo les levantaría con la canción de
S&M
de Rihanna, el himno de
Dragones & Mazmorras DS
.
Toc toc toc
.
Los dos se incorporaron y, mirándose a la vez, dijeron:
—Lion.
—Abre tú —le pidió, Cleo—. Espera ven —susurró—. Hazme un favor.
—¿Cuál?
Cleo le pasó las manos por el pelo y lo despeinó por completo. Y después le cogió los labios con los dedos y se los pellizcó tirando fuertemente de ellos.
—¡Argh! ¿Qué haces?
—Chis, nenaza.
—¿Cómo dices?
—Ay, perdona... —contestó inmediatamente con inocencia—. Es mi papel de
dómina
.
Nick se levantó mirándola como si estuviera loca.
Cleo no se movió de la cama y, con toda la malignidad que había en ella, se situó colocándose lo más sexy que pudo encima del colchón. Desordenó las sábanas y tiró un cojín al suelo. Después se pasó las manos por el pelo, alborotándoselo como si se hubieran acabado de dar un glorioso revolcón.
Lion entró en la habitación con una frialdad total y absoluta. Controlando todo y analizando lo que veían sus ojos. A su paso, los muebles, las bombillas y el suelo se llenaron de escarcha.
Los cojines sobre la moqueta, la colcha arrugada y deshecha, los labios de Nick hinchados...
Cleo estirada de un modo completamente perezoso y saciado.
La miró desde los pies de la cama. Se puso las manos en la cintura, haciendo un escáner visual de su persona.
—Agente Romano —lo saludó ella con un tono de voz muy impersonal.
Lion endureció los rasgos.
—¿Se puede saber qué haces aquí?
—¿Aquí en la isla o aquí en la cama?
Lion miró a Nick y él hizo lo propio.
—¿Me está tomando el pelo? —preguntó el amo al sumiso.
Cleo se incorporó y entornó los ojos.
—Bueno; como ves, estoy dentro del caso, Romano.
—De un caso del que yo te aparté porque no estás en condiciones...
—¿No estoy en condiciones de qué? —Se puso de pie sobre el colchón y lo encaró.
—¿Cleo? —Nick iba a sujetarla. Nunca había visto a nadie enfrentarse así a Lion—. Deberías bajarte de la...
—Estoy en perfectas condiciones para seguir en una misión en la que tú me metiste, ¿recuerdas? Me formaste durante una semana para entrar en el torneo; pero luego te echaste atrás y me traicionaste.
—Agente Connelly, no rebase la línea.
—¿Que no la rebase dices? —repitió incrédula—. Todos los que estamos en este caso hemos rebasado las líneas del decoro y de la moral. Todos. Nos hemos desnudado los unos frente a los otros y nos hemos tocado todos los lugares prohibidos. Así que no me hables de decoro, don anillos de frecuencia cardíaca. ¡Venga ya, agente Romano! ¿Me está tomando el pelo usted a mí?
—Cleo... —la ceja partida se alzó impertinentemente.
—¡Ni Cleo, ni nada! He vuelto porque el señor Montgomery me ha readmitido en el caso del que tú me echaste sin darme ninguna explicación. Y, gracias a mí, Nick también ha podido entrar infiltrado ¡porque sin Karen como ama se habría quedado fuera!
Lion tomó aire profundamente.
Su peor pesadilla y preocupación estaba ahí en modo ama. Cleo no sabía ser
dómina
. La iba a cagar.
—¿Cómo tenías la...? —enmudeció al recordar el momento en que Sharon le dio la tarjeta a Cleo.
—La invitación personal de la Reina de las Arañas me lo ha permitido. ¿Recuerdas, Romano? ¿Recuerdas la Mansión LaLaurie hace un par de noches?
Lion tragó saliva y se obligó a retirar de su mente ese momento. Recordaba la mansión y lo que vino después. Ni siquiera habían pasado cuarenta y ocho horas de eso.
—Cleo tiene un plan, Romano. Creo que deberías escucharla y tranquilizarte... Si funciona...
—Cleo no tiene ningún plan —repuso ella sin dejar de mirar fijamente a Lion, como un animal de caza.
—¿Tienes un plan, Cleo? —preguntó Lion casi riéndose de ella. ¿Se lo quería ocultar?
—No. No tengo ningún plan, Romano —contestó.
—Dímelo. Soy tu superior.
—No hay nada que contar. El único plan que debemos llevar a cabo es encontrar los malditos cofres mañana. Y punto.
Al agente Lion le entraron ganas de lanzar cosas por los aires. Cleo tenía la cara limpia, el camisón blanco por encima de los muslos, los pezones marcando debajo de la tela... Era como una maldita Campanilla y le estaba regañando.
Tenía ganas de abrazarla y ocultarla de los ojos de Nick.
¿Qué habría visto él ya?
—¿Vas a poder llevar a cabo el papel de ama? —Lion estaba confuso con aquella situación. Cleo y Nick no tenían que estar juntos. Mierda.
—Bueno, vista la poca o nula confianza que tienes en mí, no hace falta que me digas que tú crees que no. Pero yo confío en mí y en mis posibilidades; y espero que en algún sitio de esta isla esté mi hermana. No pienso cometer ningún error. Su vida está en juego.
—Y la tuya, Connelly —aseguró Nick.
—Lo sé, Summers. Y la mía —asintió con seriedad—. Todos nos estamos jugando mucho. Quiero sumar, no vengo a restar y a causar problemas. Ahora formo parte de vuestro equipo y tienes que aceptarme, aunque te cueste.
¿Que la tenía que aceptar? Por Dios... Cleo no sabía lo que estaba diciendo. Él la aceptaba. Pero temía por ella. Estaba acojonado de verdad de verla ahí, en el mismo hotel que las Criaturas y que cualquier amo con ojos, joder.
¿No entendía que así él no podría trabajar?
Dio un paso al frente y, todavía con las manos en la cintura, pegó su nariz a la de ella.
—De todas las locuras, de todas las decisiones arriesgadas que hayas podido tomar, esta es la peor. Es un error garrafal que estés aquí, Cleo. Y, si por mí fuera, ahora mismo te mandaba a Tchoupitoulas con tu salamandra.
Ella apretó los labios hasta que dibujó una pálida y fina línea.
—Ringo es un camaleón, no una salamandra —repuso débilmente.
—¿Qué más da? Ringo no es una salamandra y tú no eres una ama, ni estás preparada para estar en este equipo.
—Pero lo estoy. Y lo estoy porque alguien por encima de ti lo ha decidido así —alzó la barbilla temblorosa—. Y contra eso no puedes hacer nada. Solo acatar órdenes. Ya ves, hay un momento en el que todos nos sometemos, ¿verdad?
—Lo estás, sí. —Hizo un gesto de desaprobación—. Me has jodido bien.
Lion se mordió la lengua y evitó seguir incordiándola. Cleo debía saber que no le hacía feliz tenerla ahí, que no le gustaba lo que iba a hacer y que... no soportaba que ella tuviera a otro hombre como compañero.
Sí, era eso.
Echó una bolsa de plástico encima de la cama, a los pies desnudos de Cleo.
—Mañana, después de la jornada, tenemos que encontrar el modo de contactar con el equipo camuflado —explicó con soberanía—. Necesitamos armas y dispositivos de audio y nuestra equipación no las lleva. Cuando salgamos del complejo hotelero nos pondremos esas pulseras para no ser localizados. Llevadla siempre encima. Nuestro equipo estación está colocando cámaras espías por todas las islas para tener control absoluto de qué embarcaciones entran y salen de la zona. Mañana empieza la primera prueba, así que estad atentos.
—Sí, señor —asintió Nick, incómodo con la tensión del ambiente.
Lion se dispuso a abandonar la
suite
sin dirigirle ninguna mirada más a Cleo.
Nick le acompañó y salió de la habitación con él.
—¿Qué ha sido eso, Lion? —le preguntó acusadoramente.
—¿Qué ha sido el qué? —Seguía caminando dirección al ascensor.
—Cleo está en el equipo por decisión propia y nos va a ayudar. No puedes tratarla así. Casi nos ha hecho un puto favor. Yo estaba fuera, tío.
—Es una irresponsable —gruñó en voz baja—. No la conoces. Nos va a... A poner en peligro a todos. Es un imán para los... problemas. Joder. —Se tapó la cara y echó el cuello hacia atrás—. ¿Qué mierda hace aquí? Yo la aparté de la misión y ahora la tonta se va a poner en peligro...
—Lo va a hacer bien, Lion. Es muy convincente.
El moreno se alzó cuán alto era y adoptó una actitud amenazadora. ¿A qué se refería con eso de que era muy convincente?
—No la toques, Nick. Ni se te ocurra...
Él levantó las manos, defendiendo su inocencia.
—Wow, vaya... Más bien es al revés, amigo. Yo no la toco. Ella me toca a mí.
—No. Tampoco me gusta esa respuesta.
—Pues es la que hay. Asúmelo y aguántate, Lion, o te hervirá la sangre.
—Tú no lo entiendes...
Nick frunció el ceño y le miró de reojo. Ya sabía lo que sucedía. Por fin lo comprendía.
—Así que es ella.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Es ella. Se trata de ella... La mujer especial. —Al ver que Lion torció el gesto y miró hacia otro lado, prosiguió—. Hace un año, después del problema que tuve —sus ojos dorados se opacaron—, me dijiste que un amo entrega su corazón solo una vez. A una mujer especial, a una sumisa que acepta la oscuridad de su corazón y la necesidad de luz de su alma. Me dijiste que tú ofrecías placer, pero que habías dejado tu corazón en Nueva Orleans. Es la hermana de Leslie, ¿me equivoco? Es Cleo.
—Déjame en paz. —Se dio la vuelta y le dio al botón del ascensor.
—¿Lo sabe ella? ¿Sabe que la tratas tan mal por lo inepto que eres para expresar tus... emociones?
—Yo puedo expresar mis emociones —aclaró Lion mientras se cerraban las puertas—. Pero este no es el mejor momento.
Antes de que se cerraran, Nick coló la mano y detuvo las puertas.
—Pues ya me dirás cuándo lo es, amigo. Aunque para entonces, tal vez estemos en el fondo del mar caribeño. No hemos venido aquí de vacaciones.
Nick regresó a la habitación y, cuando entró a la
suite
, vio a Cleo que salía del baño con los ojos rojos e hinchados.
Lion la había hecho llorar.
Na na na, Come on
Na na na, Come on
Na na na na na, Come on
Na na na, Come on, come on, come on
!