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Authors: J. R. R. Tolkien

Tags: #Fantasía épica

La comunidad del anillo (28 page)

BOOK: La comunidad del anillo
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—¿Creéis — preguntó Pippin con una voz titubeante —, creéis que nos perseguirán esta misma noche?

—No, no esta noche, espero —respondió Tom Bombadil—, ni quizá mañana. Pero no confíes en mi presentimiento, pues no podría afirmarlo. De lo que se extiende al este nada sé. Tom no es señor de los Jinetes de la Tierra Tenebrosa, más allá de los lindes de este país.

Los hobbits, de todos modos, hubieran querido que Tom los acompañara. Tenían la impresión de que nadie como él hubiese podido enfrentar a los Jinetes Negros. Pronto iban a internarse en tierras que les eran totalmente extrañas y más allá de todo lo conocido excepto en leyendas vagas y distantes; y en la tarde que caía tuvieron nostalgias del hogar. Una profunda soledad y un sentimiento de pérdida los invadió a todos. Se quedaron allí de pie, en silencio, resistiéndose a la separación final y sólo lentamente fueron dándose cuenta de que Tom estaba despidiéndose, diciéndoles que no perdieran el ánimo y que cabalgaran
sin
detenerse hasta bien entrada la noche.

—Los consejos de Tom os serán útiles hasta que el día termine. Luego tendréis que fiaros de vuestra propia buena suerte. A cuatro millas del camino encontraréis una aldea: Bree, al pie de la colina de Bree, cuyas puertas miran al oeste. Allí encontraréis una vieja posada,
El Poney Pisador
; Cebadilla Mantecona es el afortunado propietario. Podréis pasar allí la noche y luego la mañana os pondrá otra vez en camino. ¡Valor, pero cuidado! ¡Animo en los corazones y no dejéis escapar la buena fortuna!

Los hobbits le rogaron que los acompañase al menos hasta la posada y que bebiera con ellos una vez más, pero Tom se rió y rehusó diciendo:

Las tierras de Tom terminan aquí; no traspasará las fronteras.

Tiene que ocuparse de su casa, ¡y Baya de Oro está esperando!

Luego se volvió, arrojó al aire el sombrero, saltó sobre el lomo de Terronillo y se fue barranca arriba cantando en el crepúsculo.

Los hobbits treparon detrás y lo observaron hasta que se perdió de vista.

—Lamento tener que dejar al señor Bombadil —dijo Sam—. Curioso ejemplar y no me equivoco. Digo que andaremos mucho todavía y no encontraremos nada mejor, ni más raro. Pero no niego que me gustará ver ese
Poney Pisador
de que habló. ¡Espero que se parezca al
Dragón Verde
de nuestra tierra! ¿Qué clase de gente vive en Bree?

—Hay hobbits en Bree —dijo Merry—, y también Gente Grande. Me atrevo a decir que estaremos casi como en casa.
El Poney
es una buena posada, desde todo punto de vista. Los míos van allí de cuando en cuando.

—Puede ser todo lo que deseamos —dijo Frodo—, pero de cualquier modo está fuera de la Comarca. ¡No os sintáis demasiado en casa! Recordad todos por favor que el nombre de Bolsón no ha de mencionarse. Si es necesario darme un nombre, soy el señor Sotomonte.

Montaron los poneys y fueron en silencio hacia la noche. La oscuridad cayó rápidamente mientras subían y bajaban las lomas, hasta que al fin vieron luces que resplandecían a lo lejos.

Delante, cerrándoles el paso, se levantó la colina de Bree, una masa oscura contra las estrellas neblinosas; bajo el flanco oeste anidaba una aldea grande. Fueron hacia allí de prisa, sólo deseando encontrar un fuego y una puerta que los separara de la noche.

9

Bajo la enseña del Poney Pisador

Bree era la villa principal de las tierras de Bree, pequeña región habitada, semejante a una isla en medio de las tierras desiertas de alrededor. Las otras poblaciones eran Entibo, junto a Bree, del otro lado de la loma; Combe, en un valle profundo un poco más al este, y Archet, en los límites del Bosque de Chet. Alrededor de la loma de Bree y de las villas había una pequeña región de campos y bosques cultivados, de unas pocas millas de extensión.

Los hombres de Bree eran de cabellos castaños, morrudos y no muy altos, alegres e independientes; no servían a nadie, aunque se mostraban amables y hospitalarios con los hobbits, enanos, elfos y otros habitantes del mundo próximo, lo que no era (o es) habitual en la Gente Grande. De acuerdo con sus propias leyendas, descendían de los primeros hombres que se habían aventurado a alejarse hacia el oeste de la Tierra Media y eran los habitantes originales del lugar. Pocos habían sobrevivido a los conflictos de los Días Antiguos, pero cuando los Reyes volvieron cruzando de nuevo las Grandes Aguas, encontraron a los hombres de Bree todavía allí, donde continúan estando ahora, cuando el recuerdo de los viejos Reyes ya se ha borrado en la hierba.

En aquellos días ningún otro hombre se había afincado tan al oeste, ni a menos de cien leguas de la Comarca; pero en las tierras salvajes más allá de Bree había nómadas misteriosos. La gente de Bree los llamaba los Montaraces y no sabía de dónde venían. Eran más altos y morenos que los hombres de Bree y se los creía capaces de ver y oír cosas extrañas y de entender el lenguaje de las bestias y los pájaros. Iban de un lado a otro hacia el sur y el este, casi hasta las Montañas Nubladas, pero ahora eran pocos y rara vez se los veía. Cuando aparecían traían noticias de muy lejos y contaban extravías historias olvidadas que eran escuchadas con mucho interés; pero las gentes de Bree no hacían buenas migas con ellos.

Había también numerosas familias de hobbits en el país de Bree y pretendían ser el grupo de hobbits más antiguo del mundo, establecidos allí mucho antes del cruce del Brandivino y la colonización de la Comarca. La mayoría vivía en Entibo, aunque había algunos en Bree, especialmente en las laderas más altas de la colina, por encima de las casas de los hombres. La Gente Grande y la Gente Pequeña (como se llamaban unos a otros) estaban en buenas relaciones, ocupándose de sus propios asuntos y cada uno a su manera, pero considerándose todos parte necesaria de la población de Bree. En ninguna otra parte del mundo hubiera podido encontrarse este arreglo peculiar (aunque excelente).

La gente de Bree, Grande y Pequeña, no viajaba mucho y no había para ellos nada más importante que los asuntos de las cuatro villas. De cuando en cuando los hobbits de Bree iban hasta Los Gamos o la Cuaderna del Este, pero aunque esta pequeña región no estaba a más de una jornada a caballo desde el Puente del Brandivino, los hobbits de la Comarca la visitaban poco ahora. Algún habitante de Los Gamos o algún intrépido Tuk venía en ocasiones a pasar una noche o dos en la posada, pero aun esto era cada vez más raro. Los hobbits de la Comarca llamaban a los de Bree y a todos los que vivían más allá de las fronteras Gentes del Exterior y se interesaban poco en ellos, considerándolos rústicos y bárbaros. En esa época y al este del mundo había probablemente muchas Gentes del Exterior que los hobbits de la Comarca no conocían. Algunos, sin duda, no eran sino vagabundos, siempre dispuestos a cavar un agujero en cualquier barranca y quedarse allí mientras se sintieran cómodos. Pero en las tierras de Bree, al menos, los hobbits eran decentes y prósperos y no más rústicos que la mayoría de los parientes lejanos del interior. No se había olvidado aún que en otro tiempo las idas y venidas entre la Comarca y Bree habían sido cosa frecuente. Era opinión común que había sangre de Bree en los Brandigamo.

 

La aldea de Bree comprendía un centenar de casas de piedra de Gentes Grandes, la mayoría sobre el camino en el flanco de la loma, con ventanas que daban al oeste. En este lado, describiendo algo más de medio círculo, desde la loma y de vuelta, había un foso profundo con un seto espeso sobre la pared interior. El camino franqueaba el seto por medio de una calzada, pero en el lugar donde atravesaba el seto una puerta de trancas cerraba el paso. Había otra en el extremo sur, donde el camino dejaba la villa. Las puertas se cerraban a la caída de la noche, pero en el lado de adentro había unos refugios pequeños para los guardianes.

Junto al camino, donde doblaba a la derecha bordeando la colina, se levantaba una posada grande. Había sido construida en tiempos remotos cuando el tránsito en los caminos era mucho mayor. Pues Bree estaba situada en una vieja encrucijada; otro antiguo camino cruzaba el Camino del Este junto al foso, en el extremo oeste de la villa; y muchos hombres y gentes de distintas clases habían pasado por allí en tiempos lejanos.
Extraño como noticias de Bree
era todavía una expresión corriente en la Cuaderna del Este y se remontaba a la época en que noticias del Norte, el Sur y el Este podían oírse aún en la posada, donde los hobbits de la Comarca iban más a menudo a oírlas. Pero las tierras del norte estaban desiertas desde hacía tiempo y el Camino del Norte se usaba poco ahora; estaba cubierto de hierba y la gente de Bree lo llamaba el Camino Verde.

La posada de Bree estaba todavía allí, sin embargo, y el posadero era una persona importante. La casa era lugar de reunión para los habitantes ociosos, charlatanes y curiosos, grandes y pequeños, de las cuatro aldeas y un refugio para los montaraces y otros trotamundos y para aquellos viajeros (en su mayoría enanos) que tomaban todavía el Camino del Este para ir a las montañas, o volver de las montañas.

 

La noche había caído y unas estrellas blancas brillaban en el cielo cuando Frodo y sus compañeros llegaron al fin al cruce del Camino Verde, ya cerca de la aldea. Avanzaron hacia la Puerta del Este y la encontraron cerrada, pero un hombre estaba sentado frente a la casita, del otro lado de la cerca. El hombre se incorporó de un salto, alcanzó una linterna y los miró por encima de la puerta de trancas, sorprendido.

—¿Qué quieren y de dónde vienen? —preguntó con tono áspero. —Buscamos la posada —respondió Frodo—. Vamos hacia el oeste y no podemos ir más lejos esta noche.

—¡Hobbits! ¡Cuatro hobbits! Y lo que es más, de la Comarca, según parece por el acento —dijo el guardián a media voz y como hablándose a sí mismo.

Los examinó un momento con aire sombrío y luego abrió lentamente la puerta y los dejó entrar.

—No vemos a menudo gente de la Comarca cabalgando por el camino de noche —prosiguió diciendo mientras los hobbits hacían un alto junto a la empalizada—. ¿Me excusarán si les pregunto qué los lleva al este de Bree? ¿Cómo se llaman, si me permiten?

—Nuestros nombres y asuntos son cosa nuestra y éste no parece un buen lugar para discutirlo — dijo Frodo a quien no le gustaba el aspecto del hombre ni el tono de su voz.

—De acuerdo —dijo el hombre—, pero mi obligación es preguntar, después de la caída de la noche.

—Somos hobbits de Los Gamos. Nos gusta viajar y queremos descansar en la posada de aquí —dijo Merry—. Soy el señor Brandigamo. ¿Le basta eso? En otro tiempo la gente de Bree trataba cortésmente a los viajeros, o así he oído.

—¡Muy bien! ¡Muy bien! —dijo el hombre—. No quise ofenderlos. Pronto sabrán quizá que no sólo el viejo Herry de la puerta es quien hace preguntas. Hay gente rara por aquí. Si van al
Poney
descubrirán que no son los únicos huéspedes.

Les deseó buenas noches y no dijo más; pero Frodo alcanzó a ver a la luz de la linterna que el hombre no dejaba de mirarlos. Le alegró oír el golpe de la puerta que se cerraba detrás de ellos, mientras avanzaban. Se preguntó por qué el hombre parecía tan suspicaz y si alguien no habría estado pidiendo noticias de un grupo de hobbits. ¿Gandalf quizá? Tenía tiempo de haber llegado, mientras ellos se demoraban en el bosque y las Quebradas. Pero había habido algo en la mirada y la voz del guardián que lo había inquietado.

El hombre se quedó observando a los hobbits un momento y luego entró en la casa. Tan pronto como volvió la espalda, una figura oscura saltó rápidamente la empalizada y se perdió en las sombras de la calle.

 

Los hobbits subieron por una pendiente suave, dejaron atrás unas pocas casas dispersas y se detuvieron a las puertas de la posada. Las casas les parecían grandes y extrañas. Sam miró asombrado los tres pisos y las numerosas ventanas del albergue y sintió un desmayo en el corazón. Había imaginado que se las vería con gigantes más altos que árboles y otras criaturas todavía más terribles en algún momento del viaje, pero descubría ahora que este primer encuentro con los hombres y las casas de los hombres le bastaba como prueba, y en verdad era demasiado como término oscuro de una jornada fatigosa. Imaginó caballos negros que esperaban ensillados en las sombras del patio de la posada y Jinetes Negros que espiaban desde las tenebrosas ventanas de arriba.

—No pasaremos aquí la noche, seguro, ¿no, señor? —exclamó—. Si hay gente hobbit por aquí, ¿por qué no buscamos a alguno que quiera recibirnos? Sería algo más hogareño.

—¿Qué tiene de malo la posada? —dijo Frodo—. Nos la recomendó Tom Bombadil. Quizás el interior sea bastante hogareño.

Aun desde afuera la casa tenía un aspecto agradable, para ojos familiarizados con estos edificios. La fachada miraba al camino y las dos alas iban hacia atrás apoyándose en parte en tierras socavadas en la falda de la loma, de modo que las ventanas del segundo piso de atrás se encontraban al nivel del suelo. Una amplia arcada conducía a un patio entre las dos alas y bajo esa arcada a la izquierda había una puerta grande sobre unos pocos y anchos escalones. La puerta estaba abierta y derramaba luz. Sobre la arcada había un farol y debajo se balanceaba un tablero con una figura: un poney blanco encabritado. Encima de la puerta se leía en letras blancas:
El Poney Pisador de Cebadilla Mantecona.
En las ventanas más bajas se veía luz detrás de espesas cortinas.

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