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Authors: Juan Torres Lopes Vicenç Navarro

¿Estan en peligro las pensiones publicas? (7 page)

BOOK: ¿Estan en peligro las pensiones publicas?
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En consecuencia, detrás de la polémica sobre la conveniencia de uno u otro lo que hay es una posición u otra sobre los términos en que se va a dar la solidaridad entre ciudadanos de una misma sociedad y sobre en qué medida se está dispuesto a lograr una distribución más igualitaria y justa de la renta y la riqueza.

¿Favorece el sistema de capitalización el ahorro y la inversión?

Según los liberales, a diferencia de lo que ocurre en el sistema de reparto, en donde lo recaudado se gasta inmediatamente, cuando se constituyen fondos se favorece el ahorro y, en consecuencia, la inversión.

Sin embargo, la inversión no siempre depende de la existencia de ahorro en la economía sino, más bien, de la existencia de opciones de colocación de capitales rentables.

Por otro lado, tampoco hay evidencia empírica decisiva que permita identificar claramente los efectos reales de los diferentes sistemas sobre el ahorro.

¿Perjudican al crecimiento económico los sistemas de reparto?

Según los liberales el sistema de reparto es un mecanismo de asignación de recursos que actúa fuera de la órbita del mercado y ello supone un elemento de rigidez e inercia para el funcionamiento de la economía que puede llevar a deprimir la actividad económica en un sistema de intercambio gobernado por la iniciativa privada de mercado.

Sin embargo, también se puede argumentar de forma alternativa afirmando que ni la magnitud de esta pérdida de posibilidades puede estimarse con precisión, ni un menor crecimiento económico (suponiendo que se diera) tendría que significar necesariamente un menor bienestar social si va acompañado, por ejemplo, de una distribución de la renta más equitativa.

Además, en la medida en que los sistemas de reparto proporcionan más garantías de recibir rentas en la jubilación, suponen una inyección también más segura para el gasto que impulsa la actividad económica. Los liberales olvidan demasiado a menudo que la pobreza y los bajos salarios son la fuente más directa del menor crecimiento económico que dicen buscar.

¿Incentivan los sistemas de reparto la jubilación?

Otra crítica de los liberales al sistema de reparto es que, al proporcionar pensiones cuya cuantía es mayor a la contribución realizada a lo largo de la vida activa, incentiva la jubilación, disminuyendo así la oferta de mano de obra y distorsionando el mercado de trabajo.

Como contrapartida mucho más razonable puede argumentarse que los problemas de oferta de trabajo no suelen proceder de los segmentos de edad más cercana a la jubilación.

Si ese argumento liberal fuera riguroso no se entendería que las grandes compañías financien pensiones muy generosas a sus directivos porque entonces estarían dando lugar a que se jubilaran antes.

¿Qué sistema está más preparado para proteger a los más débiles?

El sistema de reparto tiene mayor capacidad para proteger efectivamente a los sectores más débiles de la sociedad, lo que al fin y al cabo es uno de los objetivos que debe perseguir un sistema de seguridad social.

Como habíamos visto antes, bajo un sistema de capitalización las personas que no hubieran podido ahorrar suficiente durante su vida laboral, o que ni siquiera lo hubieran hecho, estarían destinadas a vivir prácticamente en la mendicidad una vez alcanzada la edad de jubilación.

¿Qué ocurre con la inflación en el sistema de capitalización? ¿Y en el de reparto?

El sistema de reparto es más eficaz para hacer frente al problema de la inflación porque financia las pensiones con recursos actuales, mientras que en un sistema de capitalización los fondos acumulados se van desvalorizando por efecto de la inflación.

Además, el sistema de reparto tiene posibilidad de generar fondos con carácter inmediato, mientras que la capitalización requiere un largo periodo de acumulación.

¿Cuáles son los costes de administrar un sistema de capitalización?

El coste de gestionar un sistema de capitalización es muy superior al coste de administrar la Seguridad Social. La evidencia acumulada es que los costes de administración de los sistemas privados de aseguramiento son muchas veces más grandes que los costes de administración de los sistemas públicos. Así, el 22% del coste de la prima de aseguramiento van a cubrir gastos administrativos en Argentina, el 22% en México, el 19% en el Salvador, el 15% en Chile y el 14% en Colombia. En EEUU, por lo contrario, tal porcentaje en la Seguridad Social es sólo el 0.5%. En realidad, tal experiencia internacional con el aseguramiento privado ha sido sumamente problemática, beneficiando sólo al capital financiero (bancos y cajas) pero no a la mayoría de los supuestos beneficiarios
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.

Ante esta realidad, lo que está ocurriendo es que a la hora de defender el paso a los sistemas de capitalización se pasen por alto estos costes, como hacen los españoles Sáez y Taguas en el trabajo anteriormente citado, lo que equivale a aceptar una enorme disminución en los niveles de protección y seguridad social de la población.

¿Es fácil transformar un sistema de reparto en un sistema de capitalización?

Pasar de un modelo actual de reparto a uno de capitalización es enormemente costoso, puesto que si las personas que ahora cotizan a la Seguridad Social dejaran de hacerlo para pasar una parte de su salario a su banco o a su caja, el Estado tendría entonces que pagar las pensiones a los pensionistas de ahora.

Los analistas liberales no acostumbran a citar el coste de esta transición de un sistema de reparto a un sistema de capitalización a pesar de que se trata de cifras elevadísimas. Así, Dean Baker y Debayani Kar han calculado que tal transición en la privatización del sistema de reparto al sistema de capitalización que tuvo lugar en Chile durante la dictadura del General Pinochet costó a las arcas del Estado una cantidad equivalente al 8% del PIB
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.

¿Qué proponen los liberales para diferir los costes de dicha transición?

La naturaleza de tales costes explica que autores liberales como Taguas y Sáez aconsejen que se vaya a la capitalización individual gradualmente. Para ello se irían dando una serie de pasos progresivos como los que hemos mencionado anteriormente:

— La reducción significativa de los beneficios de las pensiones, convirtiéndose éstas en un sistema de mínimos universales.

— Basar la pensión en el salario promedio de la vida laboral del pensionista (lo cual significaría la reducción de un 30% de las pensiones actuales como los propios autores reconocen).

— Aumento de la edad de jubilación a 70 años.

— Disminución considerable de la actualización de las pensiones de manera que las pensiones no seguirían la evolución de los salarios (como ocurre en la mayoría de países de la UE—15) ni de los precios (la inflación) según el IPC normal sino de otro disminuído que daría un registro de la inflación a la baja y que reduciría las pensiones con la edad.

Cuando estas medidas provocaran una insuficiencia fatal de las pensiones públicas, se supone que no quedaría más remedio que acudir a la creación de fondos privados.

¿Qué hay detrás de las propuestas liberales? ¿quién las promueve y a quién benefician?
¿Ha quedado demostrada científicamente alguna afirmación liberal?

No está demostrado que la evolución demográfica por sí misma haga inviable a medio o largo plazo un sistema público de pensiones.

No se ha demostrado que un régimen de gestión privado sea más eficiente que el público. No está demostrado que el régimen de capitalización sea más eficaz, más seguro y por lo tanto más conveniente y sostenible que uno de reparto. Tampoco se ha podido contrastar que la financiación de las pensiones a través de cotizaciones sociales tengan los efectos negativos que se le achacan sobre el empleo o el crecimiento.

En definitiva, ninguna afirmación liberal se sostiene cuando se contrasta con la realidad.

¿Qué dice la teoría económica?

Un economista español tan poco sospechoso como Julio Segura concluía hace unos años: “La teoría económica no proporciona apoyos irrefutables en favor de posiciones neoliberales y privatizadoras como con frecuencia intentan hacernos creer quienes hacen gala de mantener el debate sobre la protección social en el ámbito de la economía positiva sin interferencias ideológicas espurias”
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¿Mantienen entonces todos los liberales las mismas propuestas privatizadoras que antes?

Sin fundamentación científica alguna que permita sostener como probados los principales argumentos que justifican las reformas privatizadoras, las propuestas que se hacen son cada vez menos rigurosas e incluso contradictorias en las hipótesis y presupuestos, como hemos señalado. Son cada vez más ideologizadas e impuestas a base de poder en lugar de con razonamientos discutidos y contrastados.

Tanto es así que incluso el propio Banco Mundial, que fue la primera institución que divulgó la ortodoxia a seguir, ha matizado sus propuestas iniciales a la vista de los efectos perversos y negativos que ha producido en los países en los que se ha llevado a cabo la privatización más avanzada.

¿Por qué, entonces, siguen empeñados en privatizar?

La respuesta radica en que la actividad y los negocios financieros son cada vez más rentables. Eso ha hecho que la gestión de el recursos que movilizan las pensiones públicas sea especialmente atractiva para los intereses privados. Los recursos que mueve el sistema de pensiones públicas se han convertido en un botín con el que muchas entidades privadas sueñan quedarse.

¿Por qué han crecido tanto los planes de pensiones privados en los últimos años?

El extraordinario crecimiento de los planes de pensiones está estrechamente vinculado a las modificaciones en la configuración de la economía mundial que tuvieron lugar a partir de la década de los setenta y bajo políticas económicas de inspiración neoliberal.

Por un lado, la enorme desigualdad que se ha generado en los últimos treinta años ha hecho que las rentas más altas puedan disponer de una gran capacidad de ahorro, un incremento de los beneficios y del ahorro de las clases más altas que lógicamente es paralelo a la pérdida de peso de la masa salarial.

Por otro lado, las desregulaciones financieras que se han ido acometiendo en todas partes del mundo, unidas a la aparición de las nuevas tecnologías de la información y la telecomunicación, han permitido utilizar esos fondos ahorrados de manera muy rentable en los mercados financieros. Los bancos aprovecharon esa oportunidad para convertirse en catalizadores de esas inversiones financieras especulativas y para hacer que sus ganancias crezcan sin freno. Y por ello tratan por todos los medios de acumular todo el ahorro disponible lo que, entre otras cosas, lleva a evitar que los estados manejen el inmenso ahorro social vinculado a los sistemas de pensiones públicas.

¿Cómo funcionaban antes los bancos y cómo se han adecuado al nuevo mundo financiero?

El sistema bancario basaba tradicionalmente su negocio en los préstamos que concedía a empresas y hogares, a los cuales aplicaba un tipo de interés más alto que el que pagaba por los depósitos de sus clientes.

Tras las transformaciones del sistema financiero como resultado de las medidas económicas neoliberales, las empresas comenzaron a preferir financiarse en los mercados financieros emitiendo bonos o acciones, e incluso los hogares preferían mantener sus ahorros en forma de acciones o de otros títulos financieros. Los bancos, por lo tanto, cada vez tenían más dificultades para recibir dinero que poder prestar, por lo que tuvieron que ampliar sus líneas de negocios.

¿Qué tipo de nuevas líneas de negocio abrieron los bancos?

Una de estas nuevas líneas de negocios son los fondos de inversión colectiva y, en particular, los fondos de pensiones. Esta forma de negocio se caracteriza porque el banco recoge dinero de diferentes clientes, forma un fondo con ellos e invierte en los mercados financieros en busca de su revalorización. Si ésta se produce se devuelven ganancias financieras al cliente después de que el banco se haya quedado con la mayor parte.

¿Qué papel han tenido los fondos de pensiones en la reciente crisis financiera?

Estos nuevos instrumentos han crecido exponencialmente en los últimos años y han tenido un papel crucial en el origen de la actual crisis financiera
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. Los fondos de pensiones privados son una parte cada vez más importante del total de fondos de inversión colectiva, aunque enfrentan la dificultad de que tienen que competir con los fondos públicos de pensiones.

Por esa razón los fondos de pensiones privados son especialmente importantes en aquellos países donde el Estado del Bienestar es más débil, como ocurre en Estados Unidos, país del que provienen el 61% de todos los fondos de pensiones privados del mundo. De hecho, mientras que en Francia los fondos de pensiones privados representan el 3,4% del total, en EEUU alcanzan prácticamente el 50%
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¿Por qué quieren los bancos que se privatice el sistema público de pensiones?

Más allá del papel pernicioso que tienen los movimientos financieros de los fondos de pensiones privados la cuestión está clara: son un instrumento más, y cada vez más importante, para el beneficio de los bancos y las entidades financieras en general. Y el obstáculo principal que tienen enfrente para poder rentabilizarlo al máximo es la supervivencia del sistema público de pensiones, que desvía hacia el Estado recursos económicos que los bancos buscan para proseguir sus lucrativas actividades económicas.

No son por tanto, razones económicas ni de sostenibilidad o equilibrio financiero, las que ponen sobre la mesa la necesidad, como dicen los liberales, de privatizar el sistema público de pensiones. Ni es “la sociedad” quien prefiere o quiere hacer ese cambio. Son los bancos quienes desean acabar con este sistema para aumentar su volumen de negocio y poder competir en mejores condiciones con otros bancos extranjeros.

Como hemos explicado, la privatización radical era y es la alternativa más rentable, más atractiva y más deseada por el capital financiero que de esa forma se haría cargo de la gestión de fondos supermillonarios y extraordinariamente rentables. Pero se trata, sin embargo, de una alternativa costosa y arriesgada tanto económica como social y políticamente.

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