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Authors: Lope de Vega

Tags: #Drama, #Teatro

El caballero de Olmedo

BOOK: El caballero de Olmedo
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El caballero de Olmedo figura entre las obras perfectas de Lope de Vega. Historia, leyenda y literatura se han unido con singular maestría en este drama. La historia de un antiguo crimen cometido en el camino de Medina del Campo a Olmedo se convierte en leyenda y cristaliza en los versos de un cantarcillo popular que Lope recogen el momento culminante de la acción: 'Que de noche le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo'. Tales elementos bastaron para construir una trágica intriga de amor y celos, fundiendo leyenda popular y tradición culta y adaptándolo todo a la nueva fórmula teatral inventada por Lope. Así nació esta obra bellísima, colmada de intensa emoción lírica y patético dramatismo en la expresión de angustiosas vivencias y miedos del hombre ante su destino.

Lope de Vega

El caballero de Olmedo

ePUB v1.0

20.5.13

Lope de Vega, 1625.

ePub base v2.1

Personas que hablan en ella

DON ALONSO, caballero

Don RODRIGO

Don FERNANDO

Don PEDRO

El REY don Juan, el II

El CONDESTABLE

TELLO, criado gracioso

Doña INÉS, dama

Doña LEONOR

ANA, criada

FABIA, vieja hechicera y alcahueta

MENDO

Un LABRADOR

Una SOMBRA

CRIADOS

ACOMPAÑAMIENTO

GENTE

ACTO PRIMERO

(Sale don ALONSO)

ALONSO: Amor, no te llame amor

el que no te corresponde,

pues que no hay materia adonde

no imprima forma el favor.

Naturaleza, en rigor,

conservó tantas edades

correspondiendo amistades;

que no hay animal perfeto

si no asiste a su conceto

la unión de dos voluntades.

De los espíritus vivos

de unos ojos procedió

este amor, que me encendió

con fuegos tan excesivos.

No me miraron altivos,

antes, con dulce mudanza,

me dieron tal confïanza,

que, con poca diferencia,

pensando correspondencia,

engendra amor esperanza.

Ojos, si ha quedado en vos

de la vista el mismo efeto,

amor vivirá perfeto,

pues fue engendrado de dos;

pero si tú, ciego dios,

diversas flechas tomaste,

no te alabes que alcanzaste

la victoria que perdiste

si de mí solo naciste,

pues imperfeto quedaste.

(Salen TELLO, criado, y FABIA)

FABIA: ¿A mí, forastero?

TELLO: A ti.

FABIA: Debe pensar que yo

soy perro de muestra.

TELLO: No.

FABIA: ¿Tiene alguna achaque?

TELLO: Sí.

FABIA: ¿Qué enfermedad tiene?

TELLO: Amor.

FABIA: Amor, ¿de quién?

TELLO: Allí está,

y él, Fabia, te informará

de lo que quiere mejor.

FABIA: Dios guarde tal gentileza.

ALONSO: Tello, ¿es la madre?

TELLO: La propia.

ALONSO: ¡Oh, Fabia! ¡Oh, retrato! ¡Oh, copia

de cuanto naturaleza

puso en ingenio mortal!

¡Oh, peregrino doctor,

y para enfermos de amor

Hipócrates celestial!

Dame a besar la mano,

honor de las tocas, gloria

del monjil.

FABIA: La nueva historia

de tu amor cubriera en vano

vergüenza o respeto mío;

que ya en tus caricias veo

tu enfermedad.

ALONSO: Un deseo

es dueño de mi albedrío.

FABIA: El pulso de los amantes

es el rostro. Aojado estás.

¿Qué has visto?

ALONSO: Un ángel.

FABIA: ¿Qué más?

ALONSO: Dos imposibles bastantes,

Fabia, a quitarme el sentido;

que es dejarla de querer

y que ella me quiera.

FABIA: Ayer

te vi en la feria perdido

tras una cierta doncella,

que en forma de labradora

encubría el ser señora,

no el ser tan hermosa y bella;

que pienso que doña Inés

es de Medina la flor.

ALONSO: Acertaste con mi amor;

esa labradora es

fuego que me abrasa y arde.

FABIA: Alto has picado.

ALONSO: Es deseo

de su honor.

FABIA: Así lo creo.

ALONSO: Escucha, así Dios te guarde.

Por la tarde salió Inés

a la feria de Medina,

tan hermosa que la gente

pensaba que amanecía;

rizado el cabello en lazos,

que quiso encubrir la liga,

porque mal caerán las almas

si ven las redes tendidas.

Los ojos, a lo valiente,

iban perdonando vidas,

aunque dicen los que deja

que es dichoso a quien la quita.

Las manos haciendo tretas,

que como juego de esgrima

tiene tanta gracia en ellas,

que señala las heridas.

Las valonas esquinadas

en manos de nieve viva;

que muñecas de papel

se han de poner en esquinas.

Con la caja de la boca

allegaba infantería,

porque sin ser capitán,

hizo gente por la villa.

Los corales y las perlas

dejó Inés, porque sabía

que las llevaban mejores

los dientes y las mejillas.

Sobre un manteo francés

una verdemar basquiña,

porque tenga en otra lengua

de su secreto la cifra.

No pensaron las chinelas

llevar de cuantos la miran

los ojos en los listones,

las almas en las virillas.

No se vio florido almendro

como toda parecía;

que del color natural

son las mejores pastillas.

Invisible fue con ella

el amor, muerto de risa

de ver, como pescador,

los simples peces que pican.

Unos le ofrecieron sartas,

y otros arracadas ricas;

pero en oídos de áspid

no hay arracadas que sirvan.

Cuál da a su garganta hermosa

el collar de perlas finas;

pero como toda es perla,

poco las perlas estima;

yo, haciendo lengua los ojos,

solamente le ofrecía

a cada cabello un alma,

a cada paso una vida.

Mirándome sin hablarme,

parece que me decía,

"No os vais, don Alonso, a Olmedo,

quedaos agora en Medina."

Creí me esperanza, Fabia;

salió esta mañana a misa,

ya con galas de señora,

no labradora fingida.

Si has oído que el marfil

del unicornio santigua

las aguas, así el cristal

de un dedo puso en la pila.

Llegó mi amor basilisco,

y salió del agua misma

templado el veneno ardiente

que procedió de su vista.

Miró a su hermana, y entrambas

se encontraron en la risa,

acompañando mi amor

su hermosura y mi porfía.

En una capilla entraron;

yo, que siguiéndolas iba,

entré imaginando bodas.

¡Tanto quien ama imagina!

Vime sentenciado a muerte,

porque el amor me decía,

"Mañana mueres, pues hoy

te meten en la capilla."

En ella estuve turbado;

ya el guante se me caía,

ya el rosario, que los ojos

a Inés iban y venías.

No me pagó mal. Sospecho

que bien conoció que había

amor y nobleza en mí;

que quien no piensa no mira,

y mirar sin pensar, Fabia,

es de ignorantes, y implica

contradicción que en un ángel

faltase ciencia divina.

Con este engaño, es efecto,

le dije a mi amor que escriba

este papel; que si quieres

ser dichosa y atrevida

hasta ponerle en sus manos,

para que mi fe consiga

esperanzas de casarme,

tan en esto amor me inclina,

el premio será un esclavo

con una cadena rica,

encomienda de esas tocas,

de mal casadas envidia.

FABIA: Yo te he escuchado.

ALONSO: ¿Y qué sientas?

FABIA: Que a gran peligro te pones.

TELLO: Excusa, Fabia, razones,

si no es que por dicha intentes

como diestro cirujano,

hacer la herida mortal.

FABIA: Tello, con industria igual

pondré el papel en su mano,

aunque me cueste la vida,

sin interés, porque entiendas

que, donde hay tan altas prendas,

sola yo fuera atrevida.

Muestra el papel. (Que primero Aparte

lo tengo de aderezar.)

ALONSO: ¿Con qué te podré pagar

la vida, el alma que espero,

Fabia, de esas santas manos?

TELLO: ¿Santas?

ALONSO: ¿Pues, no, si han de hacer

milagros?

TELLO: De Lucifer.

FABIA: Todos los medios humanos

tengo de intentar por ti,

porque el darme esa cadena

no es cosa que me da pena,

con confïada nací.

TELLO: ¿Qué te dice el memorial?

ALONSO: Ven, Fabia, ven, madre honrada,

porque sepas mi posada.

FABIA: Tello…

TELLO: Fabia…

FABIA: No hables mal;

que tengo cierta morena

de extremado talle y cara.

TELLO: Contigo me contentara

si me dieras la cadena.

(Vanse. Salen doña INÉS y doña LEONOR)

INÉS: Y todos dicen, Leonor

que nace de las estrellas.

LEONOR: De manera que sin ellas

¿no hubiera en el mundo amor?

INÉS: Dime tú; si don Rodrigo

ha que me sirve dos años,

y su talle y sus engaños

son nieve helada conmigo,

y en el instante que vi

este galán forastero,

me dijo el alma, «Éste quiero».

Y yo lo dije, «Sea ansí».

¿Quién concierta y desconcierta

este amor y desamor?

LEONOR: Tira como ciego Amor,

yerra mucho, y poco acierta.

Demás, que negar no puedo,

aunque es de Fernando amigo

tu aborrecido Rodrigo,

por quien obligada quedo

a intercederte por él,

que el forastero es galán.

INÉS: Sus ojos causa me dan

para ponerlos en él,

pues pienso que en ellos vi

el cuidado que me dio,

para que mirase yo

con el que también le di.

Pero ya se habrá partido.

LEONOR: No le miro yo de suerte

que pueda vivir sin verte.

(Sale ANA, criada)

ANA: Aquí, señora, ha venido

la Fabia… o la Fabiana.

INÉS: ¿Pues quién es esa mujer?

ANA: Una que suele vender

para las mejillas grana,

y para la cara nieve.

INÉS: ¿Quieres tú que entre, Leonor?

LEONOR: En casas de tanto honor

no sé yo cómo se atreve;

que no tiene buena fama;

mas, ¿quién no desea ver?

INES: Ana, llama esa mujer.

ANA: Fabia, mi señora os llama.

(Vase. Sale FABIA, con una canastilla)

FABIA: (¡Y cómo si yo sabía

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