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Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

Dune. La casa Harkonnen (9 page)

BOOK: Dune. La casa Harkonnen
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Si supieras.
Mohiam recordó lo que le habían contado sobre el plan de la Bene Gesserit. La hija de Jessica, cuando alcanzara la edad adulta, estaba destinada a dar a luz al Kwisatz Haderach, la culminación de milenios de cuidadosas reproducciones. Mohiam examinó la cara de la joven en busca de alguna insinuación de su importancia histórica.
Aún no estás preparada para descubrirlo.

Jessica empezó a hablar, formando las palabras con la boca mientras recitaba un mantra tan antiguo como la propia escuela Bene Gesserit: «Cada atacante es una pluma que flota en un sendero infinito. Cuando la pluma se acerca, es desviada y eliminada. Mi respuesta es un soplido que aleja la pluma».

Mohiam retrocedió cuando su hija se entregó a una serie de rápidos movimientos, con la intención de flotar gracias a movimientos reflejos. Pero Jessica aún se esforzaba en obligar a sus músculos a flotar en silencio y con suavidad, cuando habría debido dejarlos actuar por sí solos.

Los movimientos de la muchacha habían mejorado, eran más concentrados y precisos. Los progresos recientes de Jessica habían sido impresionantes, como si hubiera experimentado una manifestación divina que la hubiera elevado hasta el siguiente nivel. Sin embargo, Mohiam todavía detectaba demasiada energía juvenil e intensidad desbordada.

La muchacha era el producto de una brutal violación obra del barón Harkonnen, después de que la Hermandad le hubiera chantajeado con el fin de que les proporcionara una hija. Mohiam había llevado a cabo su venganza durante la agresión sexual, controlando su química corporal interna a la manera Bene Gesserit, y le había contagiado una enfermedad dolorosa y debilitante. Una tortura deliciosamente lenta. A medida que aumentaban sus achaques, el barón se había visto obligado a utilizar un bastón durante el anterior Año Estándar. Durante el banquete de Fenring, Mohiam se había sentido tentada de contar al hombre lo que le había hecho.

Pero si Mohiam se lo hubiera dicho, se habría producido otra escena de violencia en el comedor de la residencia de Arrakeen, mucho peor que la escaramuza entre los embajadores de Ecaz y Grumman. Tal vez se habría visto obligada a matar al barón con sus mortíferas técnicas de lucha. La misma Jessica, pese a su adiestramiento limitado, habría podido acabar con el hombre (su propio padre) con rapidez y facilidad.

Mohiam oyó un zumbido de maquinaria y vio que una muñeca de tamaño natural emergía del suelo. La siguiente fase de la rutina. En un abrir y cerrar de ojos, la muchacha se volvió y decapitó a la muñeca de una sola patada.

—Más finura. El golpe mortal ha de ser delicado, preciso.

—Sí, reverenda madre.

—De todos modos, estoy muy orgullosa de tus adelantos.

Mohiam habló en un tono cariñoso muy poco habitual, un tono que sus superioras habrían desautorizado de haberlo oído. El amor, en cualquier forma, estaba prohibido.

—La Hermandad tiene grandes planes para ti, Jessica.

8

«Xuttuh» es una palabra que significa muchas cosas. Todo Bene Tleilax sabe que era el nombre del primer maestro. Pero como ese hombre era algo más que un simple mortal, existen matices y complejidades en la apelación. Según el tono y la inflexión vocal, «Xuttuh» puede significar «hola» o «bendito seas». O bien, puede constituir una oración resumida en una sola palabra, cuando un devoto se prepara para morir por el Gran Credo. Por tales razones, la hemos elegido como nuevo nombre para el planeta conquistado antes conocido como Ix.

Disco de Entrenamiento tleilaxu

Un plan de contingencia es tan bueno como la mente que lo forja.

En las profundidades del laberíntico pabellón de investigaciones, Hidar Fen Ajidica comprendía la máxima muy bien. Un día, el hombre del emperador intentaría matarle. Por lo tanto, se hacían necesarios cuidadosos preparativos.

—Os ruego que me sigáis, conde Fenring —dijo Ajidica con su tono más agradable, al tiempo que pensaba:
Sucio powindah.
Miró de reojo al hombre.
¡Debería matarte ahora!

Pero el investigador jefe no podía hacerlo sin arriesgar su vida, y tal vez jamás contaría con una clara oportunidad. Y aunque la lograra, el emperador enviaría a sus investigadores e incluso más tropas Sardaukar, que interferirían en el delicado trabajo.

—Me alegra saber que por fin habéis hecho progresos en el Proyecto Amal. Elrood IX lo encargó hace más de una docena de años, ¿ummm? —Fenring caminaba por un pasillo de la ciudad subterránea. Vestía una chaqueta escarlata imperial y pantalones dorados muy ajustados. Llevaba el cabello castaño cortado a navaja, y se proyectaba hacia fuera en algunos puntos para subrayar la envergadura de su cabeza—. Hemos sido extremadamente pacientes.

Ajidica vestía una bata de laboratorio blanca de amplios bolsillos. Olores químicos impregnaban su ropa, su cabello, su piel grisácea como la de un cadáver.

—Os advertí desde el principio que podía requerir muchos años desarrollar un producto terminado. Una docena de años no es más que un parpadeo para desarrollar una sustancia que el Imperio ha deseado durante siglos y siglos.

Las aletas de su nariz se estrecharon cuando forzó una pálida sonrisa.

—No obstante, me complace informar que nuestros tanques de axlotl modificados han crecido, nuestros experimentos preliminares se han llevado a cabo y los datos han sido analizados. Basándonos en esto, hemos descartado soluciones poco prácticas, y así hemos reducido las restantes posibilidades.

—Al emperador no le interesa «reducir posibilidades», investigador jefe, sino los resultados. —La voz de Fenring era glacial—. Vuestros gastos han sido inmensos, incluso después de que financiamos vuestra conquista de las instalaciones ixianas.

—Nuestros registros resistirían cualquier auditoría, conde Fenring —dijo Ajidica. Sabía muy bien que Fenring jamás permitiría que un banquero de la Cofradía echara un vistazo a los gastos. La Cofradía Espacial, más que cualquier otra entidad, no debía sospechar el objetivo del proyecto—. Todos los fondos se han invertido con sabiduría. Todas las reservas de especia están consignadas, tal como acordamos en un principio.

—Vuestro acuerdo fue con Elrood, hombrecillo, no con Shaddam, ¿ummm? El emperador puede detener vuestros experimentos en cualquier momento.

Como todos los tleilaxu, Ajidica estaba acostumbrado a ser insultado y provocado por idiotas. Se negó a tomar en consideración la ofensa.

—Una amenaza interesante, conde Fenring, teniendo en cuenta que vos en persona iniciasteis los contactos entre mi pueblo y Elrood. Conservamos registros en los planetas natales tleilaxu. Fenring se encrespó y continuó adelante, adentrándose en el pabellón de investigaciones.

—Me ha bastado observaros, investigador jefe, para averiguar algo —dijo con voz untuosa—. Habéis desarrollado una fobia a los subterráneos, ¿ummm? El miedo os asaltó hace poco, de repente.

—Pamplinas.

Pese a su negativa, la frente de Ajidica se perló de sudor.

—Ah, pero detecto algo mendaz en vuestra voz y expresión. Tomáis medicación para los síntomas… un frasco de píldoras en el bolsillo derecho de vuestra chaqueta. Veo el bulto.

—Mi estado de salud es perfecto —balbuceó Ajidica, intentando disimular su rabia.

—Ummm, yo diría que vuestra salud depende de lo bien que vayan las cosas aquí. Cuanto antes terminéis vuestro Proyecto Amal, antes volveréis a respirar aire puro en el hermoso Tleilax. ¿Cuándo fue la última vez que estuvisteis?

—Hace mucho tiempo —admitió Ajidica—. No podéis imaginar cómo es. Ningún
powin…
—Se contuvo—. Ningún forastero ha sido autorizado a salir del espaciopuerto.

Fenring contestó con una sonrisa irritante.

—Enseñadme lo que habéis hecho aquí, para que pueda informar a Shaddam.

Al llegar a una puerta, Ajidica levantó un brazo para impedir que Fenring pasara. El tleilaxu cerró los ojos y besó la puerta con reverencia. El breve ritual desactivó los mortíferos sistemas de seguridad, y la puerta desapareció en estrechas grietas de la pared.

—Ahora podéis entrar sin peligro.

Ajidica se apartó para dejar entrar a Fenring en una sala blanca de plaz liso, donde el investigador jefe había llevado a cabo cierto número de demostraciones para exhibir los progresos del experimento. En el centro de la enorme sala ovalada había un microscopio de alta resolución, un estante metálico que contenía botellas y frascos de laboratorio, y una mesa roja sobre la que descansaba un objeto en forma de cúpula. Ajidica captó un intenso interés en los grandes ojos de Fenring cuando se acercó a la zona de demostraciones.

—No toquéis nada, por favor.

Sutiles traiciones pendían en el aire, y este
powindah
imperial no las vería o comprendería hasta que fuera demasiado tarde. Ajidica intentaba solucionar el enigma de la especia artificial, para luego escapar con los sagrados tanques de axlotl a un planeta seguro, en los confines del Imperio. Había tomado una serie de medidas sin revelar su identidad, utilizando promesas y sobornos, transfiriendo fondos… todo sin el conocimiento de sus superiores en los planetas propiedad de los Bene Tleilax. Estaba solo en esta empresa.

Había decidido que existían herejes entre su propio pueblo, seguidores que habían adoptado tan a la perfección una identidad de chivos expiatorios oprimidos que habían olvidado la esencia del Gran Credo. Era como un Danzarín Rostro que, disfrazado demasiado bien, hubiera olvidado quién era en realidad. Si Ajidica permitía que esa gente accediera a su gran descubrimiento del amal, entregarían lo único que les reportaría la supremacía que merecían.

Ajidica pensaba continuar fingiendo hasta que estuviera preparado. Después, podía apoderarse de la especia artificial, controlarla y ayudar a su pueblo y su misión… tanto si quería como si no.

El conde Fenring murmuró cuando se acercó más a la forma que descansaba sobre la mesa.

—Muy intrigante. Supongo que hay algo dentro, ¿ummm?

—Hay algo dentro de todo —contestó Ajidica.

Sonrió para sí cuando imaginó el mercado interplanetario inundado de especia artificial, lo cual provocaría una catástrofe económica en el seno de la CHOAM y el Landsraad. Como una grieta diminuta en un dique, una pizca de melange barata se convertiría a la larga en un torrente que trastrocaría el Imperio. Si jugaba bien sus cartas, Ajidica sería el elemento fundamental del nuevo orden político y económico, no a su servicio, por supuesto, sino al de Dios.

La magia de nuestro Dios es nuestra salvación.

Ajidica sonrió al conde Fenring, y descubrió unos dientes afilados.

—Tened la seguridad, conde Fenring, de que nuestros objetivos en este asunto son mutuos.

Con el tiempo, en posesión de una riqueza inimaginable, Ajidica desarrollaría pruebas para determinar la lealtad a su nuevo régimen, y empezaría a asimilar a los Bene Tleilax. Aunque ahora era demasiado peligroso incluirles en su maquinación, tenía a varios candidatos en mente. Con el debido apoyo militar (¿tal vez conversos de las tropas Sardaukar estacionadas en el planeta?), hasta podría instalar el cuartel general en la hermosa ciudad de Bandalong…

Fenring continuaba examinando el equipo de demostración.

—¿Conocéis el dicho «confía pero comprueba»? Es de la Vieja Tierra. Os sorprenderían los chismes que colecciono. Mi esposa Bene Gesserit colecciona objetos, chucherías y cosas por el estilo. Yo colecciono fragmentos de información.

El estrecho rostro del tleilaxu compuso una expresión ceñuda.

—Entiendo. —Necesitaba terminar aquella irritante inspección lo antes posible—. Si queréis mirar aquí, por favor…

Ajidica cogió un frasco de plaz opaco de la estantería y levantó la tapa. Escapó un olor que recordaba al jengibre, la bergamota y el clavo. Pasó el frasco a Fenring, que contempló una sustancia espesa de color anaranjado.

—Aún no es melange —dijo Ajidica—, aunque desde un punto de vista químico posee muchos precursores de la especia.

Vertió el jarabe sobre una placa, la introdujo en el lector del microscopio, y después rogó a Fenring que mirara por el visor. El conde vio moléculas alargadas conectadas unas con otras como los filamentos de un cable.

—Una cadena proteica poco frecuente —dijo el investigador jefe—. Estamos cerca de obtener resultados.

—¿Cuán cerca?

—Los tleilaxu también tenemos nuestros dichos, conde Fenring: «Cuanto más cerca estás de un objetivo, más lejano parece». En cuestiones de investigación científica, el tiempo se dilata. Sólo Dios posee un íntimo conocimiento del futuro. El resultado podría suceder en cuestión de días, o años.

—Un galimatías —murmuró Fenring. Guardó silencio cuando Ajidica apretó un botón en la base de la cúpula.

La superficie nebulosa de plaz se aclaró, y reveló arena en el fondo del contenedor. El investigador tleilaxu pulsó otro botón, y el interior se llenó de un fino polvillo. La arena se removió, un diminuto montículo en movimiento que emergió, como un pez que saliera de aguas turbias. En forma de gusano, del tamaño de una serpiente pequeña, medía poco más de medio metro de longitud, con diminutos dientes de cristal.

—Gusano de arena, forma inmadura —anunció Ajidica—, han pasado diecinueve días desde que lo trajeron de Arrakis. No creemos que sobreviva mucho más.

Una caja cayó desde lo alto de la cúpula a la arena, movida por un suspensor oculto, se abrió y dejó al descubierto más gelatina anaranjada brillante.

—Amal 1522.16 —dijo Ajidica—. Una de nuestras muchas variantes, la mejor que hemos desarrollado hasta el momento.

Fenring miró mientras la boca del gusano inmaduro investigaba a derecha e izquierda, al tiempo que revelaba dientes centelleantes al fondo de la garganta. El animal serpenteó hasta la sustancia naranja, después se detuvo, confuso, sin tocarla. Al poco, dio media vuelta y se hundió en la arena.

—¿Cuál es la relación entre los gusanos de arena y la especia? —preguntó Fenring.

—Si lo supiéramos, el enigma estaría solucionado. Si pusiéramos especia real en esa jaula, el gusano la consumiría de inmediato. De todos modos, aunque el gusano puede identificar la diferencia, al menos se acercó a la muestra. Tentamos a la bestia, pero no quedó satisfecha.

—Tampoco me satisface vuestra pequeña demostración. Me han dicho que continúa existiendo un movimiento clandestino ixiano que causa dificultades. Shaddam está preocupado por las interrupciones que pueda sufrir su plan más importante.

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